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Barcelona

Los catalanes serán protestones, pero también ordenados y limpios. Además de todo lo demás.

Lo vio Guillermo Magnone en su segunda entrega, donde se sorprende por la higiene de una ciudad que tendrá un municipio que sabe cómo arremeter contra la suciedad, pero que corre con la ventaja de que Barcelona está llena de catalanes. Además de otras miradas remanentes de la inspiración de Ava Gardner, Guillermo recorre las sendas trilladas por el turismo para descubrirles alguna de esas facetas que nos interesan a los uruguayos… y seguro que también a los catalanes. Porque entre ellos y nosotros hay algo que quizás no depende del ADN, pero se aprecia en esa singular e irrepetible empatía. ¡Si hasta somos tan protestones como ellos; antítesis de la sumisión! Ahora, aunque seas uruguayo, no te pongas a discutir con un catalán porque casi siempre tienen razón y si no la tuvieran podría ser todavía sería peor.

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Visitar España y no darse una vuelta por la segunda ciudad más importante, después de Madrid, era un pecado imperdonable. Y ni lerdos ni perezosos nos tomamos un Vueling desde París, ya que desde Madrid nos habíamos ido a la capital francesa, y aterrizamos con una hora y pico de retraso en el aeropuerto de El Prat de la ciudad calatana. A los ansiosos les aconsejo que si utilizan estas líneas de bajo costo  (low coast), dejen sus nervios dentro de la maleta porque son comunes algunas demoras.

En El Prat nos esperaba un amigo uruguayo que vive allí, que no solo iba a guiarnos en la ciudad sino también a hospedarnos en su casa. Cabe señalar que el aeropuerto barcelonense es tan grande, que el avión nuestro estacionó en la última puerta, como a dos cuadras de la salida. Pero en vacaciones no hay prisa y tampoco derecho a quejarse.

De allí nos tomamos un autobús de los varios que prestan el servicio hacia el centro de la ciudad, muy cómodos y con lugar para colocar los equipajes. Nuestro amigo vive en la zona llamada L’Eixample (ensanche), que es el segundo distrito de la parte central de la ciudad y el más poblado de Barcelona y de toda España, caracterizada por tener edificios de cinco o seis pisos con terrazas. Es común que todas las esquinas terminen en ochavas lo que obliga al peatón a dar la vuelta cada esquina para poder cruzar hacia la otra vereda.

Nuestro recorrido por la ciudad comenzó a la mañana siguiente con una visita al templo de la aún en obras Sagrada Familia, que bien vale la pena recorrer y oblar los  12,50 euros que cuesta la entrada a la nave principal.

La manzana alrededor de la iglesia se encuentra poblada de ómnibus que transportan turistas de todas partes. Su interior es hermosísimo, iluminado por los múltiples vitrales de colores que tiñen los muros del templo. Allí se respira paz y respeto, más allá de las creencias religiosas de cada uno.

También es recomendable subir al Montjuic, elevación desde donde se divisa toda la ciudad y su costa, el puerto y la playa Barceloneta incluídos.

Al mismo puede subirse a través de un funicular que nos deposita a los pies de un castillo antiguo, que también puede visitarse.

De ahí decidimos descender caminando y pasamos por la Villa Olímpica y llegamos al  Museo Nacional de Arte de Cataluña donde en ese momento había una exposición de parte de la obra de Joaquín Torres García.

Luego de visitar la muestra, comenzamos a bajar las escalinatas donde se encuentran las famosas aguas danzantes al pie del Montjuic, todo un espectáculo que al atardecer comienza a deleitar al público que se agolpa a su alrededor.

Siguiendo por la avenida que desemboca en Plaza de España, y frente a ésta nos encontramos con el Shopping  Arenas, que no es más que una antigua plaza de toros, que fue techada y adaptada como centro comercial. El mirador en lo alto del edificio permite una vista panorámica de la ciudad. Cabe señalar que las corridas de toros han sido prohibidas en Cataluña a partir de enero del 2012.

Tomando la  Gran Vía de las Cortes Catalanas llegamos a la Plaza de a Universidad, y luego hacia la derecha, por la Ronda Universidad nos encontramos con Plaza Catalunya, donde por esos días también se encontraban acampando los “indignados” españoles protestando contra el gobierno.

De allí tomamos el Paseo de Gracia ya que no podíamos dejar de ver las famosas obras arquitectónicas del genial Gaudí, la Ametller, la Casa Batlló y la Casa Milá (conocida como “La Pedrera). En Paseo de Gracia tienen sus tiendas las principales y exclusivas marcas internacionales.

Ese día además nos tomamos un metro y nos acercamos al Parque Guel, cita obligada del visitante que gusta de la singular obra del artista catalán. Un mundo de gente recorría el parque y nos obligaba a andar a paso de tortuga por los jardines.

Hasta aquí habían vendedores africanos que ofrecían entre otros, imitaciones de carteras Louis Vuitton, anteojos, bijouterie, etc. A veces los veíamos envolver sus mercaderías en mantas cuando avizoraban que llegaba la policía. Sacrificada forma de ganarse el sustento.

Como una postal pintoresca, en una entrada de uno de los muros, encontramos un hombre sentado ejecutando una flauta, rodeado de perros en trance. Todo un espectáculo ver a los animales entrelazados y abrazados entre sí,  y como narcotizados.

Al otro día, y como el tiempo ya lo permitía, enfilamos hacia la plaza la Barceloneta, metro mediante, con su emblemático Hotel Vela de un lado y el edificio con forma de pez en el otro extremo.

En el medio una playa atiborrada de gente, con sus correspondientes duchas y baños y una serie de barcitos en toda su longitud, que ofrecían mojitos, cañas y sangrías.

Las veredas extremadamente anchas y con mucho cemento, motivo de queja de los concurrentes a la costa, ya que contribuye a recalentar el ambiente los días de mucho calor. Como ven, nada es perfecto.

Una de las últimas recorridas fue por el casco antiguo de Barcelona, con sus edificios parecidos a otras zonas antiguas de España, con calles estrechas e innumerables balcones.

Un lugar recomendable para visitar en esta zona de la ciudad es el Mercat La Boquería,         comparable con el Mercado Agrícola o el de la Abundancia, pero que ocupa como cuatro manzanas y donde se ofrecen todo tipo de productos alimenticios.

Dato a tener en cuenta:

- Tanto en Barcelona como en otras ciudades de España que visitamos, los precios de la  comida en restaurantes son similares a los de Montevideo. Se puede almorzar o cenar desde 8 euros a 15, con entrada, plato principal, postre y bebida.

- Un reconocimiento al ordenamiento del tránsito, al sistema de transporte público (caro pero eficiente),  a la iluminación y limpieza de la ciudad. En cada cuadra hay 3 grandes contenedores de plástico de distinto color, según el tipo de residuo que se tire,  que son recogidos por 3 distintos camiones, varias veces al día. ¡Con razón tanta limpieza!

Guillermo Magnone Arias