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Karnak, la mayor obra humana

Dentro de este descomunal complejo, cabrían varias de las grandes catedrales cristianas; difícil que el hombre pueda volver a construir algo tan imponente. Por más que haya riesgos, no lo puedo negar, no es posible soslayar una visita a Luxor y Karnak al menos una vez en la vida.

Claro que todo es relativo; la computadora que estás usando es más impresionante, pero no tan imponente. Cuando vayas entenderás lo que digo y te aconsejo conocer primero Grecia, porque si lo hacés al revés, el Partenón te puede parecer insignificante. Y no es solo una cuestión de tamaño.

Andá a saber qué le pasó por la cabeza a Amenofis III cuando, hace 3.500 años, ordenó que comenzaran a construir esta barbaridad que todavía está en pie para recordarte tu pequeñez y ubicarte en el torrente que es la historia de la humanidad. Karnak fue inspirado por una fe desaparecida, modificada, destruida, cambiada, invadida. Por aquí transitaron culturas tan potentes como las mesopotámicas, tan aniquiladoras como la de algunos piratas mediterráneos, vinieron los griegos y fundaron nuevas dinastías, los romanos y cartagineses se apoderaron de todo, por acá hubo judíos y cristianos coptos, llegaron los musulmanes y a muchos se les ocurrió que si destruían todo podían borrar los vestigios de religiones que siempre procuran erradicar otras religiones.

Avenidas de esfinges y el lago sagrado

Algunas de esas creencias llegaron y desaparecieron solas; otras se instalaron quizás para siempre, pero ninguna felizmente se impuso destruir al complejo religioso.  Karnak está abarcado en la mítica ciudad de Tebas, que también comprende al  templo de Luxor y el Valle de los Reyes.  Hasta podría ser que Karnak fuera anterior a Amenofis III. Lo que está claro es que, mientras el hombre recién estaba estrenando la civilización, fue capaz de crear una construcción tan firme como para superar milenios de saqueos y depredación.

A Karnak se lo suele considerar como un templo en homenaje a Amón, pero no es así: fue para toda la divina cofradía. El de Amón está en el centro del complejo y ocupa nada menos que unas 30 hectáreas. A su izquierda está el santuario de Montu, dios de la guerra; al otro lado está el santuario de Mut, la esposa de Amón, representada por un buitre, sin alusiones personales.

¿Cómo explicar Karnak a alguien que no haya ido? La mejor comparación sería el bosque de sequoias gigantes del otro lado de la bahía de San Francisco, si tuviste la suerte de conocerlo y no estabas borracho por su proximidad con el Valle de Napa: las columnas de la sala hipóstila de Karnak poco menos que emparejan diámetros con ese bosque sobrenatural, mirá lo que te digo.

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Son 134 las gigantescas columnas rematadas a 28 metros de altura por capiteles de 15 metros de circunferencia. Sobre ellas hubo algún techo del que no quedó vestigio. Hasta dos metros y medio de altura, las inscripciones son irreconocibles por la destrucción sistemática de los visitantes a lo largo de siglos. Pero desde allí hasta arriba de todo, cada una de estas piezas en granito rojo durísimo, parece inaugurada el mes pasado. El sol y el viento del desierto también han hecho lo suyo, pero quedarás pasmado cuando aprecies que en la altura y en lugares más protegidos, todavía se distinguen los colores originales de las ilustraciones. Con cero mantenimiento.

Adaptación como Mezquita y como templo griego, en este caso en Luxor, más próximo a la ciudad de Tebas.

Parece que Amenofis III solo fue quien mandó levantar las 12 columnas mayores de la nave central de esa sala hipóstila. Y antes que preguntes: hipóstila es simplemente una sala cuyo techo está sostenido por columnas; pero por lo que sé solo se aplica ese nombre a ésta de Karnak. Al templo lo continuaron Ramsés I, Seti I y Ramsés II, nada menos. En realidad fueron estos tres y muchos más, antes y despues. Entre ellos se cuenta Hatshepsut, una faraona con toda la barba que ordenó traer desde cientos de kilómetros enormes obeliscos que te dejan estupefacto. Uno de ellos (143 ton.) yace en el suelo, impecablemente tallado pero partido; exhibe una leyenda donde el contratista confiesa que se le cayó porque era torpe y debió traer otro desde 600 kilómetros de distancia, para que Hatshepsut no lo castigara.

Fue para impedir estos abusos autoritarios y para poner orden en una nación que se hacía pedazos por la corrupción y por la disipación de las costumbres, que un faraón del extremo sur del Nilo debió descender hacia el norte, someter a Tebas y a todos los centros de poder, incluyendo a los religiosos. Fue una campaña militar breve, incruenta y magistral, tras la cual reordenaron todo, le dieron la autoridad a quien la merecía y no andaba inventando nuevas religiones. Luego volvieron en paz a su terruño sin que nadie se los exigiera. ¡Admirable!

Eso fue lo que ocurrió por el año 730 AC, cuando el rey de Nubia, tributario de Tebas, resolvió que el desorden no daba para más y había que re-civilizar a los egipcios. Se llamaba Pankhi y es muy probable que no hayas oído hablar de él porque era negro de absoluta negritud y la historia es muy remolona para reconocer estas cosas. Veamos cómo se porta la historia con Barak Obama, que no habrá sido rey como Pankhi, pero es tan negro como él, además de su equivalente contemporáneo como el tipo más poderoso del mundo mientras duró su mandato.

Volvamos a Hatsepsut, que quería dos obeliscos y allí quedó solo uno de ellos y el caído; el otro se lo llevaron los franceses de paseo a París y nunca volvió. Y si querés otra incongruencia, el templo de Amón todavía tiene rastros de pinturas probatorias que en algún momento funcionó como iglesia cristiana. ¡Las vueltas que dan los milenios!

Amenofis III que no se hacía representar mayor que los dioses y, a su izqaierda parte de la dinastía de faraones negros.

¿Querés más curiosidades y un toque de lascivia? En el templo de Luxor, al que se llega mediante una también imponente avenida de esfinges, hay una sala interior tapizada de frisos tallados que relatan la vida de algunos de los faraones más importantes. Una de ellas le corresponde a Ramsés II, que tenía una vanidad tan faraónica que se hacia retratar de mayor altura que los dioses … y con un pene descomunal. Cosa que se insinúa en las primeras escenas, donde aparece con la “pollerita” insinuantemente levantada, pero se ostenta sin tapujos en las últimas, un poco desgastadas de tanto manoseo por los visitantes. (Tocarlo ayuda a la virilidad, dicen). La estela de abajo de todo  representa a Alejandro Magno, el formidable conquistador griego, quien para no ser menos, también quiso su librito de historia tallada, aunque no hizo recomendaciones acerca de su pene, ya porque no lo enorgullecía, ya porque él no le daba un uso convencional.

Uno de los visitantes más ilustres de Karnak fue el griego Herodoto y aunque no consta que Homero haya venido, queda clara su admiración cuando tanto en La Ilíada como en La Odisea y siempre en el primer capítulo vaya a saberse por qué, alguien va en busca de los dioses al Olimpo y se encuentra con un cartelito explicando que no hay nadie porque se fueron de turismo a Etiopía, que no era otra cosa que Egipto, este Egipto de Karnak, pirámides y esfinges en pleno apogeo.

En realidad Karnak era una estación portuaria, pero con el paso de los milenios cambió el cauce del Nilo y hoy está un poco más retirado. No hay problemas, se accede a través de otra avenida de esfinges, esta vez con cabeza de carnero.

Bien, no es cuestión de propinarte un mamotreto histórico, el propósito es solo entretenerte un rato e interesarte por lo que consideramos uno de los mejores destinos del turismo culto. Llegarás a Luxor si te es posible embarcado desde El Cairo (se puede ir en tren y también en avión); hay buena hotelería con convenientes piscinas y cuando bajás a la rambla sobre el Nilo (mirá qué lujo) te atropellarán con propuestas para visitas guiadas a Karnak, a Luxor y al Valle de los Reyes, donde están las tumbas más notorias y los talleres donde aún hoy con las mismas técnicas y los mismos materiales, tallan y construyen los objetos religiosos y de uso doméstico. La única diferencia con los que verás en los museos son los 3.500 años transcurridos. No te pierdas el recorrido nocturno a Karnak con el espectáculo de luz y sonido. De paso te recuerdo que terminan de hacer refacciones en la tumba de Tutankamon y recorrerla como yo lo hice, resulta una experiencia inolvidable.

Hablando de estatuillas religiosas, acá van más curiosidades milenarias. ¿Te acordás de Amenofis IV que de golpe se cambió de nombre y ordenó dejar de adorar a Amón para comenzar a rezarle a Atón, así como así? Te podrás imaginar no solo el desconcierto de la feligresía, sino el terror de los sacerdotes, que serían herejes pero no eran estúpidos. Así que esperando tiempos mejores, enterraron nada menos que 17.000 estatuillas de bronce y unas 900 grandes estatuas de piedra de Amón y su combo, para salvarlas del vertiginoso cambio de religión. El culto de Atón no duró mucho, pero por alguna razón, quienes escondieron las estatuillas no volvieron a buscarlas. Las encontró el arqueólogo francés Legrain en 1901.

Como todo el complejo de Karnak es difícil de entender, de una de las fuentes que mencionamos abajo, rescatamos esta figura y los indicadores para ubicarse. Y acá nos quedamos no sin antes decirte que le deberías dedicar al menos tres días a la vieja Tebas, al este y oeste del Nilo. Y cuando de noche te sientes en las gradas frente al Lago Sagrado, durante el espectáculo de luz y sonido, no le des bola a la monserga con  estilo de telenovela venezolana, mejor dejá a tu espíritu en vuelo libre pues estás en  una de las mejores pistas de despegue.

Guillermo Pérez Rossel

http://es.wikipedia.org/wiki/Karnak

http://es.wikipedia.org/wiki/Tebas_(Egipto)

http://es.wikipedia.org/wiki/Templo_de_Luxor

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