La catedral de San Vito
Hablamos hasta el hartazgo de Notre Dame, Chartres, la Basílica de San Pedro y hasta la de San Basilio en Moscú… pero ignoramos este descomunal homenaje a un santo de bajo marketing.
Ahora no es muy popular, pero en la Edad Media se lo convocaba reiteradamente como un “santo auxiliar”, miembro de un selecto grupo de santos (unos 14 o 15), empeñados generosamente en interceder por los cristianos que padecían determinadas enfermedades. Y esto te traerá a la memoria el “mal de San Vito” o el “baile de San Vito”, una misteriosa enfermedad desaparecida tal como se la conoció en aquellos tiempos, pero reaparecida como la terrible y rara enfermedad de Huntington enfermedad neurológica, hereditaria y degenerativa, endémica en una zona de Venezuela a pesar de ser originaria de Europa.
Volvamos atrás en el tiempo. Nada más aterrador para una ciudad medieval como Aquisgrán, que ver aparecer una turba de gente bailando frenéticamente al son de una música imaginaria. “Se retuercen, saltan, gritan, algunos lloran, otros ríen y no responden a los vecinos que pretenden ayudarlos”, dice una crónica de la época, para concluir que al final caían desmayados o muertos de agotamiento. Un breve descanso para los sobrevivientes y de nuevo están de pie bailando desenfrenadamente. ¿Quién otro que Lucifer en persona podría haber causado esto? Las víctimas, las personas con más riesgo de padecer esto, eran gente pobre de pueblo, con bajísima cultura y muy susceptibles. Los episodios se repetían en diversas ciudades y la única cura conocida era la de acudir ante San Vito y pedir por los bailarines… antes de que otros fieles, más ignorantes que ellos, los quemaran o mataran de diversas maneras creyendo que de esa manera les quitaban el Diablo del cuerpo.
Como periodista me gustaría decir que al “baile de San Vito” lo curó la imprenta de Gutenberg como vehículo de cultura capaz de popularizar los conocimientos, pues a la poca gente cultivada no la atacaba el “Mal de San Vito”. No había nada fisiológico en ese baile enloquecedor ni en la cura del Santo, pese a lo cual se levantaron decenas de iglesias en su homenaje. De ellas, ésta de Praga es la más grande, tan imponente que no cabe duda que dentro de ella te podés curar hasta de la ausencia de Fe. Probá con los malos pensamientos, probá con la envidia; no está estudiado, pero seguro que te hará bien. Dicho sea de paso, no está probado lo que se dice que al mal de San Vito lo causara un hongo que crecía en el centeno, alimento natural de esta pobre gente, con efectos similares a los del LSD.
Hasta el final de la Guerra Fría, Praga no era un destino turístico popular… pero nunca dejó de ser una de las ciudades más alucinantes del mundo por su arquitectura, su historia y su arte. La Catedral de San Vito (cuyo nombre completo es de San Vito, San Wenceslao y San Adalberto) es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura gótica y hasta 1836 fue allí donde coronaban a los reyes y reinas de Bohemia, también su lugar de sepultura, compartido con muchos santos y príncipes de la región.
La construcción comenzó sin tanto boato en el 925, cuando el príncipe Vaclav I construyó una rotonda de estilo romanesco que en el 973 se constituyó en la sede del primer obispado de la ciudad, razón por la cual se le agregó dignidad transformando la construcción original en una basílica de tres naves con dos agujas. Recién en 1344 y por disposición de Carlos IV se inicia la construcción de la catedral gótica que hoy nos asombra. Fue un proceso que demandó siglos, aunque el altar rodeado de capillas y el Portal Dorado forman parte de la idea original. Decir que está allí desde hace más de mil años induce a una idea equivocada, pues la catedral estuvo inacabada hasta 1929… aunque por dentro los albañiles seguían apurados dentro de lo que permitieran tiempos menos proclives a la religiosidad.
Una grande y hermosa roseta nos recuerda la influencia que tuvo el antecedente de Francia en la arquitectura religiosa. La puerta de bronce representa la historia de la catedral y las leyendas acerca de San Wenceslao y San Adalberto, muy especialmente presentes en el catolicismo checo. Un mosaico veneciano de 82 metros cuadrados representa el Juicio Final y aunque no se señala al autor del diseño, se recuerda que fue construido en las afamadas fábricas de cristal de bohemia, con la dirección de artistas italianos.
Casualmente, por la Capilla de San Wenceslao se accede a una cámara donde están las joyas de la corona… pero ni te molestes, confórmate con la foto, pues las exhiben tan pocas veces que en todo el siglo pasado solo hubo nueve oportunidades de verlas. La última fue en 1998, cuando se conmemoró el 80º aniversario de la independencia. Hay como una paranoia al respecto, hasta el punto de que siete llaves son necesarias para abrir la puerta y cada una está en poder de las personas más prominentes, empezando por el Presidente y el Primer Ministro, pasando por el Arzobispo y terminando con el alcalde de Praga. Tan locos, tan; ni que vivieran en Montevideo. Además, no son más que recuerdos, pues el último rey que lució el atuendo y las joyas, fue Fernando V, coronado en 1836.
A la torre con el palo de selfie
Te va a cansar, pero subir al campanario de 96 metros de altura es algo que deberías considerar, no solo por las vistas de la ciudad que son espectaculares, sino también por las leyendas que rodean esta torre y su descomunal campana Zikmund. Dicen que cuando el emperador Carlos IV murió, todas las campanas de la torre comenzaron a repicar sin que nadie las tañera y a ese llamado inicial, respondieron todas las demás campanas de la ciudad, que armaron un gran alboroto… aseguran que fue por tristeza, negando que fuera una manifestación republicana. Hay otra leyenda que asegura que un profeta vaticinó que el rey Wenceslao IV moriría frente al campanario, cuya destrucción ordenó de inmediato. Ya habían derribado una parte bajo la vigilancia del rey, cuando llegaron a Praga rumores de los primeros movimientos protestantes husitas. La noticia lo agarró mal, le dio un ataque y murió poco después.
La campana Zikmund (Segismundo) fue realizada por Tomás Jaros en 1548 y pesa 18 toneladas. Está decorada con retratos de Fernando I y su esposa Anna. También hay leyendas acerca de cómo lograron subirla hasta el campanario: si no fuera porque los checos son tipos extremadamente inteligentes, me gustaría creer que también se tragan la leyenda de que la subieron con un sistema de poleas inventado por la princesa, atando la campana con un cordaje hecho con sus cabellos.
Comenzada a construir en 1344, mantiene influencias francesas, germánicas y hasta inglesas, debido a que los sucesivos arquitectos tenían diferente inspiración y quisieron dejarla plasmada. Husitas y calvinistas, discrepantes con las ideas católicas, hicieron bastante daño a la construcción… pero no la derribaron. Como consecuencia, entre refacciones, reparaciones, nuevas inspiraciones, nuevos monarcas metiendo la cuchara y todas esas cosas, la obra no fue declarada definitivamente construida hasta el 28 de diciembre de 1929.
El Mosaico del Juicio Final que preside la fachada Sur, es uno de los aspectos más destacados de esta catedral. Es obra de un veneciano y consta de más de 40.000 piezas. La planta es de tres naves, con deambulatorio y capillas. En fin, nada que no puedas apreciar en las ilustraciones que proceden de las fuentes que mencionamos y de Google Image.
Guillermo Pérez Rossel
http://www.katedralasvatehovita.cz/cs
http://tejiendoelmundo.wordpress.com/2010/03/10/coreomania-las-danzas-epidemicas-de-los-malditos/