Huayna Picchu, el penthouse incaico
No vamos a parar ahora, cuando los lectores nos dicen que quieren más y más sobre la impresionante civilización andina.
¡Qué rodillas y qué pulmones habría que tener para vivir acá y cuando llegás a tu casa luego de un viaje al supermercado y descubrís que te olvidaste de los fósforos! No preguntes por qué a los incas les gustaba vivir en semejante altura, hemos escuchado y leído decenas de teorías y todas nos parecen inconsistentes.
Pero podríamos intentar algunas reflexiones, que quizá deberían empezar por emparentar esa tendencia a elevarse con todas las grandes civilizaciones, no solo los mayas americanos sino los egipcios con sus pirámides, los mesopotámicos con sus zigurats, los orientales con sus trepadas tibetanas, los griegos con sus ciudades empinadas… ¡si hasta a Roma la edificaron sobre colinas! La primera respuesta que surge es la seguridad, pues desde la altura se divisan antes a los enemigos. Los de afuera o los de adentro, pues quien nadie llega a tan poderoso sin masacrar un poco a la plebe, que a veces se rebela. ¿Ya advirtieron que al norte o al sur del ecuador todas estas culturas ocupan una franja uniforme y que fuera de ella a nadie le daba por edificar rascacielos antes de tiempo? En casi todos estos grupos hay leyendas sobre diluvios y ahora que se habla de calentamiento global, no habría que descartar esta razón urbanística. ¿Quizás las pestes merodeando en los hacinados llanos? ¿Quizás el ser humano tiene una tendencia natural a asociar las alturas olímpicas con la residencia de los dioses… y las clases aristocráticas?
En fin, no es fácil explicarse por qué los más pobres vivían en las tierras más feraces y los más ricos preferían las tierras improductivas, con dificultad para el abastecimiento de agua y con la torturante fatiga de trepar y bajar cada vez que se les ocurría ir a maltratar a sus vasallos, que con algo tenían que divertirse.
Volvamos a Huayna Picchu; empezá por mirar este video para ubicarte mejor en el lugar y luego seguimos contando de manera lineal y plana, a la espera de una manera todavía más innovadora de comunicar de manera tridimensional, con los aromas que trae el viento y el lejano tronar del Urubamba, que te acompaña cada vez que se quedan callados los del maldito grupo gritón, esos que sonríen tanto que sorprende no se les caigan los dientes.
Ahora mirá estos otros dos que no deberías dejar de mirar. En el primer caso para que se te hiele la sangre en las venas y en el segundo para que si te está por dar algo muy místico, aproveches la ocasión. Solo pintá, copiá y pegá.
A Huayna Picchu la tenés recontraconocida de las fotos panorámicas de Machu Picchu, cuando oficia de telón de fondo, a veces sumergida en las nubes con sus 2.667 metros sobre el nivel del mar. Es posible que, como yo, hayas llegado hasta la más inquietante ciudad incaica y no te hayas animado o no hayas podido hacer el trayecto hasta la cumbre de esta montaña que es, nada más y nada menos, que un solo trozo de granito, un horror de piedra encajado en la Cordillera Central de los Andes peruanos.
La descripción en la Wikipedia es impecable: Un camino que parte del extremo norte de Machu Picchu atraviesa la estrecha lengua de tierra que conecta las montañas Machu y Huayna Picchu. Luego el camino se bifurca. El ramal derecho asciende a la cima. Su construcción debió ser ardua y en extremo peligrosa.
Es un camino muy empinado, estrecho, que incluye varios tramos con escalinatas talladas en la roca viva al borde mismo en la pared vertical de roca. Al final, y coronando el Huayna Picchu hay algunas construcciones menores, incluyendo una portada y una piedra labrada grande a modo de trono que se conoce como «Silla del inca». Pero lo más interesante aquí es la vista que se tiene de los restos arqueológicos del Machu Picchu y del río Urubamba al fondo del Cañón, cuyas aguas turbulentas se oyen tronar aún en un sitio tan elevado. El nevado Salcantay (sacralizado por los incas) es visible desde aquí como lo es también la curiosa alineación que existe entre el Huayna Picchu, la cumbre del Machu Picchu y el mencionado nevado que según Johan Reinhard es una de las principales razones por las que Machu Picchu fue importante en tiempos de Pachacútec (1438-1572).
Alguien te puede asegurar que en la cumbre hay una rubia como ésta, pero aunque esto hubiera explicado el esfuerzo de los incas, todos los que llegaron aseguran que es mentira, con excepción de quien sacó la foto.
Solo 400 por día. Te confieso que yo no subiría aquí ni para mirarle la espalda a los cóndores, hasta los videos me dan pánico. Pero hay gente que se pirra por estas cosas y agradezcamos que tengan ese valor para que podamos mirar las fotos y ver si descubren alguna otra cosa. Porque seguro que los incas, –en este caso parece que sí, que fueron los incas y no sus antecesores–, no se limitaron a esto.
Ahora que, si querés subir, lo tenés que preparar con anticipación, pues no sube cualquiera sino dos grupos por día de 200 personas cada uno, correspondientemente guiados y asesorados por gente responsable. El trayecto insume entre 45 y 60 minutos. Ahí abajo encontrarás cómo hacerlo coordinando desde Montevideo y desde donde sea que estés. No te preocupes por el seguro médico, si tropezás no te podrá arreglar la medicina. No permiten más personas porque el sendero no los admite y cada grupo sale a horas muy diferentes, pues no querrás que te agarre la noche en esas alturas.
Si en la bifurcación tomás el camino de la izquierda, vas a la parte posterior de la montaña, la que no se ve desde Machu Picchu, donde te encontrarás con impresionantes construcciones subterráneas. Se trata de cuevas como la que viste en el video, algunas de las cuales fueron recubiertas de piedras de tallado fino, como si hubieran estado tratando de inventar la técnica de los azulejos. Hay quien dice que todo esto tuvo funciones funerarias y que si no queda nada, es porque los saqueadores fueron muy prolijos. Pero, ¿qué querés que te diga? es demasiado fácil sacar conclusiones así, al vuelo, sobre estos tipos que eran tan sofisticados que pudieron tener otras razones que a nosotros no nos entran en la cabeza.
Una de estas construcciones es el llamado “Templo de la Luna” con argumentos temerarios pero muy bien recibido por los turistas que ya conocieron la Pirámide de la Luna de Teotihuacan, así llamada por razones también discutibles. Pero en fin, nombre quieren las cosas. Al final reproducimos un artículo de El Comercio de Lima, nuestro socio GDA, para que se informen más sobre esto.
Este trayecto es menos infartante que el otro, pero si tenés tanto vértigo como yo, no olvides de agarrarte firmemente de la computadora cuando mires los videos. Este camino insume una hora y media (ida y vuelta), pero si te quedan ganas, rodillas y pulmones, desde acá podés bajar hasta el río Urubamba. ¿Qué bajaste hasta el Urubamba y ahora no sabés cómo volver? ¡No me digas que estás leyendo allí este artículo en lugar de andar correteando detrás de un guía! A mí no me preguntes, ya te dije que la altura me crispa los nervios.
Guillermo Pérez Rossel
La Gran Caverna del Huayna Picchu
Por FERNANDO GONZÁLEZ OLAECHEA – El Comercio
En Machu Picchu se yergue un lugar poco conocido por los turistas y por ello poco visitado. Aquellos que sí saben de su existencia, sin embargo, llegan hasta allí con mucha expectativa. Es llamado por algunos como el Templo de la Luna. Los expertos, no obstante, consideran que el término no es el adecuado y lo denominan la Gran Caverna.
Entre ellos se cuentan al antropólogo y jefe del Parque Arqueológico de Machu Picchu, Fernando Astete, y a los arqueólogos Julinho Zapata y Alfredo Mormontoy. Los tres sostienen que no existe evidencia arqueológica para sugerir que aquel lugar haya sido un templo dedicado a la luna. Debido a ello se refieren a este como la Gran Caverna. El nombre se lo puso el investigador estadounidense Hiram Bingham, quien llegó al sitio a principios del siglo XX.
Mormontoy explica que la luna sale por el este y la Gran Caverna está orientada hacia el oeste. “Solo un mínimo de luz de luna entra al lugar, pero ya en la madrugada, casi al amanecer. Es difícil afirmar que fuera para la luna”, dice.
Llegar allí no es sencillo. Para ello se tiene primero que subir al Huayna Picchu. Es en el descenso de la cumbre que uno encuentra dos letreros que indican rumbos diferentes. Uno tiene una flecha y dice: Machu Picchu. El otro marca la dirección opuesta: la Gran Caverna. El camino es un descenso no tan cómodo. El regreso a la ciudadela inca puede tomar unas dos horas.
¿ESPACIO SEPULCRAL?
La Gran Caverna muestra en la entrada una roca ovalada y grande que está tallada como si fuera un asiento. Desde ahí se ve la cadena de montañas verdes y tupidas que se alzan en la zona. Quedarse sentado ahí por horas, contemplando, no requiere mayor esfuerzo.
Hay también piedras talladas en el piso, como desperdigadas. No hace falta que el geólogo Gilber Carpio diga que el lugar quedó a medio construir para notarlo. Sobre la pared derecha se ven estructuras asimiladas a la misma roca. Hacia el fondo, donde ya casi no hay luz, hay otras piezas talladas en la roca.
¿Qué era este lugar? Aunque no hay mayores estudios al respecto, todo apunta a que sería un espacio sepulcral, según dicen Astete y Mormontoy. Este último agrega: “Probablemente ese haya sido el mausoleo de un funcionario importante de la zona o un sacerdote, por la arquitectura bien lograda. El asiento que hay ahí es importante porque se divisan las montañas”.
Zapata sí considera que era un lugar sagrado, pero no se aventura a definirlo como los anteriores. “Es otra huaca. Machu Picchu, al igual que la ciudad del Cusco, era un centro religioso y contaba con una serie de huacas. Falta consignar investigación científica para identificar qué representaba, qué ofrendas había, qué relaciones astronómicas existían. Hay que definir la razón de ser de ese lugar”.
Tanya da Silva, una estudiante canadiense de origen ceilanés, llegó a la Gran Caverna por su propia cuenta. Así arriban quienes se aventuran por ese camino solos. A excepción de algún guía creativo, los circuitos no comprenden esta parte del parque. Tanya permaneció ahí poco más de una hora. El lugar, diría después, le pareció asombroso.
Las piedras que se utilizaron en algunas de las estructuras de la Gran Caverna son de granito. El geólogo Gilber Carpio indica que un metro cúbico de esa piedra pesa cerca de cuatro toneladas.
No se tiene claro cómo empezó a llamársele Templo de la Luna a la Gran Caverna. Dicen algunos que, aparentemente, hace más de 70 años el dueño de un hotel lo habría denominado así para hacerlo más atractivo.
El arqueólogo Julinho Zapata cree que no existe relación entre la construcción del espacio y la luna. “Muchos nombres en Machu Picchu no tienen mayor sentido”, manifiesta.
Las dimensiones aproximadas de la Gran Caverna son: 7 m de ancho, 12 m de largo y 2,5 m de alto.
http://es.wikipedia.org/wiki/Huayna_Picchu
http://es.wikipedia.org/wiki/Machu_Picchu
http://www.raptravel.org/atractivosturisticoscusco/huaynapicchu.php