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El árbol del cielo

Así decidieron los tokiotas llamar a su torre de comunicaciones, la más alta del mundo. ¿A que no te sorprende que lo hayan logrado en el día exacto en que lo habían programado?

La inauguraron hace cinco años, en el 2012,  y todos lo recuerdan porque ese día hubo tanta lluvia que la torre no se veía desde la calle y tanto fue el viento que tuvieron que detener dos ascensores y dejar varados a 450 metros de altura a unos cuantos curiosos  que querían ser  los primeros en trepar hasta donde se pudiera en una construcción de 634 metros de altura. Porque los nipones no se cansan de sorprendernos y la naturaleza no para de maltratarlos como sea, pero no sabe con quiénes se está metiendo. A pura perseverancia y valentía, hasta ahora van derrotando a los elementos.

Por lo pronto esta torre que no es un alarde sino una necesidad de telecomunicaciones, fue construida con las más modernas técnicas para sobrellevar terremotos y lo más extraordinario desde el punto de vista financiero, es que la inversión inicial (unos sorprendentemente pocos 440 millones de dólares) se recupera con los servicios públicos que brindará la torre, en la cual se prevé un ritmo de visitantes de unas 8.000 personas cada día, cada una con su boletito y sus expectativas, pues hay unas cuantas cosas para hacer en las alturas.

Arriba se observa la amplitud del área de observación y abajo un entorno urbano inverosímil, con una especie de espermatozoide obeso encaramado en un edificio no menos absurdo. Nadie me sacará de la cabeza que los japoneses pusieron eso allí para recordarse a sí mismos que no son tan inteligentes como ellos y los demás suponen. Ahora, si preguntás, te dan decenas de explicaciones sesudas que no convencen a nadie.

El Libro Guinness ya la reconoció como la torre de comunicaciones más alta del mundo, superando a la Torre Cantón de China por 34 metros y no me sonrías sobradoramente pues esa dimensión es la que tiene un edificio de 10 pisos. El rascacielos Burj Jalifa de Dubai mide 828 metros de altura, pero aunque descomunal no es comparable, pues estamos hablando de torres de comunicación.

Sin apretujes y con el ordenado estilo nipón, los visitantes suben hasta las dos torres de observación, una ubicada a 350 metros de altura y otra a 450 metros. Entre ambas corren los dos ascensores que debieron detenerse por razones de seguridad en aquella inauguración, aunque solo por espacio de 30 minutos, hasta que los ingenieros concluyeran que aunque continuara ese viento y aunque fuera más fuerte todavía, toda la estructura resistiría sin ningún problema.

La torre es propiedad de un grupo económico liderado por Tobu Railway, que es una impresionante compañía ferroviaria y un grupo de seis emisoras de radio y televisión, las cuales armaron el alboroto necesario para generar una poderosa expectativa. Los canales necesitaban la torre, pero también la necesitaba Tokio, pues la ciudad no es el polo turístico que merece debido a los precios locales y a la mala prensa de los tsunamis y terremotos. Esta construcción es capaz de atraer viajeros no solo del exterior, sino del propio Japón, al cual le sobra gente con necesidad de recreación.

A decir verdad, la Torre de Tokio que funciona desde hace muchos años como repetidora de señales de radio y televisión, ya no interesaba demasiado a pesar de que es una réplica casi exacta de la Torre Eiffel. En la Wikipedia se asegura que la versión japonesa supera a la francesa: 332,6 para Tokio y 324 para la de París. Tuve oportunidad de ver y subir a ambas, y por más admiración que tenga por Japón, la clásica parisina  me pareció más imponente, quizás por su entorno enjardinado y libre de edificación.

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Tan ordenados que son y sin embargo, no pueden prever que alguien se les escape y se mande un salto mortal, de esos que denominan “bungee” y que consiste en saltar al vacío, solo para experimentar qué se siente al suicidarse. Eso fue lo que creyó el fotógrafo de un diario local cuando, al procesar fotografías que había tomado a la torre, descubrió en una de ellas un cuerpo que se precipitaba a tierra. Pero no era así, lo que por azar había fotografiado era un ensayo de lo que iba a ser otra atracción de la torre, sumada a sus restaurantes, centros comerciales y plataformas de observación.

Lo que descubrió el fotógrafo y la torre en su esplendor.

Este proyecto de muerte simulada  iba a estar disponible únicamente para personas que hayan pasado la prueba de un electrocardiograma, que tengan entre 18 y 45 años de edad y que pesen más de 40 kilos. Los cables de seguridad estarían construidos con una fibra de carbono desarrollada por la industria aeroespacial nipona y los saltadores tendrían un equipo de seguridad especial que incluye hasta airbags (como si a esa altura sirvieran de algo).

“Yo desafié a la muerte a 430 metros de altura en la Tokyo Sky Tree”, expresaría el diploma que le darán luego del salto, siempre que antes hubiera llenado un formulario expresando que exime a la firma de toda responsabilidad y que él o sus deudores, se conformarán con la cantidad que asigne el seguro de vida que incluye el boleto.

Pues bien, eso funcionó en la torre de Macau, pero en la de Tokio no sabemos lo que pasó, porque se suspendió o algo terrible disuadió a los directivos y nada ahora anuncia que ese salto sea posible. Me inclino a creer que la Torre no necesitaba más atractivos, pues aunque puede recibir hasta 14.000 visitantes por día, rara vez hay vacantes. Este año sumarán unos 16 millones de visitantes a la torre en sí en tanto que el centro comercial podría llegar a 160 millones ¡en apenas cinco años!

Por si querés saber qué se siente en un salto parecido al frustrado, acá tenés un video donde se ve a Yui Yokoyama, de 19 años, en el reto del salto bungee a 233 metros de altura en la torre de Macau. Tené en cuenta que en Tokio la altura es casi el doble.

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Si querés hacerte el camba, en lugar de llamarla Tokio Sky Tree, nombrala en japonés: 東京 スカイ ツリ. Pero la pronunciación corre por tu cuenta. Vivos como un rayo, los responsables del proyecto primero eligieron seis nombres posibles para la torre: Tokyo Edo Tower, Tokyo Sky Tree, Mirai Tree, Yumemi Yagura, Rising East Tower, y Rising Tower; pero no se decidieron por ninguno.

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Más que una torre funcional, se ha convertido en un divertido centro comercial.

La decisión corrió por cuenta del público en un concurso nacional que contribuyó a despertar la expectativa buscada y de esa manera el nombre oficial resultó el de El Árbol del Cielo.