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El asombroso inframundo de Toronto

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Si el Dante hubiera nacido en esta ciudad canadiense, al infierno no lo hubiera imaginado bajo tierra.

Toronto es una ciudad bellísima, con torres de cristal que se elevan milagrosamente mientras los limpiadores de vidrios mexicanos se empeñan en mantenerlas limpias de polvo. Y ya te lo aclaro, nadie que no sea mexicano es capaz de superar el vértigo colgado en medio de los vientos. Porque si vientos hay en la próxima Chicago, Toronto no le va a la zaga. Al igual que Montreal, Toronto resolvió bajo techo más que un problema de espacio (que también lo hay) una cuestión de clima. Tengo una amiga que vive a unos cuantos quilómetros de Toronto y que, cuando llega el invierno debe pasar revista a su existencia de comestibles e insumos esenciales, pues los caminos hasta su casa pueden quedar intransitables por varios días debido a la acumulación de nieve.

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Te podés detener bastante tiempo admirando y aterrorizándote con la tarea de los limpiavidrios

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Sin contar con la inclemencia de la naturaleza, hay otras razones para vivir bajo tierra, por ejemplo, la seguridad. Uno piensa que vivir bajo tierra es menos seguro que vivir dentro de una fortaleza, pero antes de que se inventara la dinamita y el gas sarín, refugiarse en una gruta era una excelente solución desde que bajamos de un árbol y nos hicimos cavernícolas. Y mucho después también, cuando saqueadores e invasores acosaban la zona que hoy ocupa Capadocia, en Turquía. Cada poco tiempo descubren una nueva población subterránea en este país, donde ya se acumulan 36 de estas ciudades, hoy convertidas en atracciones turísticas. Algunas de ellas tienen seguramente más de dos mil años y eran desconocidas hasta mediados del siglo pasado cuando, no se sabe ni por qué, solo se sospechaba de ellas por los escritos del historiador griego Jenofonte. Dicen que hay todavía alguna más grande por descubrir, pero se estima que en la ciudad subterránea de Derinkuyu vivieron unas 20.000 personas, en once niveles de profundidad, contando con dormitorios, establos para el ganado, cocina, canales de ventilación, salas comunales, baños, tumbas y –naturalmente- un manantial sin el cual no podían resistir mucho tiempo bajo tierra. El enemigo podía bajar… pero de a uno o dos por vez.

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Las catacumbas cristianas no eran utilizadas solo como cementerios, también eran el recurso habitacional de ésta y otras religiones cuyos cultos estaban prohibidos por las autoridades de turno. En algunos casos no es el frío como en Canadá, lo que impulsa al hombre a urbanizar bajo tierra. Ese es el caso de Coober Pedy, una ciudad minera que aprovechó y expandió sus túneles para refugiarse del calor, no del frío, dado que allí se registran temperaturas que llegan a los 48º centígrados. Las modernas redes de subterráneos inauguraron otra utilidad para desarrollos urbanos bajo tierra y en algunos casos, el costo del metro cuadrado urbano, así como impulsó la construcción  en altura, también auspició la aparición de espacios habitables bajo tierra, no tanto para ser utilizados como viviendas, sino como extensiones comerciales y pasillos de interconexión de estaciones de metro. No muy lejos, en Buenos Aires y debajo del obelisco, discurren túneles repletos de comercios y restaurantes. Los montevideanos debemos ser los tipos más superficiales del planeta… en ese sentido.

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Montreal

Pero volvamos a Canadá, que es nuestro destino bajo tierra, a la espera de otro, el definitivo. En el país de la hoja de arce hay nada menos que seis ciudades subterráneas y según la procedencia de la fuente, te dirán que la más grande es Montreal en la región francófona o que lo es la anglófona Toronto. Como yo estuve en Toronto, hablaré de ella, sin inclinarme por ninguna pero reconociendo que las fuentes dan prioridad a Montreal. Y antes te diré que si prefieres el francés (como es mi caso) ni te gastes en tratar de comunicarte en esa lengua que es obligatoria en este país con dos idiomas oficiales. Pondrán cara de que no te entienden e insistirán en su inglés veloz, todo con forzada cortesía. ¡Quevachaché!

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A Toronto no fui en invierno, de manera que pude prescindir del refugio que ofrecían las galerías subterráneas, pero a nivel de tierra la oferta comercial no tiene la vistosidad que uno encuentra en el acogedor mundo cavernícola. Son 28 kilómetros repletos de paseos, con 1.200 tiendas enlazadas por cinco estaciones de metro.  Suelen sumarle una ciudad subterránea separada y otra más pequeña, ambas conectadas con complejos de edificios y con estaciones de metro. Lo denominan Path y por el circulan unas 200.000 personas por día. Las grandes tiendas visibles a nivel de calle, también se prolongan hasta este mundo subterráneo. Pero si tu deseo o necesidad es hacer pichinchas no lo dudes, el barrio chino es tu lugar y no es subterráneo.

Si lo que te gusta es experimentar en materia gastronómica, Toronto puede ser una de las mejores opciones del mundo. Fuera del downtown hay barrios de todas las nacionalidades imaginables además del chino: coreanos, italianos, griegos, polacos, portugueses y, por supuesto, varias parrilladas argentinas alguna de ellas propiedad de uruguayos resignados a que los identifiquen así, a pesar de todas las banderas y fotos que muestren.

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Cuando te aburras del inframundo, o te ataque la claustrofobia, en Toronto es fácil sacudírsela y pasar al otro extremo. Allí está la Torre CN, con 553 metros de altura, uno de sus mayores atractivos turísticos. Algunas guías dicen que la vista no es la gran cosa… pero a mí me pareció extraordinaria cuando tuve el gusto de ser invitado a una fiesta por el Toronto Star, que edita 400.000 ejemplares diarios. No es que los canadienses sean inmunes a la depredación de internet, sino que allí el papel y las rotativas son más baratas… y hay una tradición envidiable de lectura de periódicos, solo superada por los noruegos.

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Competidoras en mucho sentido, Toronto y Montreal también se sacan chispas por sus desarrollos subterráneos. Los publicistas de Montreal aseguran que la red de túneles se extiende por 32 kilómetros, en los cuales pueden encontrarse 40 cines y 2.000 tiendas al servicio de las 500.000 personas que se desplazan diariamente por esta red. Son nada menos que 41 manzanas bajo tierra, en las cuales se encuentra alivio a inviernos en los cuales la temperatura exterior llega a los 40º bajo cero.

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En Halifax nos encontramos con la Downtown Halifax Link Pedway System, que es una red trazada por un formidable estratega para que nada quede a más de diez minutos a pie. Lo de San Juan de Terranova es un caso especial, pues su inframundo está al servicio de su famoso universidad. El sistema denominado Munnels conecta todos los edificios de la Universidad sin necesidad de emerger. Edmonton suma a sus túneles bajo tierra, una serie de pasos elevados protegidos de la intemperie. Esta red se denomina Pedway y está conectada con estaciones de metro y trenes de media distancia. El Pacific Center es el inframundo de Vancouver, donde se asegura con orgullo que en su interior hay 200 tiendas con cobertura para todos los intereses imaginables.

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Para no extender demasiado este asunto, digamos que ciudades subterráneas hay en diversos países del mundo, algunas realmente notables… pero difícilmente le hagan sombra al impresionante inframundo canadiense.

Guillermo Pérez Rossel