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NOV SHMOZ KA POP?

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¿Por qué la gente dejó de pensar? Acá les traigo unos recuerdos de cuando muchos razonaban, cuestionaban y sacaban conclusiones propias, en lugar de hurgar en las redes en busca de las ideas que uno debe ponerse para estar a la moda.

No es que la gente se equivocara menos que ahora, pero al menos se equivocaban por cuenta propia. ¿Podría hoy una apelación netamente surrealista convertirse en historieta popular (o viral como se dice ahora), solo porque le hace una jugarreta a la lógica y te rescata de esas secuencias mentales que vienen empaquetadas desde una orientación política, una religión o  algún tipo ridículamente mesiánico que las rebuzna a una multitud?  No lo creo… y tampoco creo que mi recuerdo representara una conducta absolutamente masiva. Masiva no, pero posible sí, en tanto ahora es imposible. Solo alcanzaría a un minúsculo pero selecto grupo de arriesgados. Hoy escribo para gente tan añosa como yo (87 años)  pensantes pese a todo.

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Vamos a aclarar, no decimos que la tira era genial como podrían serlo hoy las del fallecido Fontanarrosa, o Quino. Eran otra cosa, rascaban nuestros procesos mentales.

Estamos en los años cuarenta, cuando Billiken publicaba la tira de Gene Ahern (1895-1960) distribuida por King Features denominada The Squirrel Cage  (La jaula de la ardilla) y con muy dudoso gusto, a denominó Jopito y Calvete, sin que tampoco tuviera relación con nada. No tengo ningún rencor hacia Billiken que por entonces también publicaba la historieta del perro Batuque (así denominé a mi primer perro), Anita la Huerfanita y una tira de Laurel y Hardy, sin que eso interrumpiera su pedagógica entrega de artículos e ilustraciones sincronizados con la agenda escolar. ¿Suponían que los niños entendieran las profundidades del surrealismo? Pienso que sí, en realidad yo sé que sí, porque lo viví y en aquél entonces no había gente tan necia como para preguntarse  “¿qué significa?”. Al arte, la ironía y el  humor surrealista no lo disfrutábamos porque alguien nos lo indicara, sino porque vivíamos eso de forma natural, como Dalí, como Apollinaire. Al arte no es necesario entenderlo, solo es recomendable apreciarlo. ¿Qué significa una puesta de sol?

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Dalí fue el mayor maestro del surrealismo hasta que lo expulsaron del movimiento por no adherir a ninguno de los extremos de la guerra fría, cuando anticipando lo que hoy vivimos,  la intelectualidad había resuelto que lo elegante era la Unión Soviética. Rebelde hasta la con la rebeldía, Dalí decía que  “La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco”, lo cual era discutible. Y aunque era uno de los más conocidos, no era el personaje más representativo de ese tiempo que comenzó al terminar la primera guerra mundial y se prolongó hasta fines de los años 50.  ¿Cómo quieren que fuéramos nosotros, incluyendo a los estadounidenses que eran​ el público de Gene Ahern hasta que la distribuidora esparciera a su personaje por el mundo… o más bien, por el mundo que se parecía a nosotros los rioplatenses.

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Dudo mucho que en el resto de los países hispanohablantes tuvieran espacio para esta historieta o para El Chiquito Abner que debe haber sido la primera historieta “de protesta”. Por estas latitudes tuvimos a Langostino, el marino solitario que emulaba a Vito Dumas y filosofaba en la cubierta de su minúscula nave Corina. Pero fueron el humor uruguayo creado por Wimpi y el argentino inspirado por César Bruto, los que le allanaron el camino a Los Lobizones (Daniel y Jorge Scheck) para crear Telecataplum, una serie televisiva imposible sin la contrapartida de un público culto. ¿Sabían que Gosciny, el creador de Asterix, veraneaba en Punta del Este?. Todos ellos, cultivaban el humor por el absurdo, antítesis del humor por el porrazo o la humillación de otro, que luego fue la tónica en la televisión argentina. Lo que no deja de ser inesperado en un país que si produjo a Jorge Luis Borges, fue porque tenía y tiene enormes yacimientos culturales.

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En fin, volvamos al petiso incongruente que hacía dedo al costado de un camino que conducía a la nada. O peor aún, en muchas tiras la senda se enrollaba sobre sí misma o tenía una puerta detrás de la cual no había nada. Las apelaciones surrealistas eran el verdadero leit motiv de la historieta y Gene Ahern apostaba a la inteligencia en libertad que tenían tantos lectores en aquél entonces. ¿Qué significaba “nov shmoz ka pop”?. No significaba absolutamente nada, pero cuando uno lee una interrogante, pone en marcha un mecanismo automático de búsqueda de respuesta. Milisegundos después, uno entiende que no hay respuesta posible y eso, dada la singular estructura del humor por fractura lógica aunque no produce risa, genera un agradable cosquilleo intelectual.

La carcajada depende más bien del dolor de otro que se cae y se lastima o de otro más a quien someten a pública humillación, como esos deleznables chistes futboleros hostigando a la hinchada del club que pierde. Ese humor abyecto sí que era inimaginable en el siglo pasado.

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El que nos planteaba la interrogante absurda “¿now shmoz ka pop” era un carnicero de Chicago, donde o uno carneaba vacas o construía autos… pero lo de él fue una excepción. Seguramente en la escuela pública de Chicago no lo ilustraron sobre dadaísmo o surrealismo y en la carnicería tampoco. Cuentan sus biógrafos que “Un día, un hombre conectado con una gran casa de moda entró en el mercado de chuletas de cerdo. Gene se los quitó y los envolvió, usando, por casualidad, una hoja del papel que había cubierto previamente con bocetos. El cliente miró el paquete. «¿Quién dibujó estos?», Preguntó. «Oh, lo hice, solo por el gusto de hacerlo», dijo Gene. Después de lo cual, el cliente sugirió que sería más divertido dibujar esas imágenes por dinero, y Ahern estuvo de acuerdo en que lo haría. La conversación continuó y Gene contó sus estudios en una  escuela de arte. El desconocido expresó interés y terminó ofreciendo a Gene un trabajo en el departamento de arte de su casa de modas”.

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En su primer trabajo como dibujante de tiras cómicas introdujo al personaje Otto Auto, un conductor loco que lograba salir airoso de todos los obstáculos. Cuando se le empezó a agotar la imaginación, propuso a los lectores que le enviaran ideas y el diálogo fue fructífero durante un tiempo… hasta que el recurso se gastó. Entonces inventó otros personajes. Pero no hagamos esto interminable ¿queda claro que este es un homenaje a Ahern, extensivo al dibujante argentino Ferro, a Wimpi, a César Bruto, a los hermanos Scheck, luego a los Luthiers… y a todos los que todavía hoy excitan nuestras mejores cuerdas de la inteligencia para sacarnos una sonrisa y eventualmente una reflexión?

De ninguna manera considero que nuestra juventud fuera mejor que la de ahora. En nuestros tiempos tuvimos algunos de los peores genocidios. Contra judíos, contra armenios, contra minusválidos, contra discrepantes, contra contra revolucionarios. Cualquier pretexto era bueno. Una porquería de época, solo que un poquito mejor que la anterior, como ésta es un poquito mejor que la nuestra… quizás. Mi rebeldía se centra en la extendida manía de renunciar a la libertad, de esquivar la creatividad, de sumarse a cualquier moda y atornillarse a cualquier multitud.

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… Pero en aquel tiempo era posible una revista como Leoplán, cuya apelación de compra era la de contener un plan de lectura que te permitiera disfrutar a los mejores autores y los mejores títulos. No era la única y tampoco era tan original. Antecedentes había en Caras y Caretas, una formidable revista creada en Uruguay y luego trasladada a Argentina por iniciativa de Bartolomé Mitre Vedia. En esa publicación, como en Leoplán, escribían las mejores plumas rioplatenses… pero no apostaba tanto a la literatura. Leoplan fue creada por Ramón Sopena en 1934 y siguió editándose hasta 1965. ¿Alguien puede creer accidental que todo eso fuera temporalmente coincidente con nuestra “Generación del 45”?

Sin muchos recursos, yo compraba en la feria ejemplares usados de Leoplán y así me familiaricé con Fiódor Dostoyevski, Lev Tolstói, Andréyev o Chéjov, franceses como Julio Verne, Maupassant, Emile Zola, Somerset Maugham, Alejandro Dumas o Balzac, estadounidenses como Jack London, Edgar Allan Poe, William Irish, Dashiell Hammett, Ambrose Bierce y S.S. Van Dine, ingleses como Conan Doyle, Roald Dahl y H. G. Wells, italianos como Giovanni Papini, belgas como George Simenon, austríacos como Vicki Baum y Stefan Zweig. Autores que cito tras consultar http://d-revistasmagazine.com/2016/05/leoplan-la-revista-que-marco-una-epoca/, porque ya no confío en mi memoria. También estaba Rojo y Negro, parecida pero de neto cuño anarquista, inspirada por los emigrantes catalanes, imprenteros y enemigos de cualquier poder. ¿Se puede creer que era de eso que hablábamos en mi generación juvenil? De eso y de las historietas no tan iluminadas pero excitantes, como las “Chicas de Divito” de cintura imposible pero sexy… porque tampoco éramos nerds y la joda nos gustaba tanto como a los de ahora.

Si querés saber de qué estoy hablando, podés mirar http://algunasleoplan.blogspot.com/ , donde hay algunos ejemplares de Leoplan que se pueden hojear.

Guillermo Pérez Rossel