Subir al monte Misen
Hay algo que nos empuja hacia arriba desde que nuestra abuela africana resolvió caminar erguida. Decenas de milenios después, esa compulsión sigue intacta, en Uruguay… y en Japón.
Imagino una procesión de charrúas trepando al cerro de Montevideo con religiosa devoción, o a nuestros católicos de hoy escalando de rodillas el Cerro del Verdún. En mi caso personal, como agnóstico a rajacincha, una extraña sensación me invadió al enfrentarme a la tumba de Lussich, en la cumbre cercana a su casona del Arboreto. No me refiero al Mirador que todos conocen, sino al inesperado final de un sendero que se inicia del otro lado del camino que termina en la Playa de la Rinconada, al oeste de Punta Ballena. (http://viajes.elpais.com.uy/2018/02/08/la-tumba-de-lussich-un-lugar-magico/).
Tuve casa por ahí y deambulé en busca de esas cosas que de los ojos emigran hacia lo más profundo de tus pensamientos. Vi un portón abierto frente a la Casona, me metí sin que nadie me invitara, sugiriera o impidiera. Las raíces de los árboles plantados por don Antonio servían de escalones implantados entre las rocas. Subí y subí, hasta que del otro lado de la cumbre surgiera la península de Punta del Este, la isla Gorriti y en un día muy claro, seguramente también la isla de Lobos. El espectáculo me resultó tan sobrecogedor como debe haberlo sido para Arturo Lussich, forestador, armador, guerrero, literato, gaucho de inspiración croata, tipo admirable en muchos sentidos. Me arriesgo a suponer sin pruebas, que él pidió que allí lo enterraran. Pues allí está la lápida que protege su sueño acunado por la música del follaje, o sacudido por furiosos vendavales como aquellos que hicieron naufragar naves a las que Arturo brindó auxilio.
Inesperadamente quedé en blanco por un largo rato, como esperando que algo feérico y ancestral me invadiera. No ocurrió… o no estuve receptivo.
Algo parecido le debe haber ocurrido a Laura, una catalana casada con un madrileño y aclimatada a Londres… pero emocionalmente aquerenciada a Kioto, donde obtuvo un Máster en Estudios de Asia Oriental. Laura no nos cuenta su apellido, solo nos muestra una foto en bajísima resolución, razón por la cual no la puedo reproducir. Me siento identificado con ella, con la web Japonismo.com y con la manera de pensar el mundo que esta hermosa gente tiene. El 90% de este artículo es un homenaje a su post “Viajar a Miyajima, el monte Misén” (https://japonismo.com/blog/miyajima-monte-misen). Ya mismo te recomiendo suscribirte, para seguir los artículos que incorporan a tu correo. Salvadas las distancias, ella debió sentir en Misén, lo mismo que yo sentí en la cumbre de la cuchilla de la Ballena, en Punta del Este, entre árboles originarios de todos los puntos cardinales.
Los folletos turísticos te llevarán hasta el gran torii flotante del Santuario Itsukushima en la isla de Miyajima. Harás muy bien en conocer esto… pero harás muy mal si sales de allí disparado sin trepar al monte. Orográficamente no es la gran cosa, apenas 500 metros sobre el nivel del mar. Pero los senderos abiertos a tu curiosidad, te llevarán por un paisaje físico y espiritual reservado a gente como vos. Nos creemos más cancheros por no manifestarnos espirituales y un poco infantiles, pero somos contradictorios y poco convicentes con nuestro materialismo barato.
El monte Misen es especialmente importante para la secta Shingon del budismo japonés, nos cuenta Laura. Es que aquí se alojó Kobo Daishi (a veces también llamado Kukai), fundador de la secta Shingon y uno de los personajes religiosos más importantes de todo Japón. De hecho, la peregrinación de los 88 templos de Shikoku tiene que ver con este monje, por sólo citar un ejemplo.
Kobo Daishi visitó Miyajima en el año 806 durante su camino de vuelta a Kioto
tras una misión en China. Daishi fundó el salón Misen Hondo o salón principal del monte Misen, donde se alojó durante 100 días realizando una práctica de meditación asceta llamada “Gumonji”. Durante estos cien días, usó agua sagrada de otro pequeño salón cercano y realizó una ceremonia asceta del fuego quemando “goma-gi” con una llama que prendió en ese momento. Llama que se ha mantenido viva durante más de 1.200 años, llegando así hasta nuestros días, en el salón Reikado.
Existen dos maneras de subir al monte Misen explica Laura: a pie por una de las tres rutas de senderismo o en teleférico. Una de las maneras más típicas es subir en teleférico y bajar a pie por la ruta Daishoin. En caso de subir en teleférico hay que tener en cuenta que el teleférico del monte Misen nos acerca hasta los 433 metros de altitud; el resto de camino hasta la cima del monte hay que hacerlo a pie por un camino de escalones de piedra irregulares, aunque simplemente precioso. No hay posibilidad de hacer este último tramo de otra manera que no sea a pie.
Las siete maravillas del monte Misen
El camino hacia la cima del monte Misen está repleto de atractivos turísticos entre los que destacan las llamadas Siete maravillas del monte Misen, que nuestra cicerone enumera, tras advertir que hay árboles que ya no existen y también hay misteriosos sonidos “producidos por supuestos duendes del bosque”. Dejo la lista tal como ella la describe, convencido de que muchos ítems te parecerán sorprendentes y hasta inverosímiles… pero la autora y los visitantes japoneses que viajarán contigo, toman todo esto al pie de la letra, de idéntica manera en que muchas fieles de hoy le rezan a San Antonio para que les provea un novio que tenga empleo y si no es mucho pedir, que también sea lindo.
El Parque de la Paz en el lugar exacto donde cayó la bomba atómica en Hiroshima. Debajo, la llama eterna del salón Reikado calentando un agua que si tenés suficiente fe, puede curarte de cualquier cosa.
–Kiezu no Hi, la llama eterna del salón Reikado. Se ha mantenido viva durante más de 1.200 años. Además, esta llama se usó para prender la Llama de la Paz del Parque de la Paz de Hiroshima. (La Llama de la Paz se encendió en Hiroshima en 1964 y continuará encendida mientras haya una bomba atómica activa en algún lugar del mundo)
–El ciruelo Shakujo no Ume. Se dice que este ciruelo nació de un palo usado por Kobo Daishi durante sus cien días de prácticas ascetas en el monte Misen. Según parece, el ciruelo no florece durante los años de mala suerte.
– La roca Mandara-iwa . Situada detrás del salón Misen Hondo, esta gran roca tiene una inscripción hecha a mano en sánscrito e ilustraciones de Kobo Daishi. Actualmente el acceso está cerrado.
–La roca Kanman-iwa. Una roca con un agujero que indica cambios en el nivel del mar y las mareas. Sin embargo, al encontrarse a 500 metros sobre el nivel del mar, es normal preguntarse cómo llegó hasta allí o si el nivel del mar era tan alto en el pasado.
–Hyoshigi no Oto, el misterioso sonido de las fustas o tarrañuelas de madera. Cuenta la leyenda que este sonido, producido por un tengu o duende de nariz alargada típico del folclore japonés, se puede oír en la noche. Es por ello que hay una estatua de un tengu en el templo Daishoin.
–El cerezo Shigure-zakura. Cuenta la leyenda que el cerezo parecía estar lleno de rocío hasta en días calurosos y claros. Desafortunadamente, el árbol murió y ya no podemos verlo, pero hay menciones de él hasta en el periodo de Edo.
–El cedro Ryoto no Sugi. Cedro desde el que se podían ver luces misteriosas en la costa de Miyajima, especialmente en Año Nuevo. Desafortunadamente, el árbol murió y ya tan sólo podemos ver un trozo de su tronco.
Por el camino, al costado de los escalones, entre las rocas o recostado en las raíces de algún árbol, encontrarás unos muñequitos de atroz estética… aunque simpáticos. A algunos les pusieron sombreros diversos, a otros los vistieron, algunos más llevan lentes y muchos más portan baberos rojos. Estas estatuas son representaciones del bodhisattva Jizo Bosatsu, uno de los más queridos de Japón. ¿Qué significa bodhisattva? Es simplemente el nombre con que identifican al practicante budista que no se limita a creer, sino que está empeñado en llegar a la iluminación final, al estado de Buda. Todavía no lo consiguió, aparentemente, pero movido por la compasión, ayuda a los viajeros, a los niños y a las madres. Por eso los japoneses le tienen tanta simpatía que lo abrigan, lo disfrazan. No le busques lógica, esto es Fe en su veta más popular e irracional, no por eso menos respetable.
Podés comprar una de estas imágenes en los puestos que encontrarás por el camino, y si les vas a poner alguna ofrenda comestible, corresponde que también le lleves un babero… porque será un semi dios, pero no le gusta estar sucio. De hecho, a ningún japonés le gusta la suciedad, son frenéticos de la limpieza, de la laboriosidad y de la buena onda. Y antes de que te asome una sonrisita casi despectiva, te invito a que vayas a San Cono y veas las cosas que le ponen al pobre santo italiano.
Pero primero tenés que llegar. En caso de tomar el teleférico, tendremos que recorrer el parque Momijidani hasta la estación de Momijidani. Desde aquí tomaremos el de pequeñas cabinas (con capacidad para unas 8 personas) hasta la estación de Kayadani (10 minutos). En esta estación tendremos que cambiar a un teleférico con cabinas de mayor capacidad (para unas 30 personas cada una) hasta la estación de Shishiiwa (4 minutos). Las fotos te saldrán espectaculares. Shishiiwa es el final del trayecto y a partir de aquí, ya sólo se puede continuar a pie la subida. Así es como lo relata Laura, pues para mi desgracia yo no estuve allí.
En el edificio de la estación de Shishiiwa hay un salón mirador (en el segundo piso) y un café, aunque para estar a la altura de las circunstancias, deberías beber un té, y comprar unos dulces con forma de corazón y una tablilla de madera para escribir en ella tus promesas de amor… si es que fuiste en pareja. Cerca de la estación término de Shishiiwa, a 433 metros sobre el nivel del mar, hay un mirador con bonitas vistas del Mar Interior de Seto.
Desde aquí, podemos ver la isla de Konasamijima, anuncia Laura, explicando que en el pasado era un lugar de veraneo típico de la gente de Hiroshima. También veremos la isla de Ninoshima, famosa porque si es vista desde Hiroshima parece tener un pequeño monte Fuji; la isla de Atatajima, famosa por sus aguas ricas en pesca; la isla de Etajima, conocida por tener una academia naval que fue importantísima hasta la Segunda Guerra Mundial; la isla de Nomishima, conectada con la anterior y de gran importancia naval; la isla privada de Onasamijima, totalmente desierta y rodeada de granjas de ostras; la isla de Okurokamijima, conocida por ser la mayor isla no habitada del Mar interior de Seto; la isla Kokurokamijima, otra isla no habitada pero con ricas aguas para la pesca; la isla de Kurohashijima y la ciudad de Kure; la ciudad de Hiroshima y hasta las montañas de la isla de Shikoku en días claros.
Laura continúa con una descripción detallada de las cosas que encontrarás por el camino… pero me parece que tanta información solo es deseada por quienes tengan la suerte de hacer el viaje, en cuyo caso podrán acceder al blog y atiborrarse de datos. Pero hay algo que de ninguna manera omitiré, porque carezco de autoridad para desmentir lo que se asegura. En el salón Reikado está encendida esa llama a que hicimos referencia, que no es otra cosa que el fuego utilizado por Kobo Daishi para preparar su té y sus comidas. Por tanto, el agua que puedes beber o mojarte con ella, es sagrada y curativa.
Las tablillas que verás colgar de una pared, fueron colocadas por los enamorados. Otra semejante colección de tablillas verás en la estación del teleférico. Antes de la estación te encontrarás con una bifurcación a la derecha, abierta hacia un sendero que te permite bajar todo el monte a pie, opción mucho más descansada que subirlo. No te demores por el camino y trata de llegar cuanto antes a la antigua puerta Niomon, porque a los que se retrasan los duendes tengu les pueden hacer alguna travesura. Estarás a salvo luego de llegar al templo Daishoin, a una hora de distancia.
Así es como lo cuenta Laura y me atrevo a pensar que ni ella ni los japoneses más budistas, se creen todas estas cosas. Simplemente hacen como que las creen, tanto como quienes arrojan las tres monedas en la Fontana de Trevi o arroz sobre los recién casados, suponen que esas cosas aseguran retorno o felicidad. ¿Serías capaz de elaborar algún discurso para desmentir algo tan sencillo, entrañable y profundamente humano?
Hiroshima, siete lugares para visitar
Como te imaginarás, con los costos de Japón no se justifica llegar hasta aquí solo por esta experiencia. Pero un viaje a Japón no está completo si no incluye Hiroshima, ciudad desde la cual puede divisarse este cerro. No estuve en este lugar tan singular, pero visité Hiroshima y el Torii flotante del Santuario Itsukushima. Un torii es como una puerta que comunica nuestro espacio profano con el lugar sagrado. Nada menos. Y no te voy a hablar de Hiroshima y la bomba atómica porque sería insultar tu inteligencia y desperdiciar tu tiempo. Si querés consultar una buena fuente, te recomiendo lo de siempre, la muy injustamente denostada Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Hiroshima .
Guillermo Pérez Rossel