Choquequirao, otra ciudad perdida
Más grande que Machu Picchu, con casas de dos pisos e ingeniería imponente. Sería bueno ir ahora, cuando todavía no tuvieron que inventar dónde le arrancaban el corazón a la gente y otras truculentas inmundicias.
Porque eso es lo que exige el turismo masivo; no les expliquen verdades, lo único que interesa son las crueldades sanguinolientas, el turismo amarillo como podría llamárselo. Y tomate un tiempito para señalarles dónde está la fuente de energía astral para que allí se instalen con cara de circunstancias. Cuando apenas se la conoce, todavía no se sedimentó una historia oficial y especialmente, cuando todavía no tiene infraestructura, estarás privado de comodidades y certidumbres, pero tu imaginación estará menos condicionada por prejuicios para tratar de entender esta compleja y admirable cultura americana que se refugió en la montaña, en lugar de prosperar en los fértiles valles, como hicieron los primigenios europeos. Seguro que no lo hicieron por bobos, alguna razón tendrían y todas las que se esgrimen resultan insuficientes o indigestas.
Tendrás que caminar y trepar a lo largo de 30 kilómetros, en una ruta en la que aconsejan emplear dos días por las dificultades. Esto es si lo hacés yendo por la carretera rumbo a Abancay y en el kilómetro 154 elegís el desvío que lleva al pueblo de Cachora. Ahí se te termina el auto o autobús y le tenés que dar a la pata. Si te querés complicar, podés ir desde otros pueblos cercanos e incluso desde Aguas Calientes, en el mismísimo Macchu Picchu. Te costará bastante más, tenés que carecer de vértigo por completo y tener buenos pulmones, pero la aventura será espectacular, pues esta zona es una de las más ricas en biodiversidad que tiene Perú, a mitad de camino entre la selva prodigiosa y las cumbres escalofriantes.
Compartirás el hábitat con bichos capaces de alternar el solazo del día con las inclementes heladas de la noche, lo cual te pondrá como compañero íntimo de cóndores, tarucas, vizcachas, zorros, zorrinos, picaflores, osos y el gallito de las rocas que es el ave nacional del Perú. También hay un oso único en América del Sur y algún puma que logró escapar a la matanza; cuando no andan estudiando cómo almorzar a un turista descuidado, estos bichos se embelesan o se alimentan con los helechos gigantes, el ichu y una gran variedad de orquídeas. Lo del riesgo de que te coman es una exageración mía o más bien dicho, generalmente es una exageración mía.
En todo caso, no serás tan inconsciente de querer prescindir de los guías que se ofrecen a acompañarte por una cantidad más que razonable, con la cual se suelen conformarse a menos que tengamos pinta semejante a la de aquellos europeos que destruyeron su imperio y despedazaron a alguno de sus reyes. Lo cual también es una exageración absoluta, pues el tiempo todo lo cura, además de que los incas también los habían esclavizado a ellos. Sin que conozcamos versiones en contra, todos dicen que tienen mucho conocimiento de la montaña y mucha buena onda.
Acá podés encontrar la manera de encontrar el lugar y llegar sano y salvo: http://www.raptravel.org/atractivosturisticoscusco/choquequirao.php . Esta empresa te ofrece caminatas guiadas a Choquequirao de 4 y 5 noches y te recomienda el equipo imprescindible para hacer noche en la montaña. Si te quedan ganas, podés contratar con la misma empresa una caminata al Nevado de Ausangate de 5, 6 o 7 días.
Ciertamente hay otras empresas, no estamos casados con ésta, pero ellos al menos explican que esta experiencia de trekking tiene una distancia de 60 kilómetros (30 kilómetros según otras versiones) y se lleva a cabo en uno de los cañones más profundos del mundo, el formado por el río Apurímac, entre los 1,500 y 3,100 msnm, por estrechos y zigzagueantes senderos, frente a majestuosos nevados y aterradores precipicios, con maravillosos paisajes y vegetación.
El 70% de Choquequirao está todavía por descubrir o al menos por despejar de la montaña y de la selva que procura trepar incesantemente a la cumbre de Los Andes. Dice su Web, coincidiendo con la Wikipedia, que Choquequirao era más que una fortaleza, un sitio religioso. Por su locación es probable que haya sido el centro religioso más importante y que estaba ocupado por los sacerdotes y aquellos consagrados a las divinidades. Se ha encontrado pinturas y cementerios que confirmarían esta teoría. Y acá meto cuchara, pues si miramos las fotos vemos una cantidad enorme de terrazas de cultivo, lo que estaría proponiendo una población muy superior a la de una agrupación de sacerdotes aguardando a acaudalados peregrinos.
Choquequirao está ordenado en nueve zonas construidas como pequeñas aldeas alrededor de una gran plaza donde se encuentran todas las calzadas provenientes de cada zona. Se ha logrado ubicar la plaza superior (Hanan), los depósitos (Qolqa), la plaza principal (Huaqaypata), la plaza inferior (Hurin), el sistema de andenes de cultivo inmediatos a la plaza principal (Chaqra Anden), la plataforma ceremonial (Ushno) y la vivienda de los sacerdotes en la parte baja de la colina.
Otras teorías, más razonables en apariencia, se inclinan por una urbanización con objetivo de gran centro político y económico, que sirvió como enclave comercial y cultural entre la costa, sierra y selva. Algo semejante a los marquesados de la edad media.
Lo sorprendente es que Choquequirao presenta múltiples edificaciones de dos pisos con instalaciones para cocinar en su interior. Talladas en las piedras se encontraron 22 grabaciones con figuras conocidas como “Llamas del Sol” dispuestas en 15 andenes con dirección al nevado Qory Hauyrachina.
Choquequirao cuenta con un gran sistema de andenes o terrazas, una característica de los poblados incas, que ayudaban en el uso agrícola de las laderas de los cerros, y que actualmente, a la vista de los visitantes, parecen pisos alfombrados por la vegetación de la zona. Según el historiador Luis Guillermo Lumbreras, Choquequirao da la impresión de haber sido un centro urbano en crecimiento, parte de un gran proyecto mucho mayor que quedó inconcluso.
En aymara Choque significa oro y en quechua k’iraw significa cuna, lo que les permite a los peruanos inducir que el nombre de la ciudad significaba Cuna de Oro, si soportamos la idea de un nombre que se pronuncia en dos idiomas simultáneos. Pero en Los Andes, todo puede suceder, como que la montaña en la que está asentada tiene su cumbre truncada, en lo que supone un trabajo humano fuera de toda imaginable dimensión.
No es para nada un hallazgo reciente, de hecho se conoce Choquequirao desde un tiempo anterior al descubrimiento de Machu Picchu, pero está en un lugar tan recóndito que no justificaba invertir en un segundo lugar de peregrinaje turístico ambos a corta distancia entre sí. O dicho de otra manera, las civilizaciones que se manifestaron principalmente en lo que hoy es Perú y Bolivia, tienen más restos arqueológicos de los que podría anhelar el más paranoico de los arqueólogos.
El paisaje te deja sin respiración por su valor cultural… y porque estarás a 3033 metros sobre el nivel del mar, altura que alcanza para apunar a los menos oxigenables. Puede que Choquequirao, tan dejada de la mano de los gobiernos y de las agencias de viaje, pueda haber sido el centro administrativo delegado de Cusco para ciudades próximas como Pisac y Machu Picchu, así como para la zona de Vilcabamba.
También para acá deben haber huido los incas que la prefirieron antes que Machu Picchu con la que guarda tanta relación. Acá resistieron todo lo que pudieron mientras eran diezmados por las epidemias importadas hasta que finalmente sucumbieron y tuvieron que contemplar cómo era ejecutado Tupac Amaru I en 1572, asesinado a pesar de que se le prometió inmunidad para su esposa y para él.
Fue Hiram Bingham, el mismo descubridor de Machu Picchu, quien elaboró una descripción minuciosa del sitio en 1909, en colaboración con el topógrafo Clarence Hay. Antes de eso solo había referencias vagas y muchas leyendas. En 1970 se hicieron algunas excavaciones y en 1986 se realizaron estudios intensivos con vistas a la restauración, un plan parcialmente ejecutado hasta el momento, pues apenas llegaron a despejar un 30%. De manera que la ocasión de ver algo que todavía no está distorsionado por el turismo masivo es ahora mismo, sin perder un instante.
Dice la Wikipedia que el complejo de Choquequirao se compone de nueve sectores, entre los que destacan el centro político religioso, el sistema de fuentes y canales con acueductos, y el grupo de las portadas.
Desde una vista aérea o a cierta distancia, es fácil distinguir las típicas terrazas incas que conforman las más grandes construcciones de Choquequirao. Un Templo, algunas edificaciones administrativas y habitaciones para los administradores y asesores principales, que estaban situadas alrededor de la plaza central. Hacia las afueras del centro de la ciudadela destacan las habitaciones usadas por el resto de la población, que están agrupadas conformado una pequeña aldea. En Choquequiero existen numerosos canales de regadío, y acueductos para el suministro de agua potable.
Lo extraordinario es que a pesar del tiempo y las inclemencias climáticas, la mayoría de las edificaciones de la «hermana sagrada» de Machu Picchu se encuentran bien preservadas. Desde el aire los investigadores, que lo han apreciado, dicen que Choquequirao se muestra como un gran libro abierto, con el caudaloso río Apurimac a sus pies y una gran cadena montañosa que se precipita hacia las vertientes orientales cubiertas por una inmensa vegetación tropical.
¿Qué quedaría por decir sin aburrir a los lectores? Quizás el relato de una expedición realizado por Joaquín Chervero para nuestro socio GDA La Nación de Buenos Aires. Acá va, textualmente, solo para lectores empecinados.
Choquequirao bien vale el esfuerzo
Cuzco, bus rumbo a Abancay, kilómetro 154, auto a Cachora. ¿Empezamos? Choquequirao se ocultó de los españoles durante décadas y hoy se oculta (o es ignorado) por las rutas del Perú. Luego de un camino con viviendas a los lados que se transforma en el viperino pueblo de Cachora, rematando en la cabeza con una plaza y dos despensas, puede empezarse el trekking a las ruinas con todos los miedos del se dice. Sentados en una casa de familia, tomando un mate (léase té en la Argentina) con una pareja chilena, oímos la experiencia de un vendedor de expediciones. Pagando, los europeos con calzas, bastones de marcha y toda la parafernalia encima cargaban cocinero, guía, mochila, carpa y su persona si así lo querían sobre las mulas que llevaba el baquiano. Garantizaba el vendedor (y era muy buen vendedor) que a pie, en época de lluvias, con nuestras mochilas, poca comida y los cincuenta kilos que mi pareja pesaba no podríamos alcanzar la ciudadela Inca. Llegar a Choquequirao demanda dos días de caminata por montaña sin más provisiones que las que la espalda carga y con el sólo auxilio de los campesinos que viven al final del recorrido. Cuatro días con la vuelta, 64 kilómetros en total, empecemos rápido ya que oscurece a las 6.
La gente local nos deseó suerte y cuidado; para terminar el día teníamos que caminar casi veinte kilómetros hasta Playa Rosalina ya que no contábamos, al parecer, con el equipo necesario para soportar el frío de noche a mitad del tramo. Pero uno tiene bríos, al menos al principio, y llegar al campamento es más que posible. El segundo día es el verdadero filtro. Ocho kilómetros es lo que va de la base, junto al río Apurímac, a Marampata, de 1550 metros sobre el nivel del mar a 3300 metros. Quien se quejó del camino a Machu Picchu (que habíamos hecho días antes) no conoce esto. Pasos cortos en una pendiente resbaladiza. Caídas de agua en las laderas verdes de las montañas que desaparecían y volvían a mostrarse. Garúa entrecortada y bichos voladores de 10 centímetros, antropomorfos casi, a lo mejor salidos de una película de Disney. Un continuo e infinito zigzag del camino que de a poco lleva al trance. Y uno camina. Y camina sin esperar hasta que Marampata llega. Cuatro ranchos que garantizan comida caliente y hospitalidad de la vieja. Desde acá son tres kilómetros hasta las construcciones, pero eso lo vemos mañana. Ahora a descansar. Seguro no vamos a salir bien en las fotos en este lugar; es lo de menos.
La belleza de las ruinas no puedo describirlas; el esfuerzo de alcanzarlas era lo narrable. Guardo el disfrute de su vista, pero recomiendo la experiencia a quien se anime. Seis kilos menos después, camino de vuelta, levantando el pulgar y subiendo a la parte de atrás de una camioneta vimos por última vez la cima donde, ahora sabíamos, se esconde la ciudadela.
Guillermo Pérez Rossel
Fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Choquequirao
http://www.raptravel.org/atractivosturisticoscusco/choquequirao.php .