Un copetín con Maurizio y la mujer más linda del mundo
Uno en Florencia levanta una piedra y resulta que ese pedazo de nada tuvo relación la familia Vespucio, perseguida a muerte por los Medici. Si a Américo lo hubieran encontrado y asesinado, andá a saber como se llamaba nuestro continente.
Ilustro la nota de mi amigo, con la imagen de la mujer más linda del mundo y de todos los tiempos. Mi amigo y yo podríamos estar equivocados. Pero si de Simonetta Vespuci (o Vespucio) estaban enamorados perdidamente Botticcelli y Giuliano de Medici, se acaba la discusión. Además, ¡mirala! En cuanto a Maurizio, generoso como es, se ofreció a ayudar en medio de la epidemia y tuvo la suerte de que le asignaron una iglesia donde tiene a Simonetta siempre a mano.
Esta nota escrita por mi amigo Maurizio Taffani desde su reclusión en Florencia debida al Coronavirus, reproduce lo que él sueña pudo ser un encuentro –por ejemplo- en el desaparecido Manhattan de Dieciocho y Convención, rodeados de su célebre picadita. Maurizio es un emigrante uruguayo exquisito, que supo tener un restaurante en Florencia (¡imaginate!) y ahora trabaja como Director del Castelo del Trebbio, ¡una bellezza!, dice.
Los dueños, dice Maurizio, “son una familia macanuda”, de manera que el amigo está en semi reclusión domiciliaria, ignorando que yo también lo estoy… aunque me imagino que no es lo mismo que detrás de la puerta haya una ciudad como aquella, donde comenzó el arte, donde del otro lado de la calle nació Botticelli o vivió el Dante…
Todo muy bien lo del arte y la historia… pero Maurizio, a mí no me convencés que esta bodega que tiene el castillo le alborota las papilas a un sommelier como vos…
Fijate cómo son las cosas, yo suspiro por su rutina cotidiana en ese lugar donde los visitantes se enferman por tanta belleza, y él en cambio, me imagina privilegiado tomando unos mates o saboreando un tannat. ¿Te había dicho que Maurizio es un reconocido sommelier? Pues ahora nos enteramos que se nos ha convertido en monje voluntario, nada menos.
Bien, basta de charla, vamos a la carta que la epidemia le permitió escribir al recluído amigo.
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Querido Guillermo,
Ya sabes de todo el alboroto que hay en Italia y de como ya hace una semana (dos ahora) estamos todos encerrados en casa? Tratando de matar el tiempo ¿que hace uno todo el día? Cuando trabajaba muchas veces deseaba que el día tuviera cuatro o cinco horas más, pero ahora 24 son demasiadas.
Y así, como si vos y yo estuvieramos sentados en un bar en 18 de julio, tomando un copetín, me gusta charlar contigo y contarte algo. Como se hace cuando te encuentras con un amigo que no ves hace tiempo.
Te cuento que empezé un servicio de voluntariado. Aquí en Florencia, donde está lleno de monumentos e iglesias, muchos lugares están cerrados porque no tienen plata suficiente para pagar los empleados o necesitan arreglos. Hay una iglesia dirigida por los frailes franciscanos que corría el riesgo de cerrar, porque no había bastantes curas.
Ellos están en otra iglesia, que tal vez visitastes cuando pasastes por aquí: la iglesia de San Salvatore a Monte alle Croci, la cual queda cerca otra maravilla, o sea la Abadia de San Miniato, arriba en la colina del Piazzale Michelangelo (en la foto). Por está razón son pocos los frailes para dos iglesias. Cerrar una sería veramente una pena. Entonces los frailes decidieron con unos voluntarios de abrir esta iglesia. (Como verás, le dejo algunos cocoliches, que a mí me parecen encantadores)
Por casualidad, visitándola, me quedé fascinado y hablando con uno de ellos, me contó que eran muy pocos y no todos los días podían abrir. Por eso buscaban voluntarios… y yo decidí ofrecer al fraile mi participación en este proyecto. Cualquiera fuera la iglesia que me asignaran.
¡Que suerte Guillermo!. La iglesia es la de San Salvatore in Ognissanti. Una de las más antiguas de Florencia. Imagínate que el campanario construido en piedra es del 1251 y en esos tiempos había solamente otro más en la ciudad. Era el de la Badia Fiorentina, abadía benedectina, esa donde Dante que vivia al lado, conoció y se enamoró de Beatrice.
Bueno, miembros de una congregación de curas llamados Umiliati llegaron desde el norte de Italia e intentaron establecer un nuevo estilo con un modelo muy restrictivo de la vida cotidiana; de hecho, promovieron y dieron paso a una serie de reglas que tenían como propósito prohibir varios lujos y gastos ostentosos, en particular para las pilchas. Pero todo pasa y resulta todo al revés.
Ellos se ocupaban principalmente del procesamiento de la lana, fundaron florecientes fábricas textiles, acumulando enormes ganancias, con las que financiaron actividades bancarias…
Llegaron a Florencia a mediados del 1239, el obispo les otorgó una iglesia chiquitita en las afuera de la ciudad, San Donato in Polverosa, cerca de mi casa. El problema era que se encontraba en el medio de nada y no había cursos de agua cerca. Localizaron un lugar justo afuera del cercado, abandonado y muy malsano donde el arroyo Mugnone, que hoy está desviado, encuentra al rio Arno y deja entre ambos una islita.
La iglesia de Santa Lucia se encontraba cerca y los Umiliati pedían siempre al orzobispo si podían cambiar. Empezaron a trabajar la lana, utilizando la fuerza motriz del río y en poco tiempo de sitio abandonado, esta pequena zona se convirtió en la primera zona industrial de la ciudad. De hecho los curas aumentaron y empezaron a construir el convento cerca a la iglesia y en el 1251 costruyeron la iglesia más grande. Mientras tanto la familia Vespucci se mudó cerca de la iglesia y en la calle de atrás vivía la familia Filipepi, cuyo hijo Alessandro será el Botticelli.
La iglesia como está hoy es el resultado de una trasformación, cuando a mediados del 1500 y pico, los Umiliati fueron suprimidos y la iglesia pasó a los frailes franciscanos, que estaban al Piazzale.
La fachada exterior es obra de ese periodo, no fue terminada, ya faltaba guita en esos tiempos y sinceramente pasando por afuera no te puedes immaginar lo que hay adentro. Es grande, el techo pertenece a la última renovacion del siglo XVIII. Es un trampantojo increíble y al mirarlo sigue cambiando aspecto. Apenas entras verás una lápida mortuoria de un farmacista y médico judío, amigo de los Medici, que se convirtió a la religión catolica y por está razón (y por la mucha plata que tenía), los Medici le permitieron usar el emblema de las cinco bolas.
La primera capilla a la derecha es la de la familia Vespucci. Esta era su parroquia, ellos vivían en el arrabal y tenían un palacio cerca de la iglesia donde nació Américo Vespucci.
El altar tiene dos frescos de Domenico del Ghirlandaio: Virgen de la Misericordia, protegiendo a los miembros de la familia Vespucci, que incluye el retrato de Américo Vespuccio de niño, el cual aparece entre la Virgen y el hombre de rojo vuelto de espaldas, que es su abuelo, llamado también Américo.
Debajo hay otro fresco con la deposición y a lado del altar un disco de marmol señala la tumba de la familia, pero no de Américo el descubridor, que se murió en Sevilla, del cual hoy en día no sabemos donde estan sus restos.
Los chismosos decían que durante la conspiración de los Pazzi, participó un Vespucci. La conspiración tuvo lugar en 1478 en Florencia como parte del enfrentamiento entre las familias Pazzi y Médicis por el poder de la ciudad y el asesinato de Juliano de Medici en lugar de Lorenzo (y de paso te digo que donde trabajo ahora, Castello del Trebbio fue el lugar donde se reunió la conspiración).
Los Medici por venganza persiguieron los conspiradores por todos lados. Lorenzo era muy amigo de Vespucci y lo dejó que se escapara para un lugar secreto. Los verdugos supieron de un Vespucci en España, llegaron allí pero el que buscaban ya se había muerto. Entonces parece que buscaron la tumba y para vengarse, sacaron los restos para tirarlos en el río Guadalquivir.
Siguiendo adelante, más o menos a la mitad de la iglesia, hasta la llegada de los franciscanos, había una pared que dividía la parte dedicada a los religiosos con la del pueblo. Esta pared estaba adornada con los frescos de Domenico del Ghirlandaio “San Jerónimo en su gabinete” y de Botticelli “San Agustín en su gabinete”: pienso que Botticelli fue un tipo excepcional.
Yo pienso que Botticelli fue una persona especial, porque en el fresco de San Agustín, en alto sobre la cabeza del santo hay un libro abierto. La palabras son mamarrachos, pero hay un pedacito donde el Botticelli escribió tomando el pelo a un fraile avivado, escribió: “donde está el fraile Martino, donde se ha ido, se ha escapado? Está afuera de la Puerta a Prato”, que en italiano sería: “dov è Fra Martino, dov è andato, è scappato ? E’ di là dalla Porta al Prato”. Porta al Prato era la puerta a oeste que delimitaba la muralla y donde se ponían comerciantes, saltimbanquis y prostitutas. ¡Que vivo el cura !
Linda por donde la mires y donde la pintes…
Siguienda adelante llegamos al altar mayor y doblando a la derecha se abre el transepto. En el fondo se encuentra la tumba de Botticelli y a su lado la de Simone Vespucci. La leyenda dice que podía estar tambien enterrada Simonetta Vespucci. Parece que Botticcelli, y no solo él, también Giuliano de Medici, estaban enamorados de esta hermosa chica, llegada de Genova para casarse a los dieciseis años con Marco Vespucci.
Sobre Botticelli sabemos que Simonetta fue la musa inspiradora de su ideal femenino. La Venere, la Primavera, todos llevan los rasgos de “Simonetta la Bella”, como la llamaban en Florencia. Un ejemplo de “influencer” de esa epoca. Se murió jovencita a los 23 años de tisis y no es aventurado creer que Botticcelli vivió enamorado platónicamente de Simonetta, y se puede reafirmar por la petición que hizo, o sea enterrarse a los pies del sepulcro de ella. Andá a saber. Pero te digo que la tumba de Botticcelli es objeto de veneración por lo jovenes y las jóvenes, que dejan flores, libros, papelitos con frases de amor y que se sientan al lado de la tumba casi en adoración.
Atrás de la tumba de Botticelli está la capilla de Carolina, hermana de Napoleón Bonaparte y esposa de Joaquin Murat. Reina de Napoli, a causa del acuerdo con Austria, Carolina después de varios traslados, llegó a Florencia, donde se estableció en el Palazzo Bonaparte (hoy es el hotel Excelsior) en frente de la iglesia de Ognissanti. Cuando falleció, fue enterrada en la iglesia. Personaje dificil fue registrada con el nombre de Carolina condesa de Lipona, anagrama de Napoli, su reino.
De la otra parte del transepto se encuentra la obra maestra de Giotto: el crucifijo de madera pintado en telple y oro. Siempre fue atribuido a la escuela de Giotto, pero durante la recuperación al fin del 2009, se atribuye la obra a Giotto. Durante este trabajo se descubrió que este crucifico fue projectado para llevarlo durante las proceciones y por está razon es hueco, reforzado por palos de madera. El lienzo que cubre Jesus está pintado con doce manos de color gris para obtener ese efecto de trasparencia. El color azul, hecho con la piedra preciosa lapislázul, rodea la cruz, y junto a el color oro, enriquecen esta joya de la Edad Media.
Mirarla te deja sin aire. Antes estaba en la sacristía y ahora está encima de una galería interna… el efecto es impresionante. Debajo de la galería está tal vez una de las pocas cosa de la iglesia original: una tumba de la familia Gucci-Dini hecha en piedra igual como en la iglesia de Santa Maria Novella, donde también hay otro crucifijo de Giotto.
En la sacristía está el fresco de la Crucifixión de Taddeo Gaddi, el que construyó también Ponte Vecchio, contemporaneo de Giotto.
Cuando sales de la iglesia, en la última capilla está el fresco del primo de El Ghirlandaio, Ridolfo.
No te quiero aburrir pero hay también una lamina con el escudo taurino de Lorenzo Ghiberti, una capilla con el crucifijo de Veit Stoss, escultor alemán. El órgano de madera donde parece que Mozart tocaba cuando estuvo en Florencia. Y un reloj gigante en alto. Y la piedra mortuoaria del primer orzobispo Umiliati de Florencia, que los frailes la corrieron a unos seis metro del piso.
¡Que decir de la capilla donde fue custodiada la tunica de San Francesco de Assisi hasta su traslado a el santuario de La Verna donde el santo recibió los estigmas.
Y cuando estás saciado y feliz de tanta belleza, salís de la iglesia por la puerta debajo de la cruz de Giotto. Te encontrarás en el claustro y en el fondo, pasando por una puerta estrecha, entrarás en el cenáculo y verás la última cena del Ghirlandaio. ¡Ten cuidado a Stendhal!
Muchas veces me siento como privilegiado de poder admirar estas maravillas y tenía placer compartilas contigo, amigo.
Maurizio Taffani
¡Gracias por compartirlas querido Maurizio! Al paisito lo amamos igual… pero sus calles jamás vieron pasar a Miguel Angel, ni al Giotto. Al menos, no tuvimos por aquí a Girolamo Savonarola, el peor de los fiorentinos, que mandó a la hoguera a tantos pintores, pinturas y libros. Murió en su ley, ardiendo igual que sus víctimas. Algún día me contarás de eso y lo harás personalmente… pues mi invitación y mi deseo de recibirte, siguen vigentes. A este virus se lo lleva la próxima sudestada, toy seguro.
Guillermo Pérez Rossel
Y agrego una foto de los tranvías que toma Maurizio para movilizarse en Florencia, donde los vecinos tratan de contaminar con sus autos lo menos posible y a las autoridades no se les ocurre -como acá– descartar trenes y tranvías por razones que jamás podrán justificar. Para que no crean que Florencia es solo un museo urbano.