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Bello&Reborati

Si nunca te llamaron la atención las casas que tienen esta firma, ni te molestes en seguir leyendo.

Si por el contrario este es un tema que te atrae, estás en un lugar adecuado, aunque no en el mejor. El mejor que he visto es la ingeniosa mezcla de blog y de web a la que podés acceder en http://www.belloyreborati.com. Es extraordinariamente estimulante ver como alguien aprovecha los recursos informáticos para construir una herramienta que no solo rescata la obra de estos dos industriosos personajes, sino que además, permite que cualquiera contribuya a engrandecer y perfeccionar la investigación. Siendo así, es una obra eternamente inacabada, lo que me parece otra proeza.

El objetivo de esta web no es profundizar, sino sobrevolar temas que consideramos de interés y dar pistas para los que quieran más. En este caso es un viaje por un estilo arquitectónico único, una amalgama de los variados sueños de los montevideanos de los años 30 del siglo pasado, una de las razones por las cuales nuestra querida ciudad es como es. Abordamos el tema inspirados en el mail de nuestro querido compañero rotario Julio Cóppola, otro admirador (¿quién no?) de esos dos uruguayos que dejaron un gran rastro en nuestra historia urbana. Debo reconocer que esta nota ya fue publicada… pero alguien me pidió que la reiterara casi diez años después y sin verguenza alguna es lo que estoy haciendo.

Ya hablaremos un poco del autor de ese ensayo cibernético; primero una historia familiar que entronca con el devenir urbano de la ciudad que tanto queremos. Mi abuela nació en alguna finca de lo que hoy es la pequeña calle denominada Padre Tamburini en homenaje a aquél entrañable cura que mucho después de nacida ella, bautizaba las playas todos los días 8 de diciembre. Allí, muy cerca de donde se alza la Parroquia de  San Juan Bautista, el padre de mi abuela tenía pulpería y  a una cuadra, sobre Pereira, ya existía la escuela famosa por su higuerón. Alguna vez llevé a mi abuela que quería recordar la imponente raíz donde tomaba su merienda en esa escuela vareliana, gratuita, mixta, laica y todavía no obligatoria porque había pocas. Mi madre en cambio, nacida en la Pampa argentina, asistió a una escuela dividida por sexos, donde todavía golpeaban a los niños paqueaprendan.

Pero de las raíces no nos vayamos por las ramas, pues esto refiere a Bello y Reborati y ese exacto lugar de Pocitos es casi el eje de una formidable operación inmobiliaria que no es recordada ni ensalzada con justa magnitud. Ocurre que mi abuela se casó con el industrioso hijo de unos suizos recién llegados, quien en varios momentos de su vida hizo fortuna. En uno de ellos decidió darle un gusto a mi abuela y contrató una casa de Bello y Reborati para construir casi justo donde estaba la vieja pulpería de su suegro, mi bisabuelo. Lo hizo en secreto, era una sorpresa; y cuando la casa estuvo terminada, metió a su esposa, sus cuatro hijas y dos hijos en uno de aquellos monumentales autos con sillines detrás de los asientos delanteros (ocho personas cómodas y ocho cilindros para llegar donde se quisiera) para depositarlos justo en la vereda de la flamante mansión.

Las cuatro hermanas se miraron, desaprobaron y exclamaron “¡ni te sueñes que nos mudemos a este barrio de lavanderas!” Lo cual era un agrande insoportable, pero en esos tiempos no dejaba de ser cierto; por eso Pocitos se llamaba así, porque escarbando poco salía agua adecuada que las mujeres aprovechaban para “lavar para afuera”.

En fin, que mi abuelo debió comprar una casa en El Prado y que si Pocitos ya fuera un lugar tan demandado como ahora, los solares hubieran costado tan caros que Bello y Reborati se hubieran ido con sus ladrillos, azulejos y vitreaux para otro barrio. Y hubiera sido una pena, porque Pocitos no sería lo que es, sin estas magníficas casas que determinaron para siempre su próspero futuro.

Bello y Reborati era una empresa constructora fundada en 1921 con tanto éxito y capacidad como para erigir más de 500 casas con sello absolutamente distintivo hasta 1940, cuando la sociedad se disolvió. Seguramente la empresa fue una iniciativa de Reborati, pues el aporte de Bello fue económico, pero seguramente no solo financiero. Reborati era el que sabía de arquitectura y Bello era un constructor que sabía de negocios, pero los límites son tan imprecisos como que el arquitecto no lo era y el financista tenía un gusto exquisito y no andaba ramoneando recursos para ganar más construyendo porquerías. Se puede hacer buen dinero sin hacer esas maldades contra las ciudades solo porque se goza de inadmisible impunidad.

500 son las casas y edificios de apartamentos enumeradas en un catálogo de 1996, pero  la obra completa debió ser mayor y esto es algo que también se propone averiguar el Ing. Ariel Erlijman, autor junto con su esposa la Arq. Eliane Bercowicz de esa web que tanto elogiamos y recomendamos. En la Facultad de Arquitectura existe ese catálogo muy detallado que sirve de consulta para esta web pues el Arq. Mariano Arana fue uno de los primeros en rescatar el valor de estos dos constructores. Sin embargo, creo que para nosotros los aficionados basta y sobra con el sorprendentemente dinámico blog de Ariel, al cual no solo te podés suscribir para estar enterado de todo lo nuevo que aparece, sino que podés trazarte un itinerario terrestre basado en un mapa interactivo en el cual aparecen todas las casas de Bello y Reborati que ya fueron inventariadas. Eso sí que es sacarle jugo a Google Earth. Te recordamos de nuevo la url: http://www.belloyreborati.com .

Por esas cosas del ninguneo tan uruguayo, Ramón Bello y Alberto Reborati (este último en la foto) parecían encaminados hacia el ominoso olvido por varias razones encabezadas por la envidia que produce el éxito y también porque ninguno de ellos era arquitecto, aunque Reborati había cursado cuatro años de Facultad antes de que las necesidades económicas de su familia frustraran su vocación académica.

Dicen las fuentes que más del 70% de las construcciones de la firma se concentraron en Pocitos, Trouville y Punta Carretas; hicieron muchas casas a pedido, con todas las comodidades y particularidades que la caprichosa fortuna puede imponer, pero ninguna de ellas dejó de tener el sello distintivo B&R. Y cuando se trató de construir masivamente para la clase media, en solares diminutos, tampoco incurrieron en esa economía tan miserable que luego impide colgar un cuadro porque un simple clavo puede desbaratar la mampostería.

La empresa brindaba a sus clientes la construcción integral de la vivienda, explica la web del Ing.  Ariel Erlijman. “No había tercerizaciones. Disponían de talleres de carpintería, herrería, fabricación de ladrillos, tejas y materiales cerámicos. Contaban con artesanos y obreros italianos y ceramistas sevillanos que el mismo Reborati hizo venir especialmente de su lugar de origen. En 1934 la empresa contaba con 2000 personas. La fábrica de cerámicos (tejas, ladrillos, ticholos) se encontraba en Carlos a. López 340. Los talleres de carpintería se encontraban en Agraciada 2779. Tenían un depósito en la calle Rivera y Mc Eachen donde se fabricaban mosaicos, baldosas y se hacían los trabajos de herrería. Ofrecían garantía por defectos de fabricación por 10 años. También ofrecían suministrar los muebles y decorados. Producían una propaganda de venta muy convincente y entregaban croquis o presupuestos en 24-48 horas sin compromiso alguno”.  Un capítulo muy especial merecerían los vitrales que también caracterizaron a las casas B&R, pero desgraciadamente no encontré material suficiente.

Ahora, en contraposición al adocenamiento, ¿es rentable hacer las cosas bien o se gana más dinero bastardeando la producción para abaratar? Quizás en esto radica la mejor enseñanza de Bello y Reborati, pues si querías una casa con ese sello, tenías que anotarte en lista de espera.

Pese a eso, la empresa se fundió, aunque por razones muy diferentes a las que puede suponer un adocenador compulsivo. Parece que en 1939 la firma ganó un contrato para construir nada menos que 400 casas encargadas para personal militar en el barrio de La Blanqueada. Poné atención a la fecha: es el año en que comienza la Segunda Guerra Mundial, acompañada por una inflación escalofriante. Bello y Reborati pudieron escabullir la responsabilidad contraída, pleitear por los contratos o hasta pasar algún gato por liebre para librarse de la ruina. Pero decidieron honrar lo que habían firmado y sentenciarse a la quiebra. Eran tipos tan sólidos como sus edificios.

Todo lo cual no evitó que se los ninguneara y caratulara como especuladores, lo cual me parece absolutamente injusto. Lo que tiene éxito no tiene por qué ser malo, por más que lo asegure la envidia de los mediocres.  Ellos simplemente hicieron lo que proponía la ley Serrato de 1921, centrando su operación en los sectores de medios y altos recursos, así como la abundante oferta de financiación existente gracias al BHU y otros bancos o particulares. ¿Qué fueron tiempos irrepetibles? Puede ser, pero ellos supieron aprovecharlos a plenitud.

Los solares no eran pequeños porque ellos lo dispusieran, así estaban pues en esa zona “balnearia” los agrimensores estaban autorizados a darles la dimensión que quisieran. De hecho existen muchas viviendas unipersonales y edificios construidos en lotes de buenas dimensiones que tenían una organización similar a los restantes.  Generalmente las casas estaban desarrolladas en dos o tres niveles, el último de los cuales se destinaba a los dormitorios, vestidores y cuartos de costura.

Ellos se centraron en la imaginería del uruguayo culto de entonces y trataron de hacer realidad sus sueños más acariciados, vinculados coincidente o alternativamente, con las villas italianas, los chalets normandos y los cottages ingleses. A todo esto dale un batido de art decó y tenés lo mejor de Bello y Reborati, asombrosamente coherente y logrado en lotes minúsculos.

Entonces Pocitos, Trouville y Punta Carretas se transforman en el lugar más deseable de Montevideo y esos mismos que despreciaron a la firma, se empeñan en tirar abajo sus obras para instalar en ellas cajas de zapatos que esas sí, podrían denotar excesos especulativos. Para impedir la destrucción masiva, la Intendencia de Montevideo dictó una norma que, como todas ellas, tiene sus fallas y que también como todas ellas, también es vulnerada con excepciones.

En fin, que al final de cuentas, todo esto ocurrió y sigue ocurriendo  en Montevideo.

Más fuentes en:

http://es.wikipedia.org/wiki/Bello_y_Reborati

http://www.carmenes.org/2007/06/17/

http://www.cascoantiguopropiedades.com/pt/propiedades/magnifica-casa-esquina-bello-y-reborati-en-pleno-corazon-de-pocitos/attachment/casa-altbau-mansion-pocitos-bello-y-rebollati-89/