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El hornero

Tanto éxito tuvo un artículo que escribí sobre el Tero, que me puse a buscar material sobre este otro simpático pajarito.

Algunas de las cosas que encontré, no me gustaron. Por ejemplo se pone énfasis en que su canto no es la gran cosa, pero a todos los criticones los desafío a que encuentren otro pájaro que cante con tanta alegría y a dúo con su pareja. ¡Es un canto a la vida, al optimismo; es un salivazo al gato y al carancho, una demostración de que se puede ser feliz aunque el mundo no ayude! Primero sacude las alas y comienza, enseguida lo sigue su pareja, alternando como en un canon. Es cierto que no están como para un aria de Rossini, pero cuando los escuchás te inunda la naturaleza. O sos rotundamente sordo para lo que realmente importa.

No te pierdas este video realizado por Jimena de Freitas y Cristina Zárate, maestras contenidistas del Portal Ceibal, una de esas cosas que nos hacen sentir orgullosos de ser uruguayos. La canción es «Joao de Barro» de Paixao Cortes y Zé Bernardes, traducida por Washington Benavides e interpretada por Numa Moraes, con acompañamiento de Antonio Carlos Cunha en acordeón. Las imagenes del video, también reproducidas en este artículo, son de Daniel Carbajal Solsona, quien hizo un formidable seguimiento de la construcción de un nido de hornero.

La próxima vez que los oigas cantar, sentí el aroma del aire húmedo, la brisa fresca y el barro pronto para construir. Cuando se dan esas condiciones, el canto del  hornero es un himno a la alegría.

Después está el grito de alerta, avisando que llegó un benteveo o que anda una comadreja merodeando. Es un grito generoso, pues él ya vio la amenaza;  la advertencia es para el resto de los pájaros. Cuando el canta su alerta, se callan los chingolos y los  gorriones se escabullen entre la maleza.

La Wikipedia te informa que su nombre  científico es furnarius y que es un ave paseriforme, es decir, que tiene  forma de pájaro, miravó que novedad. Los hay en toda América del Sur, pero el furnarius rufus o hornero rojo es el más común en Uruguay y en Argentina, donde es su pájaro nacional. Están también el Leucopus paticlaro, el torridus castaño, el minor o chico, el cristatus o de copete y el cinnamomeus que se encuentra del otro lado de la cordillera, contra el Pacífico.

Y ni qué decir que en todo el mundo lo destacan por su casa extraordinaria, única en el mundo de los pájaros, inspiradora del rancho de barro y paja de nuestra campaña. Por la forma del nido es que en Argentina y Uruguay lo conocemos como hornero, en Brasil lo llaman Joao  de Barro, en muchos lugares lo conocen como Caserito, no tanto por su casa, como porque que le gusta compartir su hábitat con nosotros, los humanos. Seguramente no es que confíe en nuestra dañina especie, sino que peor le va en el monte con las víboras trepadoras.

Cierto que hay gente mala, pero también estamos los que adoramos a estos pajaritos. Y el que no me crea que se embrome. Hasta hace muy poco cortaba el pasto y una pareja de horneros me seguía casi entre las piernas; bastaba que fuera a la pieza de herramientas para que aparecieran a mi alrededor esperando la poda. El vecino decía que no era una cuestión de amistad, que simplemente con la cortadora de césped alborotaba a los gusanitos e insectos que para ellos eran su almuerzo fácil.

Puede ser, no te digo que no pues tiene muchísima lógica y además los veía en esos menesteres. Pero entonces explicame por qué esa misma parejita andaba a los saltitos entre mis pies cuando me tiraba a leer en la reposera sin andar alborotando bichitos pasteros. Y conste que no les leía en voz alta porque nunca supe qué clase de literatura disfrutaban. En otra casa que tuve, con fondo mucho más grande y salvaje, los horneros alternaban con las gallinetas que también se habían aquerenciado entre mis zapatillas. En fin, que me gustan los bichos y les gusto a los bichos, por si alguno no se había dado cuenta.

Esta parejita tenía el nido en un poste de electricidad en el frente de la casa y juraría que lo usaron dos veces, aunque los científicos aseguran que en lugar de aprovechar tanto trabajo, lo abandonan tras cada nidada de hasta cuatro huevos.  Si quieren les soplo otra teoría personal,  pero no la tomen por buena porque en esto soy payador completo: para mí que lo usan una vez porque se les llena de piojillos y otras alimañas que también disfrutan de una casa acogedora cuando apreta el frío y la lluvia.

Tampoco pude comprobar lo que se aseguraba cuando yo era niño: que la puerta siempre estaba enfrentada al norte, para disfrutar mejor del sol. En verdad, no vi ninguna puerta orientada al sur, pero vi muchos nidos que no estaban exactamente orientados al norte.  ¿Será que se les desacomodó alguna brújula interior como dicen que tienen algunos pájaros migratorios,  que la aseveración era una tontería o que el hornero también toma en consideración los vientos más frecuentes en ese justo lugar?

En fin, el hornero no es migratorio para nada. Por el contrario, es bien territorial y los llegás a ver en Montevideo con su lotecito familiar  en el jardincito de algún edificio de apartamentos, cuidando su granja de larvas.

Como dije, ponen cuatro huevos, pero jamás ví a una pareja de horneros deambulando con cuatro pichones. A lo sumo alimentan a dos… y a veces a ninguno, sino a un tordo sinvergüenza y pelotudo que en lugar de hacer su propio nido, aprovecha el esfuerzo de otros y zampa sus huevos entre los de sus víctimas. Como tiene pichones grandes, el cuervo desplaza a los horneritos y a cualquier otro pajarito cuyo nido haya invadido.

¡Tantas cosas se pueden decir de un pájaro que apenas pesa unos 54 gramos! Para empezar, son monógamos, lo cual en esta época es mucho decir. Y no solo monógamos, sino que comparten las tareas por igual, aunque el macho lleva la iniciativa en la construcción. Seguro que es la hembra la que resuelve dónde se construye, ya que la decisión a veces la agarra medio atravesada y se le ocurre hacerlo en medio del Monumento de la Armada en la Plaza Virgilio, arriba de un alambrado de púas o en los lugares que nosotros creemos más insólitos. Pero no tengas la imprudencia de creer que la hornera es caprichosa, seguro que escoge el lugar donde no llegan ni zorros ni comadrejas.

Algunas fuentes aseguran que hacen el nido en cuatro o cinco días, pero otras fuentes que parecen más creíbles hablan de unos quince días si cuentan con materia prima y clima adecuados. Pero en  tiempo seco les puede llevar hasta tres meses, pobres-pajaritos. El nido consta de una antesala y alcoba incubadora protegida del viento, la humedad y otras amenazas, tras un giro en espiral cuya ingeniería comparten con los caracoles. ¿Cómo diablos se les ocurrió semejante cosa tan eficiente?

Si lo hicieran únicamente de barro, les duraría solo hasta la próxima lluvia. Pero son más vivos que eso; mezclan el barro con pajitas, raicillas, estiércol de caballo que es más pringoso que el de vaca y crines, pelo de perro  o lo que sea y otras fibras que son su material preferido para alternar esa masa húmeda que también trabajan con su saliva. Alisan las paredes con el pico y con el pecho, y en el piso depositan pajitas y plumas para que sea más mullido. La tarea de construcción la comienza el macho, pero luego la hembra colabora con entusiasmo. Entre ambos acarrean hasta lo alto, entre 8 y 12 kilos de materiales.

La incubación lleva unos quince días y los pichones son alimentados en el nido durante otros veinticinco días. Luego salen a volar, y la pareja los continúa alimentando hasta que se bastan por sí mismos y aprenden a protegerse.

Ya saben que me pueden seguir por el fondo sin ningún riesgo y que si merodean junto a mis pies, ningún gato se les podrá acercar. Pavada de simbiosis nos mandamos. Ellos me retribuyen mirando de reojo, sacudiendo las alas sin cantar para no despertarme de la siesta y limpiando el césped de cuanto bichito dañiño encuentran. ¡Pero si parecen un perro guardián!

Lo malo de tanta familiaridad con un bicho que tiene que ser salvaje aunque ande a nuestro alrededor, es que se sienten tan confiados que se les ocurre espiar qué diablos es lo que hacemos adentro de nuestra casa, a la cual seguramente asignan rango de catedral.  Entonces, es tanta su confianza en nosotros, que no se contentan con mirar desde la puerta sino que se meten adentro y se esconden detrás de los sillones para que no los espantemos.

Pues bien, un domingo cuando volvíamos para Montevideo no tuve la precaución de recorrer toda la casa y me quedó un hornero adentro. No es que siempre hubiera uno, es que justo se le ocurrió entrar cuando estábamos saliendo. ¡Qué tristeza cuando volvimos y encontramos su cuerpito rígido tras un sofá!

Salí al fondo, saqué la máquina de cortar césped y miraba con la esperanza de ver a su compañero o compañera revoloteando como siempre. Pero no, estuve solo como seis meses, hasta que llegó la primavera y otra pareja me acompañó en la cortada. ¿Habría conseguido otra compañera? ¿Sería una pareja enteramente nueva? Nunca lo sabré, pero me mostraba tanta familiaridad como la pareja anterior.

En fin, no te me pongas triste vos también, mejor lee el precioso poema del argentino Leopoldo Lugones y quedate con esa imagen, porque el hornero es un bicho bien alegre.

La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
en la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.
En la sala, muy orondo,
el padre guarda la puerta,
con su camisa entreabierta
sobre su pecho redondo.
Elige como un artista
el gajo de un sauce añoso
o en el poste rumoroso
se vuelve telegrafista.
Allá, si el barro está blando,
canta su gozo sincero,
yo quisiera ser hornero
y hacer mi choza cantando.
Así le sale bien todo,
y así, en su honrado desvelo,
trabaja mirando al cielo
en el agua de su lodo
La trabaja en paja y barro,
lindamente la trabaja,
que en el barro y en la paja
es arquitecto bizarro
La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala.
en la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero.
Concluyó el hornero su horno
y con el ultimo toque
le deja áspero el revoque
contra frío y el bochorno.
Y cuando acaba jovial
de arreglarla a su deseo
le pone con un gorjeo
la vajilla de cristal.

Guillermo Pérez Rossel

http://www.oni.escuelas.edu.ar/2003/LA_PAMPA/362/El%20Hornero.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Furnarius_rufus

Sus depredadores y su alimento