Que no se te escape la tortuga
¡No tenés perdón! Si se te va la tortuga, ¿cómo vas a atrapar una novia/o?
Lo que te convendría es entrenarte en Barbados, si no te parece demasiado sacrificio. Y ya que estás, podrías navegar en un submarino, tomar sol en playas que parecen inventadas, andar en catamaranes, explorar cavernas y hasta comerte a la tortuga que se te escapó, paqueaprenda. También podrías ser más comprensivo contigo mismo, en cuyo caso, te doy argumentos al final de este artículo.
Pierre Dumas, enviado por El Nuevo Día de Puerto Rico (GDA) anduvo por Barbados y nos cuenta todo.
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En Barbados se puede abordar un submarino y explorar el arrecife de coral de las costas; también es posible perderse en los montes del interior para avistar monos verdes; explorar cuevas de estalactitas; asistir a un partido de cricket como en un campus inglés o simplemente conocer el lugar donde se destiló ron por primera vez en la historia. Los vuelos permiten pasar una semana entera, de sábado a sábado, el tiempo justo para disfrutar a pleno de un mundo tan pequeño como intenso.
Los nativos lo llaman “The bajan experience” en su idioma local, que nació del mestizaje del inglés y las lenguas africanas. El término “bajan” designa todo lo autóctono, desde la gente y su lengua hasta su cocina o estilo de vida. Los ingleses también llamaron a la isla “Little Britain”, o el diamante más brillante de su corona. Los primeros colonos llegaron a Barbados en 1627 y, a diferencia de la mayoría del Caribe, desde entonces el territorio nunca cambió de manos.
Aquellos primeros colonos eran ingleses pobres a quienes se les había prometido tierra a cambio de trabajo, para desmontar la selva tropical y preparar campos de cultivo. Sin embargo, pocos pudieron reclamar lo que les correspondía, diezmados a causa del clima y las enfermedades tropicales. Anthony Hunte, descendiente de uno de los pocos colonos originales, construyó un jardín abierto al turismo en las partes altas -con todas las reglas del ‘gardening’ inglés- y recuerda que sus antepasados llegaron aquí para trabajar en los campos de caña de azúcar, la principal actividad y fuente de riqueza hasta la era del turismo.
Era sin embargo una riqueza mal repartida, ya que -como en el resto de las Américas-Barbados recibió muchos esclavos durante los siglos XVII y XVIII. En 1684 había una proporción de tres esclavos africanos por cada inglés. Con el paso del tiempo la proporción se incrementó y hoy más del 90% de los barbadenses tienen orígenes africanos. La plantocracia, esa minoría blanca que formaba la aristocracia de las plantaciones de caña, prosperó hasta 1816 cuando una revuelta liderada por el esclavo Bussa llevó a la abolición de la esclavitud en 1834. La estatua de Bussa domina hoy una de las rotondas de mayor circulación del sur de la isla.
Como en cualquier tierra de impregnación británica, aquí se maneja a la izquierda y se cuenta en pies, pulgadas y millas. La independencia en 1966 no cambió para nada estas costumbres y mucho menos la afición de los isleños al cricket y al polo. Pero hay rasgos muy genuinos, muy ‘bajans’, como los que se pueden descubrir perdiéndose en la multitud de parejas un viernes o sábado por la noche en la playa de Oistins. Los campesinos vienen para bailar calipso de los años 50 y 60 mientras sus hijos se aglutinan un poco más lejos en torno de enormes parlantes que difunden rap, reggae y, por supuesto, los temas de la cantante pop Rihanna, la niña prodigio de la isla. No hay un isleño que no le tenga cariño y evoque una y otra vez esa noche de 2008, cuando ganó un Grammy y lo festejó diciendo: Barbados, we got one! La cantante es toda una embajadora para esta pequeña población que no supera los 300,000 habitantes.
Fachadas victorianas
A la medida del país, la capital se concentra alrededor del Careenage, el estuario de un pequeño río que sirvió de puerto y luego de dique de carenado de los barcos. Como en otras ciudades portuarias, los almacenes y hangares fueron reconvertidos al turismo, y hoy son tiendas y restaurantes rebosantes de actividad y colores. El Careenage es donde late el corazón mismo de Bridgetown, con sus dos puentes (de ahí el nombre), un arco que conmemora la independencia del país, un monumento al almirante Nelson (el infaltable toque inglés) y varios edificios públicos.
El paseo sigue por Broad Street, donde los edificios victorianos conservan su fachadas, pero fueron transformados en shoppings libres de impuestos. No hay que olvidar el pasaporte cuando se va de compras por el centro de Bridgetown, ya que los descuentos para turistas se realizan en el acto. Hay que entrenarse un poco, sin embargo, para leer los precios por partida triple: en dólar de Barbados, en dólar de Barbados sin impuestos y en dólares norteamericanos sin impuestos.
El souvenir más popular es el ron, por supuesto, aunque el color del agua que cada viajero se lleva grabado en la retina lo supera ampliamente. También hay que llevarse a casa una artesanía en forma de pez volador, premio consuelo para quienes no los hayan visto durante los paseos en barco a lo largo de las costas de la isla. Este pez figura en el logo oficial de Barbados, aunque bien podrían estar también las tortugas que abundan en las aguas de los arrecifes de coral y que se puede ver nadando cerca de las playas. También podría ser un pirata, en recuerdo al pasado de Barbados y su presente, ya que la isla sirvió de decorado para la seguidilla de películas de Disney, “Piratas del Caribe”.
Manuel de Casas, un venezolano que reside desde hace 16 años en Barbados y vive a la vez como traductor público y músico, lo resume recordando que Barbados es todo un mundo, chico, pero con tanto para ofrecer que siempre hay un buen motivo para volver.
A NADAR, QUE SE ESCAPA LA TORTUGA
En Florida, la Riviera Maya o Jamaica se puede nadar con delfines, una experiencia increíble. Igualmente increíble es nadar con tortugas en la costa de Barbados. Se sale en catamarán desde el puerto de Bridgetown para navegar a lo largo de la costa oeste, la más protegida de los vientos que soplan desde el Atlántico. En algún punto del recorrido, no lejos de la playa, el capitán detiene el barco e invita a sus pasajeros a tirarse al agua. Decenas de tortugas marinas esperan en busca de comida (aquí está el truco). Como las tortugas están ávidas por comer es recomendable no tratar de tocarlas, porque pueden llegar a mordisquear los dedos. Pero es toda una experiencia verlas nadar y rodear a los humanos, pasando entre las piernas, rozando los pies o deslizándose debajo de ellos. El barco provee chaleco flotante, máscara y snorkel. También el almuerzo a bordo, con platos típicos de la isla. Las tortugas marinas están protegidas en todo el área de Barbados y desde hace años su población está creciendo. De hecho se ven de varios tamaños cuando se nada con ellas.
Entre las numerosas empresas que ofrecen esta excursión embarcada, Tiami tiene sus catamaranes en el puerto de Bridgetown. El barco sale a las 10 y regresa a las 15. La salida cuesta US$ 90 por persona (media tarifa para menores de 12 años).
Más datos en www.funbarbados.com/Tours/tiami.cfm
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Para aquellos a los que realmente se les escapa la tortuga y solo porque parece que a algunos les gustan estas cosas.
Argumento UNO. Muchas tortugas son migratorias. Las podrás encerrar, pero durante las 24 horas procurarán continuar su camino. Vos no tendrás tanta paciencia como ellas y al final se te escapan … o se te mueren. ¡No encierres a una tortuga! De hecho, no encierres a nadie.
Argumento DOS. Si se te escapa porque no la alcanzás, no te sientas frustrado. Fijate que Aquiles, el de los pies ligeros, no le pudo ganar la carrera a la tortuga. De hecho la tortuga y Aquiles continúan corriendo hoy desde el siglo V antes de Cristo. Así lo aseguraba Zenón, apoyando la respetable teoría de Parménides de que el movimiento no existe, en cuyo caso este asunto de los viajes es una tontería. ¿Te parece un disparate? Ni lo digas para no pasar por inculto, mejor mirá: http://es.wikipedia.org/wiki/Paradojas_de_Zen%C3%B3n. ¡Mirá las cosas en que se entretenía la gente cuando no se habían inventado los reality shows!