Hartos de tanto aislamiento
No, no es otra crónica de nuestro monotemático virus y la forzada cuarentena. Es un aislamiento indeseable y una formidable historia de unos aldeanos que superaron la indolencia estatal gracias a su indoblegable voluntad.
Tampoco sabría decirte si este es un homenaje a la gente humilde que se da maña para salir adelante, una bofetada al estatismo inoperante o un alerta por lo poco confiable que es la información disponible en internet.
En todo caso, los campesinos nunca se lo plantearon. En su momento pidieron que el gobierno les hiciera un camino en la montaña hasta su pueblito aislado. Y luego esperaron y esperaron, hasta que 13 de los aldeanos decidieron que ya habían esperado el tiempo razonable y, sin tener la menor idea de cómo se hacía un túnel de montaña, se mandaron esta obra descomunal que hoy es un nuevo destino turístico, tanto por el túnel en sí mismo, como por la aldea cercana al cielo.
Si te interesa conocer gente con entereza, ciudadanos que no andan lloriqueando promesas electorales (en los países donde esto se puede) y vecinos tan dispuestos a la solidaridad que en uno o dos casos, ofrendaron sus vidas por el confort de su aldea; si te interesa todo esto, entonces te aconsejamos ahora mismo sacar pasaje para Guoliang.
Acá tenés la misma foto con un poco más de panorama, como para que valores el trabajo de los aldeanos y la audacia del conductor del autobús.
Tamb ién se puede recorrer a pie
De hecho no es ésta la única aldea montañesa donde sus vecinos se metieron de ingenieros y taladraron la montaña. Andá a saber si las águilas u otra ave llevaron el mensaje de cumbre en cumbre, y en poco tiempo los aldeanos de Taihang Kunshan y Xiyagou también hicieron sus túneles, los cuales casi podrían formar un circuito.
La verdad es que en Google encontrás abundantes fotografías sobre estos túneles, hasta el punto de que es poco menos que imposible saber cuál foto pertenece a cuál camino hacia cuál pueblo. De hecho, de no ser por un tal Rick Archer, el relato sería de una pobreza insoportable, Don Rick sugiere que los túneles podrían ser seis en lugar de tres. (Ver http://www.ssqq.com/archive/kunshan_xiyagou.htm).
Hay algo más: este artículo podría también ser un homenaje al desconcierto y a la desinformación que, aun con la mejor voluntad y el mayor rigor, pueden introducirse en un relato, pues los datos que uno compila desde internet se repiten de web en web, como el mensaje a García. Contra esto no está vacunado nadie, ni siquiera el respetable Rick, quien más abajo en ese mismo blog, muestra la evolución de la información que fue consiguiendo, comparada con los mails de voluntarios empeñados en corregir errores. ¿Te parece una formidable crítica contra internet? Entonces, no llegaste a leer las sucesivas correcciones de algo tan docto como la fue la Enciclopedia Británica, la cumbre de la rigurosidad, en un tiempo en que nadie desconfiaba de la palabra escrita… como si nunca hubieran oído hablar del juicio contra Giordano Bruno. En fin, si alguien estuvo por allí o tiene mejor información, sus correcciones serían muy bienvenidas.
Volvamos a los túneles, habrá tres o habrá seis, pero con uno nos alcanza para tener una idea aunque sea superficial sobre esto que eleva al nivel de bochorno universal, un hecho tan en las antípodas, (valga la redundancia) como el que cometen esos vecinos montevideanos al pintarrajear monumentos y destruir bienes colectivos, no queda claro si como protesta por algo o por imbéciles que son.
Y ahí tanés a la primorosa aldea, ¿cuánto apostarías a que el camino, el puente y algunas otras obras públicas, también son obra de los aldeanos en el correr de los años? Si yo fuera intendente, los invitaba a Montevideo, para darnos lecciones de vocación cívica a todos nosotros. Ojo que no estoy diciendo que el municipio cobre y no haga lo que le corresponde, aunque sea la costumbre.
Todo comenzó a unos 270 kilómetros de Beijing, en 1967,en la provincia de Henan y se supone que en la aldea de Guoliang, encaramada en las montañas de Taihang, llamadas “escalera al cielo”, porque los anteriores vecinos habían tallado escalones en la roca vertical para poder llegar hasta sus hogares. Los escalones se hacían resbaladizos con la niebla matinal y en ocasiones transcurrían semanas en las cuales el pueblo permanecía totalmente aislado. Cuando un anciano se enfermaba, no había solución posible, y nada de grandes dimensiones podía ser izado hasta la aldea.
Sería injusto adjudicar todo el mérito al jefe de la aldea Shen Mingxin, porque apenas lo propuso, trece de sus aldeanos aceptaron el desafío de construir el túnel. Y cuando alguno se precipitó al vacío, otro vino prestamente a cubrir la vacante. ¡Qué heroísmo y qué espíritu solidario! Tampoco es justo decir que las autoridades no hicieron nada por la aldea; en los videos se ve catelería, instalaciones eléctricas y seguramente algunas otras cosas, como educación y alguna policlínica… aunque en la literatura consultada nada de esto consta.
¿Porqué me sale duplicado este video? Son esos misterios insondables de internet. Traté de arreglar el asunto y lo único que logré fue borrar en dos ocasiones no uno, sino ambos videos. Disimulen, por favor.
Cinco años les llevó tallar el túnel y sobre cómo lo hicieron, muy poco aportan las fuentes en internet. Las montañas Taihang, explica Rick Archer, están salpicadas por pequeñas aldeas que sobreviven de sus cabras y de lo que consiguen cultivar en los valles ubicados a gran altura. El deshielo aporta agua a los cultivos a través de hermosísimos arroyos que se van abriendo camino hacia el rio Amarillo, ubicado a unos 50 kilómetros al sur.
Para trasladar las cosechas al mercado, había que practicar montañismo hasta los niveles donde era posible encaminar todo a lomo de mula.
El túnel no es largo, solo 1.200 metros, 30 “ventanales” (aireación) hacia los precipicios, 4 metros de ancho y 5 metros de alto, justito como para que pasen camiones, en la medida que no sean muy grandes. La cuestión era dar con la ingeniería justa para producir una senda con seguridad para el tráfico y con poco costo de mantenimiento, que se supone continúan brindando los vecinos. ¿O el gobierno habrá sido tan caradura de cobrar impuestos con una obra que les cayó de regalo por su absoluta inacción?
El 1 de mayo de 1977, el túnel fue abierto oficialmente al tráfico y pronto la aldea comenzó a recibir turismo internacional. Eran solo 300 habitantes acostumbrados a vivir sin energía eléctrica, sin teléfonos y casi sin asistencia desde el exterior. De pronto, una nueva fuente de ingresos se sumaba a su rudimentaria economía; las quejas por “invasión” se acallaron y, en cambio, nació una vocación de conservación de los mejores valores paisajísticos, arquitectónicos y folklóricos. El oficio de guía se sumó a la oferta laboral, junto con algunos servicios de comidas, complementando los ingresos de las familias. Para ellos, fue un resultado inesperado.
Entre tanta incoherencia, hay una web que hace un poco de historia y tras agregar el dato de que Guoliang se encuentra a 1,700 metros de altura, relata que lleva ese nombre en memoria de un líder campesino que se rebeló contra la miseria a que los había condenado la dinastía Han del oeste. El señor feudal persiguió a los aldeanos que se refugiaron en la montaña, transformándose en una aldea inexpugnable. Allí se arrinconaron con sus costumbres y entonces, su aislamiento se transformaría en voluntario. Lo cual sería una justificación bastante pobre para la falta de apoyo de gobiernos tan distantes de aquella revuelta feudal.
No es por eso que los visitantes japoneses (son muy pocos los occidentales) califiquen a este túnel como la Novena Maravilla del Mundo. Ahora, ¿están hablando de éste túnel o de los tres identificados por nuestro númen o de los seis que algunos dicen que existen? En lo que a mí respecta, es un dato menor. Lo lindo sería tener el dinero, la voluntad y la energía para ir por allí y más que admirar a los túneles y a los paisajes, rendirle culto a gente con tanta iniciativa y tanta capacidad como para hacer estas una, tres o seis “novenas maravillas”.
Y tres pueblos plenamente identificados, en todos los cuales hay familias dispuestas a brindar alojamiento y comidas rigurosamente preparadas con recetas ancestrales. Pocas veces se consigue WiFi, pero hay antena satelital y teléfonos fijos. El hijo de la familia que te acoge, te puede llevar hasta el valle (¿cuál de ellos? Ni idea) donde una cascada estalla ruidosamente sobre las piedras antes de formar un estanque ideal para refrescarse… a mediodía. No olvides que estás a 1.700 metros, de manera que aún en verano las noches son frías.
En fin, hasta da un poco de vergüenza firmar algo que no deja de ser una compilación del excelente trabajo que hizo don Rick Archer, pero corresponde hacerse responsable por todo esto. Así que ahí va la firma, con la recomendación de que busquen más información en http://www.ssqq.com/archive/kunshan_xiyagou.htm
Guillermo Pérez Rossel
Y de yapa, un poco más de como estos formidables aldeanos están transformado (sin deteriorar) el entorno de su pueblo, para que las cabras puedan descansar en paz y las espaldas de los ancianos no tengan que afanarse con el arado.