Viaje en ferrocarril hacia la hombría
Alberto Moroy engancha un vagón más en la «saga del ferrocarril». AFE daba hasta para salir de la adolescencia.
Por ahí ( http://viajes.elpais.com.uy/?p=6288) está el artículo del editor sobre el barrio Peñarol y ahora tenemos un recuerdo extraordinario del amigo Alberto Moroy, a quien no conocemos personalmente. Queda claro que él es de alguna generación más reciente, pues el editor conoció al ferrocarril en sus años dorados, con mozos de guante blanco en el vagón restaurante del ¡convoy a Punta del Este! y vagones de segunda clase tan nuevitos que la cobertura de mimbre todavía despedía fragancia inolvidable. Ahora Moroy nos ubica en aquella adolescencia que no sabía lo que era la pasta base y el mate amargo todavía no había educado su garguero. Antes de que te pongas a juzgar a las actuales generaciones, tené en cuenta que fuimos los veteranos de hoy, los que les heredamos este inquietante presente.
Posiblemente muchos de ustedes no hayan viajado en los trenes de AFE (Administracion de ferrocarriles del Estado). Los servicios de pasajeros están suspendidos desde el año 1988 , salvo un viaje de 20 minutos a la estación Peñarol y algunas líneas de corto recorrido e incierto itinerario. Viajar 20 años antes era ya una pesadilla y para describirlo nada mejor que este relato de un viaje a Rivera, donde ademas podrán «ver» los usos y costumbres de aquella época.
En la década del 60 los adolescentes no padecíamos del síndrome de Peter Pan (adultos que se comportan como niños), mas bien éramos lo contrario, ya sea por padres permisivos, o porque la sociedad era otra. Salir a cazar en Semana de Turismo, con un rifle 22 y apenas 14 años era posible, tambien viajar de Carrasco al centro en el 105, con el mismo en una funda hasta la estación central Artigas, para luego tomar el tren a Rivera a vivir «de la caza y la pesca» porque solo teníamos el pasaje y algunos pesos por las dudas. Las opciones para viajar al interior fuera del automóvil eran dos, en el ONDA (Organización Nacional de Autobuses), que tenia como logotipo un galgo o el tren de AFE. Nuestro destino era un campo en el Depto. de Rivera y optamos por hacerlo en tren ¡dieciséis horas de viaje para recorrer los 560 km! Hoy parece de locos, da una velocidad promedio de 54 km., seguramente ONDA demoraría menos de la mitad, pero también era más caro.
Partimos bien temprano por la mañana de la estación Central José Artigas (Montevideo), del anden Nº 5 donde estaba nuestro tren. Salvo la locomotora, el vagón de pasajeros parecía sacado de las películas del Far west (seguramente marca Pullman del año 1917). Adentro tenia asientos en terciopelo color violeta totalmente raídos, en el techo luminarias con tulipas al estilo francés, los asientos abollados parecían que en cualquier momento se le escaparían los resortes, el piso se veía como que no habia sido limpiado en varios viajes y el baño inhibía hasta al mas apurado.
La salida de Montevideo era insufrible, a paso de tortuga recorría una y otra estación. Ya en las afueras un Ford A de color naranja de UTE, calzado con ruedas de ferrocarril nos pasaba “zumbando”, pegado a nuestra ventana, era la primera vez que veía uno con ruedas de ferrocarril.
estación Central José Artigas (Montevideo), / Acceso al anden
Recorrimos al menos 15 estaciones hasta llegar a Tacuarembo. Ya entrada la tarde estábamos cerca de nuestro destino, que en realidad era una parada con escalones de madera en la mitad del campo (posiblemente estación Brigadas civiles de Rivera). A la distancia un mezcla de sulky y carro verdulero venia como que se lo traía el viento, era el primo de mi amigo, más uruguayo que “Lindor Covas”, un poco mayor que nosotros, aunque bastante mas formal.
Locomotora y Vagón de época
Caímos justo en la rueda matera, enseguida nos alcanzaron un banquito y un mate; al rato una damajuana de caña brasilera de ¡diez litros! con un vaso que giraba en sentido contrario al mate, mas tarde entraba en el ruedo una generosa bolsa de tabaco y papel para armar. Todo esto con 13 años y acostumbrado a que tomar malta «Paysandú», era demasiado fuerte, peor aun era tomar mate, cuando a la mayoría de nuestros vecinos les faltaba «medio comedor». Por ese entonces nuestro consuelo era que el trago de caña “mataba todos los bichos». Al día siguiente partimos para la estancia «La Escondida», cinco leguas a caballo entre las sierras, vadeando algún arroyo con el agua hasta las verijas, matizado por caminos de cornisa, que nos llevaron gran parte del dia. Por suerte los caballos eran querendones y hacían todo el trabajo.
Papel para armar cigarrillos / encendedor austriaco Carusita /cachaça /estación Brigadas civiles de Rivera / estación Tambores Tacuarembo
Durante el viaje notábamos que a nuestro afintrion que vivia solo y apenas tenia 16 años, lo saludaban en forma reverente, este hecho me llamo la atención. Más tarde me entere que hacia unos meses , habia sentido ruidos, vivia solo, salio con su 38 y disparo para donde creia haberlos escuchado, al dia siguiente se encuentra con un hombre de color, caído en el cerco del campo vecino. Tenia un balazo en la cara, todavía estaba con vida, la distancia del disparo fue de 40 metros, casualidad o no nuestro amigo fue preso por unos meses. El hombre creo recordar que falleció, era un conocido cuatrero de la zona de frontera, luego asociamos la simpatía y reverencia de los vecinos con este hecho que parecía de la sección “ Crease o no» de Rypley.
Para bañarse solo había con agua de aljibe que estaba helada. La comida era capón a toda hora, el pan era galleta de campo de ¡5 meses!, dura como piedra. Para cortarla habia que «entrarle» con el cuchillo y hacerle jueguito hasta que aflojara. Visitamos una quebrada cuyo nombre no recuerdo, solo sé que por ese entonces la conocían solo los vecinos. Tenia un entorno paradisíaco y su pileta natural donde una pequeña cascada hacia de ducha (posiblemente esta cerca de la posada de Lunarejo). Para bajar parecíamos como Tarzan, nos colgábamos de donde podíamos; adentro parecía un viaje al Parque Jurasico.
Chorro de agua y quebrada de Lambaré.
Despues de pasar unos dias volvimos al campo principal y nos hicimos una escapada a la ciudad de Rivera, para eso tomamos un tren al estilo del “lejano Oeste”, parecía mas angosto que los demás, sus asientos eran de madera. Vimos a varios pasajeros con revólver y canana a la cintura. Me recordaba a mi infancia, solo que estos no eran de juguete.
Estando en la plaza principal de Santa Ana do Livramento recordé lo que me habia sucedido unos años antes, cuando en un visita con mis padres (8 años), me dejaron jugando en la plaza, en la que habia un globo de gas gigante, atado a cuatro columnas de alumbrado, donde unos lustra zapatos se colgaban elevándose como 4 metros, hasta que sus compañeros lo bajaban tirando de las cuerdas. Me invitaron a jugar y me elevé algunos metros, pero de pronto todos desparecieron dejándome colgado y a los gritos, por suerteno demoraron en rescatgarme.
Lo mas notable de este viaje a Rivera fue el regreso al campo . Habíamos conseguido asiento pegado a la ventana, en ese tren con bancos de madera. Para eso estuvimos un buen rato antes en la estación: habia gente cargada con bolsas de todos los colores, las más de azúcar y yerba, otras con botellas y damajuanas que desconocíamos su contenido; el tren se llenó. Poco a poco ganaba velocidad (40 Km/hora) hasta que a los pocos minutos aminoró la marcha y toda esta gente que estaba parada se abalanzo sobre las ventanillas, abriéndolas intempestivamente. Abajo había «un malon» de cargadores; los bultos pasaban a centímetros de nuestras narices, mi amigo y yo mirábamos azorados, los de abajo atajaban de todas formas, aunque “la pelota” pesase 50 Kg.; algunas mujeres salían corriendo con bolsas de azúcar en la cabezay los que tenían carretilla andaban como hormigas los días de lluvia. Este frenesí duro no mas de dos o tres minutos, hasta que sonó el silbato y nuevamente el tren aceleró.
Paul Lefèvre, poeta y dramaturgo francés decia “Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza» , ese dia es hoy.