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¿Qué te recuerda la Estación Central de Michigan?

Cualquier parecido con nuestra querida Estación Central, es pura coincidencia. Lo juro.

La nota original la escribí hace cinco años… hoy la reproduzco porque a diferencia de nuestra Estación Central, en la de Michigan ocurrió un milagro, o aseguran que está ocurriendo porque en estos tiempos, ni en los milagros puede creerse. Parece que Ford Motor Company tiene intención de comprar lo que queda de la estación como parte del rejuvenecimiento que está mostrando la ciudad. También la nuestra se sacude de la modorra con un concurso de ideas… pero debe ser el tercero o cuarto que ser hace…

Esto necesita una introducción previa a la reproducción de mi artículo original. Detroit colapsó a comienzos del siglo XXI. En los primeros diez años del milenio, la ciudad perdió 250.000 habitantes, cerraron industria y comercios y se llegó a una situación entre nosotros muy poco usual… o imposible: la ciudad se declaró en bancarrota. La causa era clara: los autos japoneses y hasta los europeos, eran más baratos y más codiciados que los autos estadounidenses. Y eso es algo que el capitalismo no perdona.

Curiosamente, es la industria automotriz la que intenta resucitar al gigante agobiado por la hipereficiencia japonesa… pero de la mano del auto eléctrico. Que lo consiga o que fracase, eso es otra cosa, pero una luz de esperanza brilla sobre las ruinas.

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Una foto reciente, de cuando prohibieron la entrada a un edificio donde comenzaban a ocurrir cosas que uno puede imaginar… y que allí también ocurren.

Ahora sí, mi nota de cinco años atrás, tan vigente ahora como entonces.

Aunque el abandono final resultó parecido, el comienzo fue completamente diferente. Además de la enorme diferencia que a la de Michigan no volverán los trenes y en la de acá hay una ciudadanía empeñada en que la Estación y los ferrocarriles recobren su actividad y su brillo. En Uruguay, además,  funcionó a la perfección la idea de una estación matriz pegada al puerto exportador-importador y comunicada con los principales centros poblados y de producción. De hecho, tan bien funcionó que pusieron estaciones en medio de la nada,  confiados en que inmediatamente se formaría una población en el entorno. Y fue lo que ocurrió.

La de Detroit fue un desastre a pocos años del comienzo: es quizá el mejor ejemplo de una mala decisión tomada en el peor momento y con los resultados más catastróficos. En lo que son muy parecidas es en que se acumulan ideas, una sobre otra, y no se encuentra la forma expeditiva de salvarlas de una atroz agonía. También hay una pequeña diferencia: mientras acá los opinólogos son académicos que nunca se pondrán de acuerdo, allá la empresa que compró el cadáver al parecer con la mejor intención, le pide a la gente de a pie que aporte ideas en la web http://www.talktothestation.com/.

Estuve revisando las “ideas” y lamentablemente, tampoco la gente de a pie tiene ideas suficientemente buenas; los académicos las tienen, lo malo es que pueden resultar horriblemente malas, que cuestan demasiado dinero, que afectan los intereses del transporte carretero, o simplemente, que las soluciones son de otros… y ya se sabe lo que se hace  con las ideas que no son propias.

Volvamos a Detroit, al asombroso y próspero Detroit de Henry Ford, que luego del incendio de la anterior terminal de ferrocarriles, construyó esta barbaridad de estación, la más alta del mundo y la inauguró en 1913, en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Autos y camiones se pueden llevar muy bien con los ferrocarriles, como se demuestra aún hoy en Estados Unidos y en Europa, por más que en Uruguay se lleven a las patadas. Aunque por ahí está la ONDA para recordarnos que también en materia de transportes y tradiciones, nada es eterno.

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No la construyeron en una zona céntrica de la ciudad, sino en un aledaño, cerca del puente Ambassador, a 1.200 metros del casco urbano. Tampoco es tan lejos y, además, un tranvía comunicaba las dos puntas. Tan buena era la solución, que cada día entraban o salían de la estación unos 200 convoyes ferroviarios. En los restaurantes se daban cita personajes como Herbert Hoover, Harry Truman, Franklin Rossevelt, Charlie Chaplin y Thomas A. Edison. En 1940 el movimiento había descendido, pero todavía se embarcaban o llegaban 4.000 personas y otras  3.000 personas trabajaban en las oficinas de la torre.

Los primeros síntomas de que algo andaba mal con esta estación, se observaron a partir del martes 29 de octubre de 1929, el “Martes Negro”, cuando tras el desplome de la bolsa de Nueva York condujo a Estados Unidos y al mundo, hacia la peor depresión económica de la historia. Lo cual pudo llevar a los gobiernos a tomar precauciones con los desbordes y maniobras del capital, cosa que no ocurrió, como lo comprobamos cada vez que la historia se repite. En los países donde sí se tomaron medidas tan radicales que suprimieron el capitalismo, les fue mucho peor. Así de complicada es la historia.

La disminución del tráfico no fue instantánea sino progresiva. Dice la Wikipedia, principal fuente de este artículo, que en 1956 los propietarios de la estación intentaron venderla en apenas cinco millones de dólares ¡y no hubo interesados!. Hubo un nuevo intento frustrado en 1963 y en 1967 los costos de mantenimiento eran  insoportables. El restaurante y las tiendas ya estaban cerradas, igual que gran parte de la gigantesca sala de espera. Para el movimiento que tenía, alcanzaban con dos taquillas y ya no había entrada especial para pasajeros, todos entraban y salían por la puerta de empleados.

Dice la misma fuente que las cosas empezaron a verse mejor para el edificio cuando Amtrak se hizo cargo del servicio de trenes de pasajeros de la nación en 1971. La sala de espera principal y la entrada se reabrieron en 1975 y un proyecto de renovación de u$s 1.250 millones se inició  en 1978. Pero fue otra ilusión:  seis años más tarde, el edificio fue vendido para un proyecto de centro de transporte que nunca se materializó.

El 6 de enero de 1988, el último tren Amtrak se alejó de la estación después de que se decidió cerrar el centro. Servicio de Amtrak continuó en una plataforma a varias millas de distancia en 1994. ¿También esto te hace acordar a nuestra Estación Central? Bueno, pero no es mi culpa.

La empresa Terminales Controlados Inc. adquirió la estación en 1996. Su empresa hermana, el Puente Internacional de Detroit Co es propietaria del cercano Puente Ambassadory ambas son parte de un grupo de empresas relacionadas con el transporte propiedad del multimillonario Manuel Moroun.  La Wikipedia también nos recuerda que la estación ha aparecido en varias películas, como “Transformers”, “The Island”, “Naqoyqatsi” y “Four Brothers” , entre otras.  Para sorpresa de todos, el Ayuntamiento de Detroit aprobó su demolición en 2009, pero un movimiento popular lo impidió,  alegando la Ley Nacional de Preservación Histórica de 1966, donde el edificio estaba incluido.

Y así estamos, como nuestra Estación Central, que sí, que no, que quién sabe, que dale que esperamos a que se deteriore un poco más o se nos llene de “okupas”, a nosotros… y a ellos también.

Ahora citamos casi textualmente a la Wikipedia, porque el asunto no da para más: “el edificio se compone de dos partes diferenciadas: la estación de tren en sí, y la torre de 18 pisos. La altura del techo es de 70 metros.  La torre fue originalmente diseñada para incluir un hotel, oficinas para la empresa ferroviaria, o una combinación de ambos. En realidad, la torre fue utilizada solamente para el espacio de oficina por el ferrocarril central de Michigan y los propietarios posteriores del edificio. La torre nunca fue completamente utilizada; los pisos superiores nunca fueron completamente amueblados.

La sala de espera en la planta principal fue se inspiró en una casa de baños romana, con paredes de mármol y techos abovedados. El edificio también alberga un gran salón adornado con columnas dóricas, en el cual estaban las ventanillas de venta de entradas, las tiendas y los restaurantes. Más allá de la galería estaba el vestíbulo, que tenía paredes de ladrillo y una gran claraboya de cobre. Desde aquí, los pasajeros caminaban por una rampa a las 11 plataformas de trenes.  Por debajo de las pistas y la construcción había una amplia zona para el equipaje y correo y oficinas.

Y bien, ¿qué piensan hacer en Michigan con su Estación Central? Si le encuentran la vuelta, capaz que la idea también sirve para la estación nuestra. Pero no les tengo buenas noticias. Le han dado vueltas  a un montón de iniciativas,  la mayoría de las cuales, claro está, apuesta a intalar un Casino que como sabemos, tampoco es una garantía de rentabilidad. Se puede poner un gran centro de convenciones, pero eso no soluciona la exigencia de que sea rentable o al menos autosuficiente. De momento, la ciudad de Detroit no necesita un Shopping de tamaño tan descomunal que podría demandar una inversión de 1.200 millones de dólares. refaccionarlo con ese propósito. La restauración tal cual, costaría entre 80 y 300 millones de dólares, pero ¿para qué?

Mientras tanto, y solo para que no continúe el deterioro, en 2011 la compañía propietaria comenzó a refaccionar  el techo y las ventanas. Desde junio de 2012 se restauró la electricidad en el vestíbulo principal y en algunas áreas donde se está trabajando.

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Muy bien, ¿y todo eso dónde termina? ¿Podrás creer que la esperanza está cifrada en las ideas que tiren los buenos vecinos de Detroit y los amantes del ferrocarril? Personalmente me parece una admirable demostración de confianza en la ciudadanía.

Pensala bien y animate a tirarles una idea en http://www.talktothestation.com/. Capaz que si te la aceptan, acá también resuelvan considerarla y al menos, iniciar otro gigantesco debate de final incierto.

Guillermo Pérez Rossel

en.wikipedia.org/wiki/Michigan_Central_Station

http://www.historicdetroit.org/building/michigan-central-station/

detroit.curbed.com/places/michigan-central-station

https://www.google.com.uy/search?q=michigan+central+station&sa=X&biw=931&bih=579&tbm=isch&tbo=u&source=univ&ei=OEbBU6WqOebI8wG33oCACw&ved=0CBkQsAQ