El hilo de la vida, viaje hacia uno mismo
Nuestros indígenas sabían que no somos lo que creemos. Esa imagen del espejo es muy engañosa y lo que piensan los demás también es una porquería.
Solemos tener ideas muy confusas acerca de quién es ese tipo que habita tu propio cuerpo. ¿Dónde está, qué siente, qué necesita uno mismo? Quizás puedas descubrirlo en El Hilo de la Vida, un paseo que por lo que sabemos sólo existe en Uruguay. Quizás porque estamos mucho más locos que el resto de la humanidad debido a que el país en que vivimos, nos transforma en un “grupo de alto riesgo” muy predispuesto a la locura, a Freud gracias. Porque no me queda claro si la cordura es tan meritoria como se supone.
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Un poco más de video, pues muestran más que las fotos
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Ahora, si creés que los indios construían a esos montículos de piedra porque eran bobos y aburridos, entonces abandoná este artículo ahora mismo. Para empezar, los del departamento de Lavalleja no son los únicos. En Uruguay se los ha encontrado también en Rocha y en Salto, pero ¿cómo me explicás que también se los encuentre en otros lugares del mundo, enigmáticamente erigidos por culturas que ningún contacto pudieron tener entre sí? Hay algo inescrutable que impulsa al ser humano a amontonar piedras de una manera determinada. Si ya está civilizado y prejuiciado seguramente no tiene ese impulso, pero si es un niño en algún momento apilará piedras con algún propósito que ya quedó fuera de nuestro alcance racional.
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“Son tumbas”, sentencian con cara de científicos los que nunca escarbaron en derredor de estos montículos. Y si se encontrara un enterramiento, ¿eso significa que el cono de piedra es como una lápida mortuoria o es que quisieron poner a su ser querido al amparo de la energía que emana desde esa construcción o desde ese lugar del suelo? Vos reíte si querés y decí que los indios creían cualquier cosa porque no conocían los logaritmos ni usaban smartphones. Pero mirá que la ignorancia tiene muy variadas formas para manifestarse.
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No vayas a creer que escribo estas cosas porque soy un devoto del misticismo; todo lo contrario, no creo en nada de nada y tampoco dejo de creer en todo de todo… a menos que crea tener pruebas muy consistentes. Y eso de las pruebas siempre resulta insuficiente a alguien que no tenga FE, porque en el fondo toda “verdad suprema” es un acto de FE. Esto viene al caso porque me parece muy difícil aceptar sin haber hecho comprobaciones yo mismo, que en esos lugares no funcionan los GPS y cualquier péndulo que se ponga cerca de uno de los montículos se mueve más de lo común.
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Yo también soy un poco crítico con ese asunto de la energía, pero este video hace tambalear preconceptos.
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Ahí tenés un video donde las varillas que utilizan los rabdomantes insisten en moverse de manera diferente a lo que indica lo habitual. Para probarlo, el experimentador entrega las varillas a varias personas y los invita a moverse, con el resultado de que parecen indicar la presencia de algo innominado. En fin, por lo menos, dale el beneficio de la duda. A propósito, si sos de esos tipos a los que les da verguenza exponerse curioso, como reconociendo que puedan existir cosas de difícil o imposible explicación científica, quizás tendrías que limitarte a disfrutar del gran espectáculo de la naturaleza y no arruinarles el paseo a los que tienen tendencias místicas.
El Valle forma parte del circuito turístico del Departamento de Lavalleja, por su valor histórico, paisajístico y místico, dice la Wikipedia que le dedica un artículo bastante importante. Está ubicado a 8 km de Minas, la capital departamental. El lugar debe su nombre “Hilo de la Vida” al pequeño pero por momentos vertiginoso curso de agua que recorre el valle en forma de cascada, desde un manantial que aflora milagrosamente a más de 300 metros de altura en el cerro.
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Después (o antes, porque ahí también lo sirven) de tomarte un opíparo desayuno en la confitería Irisarri o en el Parque Salus deberás emprender viaje hacia este lugar por la Ruta 12 hasta llegar al kilómetro 346, donde encontrarás una señal de orientación. Otros cinco kilómetros de camino vecinal, te conducen hasta una posada privada donde se realiza una visita guiada de unas dos horas, recorriendo 1.800 metros en un descenso de 100 metros que, lamentablemente al regreso será un repecho respetable.
No está claro qué paisaje verían desde la cumbre de ese cerro de 335 metros sobre el nivel del mar los indios que construyeron los montículos hace por lo menos mil años; hay quienes aseguran que tienen más de 5.000 años. ¿Eran charrúas, guenoas o minuanes? Puede que sí, pero depende de la antigüedad, no se descarta que ellos los hayan encontrado ya construidos y cuidaron como propios. Aseverar una imposibilidad equivaldría a desconocer la existencia de los cerritos de indios en la Laguna Negra, que no fueron erigidos por charrúas y tienen mucho mayor antigüedad.
Ellos se sorprenderían de lo que nosotros vemos desde la cumbre. Tenemos allí una formidable panorámica de las Sierras de Minas, con sus lugares más destacados como la Mina Valencia (donde se puede ingresar a una mina de oro abandonada); el Templo Budista al que aseguran arriesgadamente que concurre de incógnito el actor Richard Gere; el Cerro del Verdún que es un centro de peregrinación católico; el Cerro Arequita con su gruta poblada de leyendas y murciélagos; el cerro Campanero donde también hay minas de oro y plata que se pueden visitar; y muchas más de las atracciones interminables que tiene esta hermosa región de Uruguay. Estarás en el centro de una región con más de diez cerros ubicados no solo en Lavalleja, sino también en Maldonado y Rocha.
Asegura la enciclopedia que se han encontrado desde 1863 cientos de agrupaciones líticas semejantes a éstas. Lo sorprendente es que recién hace poco comenzaron a llamar la atención. Quizás porque son chiquitas, pues nuestros indios no tenían tiempo para erigir enormes pirámides como las de Egipto, o las que pueden verse en la zona maya de México y Guatemala, así como en otros lugares con culturas disímiles. Lo de la energía sería una saludable variación a una suposición de que todos estaban tan dementes como encaprichados con las figuras piramidales.
Todos los montículos del Hilo de la Vida, están construidos en la cara norte del cerro, como para que el sol los iluminara durante toda la jornada. Son unos 80 y si muestran algún deterioro, eso se debe a la depredación humana. Los agentes naturales, que un día transformarán ese humilde curso de agua en un cañón de dimensiones impredecibles, no parecen haber incidido en el daño que algunos muestran. Otros están intactos.
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La Wikipedia los describe como conos construidos con piedra laja, sin cimentación, sin una altura determinante. No sirven como habitación, ni como soporte de nada, no tienen en apariencia ninguna utilidad práctica, pero demandaron muchas horas de trabajo. De manera que todo eso alienta las teorías que los identifican con “vórtices de energía”, lo cual es una manera un poco extraña de calificar un fenómeno que la ciencia convencional estudia (ver http://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%B3rtice), pero que no tiene relación con estas cosas más fantásticas que científicas.
Podrías comprarte un metro cúbico de piedra laja y construirte uno de estos conos espirituales en el fondo de tu casa… pero no te olvides de comprar por separado unas cuantas piedras de cuarzo, pues deberás mezclarlas de alguna manera determinada dentro de la construcción y poner algunas encima, para que funcione como es debido. Si no te sale porque vos no podés saber cuál era el propósito y la ingeniería de los indígenas, llamá al nene y prométele un play station si te hace un cono energético. Capaz que él sabe.
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Siempre según la Wikipedia, este sitio arquelógico se encuentra sobre una línea que pasa por otros centros energéticos: se inicia en ese Piriápolis místico que subyugó a don Francisco Piria, pasa por Lavalleja, por la estancia “La Aurora” en Paysandú, donde sobrevolaban Ovnis, en el cerro Uritorco de Córdoba y llega hasta Macchu Pichu en Perú.
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Como se dijo, los montículos de Lavalleja no son una novedad. Ya los describió Darwin luego de su viaje en el Beagle en 1833 y se asegura que el presbítero Miguel Marimón los incluyó en un mapa de 1753. El más grande mide 4,50 de base por 3,50 de alto; no hay una métrica para indicar dónde conviene truncarlos.
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La Laguna de los Cuervos y el Valle del Hilo de la Vida:
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El dueño de la posada es el médico Gustavo Guerrero, quien según cita la revista Paula, se limita a describirlo como “un sitio arqueológico que muestra túmulos hechos con piedras trabadas, unas sobre las otras”. Guerrero era un descreído total hasta el año 2.000 en que compró el campo y no es él quien difunde ideas a veces rebuscadas sobre los misteriosos conos de piedra. “Acá lo presentamos como un sitio arqueológico, si decimos que se trata de un lugar sagrado estamos incluyendo la fe y eso ya depende de cada persona. Nosotros guiamos el recorrido y cada uno lo vive y siente como quiere”, aclara.
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Mucha gente se acerca al valle atraída por la fama energética que se le reconoce, cita la revista Paula. En este sentido, Guerrero asegura que se realizaron mediciones para constatar la fuerza del lugar y se pudo comprobar que tiene una alta concentración de energía. Es en este marco que seguidores de distintas religiones y filosofías se acercan para hacer sus prácticas de rezo o meditación. También suelen llegar grupos que realizan disciplinas de autodesarrollo tales como Qi Gong o Chi Kung. La importante presencia de la piedra de cuarzo blanco, con las bondades armonizantes que se le atribuyen, colabora para dotar a este espacio de un poder energizante.
“En otras épocas la zona podría haber sido usada para fabricar puntas de lanzas”, suelta quien en un principio tenía pensado levantar un campamento de niños en el lugar. El recorrido de unas dos horas de duración se hace sentir en algunos visitantes. Para ellos, nada mejor que un descanso en el parador remodelado para tales fines. Tanto al mediodía como por la tarde, este reducto se mantiene alerta: a la hora del almuerzo ofrece un cordero místico, con salsa de vino y puré de boniato, y para la merienda se despacha con alfajores de maicena o la tarta de manzana; todo casero.
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El predio tiene 54 hectáreas y el propietario ha procurado preservar la flora y fauna autóctona, lo que ambientó la presencia de una gran variedad y cantidad de aves nativas. El paisaje serrano hace posible la realización de diferentes actividades recreativas en grupos y representa una excelente oportunidad para estar en contacto con la naturaleza, aprendiendo a disfrutarla y respetarla, señala la web oficial del lugar.
El Parador se llama La Madriguera y está edificado con piedra y madera, con grandes ventanales hacia el paisaje. Junto a él se despliega una terraza panorámica en la que cuando el tiempo lo permite, encontraremos gente tomando el té acompañado de panes, mermeladas y repostería casera. En invierno es un placer el ambiente calefaccionado a leña, dotado de libros y juegos de mesa, pero lo más original a nuestra manera de ver es el “siestario” nombre con el que califican a las hamacas paraguayas tendidas cerca de la cañada, para que el rumor acune al que quiere descansar.
Porque La Madriguera es una mezcla de parador, club e instituto donde pueden aprenderse cosas en los talleres de Yoga, Taichi, Cuencos Tibetanos, Jornadas de la Risa o del Chocolate… o encuentros empresariales que en este ambiente encuentran inspiración para sus nuevos proyectos. ¿Jornadas de la Risa, dijo? Si señor, tienen talleres donde enseñan a dejar de lado todos los convencionalismo y reírse a carcajadas, no tanto porque alguien haya contado un chiste, sino porque reír es saludable y contagioso.
También se hace senderismo, fogones criollos, ocasionalmente también cabalgatas, y lo que entusiasma a casi todos los visitantes, se pueden adquirir sabrosos o vistosos recuerdos en la boutique de La Madriguera. Si pensás ir, convendría que hagas una reserva y te informes de la agenda vigente, en el 091.603970. Para todo lo demás, acudí a la webhttp://valledelhilodelavida.com.
Guillermo Pérez Rossel