Londres

Lo de la puntualidad inglesa es más que una tradición, es un hábito hasta molesto al que deberás ajustarte en todo el norte de Europa. Porque Londres está en Europa aunque los ingleses lo nieguen. Es probable que el Big Ben no sea el resultado del apego a la hora sino al revés. El maravilloso artefacto (en realidad son cuatro, uno por cara) inaugurado en 1854 es horriblemente puntual y fiable: se descompuso por primera vez en 1976.

Su constructor, Edmund Beckett Denison que singularmente era abogado, se merecía el título de Lord con que lo premió la reina Victoria. Los campanazos sacuden Londres desde 55 metros de altura; la maravillosa torre tiene 96,3 metros y oscila 22 centímetros por las condiciones del suelo, del viento y la temperatura, pese a lo cual sus cuatro péndulos danzan sin perder el paso.

¡Un fenómeno los ingleses! que también inventaron el Parlamento, ese edificio lindero, una variable democrática sin llegar al sistema republicano, que no es de gentleman. Los ingleses y más particularmente los londinenses, pararon en seco a Napoleón y luego a las teutónicas pretensiones de la primera y segunda guerra mundial. Así que, respeto con los ingleses que son muy corteses sin llegar a cordiales.

Si los querés ver más distendidos, podrias probar en Picadilly Circus, donde en Londres todo comienza. Si no te subiste a un autobús rojo para llegar allí, tenés que examinarte la cabeza. Antes, debiste comprarte un London Pass por los días que quieras, para poder moverte en cualquier medio de transporte de manera más económica, acceder a bonificaciones y a un mapa que es otra maravilla inglesa.

También hay un autobús turístico que no te lo podés perder. Ya te habrás comprado la pequeña guía que siempre recomiendo o habrás impreso páginas enteras de http://www.visitlondon.com/es . No olvides que en esta web encontrarás reseñas brevísimas y uruguayísimas, pero Londres como todas las grandes ciudades, es un universo que debés ajustar a tu gusto personal.

Picadilly Circus by Pérez Morales en Photo Net

Bien, entonces, estás en Picadilly. ¡Qué decepción!, casi no hay londinenses en esta plaza multirracial, alborotada y abarrotada de marquesinas. Pero si mirás más arriba, tenés la esencia británica. Picadilly es inevitable; es un monumento al ocio entre compras, teatros, museos, restaurantes, cines y museos de cera (el de verdad). A menos de ocho cuadras tenés las galerías Tate, Nacional (ambas), The Clink (la peor de las cárceles transformada en atracción, así van las cosas) y el Design Museum. Comenzá a patear, todo merece ser visto y cuando te perdés siempre hay alguien solícito que te explica y entenderás si aprendiste inglés en el Anglo. Con el de la Alianza te costará un poco más.

No me digas que necesitás más descripciones, ¡si todo ya lo viste en el cine y la televisión, lo leíste cuando tuviste que aprender literatura inglesa, o la revolución industrial o el bombardeo de Londres, o Somerset Maugham, o te lo contaba arrobada la profesora de inglés, aquella del insinuante «upskirt».

Pero si querés descripciones a fondo o definitivamente no te llevás bien con el inglés, quizá te convenga una visita guiada que las hay muy buenas. Te sugiero una que te lleva sucesivamente y desde el mediodía, a la Torre de Londres donde verás las Joyas de la Corona, la City que es el barrio más antiguo con londinenses de bombín, la Catedral de San Pablo y te hace un crucero por el Támesis, detallado y en español. (www.goldentours.co.uk/agent/visitlondon/tour.php?651).

Ahora, si querés saber por qué los ingleses son tan elegantes, caminate unas pocas cuadras desde Picadilly Circus para ver Burberrys y no estaría mal una pasadita por Harrod’s que hace más de 150 años marcan criterio frente a Hyde Park, aunque ahora el propietario sea un magnate egipcio que continúa discrepando acerca de cómo murieron Lady Dy y su hijo.