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Sclusivo Travel: Beijing

 Segunda nota de un intento de sinergia con un blog chic. Ya no se trata solo de viajar, sino de disfrutar de la elegancia exclusiva de ciertos lugares.
Y no crean que palabras como elegancia, exclusividad o gourmet se relacionan con alto costo. Por lo menos, no en todos los casos. Cynthia Valenti y Paula Giraldez conducen este sitio ( http://sclusivo.blogspot.com.br)   que presentan como «un reto a los lugares comunes». Paula es la autora del artículo que ofrecemos a continuación. Que lo disfruten.
Recientemente escribi una nota para The Planet People – Magazie Online sobre un viaje que hice a Beijing, China con mi marido. Un destino increible y cuentos divertidos:Beijing es una ciudad sorprendente y llena de contrastes. Capital de un país bajo régimen comunista, pero con tiendas extremamente lujosas y consumo desenfrenado. Cuna de una cultura milenaria, pero con rascacielos súper modernos. Pasados el jet leg y el asombro por estar literalmente del otro lado del planeta, disfrutar Beijing es fascinante.
Pero, que se puede contar sobre un viaje a Beijing? La idea no es simplemente recomendar paseos, hoteles, restaurantes y compras, si no compartir las experiencias que marcaron, que escapan al lugar común.
Como por ejemplo escapar de las típicas cadenas hoteleras internacionales y quedarse en alguno de los grandes hoteles chinos, frecuentados por altos miembros del Partido. Uno de los mejores es el Wangfujing Grand Hotel. El edificio es grandioso, de líneas rectas al estilo arquitectónicas de las construcciones socialistas, las habitaciones son grandes y cómodas aunque sin lujo ostentoso, los concierges aunque no sean fluidos en inglés se desdoblan en amabilidad. Además está ubicado en una movida zona comercial, en la avenida que lleva su mismo nombre, y muy cerca de la Ciudad Prohibida, visita obligada.
Para aprovechar mejor la visita a la Ciudad Prohibida lo mejor es dar buen uso al jet leg, despertar bien temprano y entrar a la primera hora para escaparse de la multitud de aproximadamente 50.000 personas que la visitan diariamente. Es una experiencia única caminar por esta Ciudad casi fantasma, imaginando cuántas vidas han recorrido sus laberintos, cuanta historia ha pasado allí. Elegí hacer el camino a la inversa y entrar por la Puerta de la Pureza Celestial, que da directamente a la parte privada del Palacio, la residencia oficial de la familia Imperial, a la cual solo accedía el círculo íntimo de la corte. La riqueza de los edificios, cuya importancia se señala por la cantidad de estatuillas en sus techos, representando el estatus social de su ocupante, y la belleza de los jardines son impresionantes, y contrasta con la aridez de las áreas comunes. La construcción de la Ciudad Prohibida, considerado el palacio imperial más grande del mundo, empezó en 1406, por órdenes del Emperador Yongle (tercero de la dinastía Ming), para trasladar la capital de Nankín a Beijing.
Saliendo por la entrada principal de la Ciudad Prohibida se alcanza la Plaza Tian’anmen. Es una gran explanada de dimensiones gigantescas y recorrer sus cuatro cantos lleva algún tiempo, pero vale la pena. La Plaza es el corazón de Beijing y la cercan edificios tan importantes como el Museo Nacional de Historia y de la Revolución y el Gran Palacio del Pueblo, sede de la Asamblea Popular Nacional.
Hablando en plazas, recorrer los varios parques de Beijing, es otro paseo imperdible. Los parques so muy bien cuidados y parecen salidos de un cuento. Dadas las pequeñas dimensiones de las moradas en los grandes centros, las plazas y parques son un espacio para desahogo y encuentro, en los cuales los pequineses practican diversas actividades, tales como tai chi, danza, canto y también la curiosa caligrafía con agua en el piso, que desaparece cuando se seca. Pero lo actividad más curiosa es sin duda ver los dueños que llevan a pasear sus canarios las jaulas, las dejan colgadas en los árboles, y se sientan a escuchar su canto.
Pero de las costumbres locales, quizás la más característica y que mucho me gustó fue el transporte en bicicleta. Pasados un par de días e ya ubicada en la ciudad, que en general es bien organizada y cuenta con amplias avenidas, me aventuré en bicicleta por la ciudad, como una auténtica pequinesa. La ciudad está totalmente adaptada a la bicicleta y por todos lados hay bicisendas, estacionamientos especiales y locales de alquiler. Pedalear por Beijing fue una experiencia sencilla y muy divertida.
Otras visitas y paseos imperdibles son el Templo del Cielo, la Colina del Carbón, recorrer los hutongs (zonas de casitas antiguas y callejuelas donde solo circulan los triciclos taxis) que rodean la Ciudad prohibida y la Torre del Tambor, y el Palacio de Verano.
Otra experiencia fascinante es pasar un par de noches en el Commune by the Great Wall, a una hora y media de Beijing. Con la Gran Muralla de la China en su backyard, el Commune es imperdible. El concepto fue creado por una joven emprendedora de Hong Kong, quien reunió a 12 de los mejores arquitectos asiáticos para crear distintas villas de impresionante estilo, cuyo conjunto de la obra ganó un premio en la Bienal de Venecia en 2002. El trofeo esta expuesto en el lobby del club house, al lado de otras tantas curiosas obras de arte. Hoy Kempinski maneja el hotel y es posible reservar una villa completa o una suite en algunas de las villas. Muchas tienen vista a la Gran Muralla. Los estilos de las villas son diversos, pero siempre modernos, minimalistas y de muy buen gusto. Con tal entorno, nada mas es necesario. Desde el hotel sale el sendero que lleva a la Gran Muralla, en un tramo privé, sin turistas, vendedores o espacios reciclados. Todo esta como estaba originalmente, algunas partes en ruinas, otras mejor conservadas. Lo increíble es poder caminar por aproximadamente 2 kilómetros de Gran Muralla absolutamente solos. Es una sensación única, difícil de explicar, imposible de olvidar. Los que después vayan a las entradas turísticas (dos de ellas, incluso la famosa Badaling, a tan solo pocos minutos de la entrada del hotel) entenderán. Después de volver de esta caminata, se puede disfrutar de tantos de los tratamientos en el fantástico Anantara Spa, tomar un té o un drink en el bar y saborear el mejor pato laqueado del área de Beijing en el restaurante del hotel.
Comer en Beijing es un capítulo especial y puede ser una verdadera aventura. Esto porque la cocina china que más conocemos en el occidente es la cantonesa (de la provincia de Cantón), mientras que la comida pequinesa, con influencias mongoles se caracteriza por sus frituras, sopas y sabores picantes, no muy conocidos para el occidental. Quizás el plato más conocido, y sin duda el más rico, es el pato laqueado, que se puede comer en el Beijing Quanjude Duck restaurant, con seis sucursales en la ciudad. Sin duda la experiencia más impresionante es la feria de comidas de la avenida Wonfunjing, adonde se puede encontrar espetos de escorpión, caballitos de mar, escarabajos, entre otros sabores exóticos.
Por otro lado Beijing últimamente ha visto un boom de restaurantes fashion dignos de los grandes centros cosmopolitas. Los puedes encontrar en la Ghost Street, en el barrio Sanlitun, zona de embajadas y de varios restaurantes de comidas fusion occidentales-orientales, como por ejemplo el Zone de Confort, de comida franco asiatica. Un secreto bien guardado es el Courtyard, con una espectacular vista de la Ciudad Prohibida, comida internacional con influencia asiática.
Para las compras hay opciones en los dos extremos: los sofisticados shoppings con las marcas más famosas del mundo y los mercados –como el Mercado de la Seda– con varios puestos que venden ropas, joyas, objetos típicos y de decoración, y adonde regatear es obligatorio y un divertido ejercicio.
Beijng, más que un destino exótico, es un lugar de descubrimientos, para visitar con el espíritu abierto al nuevo, al jamás visto y vivir experiencias únicas.