ir arriba
Uruguay

America del Sur

America del Norte y Central

Europa

Africa

Asia

Oceania

Destacado

Home » Portada El Pais, Uruguay

El mburucuyá, raro, rarísimo

Para empezar, sacate la expresión patriótica de la cara; es un poco desalentador, pero es la verdad, quevachaché.

El mburucuyá no es uruguayo para nada y tampoco es tan paraguayo-guaraní como su nombre podría indicarlo. Se conocen más de 500 variedades y en América está distribuido desde Estados Unidos a la Pampa,  gracias a que esta enredadera es una virtuosa de la adaptación. Nuestros mburucuyás de clima frío no tienen nada que ver con los del trópico.  Y tampoco es ahora tan americana, pues con su aura religiosa, su estética, sabor  y capacidad psicotrópica, fue exportada y se la está explotando industrialmente en muchos países.

Aparte de eso, ¿existe una flor tan linda y sofisticada como esta?

Mi amigo Alberto Lepra me aporta este sorprendente time lapse de su autoria

Imagen de previsualización de YouTube

¿Por donde empezar? Lo mejor es por el nombre. Nosotros la conocemos con su nombre guaranítico, pero los brasileños la hicieron famosa como Maracuyá. ¿Qué no tiene nada que ver una cosa con la otra? Pues sí, las variedades pueden ser tan diferentes que parecen otras plantas. Hasta mi querida Wikipedia la identifica con su nombre portugués, descartando “Mburucuyá” que en guaraní significa “Criadero de Insectos”.

Detengámonos acá. Tuve mi primer mburucuyá en Aguas Dulces, donde mi televisor apenas si capturaba brumosamente una estación que emitía programas insoportables. Me importaba un pepino; yo ensillaba el mate y tiraba la reposera frente al mburucuyá que en verano exhibe tanto sus últimas increíbles flores como sus primeras frutas, en lujuriosa abundancia.

Sonorizaban los mangangás rezongones, quejándose de la desleal competencia de las abejas y del revoloteo de los sabiás. Si hubieran podido argumentar, los mangangás podrían demostrar que esa flor es tan bella porque se curva adaptándose a la pelambre de sus espaldas: la naturaleza la adaptó para ellos, no para otros insectos.  La flor les ofrece su néctar y ellos en pago le transportan su polen. ¿Qué aportan las abejas? Ciertamente nos dejan la miel, pero al mburucuyá no lo ayudan en nada, atentan contra la sexualidad de la planta nativa.  Realmente: mburucuyás y mangangás son inseparables: el uno para el otro.

Los insectos hacían cola ante mi mburucuyá y no me dejaban tiempo para que lo dedicara al libro. A veces me quedaba con el termo en el aire, con el mate a medio cebar, para ver el intercambio de rezongos entre el mangangá y el picaflor. Porque los dos son muy malhumorados. A favor del mangangá debo decir que nunca se estrelló contra la ventana, como solía hacer el picaflor para espantar lo que creía un intruso.

Nunca vi tantos “San Antonios” juntos como en mi mburucuyá y tampoco vi tantas proezas circenses de los bichos peludos como entre sus hojas. Los verdes se paseaban orondos, los marrones de pelo largo, muy seguros comiendo el borde de las hojas y los otros más chiquitos y tímidos, se dejaban caer colgando de sus hilos de seda. Eran el festín de las hormigas coloradas que aguardaban pacientemente abajo. El chingolo y  la ratonera a esos no se le animaban. Acá y allá un ciempiés, un poco más a la derecha y sobre las hojas,  las hormigas locas transitando a toda velocidad en alguna tarea tan importante para ellas como indescifrable para nosotros.

Arrimándote bien, veías algunas hojas plegadas para albergar nidos andá a saber de qué bichito, sin contar a las mariposas acabadas de nacer frente a mis ojos.

¡Qué me venís con un televisor! Si ni siquiera me daba el tiempo para leer un capítulo antes que me dijeran “Che, y el asado ¿para cuándo?”

A la Wikipedia le perdono que la denomine Maracuyá, pero me dejó mal que no nombrara a Uruguay entre los países donde la planta es endémica. Te hablan de Nicaragua y Estados Unidos, te cuentan que se la cultiva en Hawaii, Australia y hasta en Uganda, pero solo mencionan al paisito como al pasar, cuando deben reconocer que tenemos variedades adaptadas al frío.

La Pasionaria. Capaz que vos la conocés como Pasionaria, que fue el nombre que le dio Carlos Linneo, el gran bautizador. De hecho científicamente se la reconoce como Passionaria (¡mirá si esos cogotudos iban a aceptar al guaraní!). Linneo era tan imaginativo que le vio forma de clavos a los tres pistilos que, sea cual sea la variedad, siempre exhibe la flor. De ahí a la imagen de Cristo clavado en la cruz, media mucha imaginacion o alucinación. Para mí que Linneo, o los misioneros jesuitas que le metieron la idea en la cabeza, estaban tomando demasiado infusión de flor de pasionaria. Fijate que en los pétalos de esa flor hasta veían a los apóstoles, que suman doce, pero para que les diera la cuenta  ellos descartaban  a Judas por mala conducta y a Pedro porque había fundado la Iglesia. En fin, no se conforma el que no quiere.

Porque con el mburucuyá tanto te preparás una falopa como una mermelada o un refresco tonificante. Ahora, tené en cuenta que la enredadera nuestra más común (parece que tenemos dos endémicas) no se presta para mucha cosa o todavía no hay quien se haya puesto a pensar cómo sacarle provecho. Para el tecito sí que sirve; te mandás uno y dormís como un angelito, además de que te tranquiliza las tripas cuando andás medio alborotado.

Dice la Wikipedia, que la pulpa, el jugo, las flores y el té de hojas, tienen un efecto relajante así que puede usarse como un sedante ligero o calmante para dolores musculares y hasta para el dolor de cabeza. En dosis normales (una o dos tazas al día) ayuda a conciliar el sueño y tiene efecto antiespasmódico. Al té lo recomiendan en el caso de espasmos bronquiales o intestinales de origen nervioso.

Pero no te andes medicando con yuyos sin consultar al médico, mirá que se han dado casos de intoxicación o perjuicio de la salud. La planta tiene varios alcaloides como el harmano y el Harmol, pero la flor de algunas variedades (incluyendo la uruguaya) tiene efectos alucinógenos y la fruta antes de su maduración puede resultar tóxica. Más allá de estas precauciones, el mburucuyá es la farmacia natural de insectos y aves: vos fijate lo que hacen los bichitos e imitá con cautela.

Algunas de las variedades en la geografía del mburucujá.

El mburucuyá en tu jardín. A pesar de que se adapta a cualquier clima, no es fácil reproducirlo ni encontrarle el lugar que le gusta. La Wikipedia asegura que puede alcanzar los 9 metros de longitud, pero yo en Aguas Dulces vi una tapera bastante grande totalmente cubierta por un gigantesco mburucuyá cuya trama de enredadera superaba largamente esa longitud. Los sarmientos o como se llamen, crecen a tal velocidad que de un día para el otro abrazan cualquier cosa que se les ponga al alcance, para que la planta crezca y crezca.

De esa tapera saqué una plantita crecida de manera silvestre y cuidadosamente la planté en un jardín donde tuve la suerte que creciera sin problemas. Pero en otras oportunidades no tuve resultado.

Con el tiempo tuve mi casa de veraneo en otro lado y en una feria me encontré una planta de un mburucuyá que no era nativa, con una flor muchísimo más grande y una hoja que para nada se parece a la enredadera habitual. Para empezar, los pétalos son completamente diferentes (aunque también suman 10, fenicia ella) y el color es mucho más llamativo. Es muy vistosa, aunque menos patriótica. La creí de clima tropical y sin demasiada esperanza la planté en el fondo. Para mi sorpresa creció de tal manera que todos los años la tengo que podar para que no lo invada todo.

Floreció desde el principio, pero tenía un problema erótico la pobre planta y no daba fruto. El problema consistía en que no había mangangás en la vuelta, así que la  planta se quedaba con un coito interruptus y entonces no daba frutos. Costó que los mangangás se adaptaran a la flor foránea, pero al fin lo hicieron y tuve frutos. Son duros como un membrillo, no encontré manera de aprovecharlos como no sea para apedrear  al gato de vecino que viene a tratar de comerme los horneros que acampan en el fondo. A diferencia del mburucuyá clásico de acá, ni los insectos ni los pájaros le dan pelota, así que la planta es lindísima pero no se merece la bichera acepción guaranítica.

Toda una industria. Hay dos o tres variedades que se cultivan de manera industrial para producir jugo, pulpa, licor, mermelada, miel, cáscara en almíbar y refrescos, sin contar con que la industria farmacéutica la utiliza en numerosos productos, fundamentalmente para combatir al insomnio.

Se lo usa hasta en esas ensaladas modernas, incluyendo la fruta para sorpresa de los comensales. También la flor puede usarse en ensaladas (aunque después los invitados se te duermen o alucinan). Dicen que la “pulpa puede utilizarse para la confección de mermeladas; es recomendable para este caso no desechar las semillas, pues su contenido de pectina ayuda a la gelificación del producto. La cáscara es también rica en pectina, pero no resulta necesaria si se emplean las semillas”.

El jugo resulta demasiado espeso, así que los combinan con jugo de naranja, yogur, leche o agua, con la particularidad de que es tan dulce que no necesita azúcar ni edulcorante. En Brasil se los vende embotellados, especificando que son ricos en calcio, hierro, fósforo y vitaminas A y C.

¿Qué más le podés pedir a una enredadera que podés tener hasta en tu balcón?

Fuentes de información e ilustraciones en baja resolución:

http://es.wikipedia.org/wiki/Passiflora_edulis

http://miuruguaytk.blogspot.com/2009/05/flora-uruguaya-mburucuya_28.html

http://floradeluruguay.blogspot.com/2009/10/mburucuya.html

 Guillermo Pérez Rossel