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Lo que faltaba, el Museo del Divorcio


Olinka y Draen se llevaban como la mona hasta que decidieron separarse y crearon un Museo.


Siguen divorciados, naturalmente, pero nunca hubo socios tan bien avenidos. Su museo está en Croacia de donde son oriundos, pero también realizan exposiciones itinerantes, una de las cuales llegó hasta Buenos Aires cuando al publicista del agua tónica Paso de los Toros, se le ocurrió utilizarlo para promover su campaña “Cortá con tanta dulzura” y presentó un segmento en el Centro Cultural Borges.
El artículo que reproducimos se publicó en La Nación, nuestro socio GDA, y no refiere a esa muestra ocasional, sino al museo matriz en Zagreb.
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Los creadores, a la izquierda, se llevan mejor que nunca, quizás porque están separados. Algunos visitantes, en cambio, van al museo como para desafiar a su futuro y renovar votos de una union que puede realmente ser eterna.
Todos están invitados a dejar un recuerdo de su ex….  Si existe un museo dedicado al amor, ¿por qué no uno dedicado a las relaciones rotas? Eso fue más o menos lo que pensaron los croatas Olinka Vitica, productora de cine, y Draen Grubii, escultor, cuando en 2003 terminaron un noviazgo de cuatro años. Pero después, en 2006, presentaron en Zagreb una colección con sus recuerdos y de otras parejas de amigos. La muestra tuvo tal éxito que en 2010 abrieron oficialmente, en un departamento alquilado de la capital croata, el Museo de las Relaciones Rotas. En 2011, el museo recibió el Premio Kenneth Hudson como el más innovador de Europa, por su «contribución a la reflexión sobre la fragilidad de las relaciones humanas, así como de las circunstancias políticas, económicas y culturales que las rodean».

La colección está formada por objetos donados por muchas personas que quisieron dejar atrás los recuerdos de sus ex. Entre ellos se exhibe, por ejemplo, un hacha con la que una mujer alemana rompió uno a uno los muebles de su pareja cuando éste la dejó por otra mujer. O un gnomo de jardín arrojado contra un auto en el momento de una separación tormentosa.
Otros más amigables son el vestido de novia que una mujer decidió donar después de haber firmado el divorcio, además de cartas, fotos, discos, llaves de departamento de un ex, un perfume medio vacío u ositos de peluche.


Más insólitos son una pierna ortopédica -símbolo de una historia de amor entre un herido de guerra y una enfermera-, un tarrito de plástico con las lágrimas que juntó un hombre abandonado, y unos zapatos blancos que una mujer obligaba a usar a su novio.
Cada objeto está acompañado de una detallada descripción de su historia. También hay un espacio interactivo para que la gente grabe sus confesiones en un ambiente íntimo, el confesionario .
Los fundadores aseguran que las sociedades formalizan determinadas situaciones como casamientos, funerales, cumpleaños, etcétera, pero carecen de un reconocimiento formal sobre el final de una relación amorosa, pese a lo impactante que suele ser.
Así, el museo brinda un espacio para explorar las historias que se ocultan tras los objetos cotidianos, al tiempo que ofrecen a sus dueños una manera de superar un colapso emocional a través de la creación..