Impresionantes vestigios romanos y medievales, un Alcázar de postal y porciones de cochinillo que te solo ellas justifican la empinada subida.

El embajador me dijo: “yo tomo mi slivovitza, pero para usted traje whisky”. ¡Habrase visto tanta desfachatez!

Todos van a Notre Dame… y no los culpo. Pero a 250 metros hay como una maqueta de ese impresionante monumento a la Fe. Es más chico, es una esencia.

Me enamoré de Munich a primera vista, puede que a muchos les ocurra lo mismo. No es solo la ciudad, también es su gente y su espíritu.

Miles de kilómetros para civilizar gente a la fuerza. Una obra mucho más impresionante y valedera que las pirámides. 

Antes de ponerte de espaldas para lanzar las monedas, abrí la boca de asombro al saber que esa agua mana hace más de 2.000 años de una fuente a 22 kilómetros de Roma.