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La nueva Estatua de la Libertad

Con un nuevo ascensor y su interminable escalera arreglada, la famosa estatua está reciclada a nuevo,  pero…

Más te vale que hagas tus preparativos con mucha anticipación, pues si bien la isla donde está ubicada y los primeros tramos siempre pueden visitarse, solo 240 privilegiados por día podrán subir hasta la corona y disfrutar una de las mejores vistas de Manhattan. Si esa es tu pretensión, harías bien en anotarte en www.statuecruises.com; y no olvides que siempre la podés sobrevolar en helicóptero, lo cual es otra experiencia inolvidable.

Si no te da el paño para viajar a Nueva York, ni para tomarte el trabajo de trepar o los helicópteros “te dan cosa”, tenés otra solución instantánea: ingresá a http://www.earthcam.com/usa/newyork/statueofliberty/ y disfrutá de las cinco nuevas cámaras en vivo para ver la ciudad encaramado en la vieja dama. Casualmente la foto que publicamos a continuación, es la captura de la imagen desde la corona en el momento en que estábamos editando.

La puesta al día llevó doce meses de trabajos y de  clausura al público, pues la formidable escultura  necesitaba un poco de tintorería en su verdoso ropaje, repasar alguna que otra soldadura y, muy especialmente, reparar  la interminable escalera de caracol de 154 peldaños traqueteada por centenares de miles de visitantes apretujados desde el día en que se inauguró, el 28 de octubre de 1886.  También se mejoró el ascenso mecánico, que ahora permite la llegada de personas en sillas de ruedas, aunque solo hasta la parte superior del pedestal. No es la primera vez que se cierra al público: después de la tragedia del 11 de setiembre del 2001, fue clausurada por cuatro años por temor a un ataque terrorista.

¿Habrá alguien capaz de atentar contra la libertad? Pues sí que los hay y a montones, no necesariamente terroristas islámicos; puede ser cualquier dictador y hasta cualquier portero de edificio al que se le sublimó la gorra.  De hecho, en las inmediaciones de la Estatua de la Libertad, en la isla Black Tom, se produjo en 1916 un atentado terrorista de una magnitud casi semejante a la del ataque a las Twin Towers.

A consecuencia de ese atentado, la Estatua perdió un brazo y sufrió severos daños en su vestimenta. La isla Black Tom contenía un polvorín y la explosión fue descomunal, de lo cual da cuenta el texto de este cartel exhibido a los visitantes: “El 30 de julio de 1916 el polvorín de Black Tom explotó, haciendo saltar la Bahía de Nueva York y sacudiendo a los habitantes de sus camas. El ruido de la explosión llegó hasta tan lejos como Maryland y Connecticut. En la Isla de Ellis hubo que evacuar a los aterrorizados inmigrantes a bordo de un ferry hasta la Batería. La metralla atravesó a la Estatua de la Libertad (el brazo de la estatua quedó cerrado a las visitas desde entonces). Se estima un daño a la propiedad de cerca de 20 millones de dólares. No se sabe cuántos murieron. ¿Porqué hubo esa explosión? ¿Fue un accidente o un plan? Según los historiadores, los alemanes sabotearon el polvorín de la Lehigh Valley para detener los envíos hacia Inglaterra, que había bloqueado a los alemanes en Europa. «Camina usted sobre un lugar que ha visto uno de los peores actos de terrorismo de toda la historia de América

Volvamos a los inicios, no creas que fué fácil para los franceses llevar adelante un proyecto en el cual se mezclaba la clásica competencia con Inglaterra y los temores por la vocación invasora de varios pueblos europeos. En ese momento histórico, Francia y Estados Unidos simbolizaban como pocos, el espíritu republicano y el ansia de libertad. Los franceses querían robustecer una alianza. Cuando en París ya se había iniciado el proyecto, Francia y Prusia entraron en guerra y fue Prusia la que recibió las simpatías norteamericanas mientras el imperio alemán se quedaba con el territorio de Alsacia-Lorena. En fin, la historia es capaz de transformar estas cosas en minucias, de manera que la idea siguió adelante.

La estatua fue obra de escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi, la estructura estuvo a cargo nada menos que de Gustave Eiffel y el monumental trabajo en cobre se le encomendó a Eugene Viollet-le-Duc. Habrá sido un obsequio de Francia, mejor dicho, de los franceses que lo costearon, pero tuvo su recompensa en marketing. Todas las grandes obras mundiales se le encomendaron a franceses, los reyes del hierro y del cobre como materiales de construcción.

El pretexto del regalo fue el primer centenario de la Independencia de los Estados Unidos y marcó el inicio de uno de los mayores atractivos de la ciudad. Aunque no ingreses a la estatua ni siquiera en los tramos para los que solo hay que hacer cola, el paseo de 20 minutos en uno de los trasbordadores de la compañía Statue Cruises es realmente maravilloso, con paradas en la isla donde se yergue la estatua y en Ellis Island, la antigua aduana de la ciudad, ahora sede del Museo de la Inmigración. Los barcos salen desde Battery Park en Manhattan y desde Liberty State Park en Nueva Jersey.

Si tenés la suerte de subir hasta la antorcha y sobrevienen vientos fuertes, que no te sorprenda una sensación de balanceo: la estatua efectivamente puede moverse hasta casi 13 centímetros. Más grave será el sacudón si llegas tarde: no olvides que esta atracción está disponible entre las 9 y las 17 horas, aunque en verano el horario se extiende un poco más.

Imagen de previsualización de YouTube

Y por encima de todo y de todas las ideologías, la Estatua de la Libertad es a esta altura bastante más que una construcción fantástica y un símbolo impresionante de las ansias de libertad.

Guillermo Pérez Rossel