Ventorrillo de la Buena Vista
Esta es una religiosa peregrinación hasta el lugar donde nuestro Julio Vilamajó unió el arte de la naturaleza con el arte de la arquitectura.
No es una cuestión de licitar y meter cientos o miles de millones en alguna cosa, es algo mucho más complicado que la opulencia y el jeteo, es nada menos que la sensibilidad humana tratando de engarzarse en la naturaleza. Y no te voy a decir que Villa Serrana es un lugar único para esas cosas; todo lo contrario, en las sierras de Minas podrías desbrozar decenas de lugares con tanto o más encanto que éste, con cañaditas que bajan a los saltos de los cerros, con rocas que los sintoístas te transformarían en un jardín contemplativo y con cumbres que Richard Gere coronaría con un templo budista… si ya no lo hizo.
Por si todavía estás medio dormido: Vilamajó, Le Corbusier y Niemeyer formaron parte del equipo de consultores para realizar la Sede de la ONU en Nueva York y a él le debemos esa Facultad de Ingeniería que todavía luce como un edificio moderno colgado encima del parque del Club de Golf pese a que fue edificado en 1936.
Para entender al Ventorrillo de la Buena Vista, al Mesón de las Cañas y a todo Villa Serrana, te servirá conocer este pensamiento de Vilamajó:
“Por suerte la naturaleza mantiene dentro nuestro algo de la intuición primitiva. Porque, ¿qué sería del mundo donde todo fuera explicado o tuviera necesidad de una explicación?. Detestable, detestable. La magia existe, tiene que existir, para perfumar la vida y por más que la ciencia chance por matar su madre la Magia: no podrá. Siempre habrá magos o genios que se encargarán de que esto no suceda.”
Esta nota versará sobre el Ventorrillo de la Buena Vista pues ahí fue donde me llevaron mis hijas Alicia y Graciela, junto con tres nietos, como un inusual regalo de cumpleaños. La explicación es que me conocen bien… y ese fin de semana me mostró que habré hecho muchas cosas mal y muy mal, pero alguno de los propósitos me salió bastante bien, como el de inspirar en mi descendencia el placer por la naturaleza, el diseño, la inteligencia y los ensueños, que no te dan de comer… pero te ayudan a vivir.
¡Lindo regalo de cumpleaños con hijas y nietos en un lugar entrañable!
Claro que no se puede escribir sobre el Ventorrillo sin hacer un sobrevuelo sobre Villa Serrana, el lugar sobre el cual está encaramado como un águila vigilando su coto. Buen lugar para celebrar 80 años en cuyo curso muchas veces fui a la Villa y me alojé en una de las casas originalmente construidas por Vilamajó para explicarle a los futuros arquitectos, cómo convendría que fueran las sucesivas casas que se construyeran.
Villa Serrana es enteramente su obra; la de él y la del joven arquitecto Miguel Ángel Odriozola que lo acompañó en la aventura de crear una atracción turística partiendo desde cero en un lugar que es interesante, pero no tiene una catarata gigantesca, ni es una montaña apta para una estación de esquí, ni uno de esos lugares europeos con historia milenaria. ¿Les sorprendería saber que tiempo más tarde Odriozola nos regalara buena parte de la reconstrucción del casco histórico de la ciudad de Colonia? Porque maestro y alumno se hubieran cortado una mano antes de asegurarles resultados a sus contratantes apelando al nudismo, la timba, la cholulez o algún otro recurso marquetinero facilongo.
Ellos apostaron a la sencilla belleza de lo nativo. Nada de hormigón armado, ni fibrocemento, ni cerámicas brillantes de dureza cinco, ¡menos todavía el plástico! ¿Y la iluminación? ¡Ahhh, la iluminación! Pues señores, resolvieron que una parte del enorme predio no tuviera ninguna iluminación para que la vía láctea luciera en su grandioso esplendor.
¡Tás loco! Quién va a ir a pasar mal sin televisión, heladera y todo lo demás. Bueno, cuando vayas (porque si todavía no lo hiciste, tenés que ir antes de cumplir 80) te van a sorprender un montón de chalecitos colgados de una cumbre, sin un solo cable colgando ni enterrado. Es un caso pionero, pero no excepcional en nuestro querido Uruguay, donde tenemos algo parecido en Cabo Polonio, antes también en Valizas, porque hay gente que aprecia eso y en ese mirador celebran cada 7 de enero el Día del Astrónomo Amateur, gracias a la espectacular iniciativa del astrónomo Gonzalo Vicino.
Entonces, tanto el Ventorrillo, como el Mesón de las Cañas, también construido por ellos, como todas las viviendas vacacionales que desperdigaron como muestra, lo que se usa es la piedra abundantísima en el lugar, las maderas duras nativas, los techos de formidable quincho aislantes del calor y del frío… y la mejor artesanía paisana que hay en abundancia en esa zona del departamento de Lavalleja.
¿Se puede creer que todo eso había quedado tan abandonado que parecía condenado a una muerte irremisible? Había problemas serios de tipo notarial y había (hay todavía), un deslumbramiento por convivir con las celebridades, salir en la revista Gente, hacer pichinchas en outlets de Estados Unidos luego de pagar mil dólares de pasaje y otro tanto de alojamiento. Aclaremos, nada de eso me parece mal, es una buena alternativa… pero también está esto. Y si te importa un pito la naturaleza, si no te mueve un músculo de la cara que al oscurecer una noche sin luna, el paisaje esté bañado de luz por los millones de estrellas de la Vía Láctea, te voy a confiar un secreto que te hará venir con entusiasmo.
Toda esa “energía” que dicen emana el Intihuatana, esa piedra de singular tallado que se encuentra en lo más alto de Macchu Pichu (en la foto), es un poroto comparada con la sensación que sentirás en cualquier lugar de Villa Serrana, aunque los entendidos identifican “vórtices”. No es necesario que seas un místico para sentir que se te cargan las pilas, podés ser como yo, tan descreído que dudo que sea yo ese viejo de porquería que me mira del otro lado del espejo y aún así sentir en la puesta de sol, que se te disipan los rencores, que afloja la tensión, que una sensación de paz te invade y circula por tu cuerpo siguiendo la trayectoria del Yin y el Yan… o del Tannat que te trajiste de la confitería Irisarri, en Minas. (Cuando vayas por el vino, no olvides unos serranitos y unos damasquitos, por si te falla la predisposición al éxtasis).
Cuando era muy joven, no tenía plata para pagarme una cabalgata, pero tenía buenas piernas para trepar por esos cerros y encontrar el Baño de la India, una pequeña piscina natural surtida por un permanente hilo de agua cristalina. O me podía sumergir en el lago que formó la represa también prevista por Villamajó y Odriozola, caminar junto al arroyito serrano que emerge de las cuatro vertientes torrentosas, hasta encaramarme cerca del Ventorrillo que miraba embelesado por su arquitectura, soñando con que algún día podría estar adentro como esos bacanes que venían en auto. Bueno, tuve que esperar, pero se me dio. ¡Gracias hijitas!
El Mesón de las Cañas está abajo del Ventorrillo, orillando ese arroyito que sale de la represa y que al llegar a este mesón, forma una piscina inmersa en el paisaje serrano. La arquitectura, también de madera, piedra y quincho, es formidable aunque carece de la espectacularidad de la otra obra, siendo ambos declarados de interés patrimonial. En el Ventorrillo me alojé y desayuné; en el Mesón, cené. Ya hablaremos de eso. Antes déjenme contarles algo gracioso que ví en Booking, ese proveedor planetario de alojamiento, donde se pueden hacer reservas para estos dos lugares y también se pueden leer los comentarios de la gente que ya usó los servicios. Jamás dejo de mirar los comentarios, en este caso, algo más de 300.
www.portaldevillaserrana.com.uy
http://www.descubriendouruguay.com/contenido/UNA-REAPERTURA-MUY-ESPERADA-143454