Todos van a Notre Dame… y no los culpo. Pero a 250 metros hay como una maqueta de ese impresionante monumento a la Fe. Es más chico, es una esencia.

Podría tratar de entusiasmarte con su antigüedad, sus impresionantes vitreaux, su arquitectura medieval algo heterodoxa, con una elegantísima columna que desafía todos los estilos, con su campanario donde aún tañen las más añejas de París o de cómo se salvó milagrosamente durante las guerras mundiales. Pero no, por encima de todo eso, lo que a mí que soy escéptico compulsivo me conmovió hasta las lágrimas, fueron los mensajes que leí uno por uno, colgados en una gigantesca cartelera.

¡Quiera Algo que esa cartelera todavía exista! Nadie pedía nada, eran los fieles los que se ofrecían: “tengo dos horas los martes, jueves y sábados. Puedo cuidar personas mayores o enfermos y hacerles las tareas domésticas”, “soy maestro jubilado, puedo ayudar con las tareas domiciliarias”, “tengo auto, cabe silla de ruedas, puedo llevar pacientes al médico”. Y muchos más, de ese estilo. En el rato que estuve, vi gente colgando y otros que se llevaba alguno de esos papelitos. Si eso no es cristianismo del que importa, entonces yo nunca entendí nada. ¿O vos te creés que comulgando el domingo quedaste pronto para salir a pecar el lunes?

A la entrada, un cartel daba la bienvenida a los turistas al tiempo que les pedía silencio y respeto para los que habían venido a orar. Lo estaba leyendo cuando desde el fondo escuché los ecos de un coro juvenil ensayando; los parroquianos te miraban y sonreían con simpatía. Fue una de las veces en que mi escepticismo se tambaleó. ¿Pudo tener que ver el escenario? Y si… esa es una de las razones de que las iglesias sean como son. Te invito a que ingreses a su web oficial (http://www.saint-severin.com), donde no encontré referencia a los cartelitos… pero me encantó la agenda de actividades.

Ni te explico que esta experiencia casi alucinante solo la podrás disfrutar cuando termine la maldita pandemia… pero antes, intentaremos reproducirte cómo será tu oportunidad presencial, como se dice ahora.

Hablemos un poco de San Severin y comencemos por la canción, ya que andamos con reflexiones religiosas. “San Severin del monte/ San Severin cortés/ahora que soy cristiano/aquí me hincaré”. ¡Pero cómo!, ¿estábamos ante un flamante converso? No sería de extrañar que la canción y juego infantil refiera a otro San Severin. Y acá viene el otro lío, porque San Severín hay varios, incluyendo uno muy notorio en Austria y Hungría. El de acá, el del Barrio Latino donde ya no vive ninguna Papusa conquistable por un argentino de gacho gris, era un ermitaño que venía diariamente a orar en este lugar, cobrando fama de hombre santo y generoso.
De manera que cuando el príncipe merovingio Clodaldo huyó de su feudo para salvar su vida, buscó consuelo en el monje que desde ese momento fue su confesor y su guía espiritual. Cuando San Severin murió en 1540, Clodaldo edificó un pequeño templo, sólido pero en nada parecido al actual. Ahora, resulta que Clodaldo (no Severin) no era cristiano hasta su conversión, y entonces el juego infantil podría nuevamente estar justificado. ¿No me digas que estas cosas no son apasionantes? Mirá el link al final.

La vieja basílica del siglo VI fue completamente destruida por los vikingos y en el mismo lugar edificaron esta otra imponente construcción, varias veces modificada pero siempre preservando sus principales características. Aunque no te importe la arquitectura, la historia, la religión, el arte y todas esas cosas (¡¿qué estás haciendo en París?!), harías bien en arrimarte a esta iglesia aunque más no sea para disfrutar del Barrio Latino.

Saint Severin es el meollo del barrio y está sobre la callecita de su mismo nombre que no llega a doscientos metros de largo. En uno de sus extremos está la Rue du Petit Pont, a escasos 50 metros de la iglesia. El Petit Pont cruza el Sena y te deposita bien cerca de Notre Dame. No tenés como perderte y además, te muestro un mapa.

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No vas a poder creer lo bien que suenan las tres campanas de San Severin. Si te es posible andá un domingo de mañana que es cuando convocan a misa, sobre las 11.00.
Antes de arrimarte mucho, contemplá la torre. Adentro están las campanas, fabricadas en 1412. Desde ese entonces hasta hoy, cantan las horas y llaman a misa sin desgaste aparente, ¡así se hacían las cosas en el Medioevo! Aun considerando solo el templo reconstruido, San Severin es la iglesia más antigua de París, junto con la Basílica de Saint Germain des Pres, mirá lo que te digo.

¿Ya miraste las gárgolas? Son anteriores a las de Notre Dame, pero no son las primeras gárgolas del mundo cristiano con esa forma tan particular, como demonios huyendo del templo de Dios. Nunca fue una de las iglesias principales de París, pero tuvo el raro privilegio de que a sus puertas se reunían los tribunales que juzgaban a los reos de la ciudad; dicen que alguno de ellos tuvo la suerte de ser absuelto “milagrosamente”, San Severin mediante.

También allí está la imagen en bajo relieve de Saint Martín de Tours, eternamente montado a caballo. Con ese nombre y ese caballo, no es de extrañar que se lo considerara como el santo protector de los viajeros. Aún hoy hay quienes van a orar a San Severin antes de un viaje, solo para encomendarse al santo. Vos que sos viajero, podrías aprovechar.

La construcción es un acabado ejemplo de arquitectura gótica y exhibe maravillosos vitrales de los siglos XV y XVI, algunos de los cuales fueron retirados para preservarlos de los daños de la guerra. A mediados del siglo pasado se consideró que el interior de la iglesia era excesivamente oscuro, de manera que le encomendaron al vidrierista Jean Bazaina unos vitrales que entre 1964 y 1969 comenzaron a iluminar y colorear el interior desde detrás del altar, representando a los Siete Sacramentos. Te exoneramos de 50 años de Purgatorio si encontrás la conexión de los vitrales con los Sacramentos, así es el arte no figurativo.

Los tres primeros tramos de la nave son originales del siglo XIII, los posteriores son del siglo XV. En realidad estamos hablando de un conjunto, integrado por la iglesia propiamente dicha, la casa parroquial-rectoría, la plaza “André Lefebvre” y un hermoso claustro delimitado por las calles de los Sacerdotes, el Parcheminerie, la Rue Saint Jacques y la Rue Saint Severin.

Todos los visitantes se detienen para admirar el pilar central del ambulatorio, una elegante talla en espiral que se coló en el gótico tardío que marcó la reforma ordenada en 1489 por el arcipreste Guillaume d’Estouteville. La iglesia había sido gravemente dañada por un incendio intencional durante la Guerra de los Cien Años. Mi tocayo Guillaume aprovechó para ampliar la construcción y dejar espacio para pequeñas capillas a lo largo de los pasillos exteriores. Desde esas reformas la iglesia mantiene su estilo, aunque en 1643 se le agregó una segunda sacristía, en 1673 se creó la Capilla de la Comunión y en 1684 se revistieron de mármol las columnas del ábside. Las gárgolas y los elegantes arbotantes que le dan la semejanza con Notre Dame (o más bien al revés) son elementos distintivos del gótico, lo mismo que el impresionante rosetón por encima de la entrada oeste.

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En otras palabras, una visita a San Severin es una aventura que trasciende a la propia iglesia, debido al barrio y debido muy especialmente a la callecita, que tiene un charme absolutamente particular. Si le preguntás a un parisino, puede que no te la recomiende, porque está repleta de extranjeros. Es cierto, no importa el idioma que hables, en San Severin siempre habrá alguien que te entienda.

Mirá las fotos y muy especialmente mirá el video que te muestra un entorno adorable, repleto de comercios, restaurantes, hoteles y hotelitos y lugares donde comprar esos recuerditos que después no sabés donde meter. ¿Te puedo pedir algo? Ahí va, estás en París, no vayas a pedir una hamburguesa en una de esas mesitas.

Por ahí tenés un modesto localcito donde seguro te podés comer una fondue bourgignonne totalmente memorable… y si andás en tren de economía, te podés llevar para el hostal un buen trozo de paté foie gras fresco, una baguette y una botellita de beaujolais, si es le época para este vino que se bebe sin estacionar, si es posible el “Día del Beaujolais”, que es el tercer jueves de noviembre. Si este vino se te escapa del presupuesto, apuntá para el lado de los Burdeos y pensá que un día de vida, es vida.

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Guillermo Pérez Rossel

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http://en.wikipedia.org/wiki/Saint-S%C3%A9verin,_Paris

https://aparisconelena.wordpress.com/2014/05/09/saint-severin-la-iglesia-donde-perviven-las-campanas-medievales

https://soundlandscapes.wordpress.com/2013/07/28/rue-saint-severin-a-soundwalk/

http://es.wikipedia.org/wiki/Clodoveo_I