El misterio de las esferas de Costa Rica
Todo empezó 300 años antes de Cristo, cuando unos indígenas ticos comenzaron a tallar cientos y cientos de esferas de piedra. Hay toda clase de suposiciones sobre el objetivo de estas tallas.
A ninguna otra cultura se le ocurrió andar sembrando pelotas de piedra por la selva; lo que se usaba en esos tiempos era levantar pirámides, que tampoco queda claro para qué servían. Si hubieran sido inteligentes como estos pre-ticos, se hubieran evitado el sacrificio de trasladar y amontonar piedras cúbicas gigantescas para formar pirámides, como hicieron en Egipto, en Centro América y hasta en el lejano oriente. Lo de las pirámides era una manía.
¡Mirá si un tico, que junto con los uruguayos son los tipos más avispados y educados del continente se va a tomar tanto trabajo para nada! Una esfera, en cambio, no digo que sea algo facilongo, pero la frotás y la frotás hasta que te salga redonda como una boleadora charrúa, pero mucho más grande. Y con eso te descarto que las usaran para cazar. Cuando la terminaste, con muy poco esfuerzo la hacés rodar hasta donde tenías ganas de ponerla. Los menhires y los mohai en cambio, son la cosa más difícil de trasladar.
Si la idea de un fútbol de gigantes pataduras parece descabellada, a ver si esta otra satisface más, pues aseguran que fue comprobada por un navegante de a bordo de la línea aérea costarricense (LACSA). Analizaron un alineamiento de estas esferas y supusieron que podía ser un mapa para navegación. Pues bien, siguiendo el derrotero señalado se llegaba a la Isla de Pascua, apenas con una desviación de 70 kilómetros. Otras alineaciones de esferas estarían señalando a Grecia y Asia Menor.
Los científicos las denominan “petrosferas”, que viene a significar lo mismo, pero suena mucho más culto. Siempre es un nombre mejor que “las bolas de Costa Rica”, como algunos prefieren llamarlas rozando lo fálico. Son más de quinientas y se las encuentra principalmente en el sur de Costa Rica, en la cuenca del río Diquís, donde este curso de agua coincide con el río Sierpe y el Río Grande de Térraba, en la península de la Osa y también en la Isla del Caño. Más allá de toda broma, son algo impresionante y realmente misterioso.
Son casi perfectas en su esfericidad y su tamaño va desde los 10 centímetros a 2,57 metros de diámetro. Dice la Wikipedia que la mayoría están hechas en piedras duras como granodiorita, gabrosy en pocos casos, en piedra caliza. Los arqueólogos a través de la estratigrafía de su emplazamiento y de otros objetos encontrados en su cercanía, estiman que las piedras fueron ubicadas por los indígenas de la zona entre el 300 a.C y el 300 d.C, pero dado que no son objetos de origen orgánico, la datación no es precisa. Si hay algo que no debe esperarse de una esfera, es que se quede quieta, así que se las suele encontrar donde no estaban originalmente.
Hay pruebas de que en esa zona había indígenas hace 3.500 años y hay quienes llevan ese inicio a 8.000 años antes del presente. El misterio las rodea desde hace miles de años. Si no se descubrió su finalidad en 1939, cuando las esferas fueron encontradas por primera vez por gente que prefiere pasar por alto que los nativos las conocían desde antes de que los europeos inventaran las carabelas y el cólera, más difícil será ahora, cuando no se puede tener la certeza de dónde exactamente estaba cada esfera originalmente. Se estima que un 95% de las conocidas fueron removidas de su lugar original. Cientos de esferas pequeñas se encuentran en colecciones privadas y museos dispersos por todo el mundo.
Otras adornan parques públicos y hasta jardines privados. Y otras más fueron talladas recientemente por gente que quiso saber cómo lograban hacerlas tan perfectas con herramientas rudimentarias. En fin, la primera referencia europea podría ser la que dio en 1547 (la Wikipedia es impagable) Francisco Pizarro: «Escuché que los altos señores de este imperio [Perú] se reúnen cada cuatro años en el País de las Bolas, donde al parecer reciben consejos de grandes sabios». Si tenés ganas de afiliarte a cosas raras, de esto sacás la teoría de que los pre-ticos eran tan inteligentes que los incas tomaban excursiones cuatrienales para aprender cosas. Francamente, tengo admiración por los ticos, uno de los pueblos más cultos, democráticos y pacíficos del mundo, pero me parece un poco osado imaginar miles de kilómetros a lomo de llama para escuchar un consejo.
Con todo, no debería descartarse solo porque parece un disparate, pues en Costa Rica es un país que sorprende por muchas cosas, entre ellas el hallazgo de objetos artesanales mayas, olmecas, aztecas, chibchas de Colombia y quechuas de Perú. Aunque lejos del Ecuador, Costa Rica es el eje sobre el cual se recuestan climáticamente el hemisferio norte y el hemisferio sur; acá es donde confluyen y conviven las especies animales y vegetales que en otros lugares son exclusivas de cada hemisferio.
La cuestión es que la mayoría de estas piedras estaba enterrada en 1939 por el lento proceso de socavación de las montañas y volcanes, por los deslaves, por las eventuales crecientes, el decurso pluvial y hasta la acumulación de restos selváticos. En ese año llegó a la zona la bananera estadounidense Standard Fruit Company y al comenzar a deforestar, comenzaron a aparecer las esferas. ¿Qué hace una compañía con esa fama al encontrar restos arqueológicos? ¡Fácil! Los dinamita para ver si en su interior hay oro o alguna otra cosa rentable que no sea ese fastidio de la cultura.
Pero por allí apareció Doris Stone, (parece broma ese apellido para una investigadora de piedras redondas) quien escribió un pequeño artículo arqueológico en la revista American Antiquity; lo leyó Samuel Kirkland del Peabody Museum y la Universidad de Harvard, quien en 1948 coincidía con Stone en Costa Rica y ahí comenzó la conquista del estrellato por parte de las esferas ticas.
Una réplica de ellas se observa en una de las escenas más dramáticas de la película de Indiana Jones, cuando andaba en busca del Arca Perdida y en alguna inesperada conexión con la selva húmeda costarricense, lo persigue una de estas esferas de piedra. Harrison Ford se salva por poco, pero alcanza para que en Disney World te den una probadita con estas esferas. Con todo, nada se compara con ver las verdaderas y no en algún museo norteamericano, sino en la propia Costa Rica. Demás está decirte que toda esa horrible cosa de encontrarte una de estas esferas y llevártela para tu casa, es historia. Hoy te atrapan haciendo rodar una y te ponen en la mismísima olla de uno de los volcanes que abundan en el país hermano.
En Nueva Zelanda también hay esferas, pero no son de granito y tampoco talladas. Son formaciones curiosas pero naturales que rara vez esconden en su interior a una rubia rutilante como la de la foto. Las de Costa Rica, talladas por el hombre y casi perfectas, son absolutamente únicas.
Actualmente en la Finca 6 de Palmar Sur (Cantón de Osa), se construye el parque Can Basat Roje (‘esferas de piedra’ en dialecto indígena) o «Parque de las Bolas de Piedra», propuesto originalmente por el arquitecto Ibo Bonilla en 1979, para ubicar las esferas recuperadas, de las cuales no se conoce su locación original. Este parque es parte de un amplio proyecto arqueológico, bajo la guía del Museo Nacional de Costa Rica y el padrinazgo del escultor Jorge Jiménez Deredia.
Nunca vi gente que se lleve tan bien como ticos y uruguayos; ellos con sus enormes esferas y nosotros con nuestras humildes boleadoras.
Guillermo Pérez Rossel
http://ricardovilchezn.blogspot.com/2012/07/las-esferas-o-bolas-de-piedra-en-costa.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Esferas_de_piedra_de_Costa_Rica