Gran Cañón, hay que ir
Casi dos mil millones de años le llevó a la naturaleza excavar esta increíble cosa ¿y vos todavía no la conocés? Tuviste tiempo, la pandemia no es excusa…
Supongamos que no sos de los que se conforman con llegar hasta el borde, lanzar algunas exclamaciones y sacar 27 fotos para poder asegurar a tus amigos que viste el Cañón del Colorado. No, vos sos de los que quieren aventura de verdad, por ejemplo bajando hasta el mismísimo fondo a pie o en el lomo de una mula.
No está nada mal, pero no te esperes una aventura tipo “el camino del inca” que te lleva hasta Macchu Pichu trepando la empinada cordillera y arriesgando la vida en precipicios alucinantes. Esto tiene asepsia estadounidense, pero de cualquier manera es una experiencia sobrecogedora que no olvidarás en toda tu vida.
Ahora, si no confiás en tus rodillas o tenés vértigo, mejor te tomás un paseo en helicóptero o en avión que también te resultará increíble. O te conformás con haber llegado hasta la orilla, que después de todo no está nada mal. Es toda una incongruencia que lo más conveniente para ir al Gran Cañón sea llegar primero a Las Vegas, la antítesis de la naturaleza en su esplendor. Y antes que me pongas cara de asco escuchá lo que te dice alguien como yo, apasionado con lo natural: Las Vegas es también algo impresionante; tanto que merece un artículo por separado.
Así que pensá al menos en dos noches en Las Vegas y todo tu periplo por esta zona o bien lo confiás a una agencia de viajes o bien lo reservás con muuuucha anticipación. Al final encontrarás unos cuantos links de utilidad, incluyendo alguno con hoteles muy próximos por si te da por la aventura al extremo. Para darte una idea, si querés bajar en mula tenés que reservar con 23 meses de anticipación (en tiempos normales), pero consultá a tu agencia pues ellos hacen reservas a granel. Ahora si vas a pie ni se te ocurra correr en la bajada y meditá lo que te espera para volver a la cima a pura pata.
Si ese es tu caso en el primer día bajarías por el sendero South Kaibab hacia el Rancho Phantom, como aconseja la página oficial del Gran Cañón. Allí te explican que ese camino es más empinado empinado que el Bright Angel y no tiene abastecimiento de agua, pero ofrece un paisaje espectacular. Es más fácil bajar por este camino que subirlo. Tenés que llevar unos 4 litros de agua y algo de comida para el viaje y no le temas a las águilas; no comienzan a comerte hasta que te mueras de sed.
Mirá las recomendaciones de la web oficial: “Si usted llega al Rancho Phantom antes de las 18:00h, usted puede comer al aire libre. (Cuesta $28 por persona por steak a la parrilla, $17 por el plato vegetariano, $17 por el guisado. ¡Siempre reserve con anticipación!) En el Rancho Phantom, puede acampar en las afueras con un permiso para acampar, o duerma en una cabaña por $22, pero usted debe tener reservación. A la mañana siguiente un buen desayuno es servido a las 5AM (Cuesta cerca de $12). Por favor, consulte precios actualizados. Ahora puede encaminarse de subida Bright Angel Trail al rim o borde. ¡Lleve agua y comida! Provisiones limitadas están disponibles en la cantina del rancho”.
Los trenes de mulas de un día le llevan a la mitad del camino de bajada al cañón y de regreso en mas o menos 8 horas. Cuestan alrededor de $120 por persona e incluyen un saco con el almuerzo. Viajes en trenes de mulas al Rancho Phantom al fondo, requieren dos días y el costo es alrededor de $272 por persona incluyendo cena y alojamiento en el rancho Phantom más sacos con almuerzos para el camino. No vayas en el invierno de ellos ni en el verano, acá las temperaturas son extremas en ambos casos.
También podés navegar el río en gomón, kayak o canoa y de esa manera estar en mejores condiciones para ver las: “355 especies de aves, 89 de mamíferos, 47 de reptiles, 9 de anfibios, 17 de peces, así como millares de especies de invertebrados se contabilizan en el parque del Gran Cañón. El puma, el lince, el coyote y la cabra de las montañas rocosas son los mamíferos que viven en las orillas, pero son difíciles de observar». Lo único peligroso son los turistas que no adoptan precauciones o que se las dan de agrandados.
El Gran Cañón. Se extiende a lo largo de 450 kilómetros y su profundidad media es de 1.300 metros, aunque el máximo supera largamente los 2.000 metros. En su parte más ancha tiene 30 kilómetros excavados a lo largo de muchísimas eras geológicas. De hecho el Gran Cañón es como una increíble autopsia de un planeta que todavía no está muerto, pero pone empeño. Por lo pronto, muchas de las especies cuyos restos aparecen en los estratos, ya no circulan entre nosotros por razones muy variadas.
Nunca falta un sobrador que te advierte que el Cañón del Cobre en Chihuahua tiene más profundidad, pero ese es un criterio de Guiness. Sería bueno conocerlos a todos, pero el del río Colorado es espectacular por donde lo mires. Las versiones estadounidenses raramente lo reconocen, pero al Gran Cañón lo descubrió el español García López de Cárdenas en 1540. Para él fue una decepción, pues lo que andaba buscando eran las siete ciudades de oro, otra quimera como la de El Dorado. Así que dio media vuelta y se olvidó del asunto… aunque lo dejó consignado. Prolijitos pero soñadores nuestros conquistadores.
¡Qué diferencia con estos anglosajones para quienes el esplendor de la naturaleza es una nueva oportunidad para poner un Mc Donald! No seamos malvados con el juicio; son un poco así, pero fueron estos mismos tipos los que se opusieron a que represaran el río e hicieran una formidable usina sin importarles un pito el paisaje y los millones de años de esfuerzo continuado de un hilito de agua que en algún momento fue océano, en otros una hirviente concentración de volcanes y en muchos otros, apacentadero de dinosaurios. Como es seguro que vos no estás interesado y yo no estoy capacitado, para un pormenorizado discurso sobre precámbricos y otras eras, si llegara a darte por ahí, las webs citadas al final te acalambran con esas cosas.
Las represas finalmente se hicieron, primero la llamada Hoover que es todavía una de las más imponentes del mundo y luego la de Glen Canyon, ninguna de las cuales afectó mayormente al Gran Cañón. Es una buena lección para los latinos, con los cuales también los diferencia el trato con los indios que naturalmente andaban por acá en carácter de propietarios, lo cual les sirvió para poco. A diferencia de los conquistadores españoles, no se les ocurrió cambiarles su creencias a cambio de no descuartizarlos. Ellos los dejaron que creyeran en lo que se les antojara, siempre que se fueran a las peores tierras que había, elegantemente denominadas “reservas indígenas”.
Con el tiempo ocurrió una cosa curiosa. Con el cuento del respeto a las culturas aborígenes, los estadounidenses reconocen jurisdicción indígena ajena a las normas norteamericanas que, por ejemplo, prohibe los juegos de azar, esa cosa tan poco cristiana. Entonces, como la religión de los indios no dice nada acerca de eso, los grandes casinos están en esas reservas, igual que muchas otras cosas muy rentables y pecaminosas que les pertenecen en exclusividad… siempre que tributen como es debido. Lo de los casinos indígenas en algún momento estallará como una indeseada revelación para los norteamericanos criados con la edulcorada moral de Bonanza.
Andá mirando las paredes del cañón, seguro que ninguno de los dinosaurios cuyos restos emergen, era tan hipócrita como el ser humano que vino después. En todo caso, y no porque te lo aconsejen los carteles, cuando estés allí te van a dar ganas de reflexionar y preguntarte sobre la vacuidad de la vida, como hizo Salomón en el Eclesiastés. No te preocupes, se te pasa con el primer whisky que tomes de regreso al hotel. O con el primer Outlet que se te atraviese.
http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Ca%C3%B1%C3%B3n
http://es.wikipedia.org/wiki/Parque_Nacional_del_Gran_Ca%C3%B1%C3%B3n
Hoteles en el Gran Cañón
Foto 360º
http://www.panoramas.dk/US/Grand-Canyon-horseshoebend.html
Yo fui más de una vez y volvería a ir todas las veces que pudiera. En la primera oportunidad, cuando Las Vegas era un pueblito pecaminoso con muy poquitos hoteles fastuosos, salimos en avioneta con unos italianos que no querían hacer el vuelo de regreso. Mete miedo la racha de viento cuando la avioneta sale o entra al cañón. Nos llevaron hasta un precioso hotel en el borde del precipicio, donde hicimos noche. Fue mi mejor viaje al Cañón, quizás porque no me costó un peso y era a todo lujo, pues me había invitado como periodista el Departamento de Estado. ¡Qué lindo haberlo vivido para poderlo contar!
Guillermo Pérez Rossel