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Pitanga, ¡qué me venís con frutitas foráneas!

No es que tenga nada contra los arándanos, pero estamos sufriendo gringofilia.  ¿Por qué los uruguayos buscamos cosas afuera cuando tenemos tantas y tan buenas adentro?

A nadie se le ocurría hacer o pedir un helado de pitanga hasta que la Conaprole coló uno con frutos nativos. Pero en general sobran los postres de todo tipo que tienen al arándano como su componente saborizador. Y esto al menos es una gran ingratitud. ¡Si hay montones de uruguayos que no la conocen! A ver si en Uruguay se les hubiera ocurrido ponerle el nombre de Pitanga a una ciudad, como la que existe orgullosa en el Estado de Paraná.

Pitanga, ciudad del Estado de Paraná, en Brasil

A las vueltas por el jardín, recordé a mi Pitanga rebosante de frutos. Una vez se la exhibí orgulloso a un vecino que la había sentido nombrar, pero nunca había visto un arbolito ni probado sus frutas. Seguro que comió arándanos y los pagó una fortuna; los uruguayos estamos dispuestos a pagar cualquier cosa por algo con la condición de que sea extranjero. Ahora, si me decís que la semilla es muy grande y joroba un poco; o que te mancha los dedos, debería confesarte que tenés razón, pero todo es soportable, pues no se trata de darse una panzada. El vecino la probó casi a la fuerza, puso cara y escupió la semilla; no quiso repetir. Así son las cosas.

En lo personal me produce una enorme satisfacción acercarme al arbolito, tocar las frutitas para ver si están a punto de desprenderse y escoger unas cuantas para comerlas allí mismo, de pié y en solemne recogimiento, agradeciendo ese sabor salvaje, dulce y amargo a la vez: muestra perfecta de una naturaleza que todavía defiende su esencia. Luego, selecciono otro montoncito para llevárselo a las personas que quiero y agasajarlas de una manera muy especial. Les podría llevar una bandeja de masitas, pero no es lo mismo.

¡Cómo brillan los frutitos que parecen minúsculas  calabazas de ocho gajos! Ningún pájaro dejaría de darle una probadita y contribuir a diseminar su semilla por todo el continente americano. Pero no es así, hay muchas aves que pasan de largo eludiendo su responsabilidad germinal. No he encontrado ninguna explicación al respecto. Lo prueba el hecho de que el arbolito siempre está repleto de frutas desde la primavera,  a diferencia del mburucuyá o del níspero que, si te descuidás, los pájaros no te dejan nada. Tampoco  he visto que lo ataquen las hormigas ni los caracoles ni los bichos peludos, lo cual es algo que debería estudiarse. Pero  como el arbolito no está en extinción, no es extranjero ni está de moda, la ciencia tampoco le da mucha pelota. Los paisanos que sí lo tienen en alta consideración y  cuando el rancho se les llena de moscas, van hasta el pitanguero en busca de hojitas para esparcirlas por el suelo. ¡Santo remedio!

Así que gracias a todo eso y con excepción de alguna arañita y algún otro insecto libador dándose el gusto con las flores, las hojas y la planta en general, rebosan salud y brillan en todo su esplendor. Sacá una hojita, mordela un poco y dejala darle vueltas en la boca. Ni un mate recién ensillado resulta tan estimulante. Y, que se sepa, no inspiran ninguna maldad como ocurre con la hoja de coca procesada.

Hablando de mate y pitanga, habrás experimentado que alguna partida de yerba sale flojita, con gusto a nada (como la prefieren algunos). Pues bien, si sos de los míos, de los que preferimos esa yerba bien mistonga que te sacude la garganta y te acelera las dendritas, entonces andá hasta el pitanguero y pedile tres o cuatro hojitas para ponerlas en el mate o en el termo, da lo mismo. ¡Curiosa particularidad la de la hojita! Refuerza el sabor de la yerba pero no le cambia el gusto, solo lo potencia.

Científicamente se le debe denominar “Eugenia uniflora”, lo que no deja de ser una tropelía. Y pongo uniflora con minúscula para que no me rezongue un lector que se ve que sabe de estas cosas. ¡Eugenia! No se entiende por qué, como tampoco se entiende mucho lo de “pitanga”, porque su nombre guaraní es “Ñangapirí”. Y cuando digas guaraní sacate el sombrero, pues esa gente sí que sabía (y sabe) convivir con la naturaleza y con los misioneros jesuitas; lástima que nunca entendieron los verdaderos propósitos de los encomenderos y otras alimañas europeas… y patricias.

Dice la Wikipedia que la pitanga pertenece a la familia de las mirtáceas y que se la encuentra en estado salvaje tanto en Argentina, Uruguay, Brasil y naturalmente Paraguay, hasta las lejanas Guyanas. Eso tuvo como consecuencia que también se lo denomine grosella o cereza de cayena, capulí y otros sacrilegios, porque la planta es guaraní por donde se la mire.

En Uruguay nunca vi un arbolito de pitanga que supere en mucho los tres metros de altura, pero los artículos en internet le asignan hasta 7,5 metros. En nuestro país es de follaje perenne, pero en otros se comporta como parcialmente caduco. Sus colores son variados aunque siempre intensos: las hojas son broncíneas cuando recién brotan, llegan a un verde bien fuerte en su madurez y asumen tonalidad rojiza con los rigores del invierno. Es entonces una planta ornamental y no debe extrañar que alguna gente con amor a lo autóctono la tenga siempre en sus jardines.

Asegura la Wikipedia que florece en primavera, y en regiones tropicales nuevamente a mediados de verano. Las flores son típicas de las mirtáceas; de color blanco, aparecen solitarias o en grupos de hasta cuatro en las axilas foliares. Presentan cuatro sépalos libres, y cuatro pétalos imbricados; los estambres llegan a la cincuentena, de color blanco, libres en la base, con anteras amarillas, pequeñas, versátiles, con dehiscencia longitudinal, y se insertan opuestos a los pétalos en fascículos.

La fruta aparece unas tres semanas después de la floración y llega a medir hasta cuatro centímetros de diámetro, con ocho “gajos o costillas” en las cuales vira del color verde al naranja, para terminar en un púrpura restallante cuando está totalmente maduro. La pulpa es roja, muy jugosa y ácida, rodeando una semilla esférica que en algunos casos está separada en tres.

Por aquello de que nadie es profeta en su tierra, resulta que la pitanga es bastante popular en la India, Filipinas, Samoa, Sri Lanka y China, aunque aseguran que allí es conocida únicamente por su valor ornamental. Si mirás los países, queda claro que allí la llevaron los portugueses y no nuestros pajaritos. También se la encuentra en las Islas Canarias.

Así que la pitanga tiene tan buena entraña que se adapta a lo que le den, con tal que no sea demasiado frío o demasiado caluroso; resiste bien las sequías y las inundaciones, crece sin problemas hasta 1.700 metros de altura en la montaña. Agarrá algunas semillitas y las plantás en una maceta, a las pocas semanas tenés  brotes que deberás cuidar hasta que lleguen a un tamaño apto para el transplante.

Casi no tiene grasas, es abundante en carbohidratos, tiene vitamina A, casi todas las B, vitamina C, calcio, hierro y fósforo. Pero vos seguí prefiriendo al arándano y poniendo cara de asco cuando te mencionen la pitanga, dalenomá. Pueden prepararse conservas: jaleas, mermeladas o jugos y cuando las bebidas nobles tenían precios prohibitivos, en todo boliche de renombre había alguna botella de caña con pitanga, alternando la otra botella de caña con butiá. Todavía hoy la podés saborear en el boliche Los Yuyos, de la Avenida Larrañaga, en el barrio Atahualpa. Aseguran que con el jugo se puede producir vino o vinagre y que si plantás varios arbolitos juntos podés hacer un cerco primoroso y olvidarte de las moscas. Pues las hojas caídas, aún en descomposición, las ahuyentan junto con otros insectos fastidiosos.

No termina ahí la utilidad del pitanguero. La infusión de las hojas tiene propiedades diuréticas, digestivas y antidiarreicas, en tanto que a la corteza la emplean en gárgaras para las anginas y otras afecciones de la garganta. Asi al menos se aseguran en el blog http://lasplantasparalasalud.blogspot.com/2010/09/pitanga-eugenia-uniflora-l.html .

Allí se explica que «sus hojas desecadas a la sombra simplemente, pueden sustituir al te, como bebida aromática y digestiva. Es una especie muy empleada en medicina popular, se atribuyen a las hojas una acción eupéptica y tonificadora general del sistema. La emplean como masticatorio, a la manera de la coca, después de las comidas o a cualquier hora durante las marchas largas. Diferentes estudios convalidaron algunos de sus usos, como así también su seguridad a la hora de prescribirla. Destacan las investigaciones realizadas en el ámbito de la actividad diurética, antihipertensiva, antimicrobiana, antioxidante, antitumoral, y sobre el siste­ma digestivo».

Curioso que con tantas aplicaciones y con su particularidad de ahuyentar insectos, la pitanga no sea tóxica. Es lo que asegura este blog, aunque recomienda prudencia durante el embarazo y la lactancia, no porque se haya comprobado toxicidad sino simplemente porque no se ha estudiado.

Francamente me sorprendió durante la búsqueda de información, encontrarme con algunas recetas de delicias culinarias elaboradas con pitanga. Las encontré en http://www.montevideo.com.uy/notgastronomia_17907_1.html y recomiendo con énfasis la lectura de este blog. Dice el autor que “jugando  un poco con la imaginación, podríamos preparar una carne con salsa de vino tinto y pitangas, o un delicioso carré de cerdo saltado en manteca con pitangas y ciruelas, acompañado de puré de manzana; o realizar maravillosos postres en base a este delicioso fruto». Y ahí nomás te suelta las recetas para preparar un solomillo de cerdo con salsa de pitangas y arroz verde, así como el de la “Pavlova de Pitangas”, un postre asombroso denominado así en homenaje a la célebre bailarina para quien lo preparó un chef en 1925. Y vos te preguntarás si eso ocurrió en Montevideo o en Buenos Aires; pero no, caete de espaldas, fue en Nueva Zelanda donde se lo prepararon con el objetivo de que fuera grácil y etéreo como la Pavlova.

¡No te digo que salvo honrosas excepciones, como patriotas damos asco por el poco apego a lo nuestro!

Si querés saber más sobre esto, escribile al chef  Flavio P. Terra en fpterra@montevideo.com.uy. Y esto lo indicamos porque es lo que propone en su blog.

Guillermo Pérez Rossel

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Tiene razón una lectora que nos reclama fotos de una pitanga  bien madura. Acá va una que encontré de un vivero que se promociona en Mercado Libre, de manera que si alguien tiene interés en una plantita, ya sabe dónde encontrarla. Pongan «Pitanga Negra» para identificarla, pues tiene la particularidad de pertenecer a una subespecie que toma este hermoso color al madurar. La común no necesita llegar a ese tono para estar madura… pero la mejor prueba es que se desprende fácilmente cuando uno pega un tironcito. Si tiene que sacudir la planta, hay que volver mañana.