La Cumparsita, ese himno
Hagamos un pequeño viaje hacia la música y la controversia.
¡Qué poco le importaría hoy a Matos Rodríguez a Roberto Firpo y a Pascual Contursi dónde nació La Cumparsita! En ese entonces las cosas tenían valor por su esencia y no por su procedencia, algo típico en dos países de inmigrantes. El tango fue un producto portuario, un aporte indivisible en el que combinaron sus inmigrantes y sus nostalgias las ciudades de Buenos Aires y Montevideo.
Más razonable que debatir si La Cumparsita es uruguaya o argentina, sería plantearse si el llamado himno de los tangos lo escribió un hombre o una mujer. Pues lo que sí se sabe, es que Matos Rodríguez sabía tocar piano pero no sabía música y que fue su hermana al transcribirlo quien le dio forma de tango en lugar de marcha como lo había concebido el autor. ¡Qué asco! Un tango femenino, mirá hasta donde llegan los prejuicios.
Dicho esto te confieso que calienta bastante cuando estás de viaje y alguien anuncia a La Cumparsita o al tango como un producto exclusivamente argentino. Y más todavía calienta cuando lo dice un argentino, que debería saberlo y lo niega. Personalmente me resulta profundamente simpático el gentilicio «rioplatense», pues esta y muchas otras cosas que compartimos, no son argentinas ni uruguayas: son rioplatenses. Lo cual, en lugar de empequeñecerlas, las resalta, agrega valor y seguramente enfurece a quienes nos quieren separar y cada tanto les da por bloquear puentes o impedir que tomemos vacaciones juntos. Me divierte que se enfurezcan esos patrioteros, lo único que les falta es que digan que Matos Rodríguez nació en Toulouse, no sea que se le reconozca algo a un uruguayo.Y mirá que también algunos uruguayos se pasan de rosca cuando tocan estos temas.
Lo que es indiscutible es que si La Cumparsita no hubiera tenido el decurso binacional que tuvo, no sería lo que es, pues cada intérprete agregó lo suyo para engrandecerla. Demos gracias a eso y no le demos más vueltas al asunto.
La cuestión es que cuando La Cumparsita cumplió 95 años de vida, los uruguayos celebraron bailando en la calle, frente a lo que fue el boliche donde se estrenó. Con ese motivo El País impreso, nuestro hermano mayor, encomendó a Andrés López Reilly que escribiera sobre el tema.
Por ANDRÉS LÓPEZ REILLY
La primera partitura del «himno de los tangos» fue escrita por la hermana de Matos Rodríguez mientras éste la «tocaba» en un teclado de cartón, postrado en una cama. «Becho» era un «gurí» de 20 años. Poco después, se estrenaba «La Cumparsita».
«La primera cualidad es la sencillez absoluta de la partitura. La segunda, sus notas que tocan resortes interiores muy cálidos de cada uno. Hay composiciones en tonos menores que son como `tristes`, pero La Cumparsita está en tonos mayores y es muy `para arriba`, a pesar que tiene pasajes de una tristeza increíble». De esta manera Rosario Infantozzi, sobrina nieta del Gerardo Matos Rodríguez, explica a El País la vigencia de La Cumparsita, el «himno de los tangos», que está cumpliendo 95 años de vida.
«La Cumparsita la escribió un gurí de 20 años que se creía condenado a muerte, porque estaba enfermo y creía que tenía tuberculosis. Para mí, esa es la mejor explicación de por qué escribió algo tan intenso», agregó Infantozzi, autora del libro «Yo, Matos Rodríguez, el de «La Cumparsita» (Ediciones de la Plaza, 1992).
El joven Gerardo («Becho» para los amigos) era hijo de Emiliano Matos, propietario de un cabaret que llevaba el poco original nombre de Moulin Rouge. Hacia 1916, su vida cambiaría para siempre: sin mayores herramientas musicales, ya había creado el tango más importante de la historia.
No sabía escribir música, pero su hermana sí. Y estaba tan enfermo que ni siquiera podía levantarse para ponerse al piano. Pintó entonces las teclas de un piano en un pedazo de cartón que apoyó sobre su falda en la cama y «tocó» silenciosamente las notas que su hermana -una joven como él- anotó en un frágil pentagrama.
«Fue una especie de travesura de dos hermanos en la hora de la siesta», opinó Infantozzi.
Pero las notas per se, en el papel y sin clave musical, no alcanzaban para definir una canción, por lo que el joven silbó la melodía para su hermana.
«Ella se enojó muchísimo con él, porque en ese momento un tango no era algo que una chica de familia pudiera tocar. Y mucho menos escribir», comentó su descendiente.
En 1917, La Cumparsita fue «oficialmente» presentada en sociedad. Ocurrió en el café La Giralda (foto) -ubicado en el sitio donde hoy se encuentra el Palacio Salvo- y fue ejecutada por el cuarteto que encabezaba un músico de vasta experiencia de la época: Roberto Firpo.
EL MITO. La historia más o menos conocida dice que «Becho» compuso La Cumparsita para la Federación de Estudiantes del Uruguay. Y que fue una marcha -o «marchita» según sus detractores- para una comparsa carnavalera formada por sus amigos y compañeros.
«Allí viene la cumparsita de los estudiantes», habría dicho uno de ellos, fijando el nombre con el que se conoce la obra.
Es cierto que La Cumparsita de Gerardo Matos Rodríguez era una canción -si se quiere- para bailar, porque originalmente carecía de letra. Pero no fue una marcha, como se sostiene popularmente
«Mi abuela nunca en la vida salió a la prensa, salvo una vez, por la década del `60, porque Firpo dijo: `a mi me trajeron una marchita y yo la convertí en tango`. Si no hubiera sido un tango, mi abuela no se hubiera enojado. Yo tengo notas de prensa del doctor Introini, que fue uno de los compañeros de la Federación de Estudiantes, quien estaba en el momento en el que él la tocó por primera vez y fue uno de los que le puso el nombre. Él dice que es un error considerar que era una marcha de Carnaval. Pero se ha ido desvirtuando y la gente así lo baja así de Internet», aclara con contundencia Infantozzi.
CONTROVERSIA. La partitura original de La Cumparsita fue ajustada con su clave por Carlos Warren -la hermana de «Becho» tampoco tenía conocimientos musicales profundos- con la esperanza de que Firpo la incluyera en su repertorio.
Así lo hizo el autor «El amanecer», pero no sin antes agregarle un «contracanto», para que se luciera su violinista, que tendía un manto de melancólica sobre los compases originales lucubrados por «Becho».
Así nacería la primera versión de centenares que existen hoy día de este tango reverenciado por músicos de todos los rincones del mundo.
Pero Firpo se encargaría después de arrogarse la autoría de La Cumparsita tal cual hoy la conocemos. Así lo comentó el músico en una oportunidad:
«Yo actuaba en el café `La Giralda` de Montevideo, cuando un día llegó un señor acompañado de unos quince muchachos -todos estudiantes- para decirme que traían una marchita y querían que yo la arreglara porque pensaban que allí había un tango. La querían para la noche, porque la necesitaba un muchacho llamado Matos Rodríguez. En la partitura en dos por cuatro aparecía un poco la primera parte y en la segunda no había nada. Conseguí un piano y recordé dos tangos míos compuestos en 1906 que no habían tenido ningún éxito: `La gaucha Manuela` y `Curda completa`. Y le puse un poco de cada uno. A la noche lo toqué con (los músicos) `Bachicha» Deambroggio y `Tito` Roccatagliatta. Fue una apoteosis. A Matos Rodríguez lo pasearon en andas. Pero el tango se olvidó, su gran éxito comenzó cuando le adosaron la letra de Enrique Maroni y Pascual Contursi».
LA LETRA. Pocos, de este lado del Río de la Plata, recuerdan a Pascual Contursi, muy famoso en Argentina. Pero muchos conocen y aún utilizan la expresión «que me Contursi», que se origina a partir de su nombre.
«En el año 1917, Contursi empieza a ponerle letra a tangos que ya existían, como por ejemplo `Mi noche triste`. Lo hacía sin la autorización de los autores, pero a nadie le importaba mucho en ese entonces porque no se cobraba como hoy por los derechos de autor. El tema es que cuando él le cambia el nombre y le pone `Si supieras`, la cosa cambia, porque La Cumparsita ya era un tremendo éxito y había mucha plata de por medio», recuerda Infantozzi.
Lo cierto es que a Matos Rodríguez nunca le gustó la letra que Contursi le puso a su obra magna, y que grabó hasta el mismísimo Carlos Gardel.
En un viaje realizado a París en 1924, Matos Rodríguez se cruzó con el «Zorzal Criollo» y le expresó su malestar. «Hacele vos una letra que yo te la canto y la grabo, y destruyo después las otras placas», le habría dicho el «Mago», con su voz engolada, al autor de La Cumparsita.
«Becho» atendió la sugerencia, pero por desencuentros primero y la muerte de Gardel después, éste nunca llegó a cantarla como hubiese querido su creador. De haber ocurrido, seguramente hoy nadie recordaría los versos «Si supieras / que aún dentro de mi alma…».
EL TANGAZO
Dedos y oídos de un maestro
La primera edición sonora de «La Cumparsita», en la vitrola que perteneciera a Gerardo Matos Rodríguez. Se encuentra en el museo de Agadu (Canelones 1130), donde también se exhibe otra «joyita»: el armonio de viaje -con fuelle- marca Mannborg, que el «Becho» utilizaba para componer en los camarotes, en viajes de barco que sin problemas podían demorar 20 días.
La casa en la que vivió el «Becho»
En la calle Nueva York a la altura del 1415, entre Yaguarón y Javier Barrios Amorín, se encuentra la casona de dos plantas en la que vivió hasta su muerte, en 1948, el creador del tango «La Cumparsita», Gerardo Matos Rodríguez. La propiedad fue salvada de un estado absolutamente ruinoso por Luis Garisto, exjugador de Defensor y Peñarol. Garisto es un reconocido coleccionista y fanático de la obra del genial «Becho».