¿Cuántas veces asesinaron a Rasputín?
Nunca dio tanto trabajo matar a alguien. Le habían suministrado veneno como para matar una manada de elefantes, le dieron al menos cuatro balazos incluyendo al corazón y la nuca, y el monje seguía vivo.
La historia oficial está repleta de fantasías, exageraciones, truculencias y erotismo equívoco, como las supuestas orgías con la zarina o como la homosexualidad de alguno de los enemigos de Rasputín, que salía de farra vestido de mujer. Hubo un enorme esfuerzo para explicar su resistencia, con tal de no adjudicarla a algo espiritual o mágico. Siempre hay esas cosas… Era hora de rebuscar en las versiones de época, como hizo nuestro colaborador.
Por Alberto Moroy
Rasputín fue para sus adeptos un santo, y para sus muchos enemigos, la encarnación del anticristo. En vida fue tratado de vidente, violador, borracho, conspirador político, sanador milagroso, milagrero farsante y espía alemán. Su leyenda y su realidad misteriosa le convierten en un personaje apasionante de la historia a más de cien años de su violenta muerte. En términos populares los de mi generación teníamos una vaga referencia de su existencia. Los de las siguientes, inclusive la actual, tal vez nunca escucharon de él.
Hoy vamos a enterarnos no de su vida profusamente documentada, sino de su muerte. Sin duda hay múltiples versiones sobe el asesinato, todas más o menos coincidentes, la mayoría noveladas o con toques de relato, al solo fin de darle lustre o diferenciarse Elegí la información periodística de época (1917) y de algunos años después por su frescura, desprovista de funcionalidades políticas y comerciales, ¡no necesitaban vender nada! La nota es un poco larga, el contenido me parece impactante.
Documental Rasputín
Antecedentes de Rasputín
Pasó de vivir en un pequeño pueblo de Siberia a ser el protegido de los zares y gozar de todos los privilegios de la Rusia imperial. El salto a la fama de Rasputín llegó en 1905 cuando, tras ganar renombre como sanador a través de la oración. Fue llamado al palacio del zar para cortar las hemorragias que sufría el hijo de Nicolás II y heredero al trono Alekséi Nikoláyevich Románov, que padecía de hemofilia. Aunque Alejandra y Nicolás tenían en alta estima a Rasputín, el resto de la nobleza rusa lo miraba con recelo. Su influencia en los zares era suficiente para que tomaran grandes decisiones pues su reputación en las calles dejaba mucho que desear. Abundaban las opiniones en su contra, pero la zarina hacía oídos sordos a todas las acusaciones. Rasputín estaba en un lugar privilegiado del que ni siquiera una guerra lograría sacarlo.
En 1914 con el inicio de la primera guerra mundial, el zar anuncia su intención de encargarse directamente del mandato del ejército. Esta decisión dejó a la zarina y a su consejero a cargo de los asuntos de la nación. El pueblo rechazó de inmediato el mandato de ellos dos, especialmente después de que unas cartas de la zarina para Rasputín fueran publicadas. Alejandra escribía en un tono cariñoso y pedía el consuelo del hombre, el público lo interpretó como que había un romance entre ellos dos.
Nicolás II, su es Nicolás II, su esposa y sus cinco hijos
Miembros de la familia Romanov..
La increíble historia de la última princesa Romanov, que vivió y murió en Montevideo
Una digresión
Les puse este link para que asocien lo que están leyendo. Loann Konstantinovich nació como Gran Duque de Rusia con el estilo Alteza Imperial, pero a la edad de 9 días, un Ukaz de su primo el emperador Alejandro III de Rusia lo despojó de ese título, como el Ukaz modificó la Ley de la Casa, al limitar la título del Gran Duque a nietos de un emperador reinante. Como resultado, recibió el título de Príncipe de la Sangre Imperial (Príncipe de Rusia) con el estilo Alteza . Iván Konstantínovich Románov, declarado víctima de la opresión soviética por la Iglesia ortodoxa rusa, fue canonizado junto a sus hermanos. Su hija Ekaterina Ioannovna Romanova que vivía en Carrasco me resulta cara conocida. En la década de los 60/70 Carrasco era un pueblo, tal vez la vi a la salida de misa, si iba a la iglesia Stella Maris, quizás tomando el 104 de CUTSA pues por aquel entonces adolecía de la perdida de status, quizás en algún almacen, o simplemente caminado por la parte vieja de Carrasco.
https://en.wikipedia.org/wiki/Princess_Catherine_Ivanovna_of_Russia
La influencia de la que gozaba Rasputín sobre el zar Nicolás II y especialmente sobre la zarina Alejandra jugó un papel esencial en la caída y muerte de la familia Romanov tras el triunfo de la revolución rusa en 1917.
Rasputín y la familia Romanov
Gregori Yefímovich Rasputín
Edvard Radzinsky (autor de las biografías de los zares, Nicolás II y Alejandro II y también de Rasputín) demuestra cómo el asesinato de Rasputin en San Petersburgo la madrugada del 17 de Diciembre de 1916 fue el resultado de un complot que se anticipó a un posible golpe de los Grandes Duques liderados por Kiril Vladimirovich. Los principales conjurados, cuyo objetivo era simplemente eliminar al Monje Loco y su influencia en el gobierno imperial a través del llamado «Gabinete de Tsarkoe Selo», fueron el Gran Duque Dimitri Pavlovich (primo del Zar y «prometido “de su hija mayor Olga), el Príncipe Félix Yusúpov (esposo de Irina, sobrina mayor del Zar), V. M. Purishkevich, monárquico conservador y miembro de la Duma, Vladimir Maklakov, monárquico liberal y miembro del partido Constitucional Demócrata, el teniente Sukhotin y el doctor Lazavert. Participaron también dos damas: la bailarina Vera Karalli, amante de Dimitri, y Marianna Pistolkors-Derfelden, hijastra del Gran Duque Pavel y por tanto hermanastra de Dimitri.
Vladimir Purishkevich, el príncipe Félix Yusúpov Dimitri Pávlovich
Los Yusúpov eran la familia más importante de Rusia, después de la real, aunque tanto o más ricos que los propios emperadores. Desde los tiempos de Iván el Terrible contaban con inmensas posesiones de tierras. Más tarde se convirtieron en grandes industriales. Durante trescientos años, los Yusúpov habían significado una suerte de sombra de la familia imperial. Félix Yusúpov estaba casado con la sobrina del zar Alejandro II, la gran duquesa Irina.
Aunque llevaba en sus venas la sangre de los belicosos y crueles tártaros, Félix era más bien un pusilánime. Curiosamente, se había negado a prestar el servicio militar porque no quería participar en guerra alguna en la que hubiese de derramar sangre. Durante su juventud, antes de sus intrigas conspiradoras, había llevado la vida de un acaudalado gozador disoluto. De la mano de su hermano mayor, Nicolás (muerto en duelo más tarde a manos del marido de su amante), conoció las voluptuosas noches de San Petersburgo y París, muchas veces disfrazado de mujer, mientras jugaba las suertes de la bisexualidad, una afición que mantendría durante toda la vida.
El coche que conducía el doctor Lazavert se detuvo…
https://elpais.com/diario/2006/02/12/eps/1139729214_850215.html
¿Quién mato a Rasputín?
Transcripción literal de un supuesto dialogo documentado de época
A principios de noviembre, de 1916 después del famoso discurso de Millokof, cuando las sesiones do la Duma fueron suspendidas, el príncipe Félix Félixovich Yusúpov reunió algunos de los principales líderes de los partidos de la Duma, en quienes podía tener toda confianza y entro esos personajes tuvo lugar la conversación siguiente, que fué estenografiada: (Escritura signos).
—-La Duma, dijo el príncipe Yusupov, está muy lejos de la verdad. Millokof denuncia a Sturmer como el autor de todo el mal; Maklalcof acusa al régimen y yo aseguro aquí que no se trata ni de Sturmer, ni del Régimen, no se trata más que de una sola persona: Rasputín. Si él no estuviera en la corte, todo iría bien.
— Se equivoca, príncipe, si no fuera Rasputín, sería otro; un Mardari cualquiera o un príncipe Andronikof o algún otro pillo por el estilo.
—No me intereso por las ciencias ocultas; pero puedo asegurar quo una persona dotada de una fuerza magnética tan poderosa como la que posee Rasputín, no aparece más que una cada cien años. Su influencia sobre el emperador y sobre la emperatriz es extraordinaria. Cuando Alejandra Feodorovna, (la última emperatriz de Rusia) inspirada por Rasputín va al gabinete del emperador, este esta tan dominado que se esconde de ella, que toda la Duma y todas las clases de la sociedad hablen contra Rasputín no conduce a nada Si le dicen al emperador que todo el país lo ha abandonado, así como el ejército, no lo importa; pero si le dicen que Rasputín puede irse de su lado, se enloquece do terror. Rasputín es quien nombra los ministros y dirige los asuntos de Estado. No se hace más que lo que él desea.
Les aseguro que el emperador, no tiene del todo una opinión errónea del poder. Y consentiría en un ministerio responsable, y hasta en una verdadera constitución, pero mientras esté influenciado por Rasputín, no habrá nada que hacer. El emperador está entre sus manos. Es por esto por lo que creo que hay que hacer desaparecer a ese hombre funesto.
— ¿Pero cómo, de qué modo?
— Hay dos medios; el primero, comprar a Rasputín, puesto que como buen espía, es hombre que se vende.
— Eso medio no vale gran cosa, porque Rasputín, que es amoral tomará el dinero y después nos venderá.
— Entonces queda el segundo medio: matarlo. Le pediré una cita y lo mataré.
— Pero príncipe, ¿quién lo matará? Los cent noir (Movimiento nacionalista y monárquica extrema derecha) matan algunas veces a los hombres del partido de la izquierda, sobre todo cuando cuentan con la impunidad. Pero no se puede contar con ellos para matar a Rasputín, porque no se puede contar con la impunidad.
— Sin embargo, se puede encontrar un hombre que se encargue de ello, y yo puedo abrir paro eso un crédito ilimitado.
— Poro comprenda usted, príncipe, que entre las gentes honestas no encontrará asesinos pagos; el que usted encuentre entre los otros no hará nada y lo someterá a usted a un chantaje sin fin.
—-Tiene usted razón. Seré yo mismo, dijo el príncipe, fríamente.
Las personas que asistían a esta conversación comprendían quo aunque los conjurados pertenecían a la familia imperial y podían cumplir su misión, ellos mismos, tenían que tener entre ellos un hombre político a fin de que su acto no tuviese el carácter de una conjuración del palacio, sino el de una rebelión pública.
Yusupov y su esposa, Irina Alexándrovna Románova
La carnada
Pero Yusúpov tenía una carta bajo la manga: su esposa, Irina Alexándrovna Románova, sobrina del zar Nicolás II. Una “carnada” que Rasputín no podría resistir. Entre los círculos aristocráticos era conocido el interés del monje por estar con la esposa de Yusupov y el príncipe sabía de las intenciones del místico. Así que extendió la invitación a Rasputín señalando que la princesa lo quería ver. Y Rasputín cayó.
Después del asesinato de Rasputín
Aunque hubiese dicho que él mismo se encargaría de suprimir a Rasputín, el príncipe Youssoupof, ha negado ser el autor do la muerte y hasta ahora (1918) no se sabe aún de una manera cierta por quien fué asesinado Rasputín; todos los que asistieron al acto han jurado no decir nada. El diputado Pourichkovitch, uno de los convidados al célebre banquete y a quien se acusó de haber tirado el primer tiro, niega enérgicamente el hecho. El asegura que no estaba en el salón cuando lo mataron y que supo de la muerte después. En cuanto a Domitri Pavlovich sindicado también como el asesino de Rasputín, niega igualmente su participación («sic»)
¿Hubo más implicados?
https://actualidad.rt.com/actualidad/view/109094-asesinato-rasputin-obra-agente-mi6
Los hechos 1928 (Caras y Caretas 1928)
Yusupof atrajo a Rasputín hacia el departamento que había preparado en el subsuelo de su residencia de la Moika. Obreros y decoradores con premura fueron a reparar y colocar algunos muebles en la que hasta no hacía mucho fuera una bodega. Al entrar, escucháronse las voces de los amigos del príncipe, ubicados en la planta alta de la residencia. Entre ellos estaban el gran duque Dimitri , Purichkevich y Sukhotine. A ellos se les agregó luego el doctor Lazovert, quien, después de preparar el cianuro, disfrazado de chofer, condujo al príncipe Yusupoff hasta el número 64 de la calle Gorokhovaía. Gregorio Efimovich prestó atención. En un gramófono sonaba una canción americana.
Nº 64 de la calle Gorokhovaía San Petersburgo / Depto donde asesinaron a Rasputín
Continúa…
Preguntó Rasputín
¿Cómo? ¿Están de fiesta, arriba?
El príncipe dijo que no; que se trataba de algunas amistades de su esposa, que estaban a punto de retirarse. Ya en el subsuelo, Rasputín se despojó de su manto y comenzó a examinar los muebles. Con curiosidad infantil, abrió y cerró repetidas veces los cajones de un armario. Yusupoff le ofreció vino y té, los que con gran descontento suyo rechazó. Se sentaron y, ante la mesa, iniciaron una conversación, recordando a varios amigos comunes. Necesariamente se habló de Tsarskok • Selo. Rasputín hizo alusión a los ataques de que era objeto, de la inquina que le demostraba la nobleza, contraria siempre a que un simple paisano tuviera entrada libre y autoridad en el Palacio Imperial.
— La envidia y la cólera los dominan agregó Rasputín. Pero yo no los temo. No pueden contra mí. Estoy inmunizado contra la mala suerte. Muchas veces se ha intentado matarme, mas el Señor siempre ha malbaratado los complots. La desgracia caerá sobre todos aquellos que contra mi levanten la mano. Estas palabras de Rasputín sonaron lúgubremente en el lugar donde debía perecer. Mientras hablaba, una sola idea parecía dominar al príncipe: obligarle a beber el vino en los vasitos preparados de antemano y hacerle comer algunos de los mortíferos pastelillos. Al cabo de cieno tiempo, luego de agotados todos los temas, el monje pidió un poco de té. Yusupoff se apresuró a servírselo, a la vez que le brandaba unos pasteles, aunque no de los que contenían cianuro. ¿ Por qué lo hizo ? Nunca, él mismo lo declara, logró explicárselo. Sólo después de irnos minutos le presentó la fuente de los envenenados. Rasputín comenzó por rechazarlos. Empero, al cabo, tomó uno; luego otro . . . El príncipe mirábalo aterrado. El efecto del veneno debía manifestarse al instante; mas, con gran estupor de su parte, tenía ante sí a Rasputín hablando, tranquilo, como si nada ocurriera. Le propuso saborear un vino de Crimea. El monje rehusó. Pasaba el tiempo y Yusupoff poníase nervioso. Tomó él dos vasos. Rasputín, al cabo, le pidió que le sirviera a él también. Así lo hizo, pero sin darle veneno.
— Dame más — pidió. Yusupoff iba ya a servirle en uno de los vasos que contenían cianuro.
— No; sírveme en el mismo. El príncipe pareció obedecer. Empero dejó caer e! vaso a! suelo y lo substituyó por otro envenenado. Rasputín no puso ningún reparo. Ante él, el envenenador contemplaba sus más mínimos movimientos, aguardaba la caída…Mas Rasputín continuaba bebiendo, lentamente, a pequeños sorbos, saboreano el vino envenenado cual un buen catador de mosto. Su rostro, inmutable. De vez en cuando, como si tuviera dificultades para tragar, llevaba la mano a su garganta. Se levantó y comenzó a pasearse por la habitación.
— i Te ocurre algo, Gregorio Efímovich? — preguntó Yusupoff.
— Nada ; simplemente, un poco de calor. Transcurrieron unos segundos angustiosos. El veneno no producía su desastroso efecto y el «santo varón» se paseaba tranquilamente. Yusupoff tomó otro vaso con veneno, lo colmó de vino y se lo ofreció al monje. Como los precedentes, lo vació sin el menor resultado. En la bandeja no quedaba sino un vaso de veneno. Rasputín también lo bebió. Los dos hombres, en silencio, sentados, contemplábanse. Los ojos de Rasputín tenían cierta expresión maliciosa De pronto su rostro tornóse feroz. La cólera fulguró en su mirada. El príncipe casi perdió el sentido. Cuando abrió los ojos, Rasputín, sentado , oprimía su cabeza entre ambas manos
— Dame, dame un poco de té. Tengo mucha sed dijo. Levantando la cabeza. Sus ojos habían recobrado la dulzura habitual. Mientras Yusupoff le servía, volvió a pasearse por la sala. Al ver una guitarra, pidió:
— Toque algo alegre. Me place escucharle… El príncipe tocó algo como mejor pudo. Rasputín volvió a inclinar la cabeza y cerró los ojos. Cuando concluyó la música, insistió:
— ¡Canta iCanta! ¡ Pones tanta alma en esta música! Volvió el príncipe a cantar. El reloj marcaba las dos y media de la madrugada . . . aquella pesadilla duraba demasiado. Arriba, los cómplices, por los ruidos que hacían, demostrarían su impaciencia. Yusupoff. Temía verlos aparecer en el subsuelo.
Cuando el príncipe, después de pedir permiso a su extraña visita subió a la planta principal, se encontró con el gran duque Demetrio, Purichkcvich y Sukotineque, revólver en mano, aguardaban.
Llovieron las preguntas:
— ¿Y bien? El veneno no ha dado resultado — contestó Yusupoff. Los confabulados no querían dar crédito a lo que oían.
— La dosis era enorme — aseguró el médico.
Decidieron bajar todos y ultimarlo a balazos. La idea fué rechazada minutos después. Rasputín hubiera podido gritar, ponerse en guardia, pedir auxilio. Yusupoff empuñó el revólver del gran duque y volvió al subsuelo.
Rasputín, siempre sentado ante la mesa, parecía respirar con dificultad.
Al cabo de unos minutes, levantó lentamente la cabeza y miró a Yusupoff.
— ¿Te sientes mal? — preguntóle el príncipe.
— Si. Tengo pesada la cabeza. Dame otro vasito. Me sentará bien.
El príncipe sirvióle. Rasputín se reanimó un tanto. Invitó a Yusupoff para que lo acompañara in una de sus correrías entre los bohemios. El astuto monje, para desgracia suya, aturdido quizá por el efecto del tóxico, no reparó en el revólver que empuñaba y sólo a medias ocultaba el príncipe. Yusupoff echó una mirada a un Cristo que tenía en el muro.
— ¿Por qué miras tanto ese crucifijo? — inquirió el monje.
— Me gusta mucho.
— En efecto, es muy bello. Te ha debido costar mucho. ¿Cuánto has pagado?
— Gregorio Efimovich — le dijo entonces Yusupoff,
— Harías mejor en mirar ese crucifijo y decir una plegaria. Rasputín lo miró sorprendido, casi atemorizado.
Fué una mirada dulce y sumisa. Diríase que acababa de percatarse de las intenciones del que había considerado como un amigo leal. Con lento ademán. Yusupoff apuntó con el revólver al corazón del monje. Apretó el gatillo. Rasputín, como una fiera acosada, se desplomó. En aquel preciso instante oyéronse pasos en la escalera. Eran los cómplices que acudían. Alguien apagó las luces. El veneno, sin embargo, tardó en hacer efecto y el príncipe, exasperado, acabó por dispararle un tiro al pecho. Rasputín agonizó durante horas tendido en la alfombra mientras maldecía a su asesino hasta que «se puso en pie de un salto, gritando, vociferando, maldiciendo… Avanzó hacia Yusupof y lo cogió por los hombros con una fuerza sobrehumana», según el relato de Lazovert. El príncipe consiguió liberarse y salió corriendo mientras Vladimir Purichkevitchle disparaba hasta tres tiros. El tercero alcanzó al mujik, que cayó para levantarse poco después y arrastrarse hasta la puerta. «Unos segundos más tarde se desplomaba sobre la nieve del patio. ¿Muerto? No. Siguió reptando», según la narración del conjurado. Un nuevo disparo de Purichkevitch en la nuca lo frenó. Éste aún le dio varias patadas en las sienes con sus pesadas botas para cerciorarse de que Rasputín no volvería a «resucitar» y Yusupof le asestó varios golpes con un garrote en la cabeza Después, ataron el cuerpo con cadenas de hierro y lo arrojaron al río Nevá, donde fue encontrado días después. («sic»)
El patio
Con el tiro en la cabeza /Arrastrado por un trineo
Su entierro
En enero de 1917, Rasputín fue enterrado junto al palacio de Tsárskoye Seló (la Villa de los Zares de San Petersburgo), donde permaneció hasta que tras la Revolución bolchevique, su cuerpo fue desenterrado, descuartizado y quemado en el bosque de Pargolovo.
¿Por qué no hizo efecto el veneno?
Durante un siglo los historiadores se han preguntado qué clase de constitución tenía Rasputín para resistir a una cantidad de cianuro que hubiera bastado para tumbar a una manada de elefantes. El periódico de la Universidad de Oxford nos ofrece ahora la solución científica del enigma. No es que Rasputín fuera un titán inmune al veneno, es que el dulce vino de Madeira que trasegó aquella noche neutralizó el efecto del cianuro. Debido a la llamada síntesis de Kiliani-Fischer, el cianuro en contacto con el azúcar perdió su mortal efectividad. «Si los conspiradores hubieran sabido algo de química orgánica –concluye el boletín– habrían usado vino seco y el trabajo les habría resultado bastante más fácil y aseado porque Rasputín habría fallecido de manera menos abrupta.