Puente de Brooklyn
Mató más gente que la momia de Tutankamón cuando la descubrieron… pero nadie le recrimina una maldición, lo veneran como un emblema en la historia de la ingeniería. Es una justa valoración, sin perjuicio de que es el puente con mayor anecdotario.
Cuando iiciaron las obras, en enero de 1870, los puentes no se construían con cables de acero y ni por asomo osaban cruzar 486,3 m sin sustento entre pilares. A John Augustus Roebling le llevó tiempo convencer a las autoridades, pero encontró más entusiasmo en William C. Kingsley, un inversor tan ingenioso como él y con influencia política, capaz de consagrar una intrincada triangulación con la cual creó la New York Bridge Company, una empresa que utilizó fondos de Nueva York, de Brooklyn y de inversores privados para reunir los 15,1 millones de dólares de aquél entonces que costaron las obras.
Apenas un centavo costaba el peaje y aun así resultó rentable a pesar de que la construcción demandó trece años. El 24 de mayo de 1883, más de 1.800 carruajes y 150.000 personas cruzaron el flamante puente tras abonar el derecho. Entre ellas no estaba el creador John Augustus, que había muerto de tétanos tras un accidente en las obras preparatorias, ni su hijo Washington Roebling que lo siguió en la conducción del proyecto, pues sufrió un accidente de descompresión examinando el obrador subacuático. La descompresión fue de tal magnitud que lo condenó a pasar casi recluido el resto de su vida.
Así que ni el padre ni el hijo fueron parte de esa alegre multitud que cruzó el puente por primera vez. Podría decirse que aunque no lo concibió, la verdadera responsable del puente de Brooklyn fue la esposa de Washington. Emily Roebling, talentosa y aguerrida, fue quien se puso al hombro el mayor desafío de ingeniería civil de ese tiempo y salió airosa… además de indemne.
No es que ella tuviera estudios o inclinaciones hacia la ingeniería, era que Emily tenía una voluntad de acero, personalidad imponente e inteligencia para hacer las cosas bien. Terminado el puente, realizó un curso de Derecho de la Mujer en la Universidad de Nueva York y a los 55 años editó una pieza que hoy es de consulta, denominada “Discapacidades de una Esposa”. Así se transformó en una pionera que se hizo valer, aunque las normas no la respaldaran. De hecho, hoy muchas publicaciones le asignan el título de “ingeniera de campo”, solo validado por ósmosis, gracias a la consulta constante con su marido y al tino con que escuchaba a los profesionales. Durante 11 años ella estuvo al frente de todo; así se ganó el derecho de ser la primera persona en cruzar el puente.
Lástima que no dedicara parte de esa energía generosa a la defensa de los inmigrantes. 27 de ellos fallecieron durante la construcción al sufrir caídas, ser alcanzados por escombros o haber sufrido los mismos problemas de descompresión y posterior parálisis que experimentó Washington. Fueron más de 600 los contratados, casi todos italianos recién llegados; los mexicanos temerarios para las alturas vinieron unos años después.
Las muertes no cesaron tras la inauguración: la maldición sigue latente. En 1883, a una mujer se le quedó enganchado un tacón en unos tablones, le dio un desconcertante ataque de pánico y se puso a gritar. Eso fue suficiente para que la gente creyera que el puente comenzaba a derrumbarse. El pánico se generalizó y 12 personas murieron pisoteadas, cientos resultaron lesionadas y los ingresos por peaje cayeron dramáticamente debido al temor por una supuesta inestabilidad de la obra.
No está claro a quién perteneció la genial iniciativa para restituir la confianza. Consistió en contratar los servicios del circo Barnum y traer una caravana de 21 elefantes para cruzar por el puente camino a Manhattan. La encabezaba el célebre y enorme Jumbo, de siete toneladas. Mucho más peso generaba el puente repleto de gente y de vehículos, pero no hay como un simpático bicho trompeta y orejón para que las ideas penetren la cabeza. ¿Cobró Barnum? No queda claro, pero la cobertura periodística provocó un récord en la venta de entradas: fue una idea redonda por donde se mire.
Hoy los cables de acero son norma en los puentes colgantes, pero en ese momento fueron los primeros y sus dimensiones eran colosales. Tiene cuatro cables principales de 1.090 metros de largo y 40 centímetros de espesor, pues a su vez está formado por otros 21.000 cables individuales. Aún sin nada cruzándolo, el puente tiene 6.740 toneladas de materiales.
Roebling no escatimó materiales, estaba inaugurando una era. Así que calculó la dimensión y tensión de esos cables como para un puente seis veces más grande y pesado que ese. Hizo muy bien, pues no solo estimó la agresión del peso y los vientos, sino también la acción de los timadores. Había contratado a un tal Lloyd Haigh para proporcionar el metal y confeccionar los cables, pero resultó tan sinverguenza que sustituyó en su provecho el material escogido. La confiabilidad se había reducido… pero apenas a cuatro veces la estrictamente necesaria, de manera que había holgura suficiente. Tan bien construido resultó que lleva casi 140 años de servicio sin que haya sido necesaria ninguna refacción de fondo.
El puente de Brooklyn es un ícono de Nueva York en el mismo nivel que el Empire State o la Estatua de la Libertad, nadie puede jactarse de haber conocido la ciudad sin haberlo atravesado de alguna de las maneras habituales, que son muchas y variadas. Para empezar: a pie lo recorren diariamente unas 4.000 personas a pie y 2.600 ciclistas, además de 100.000 vehículos.
¿Cuántas veces por día son fotografiadas las dos torres de las que se suspenden los cables? Con 84 metros, las estructuras cuya belleza desafía los cambios generacionales de apreciación estética, fueron las más altas del hemisferio occidental en su momento. Lo que equivale a decir que eran las más altas del mundo, en un tiempo en que el ombligo de ese mundo no estaba en Nueva York sino en París. De paso, la Torre Eiffel todavía no estaba ni siquiera proyectada: se inauguró en 1889. Actualmente, el puente dispone de seis carriles para vehículos y una pasarela independiente para bicicletas y peatones. Desde los años 1980, está iluminado por las noches para acentuar su silueta, nos aclara la Wikipedia.
La estructura no para de sorprendernos, en 2006, unos trabajadores de la ciudad descubrieron un refugio de la Guerra Fría en uno de los sótanos del puente del lado de Manhattan, con suministros médicos, mantas y más de 300 000 paquetes de galletitas saladas. Es seguro que alguno de los trabajadores las probó, a pesar de que estaban recontra vencidas. En el otro extremo, en las alturas, las torres han desarrollado su fauna propia, consistente en halcones peregrinos que allí hicieron sus nidos con la equivocada creencia de que no habría depredadores humanos capaces de trepar hasta allí.
No solo pintores y albañiles llegan a esa cumbre, sino que lo han hecho personas tan impensables como Johnny Weissmüller cuando era el Tarzán más indiscutido. El gigantesco recordman mundial de natación, saltó casi desde el tope de una de las torres. Fue una exhibición impecable, casi para el desmayo de los espectadores de primera fila en cualquier matiné… pero era tan espectacular como falsa, a pesar de que en su momento Hollywood no reveló el truco y muchos creyeron que el salto había sido tan verdadero como los que hacía en la vida real. Lo que había caído, y en una cuba, era un maniquí, pero andá a explicarle eso a los admiradores.
Además, en ese tiempo en que no estaba prohibido dar noticias de suicidios (por la emulación), era frecuente que la gente se arrojara desde el puente, tanto para terminar con su vida, como para lograr una proeza. El primero de ellos fue Robert Emmet Odlum, que a poco de inaugurado se arrojó con la ilusión de conseguir un parrafito en la historia de Nueva York. En realidad lo consiguió, pero no sobrevivió. Robert era socorrista y monitor de natación, salvó a otros pero no supo salvarse él. Quedó tan maltrecho tras la caída, que murió poco después.
Será trillado y lo que quieras, pero el big bus te lleva a todo lo que uno no puede perder, sin agotarse. Pero después, hay que volver para recorrer algún rincón según tus intereses.
El Puente de Brooklyn desarrollo noticias, comentarios y leyendas sin interrupción desde fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX. En lo personal, la más divertida me resulta la del saltador mentiroso… o quizás tan audaz como afortunado. Se llamaba Steve Brodie y fue muy popular en su momento. El 23 de julio de 1886 Steve emergió del East River empapado y maltrecho sin que nadie pudiera jurar que lo había visto saltar salvo algunos poco creíbles amigos íntimos. ¿Qué hacer en una situación como esa? La policía lo resolvió de inmediato: lo metió preso… ya se podría averiguar qué delito había cometido.
La prensa neoyorkina que se estaba debutando en el periodismo escandaloso que terminaba de inventar, también supo de inmediato cuál era el procedimiento adecuado. Había que insertar ese hecho en realidad mínimo, en el aburrido entorno que no despierta interés. No había que creerle a Steve Brodie, bastaba con noticiar el asunto y cuestionarlo desde todos los ángulos posibles. La gente estalló, había nacido un héroe. ¡Que no me vengan con que el salto lo inventó y si lo inventó, mejor para él y para Nueva York!
Se hizo tan popular que abrió un bar e incursionó en el teatro de vaudevil y hasta en el cine incipiente. El boliche llevó su nombre y le suministró los recursos para pasar una buena vida, además de proveer nuevas anécdotas. Desde entonces, en Nueva York, arriesgarse a beber más de lo debido o pegar un salto hasta la borrachera más atroz, tenía un nombre: “tomar un Brodie”.
¿Saltó realmente Brodie? Un año antes, la prensa registraba la muerte de Robert Odlum, uno de los primeros saltadores. Ese hecho selló la idea de que la hazaña era imposible. Sin embargo está el asunto de la emulación y de la falta de medidas para impedir que la gente salte de estos puentes y de edificios como el Empire State, hace años protegidos con vallados. Así que no pasaron ni 30 días para que otro vecino de Brooklyn, Larry Donovan, saltara airosamente con una multitud como público y con los periódicos convocados para testimoniar el hecho. Donovan no solo sobrevivió sino que puso a prueba la credibilidad de Brodie. Entre ambos se desarrolló una rivalidad muy publicitada, con la amenaza pública de saltar de puentes, uno tras otro. Donovan se disponía a saltar de un puente en Inglaterra cuando fue asesinado por razones no divulgadas.
En la interminable colección de anécdotas y leyendas, se gana un lugar relevante George Parker, un estafador que se hacía pasar por el ingeniero que había construido el puente y era tan convincente que se asegura lo vendió al menos ¡¡4.000 veces!!, convenciendo a incautos inversores confiados en la rentabilidad del peaje. ¿Se puede creer que el truco le funcionara durante más de 40 años? Lo que es difícil de creer, por más duras que sean las leyes en Estados Unidos, que le hayan adjudicado cadena perpetua por ese delito. En todo caso, el puente era rentable, pero no era una mina de oro. Hasta 1911 se cobraba ese peaje de 1 centavo para cruzar a pie, 5 en caballo y 10 en carruaje. Actualmente se lo cruza gratuitamente… a menos que se opte por una excursión guiada.
Hay más razones que todas estas para que no dejes de cruzar el puente en tu visita a Nueva York. La más relevante es la vista de la ciudad… todos recomiendan hacer el recorrido desde Brooklyn hacia Manhattan, para poner a los rascacielos en el horizonte inmediato. Encontramos y nos gustaron, estos “Diez consejos sobre cómo visitar el puente de Brooklyn”.
Guillermo Pérez Rossel
Diez consejos sobre cómo visitar el puente de Brooklyn
1) En general la gente lo recorre desde Manhattan hacia Brooklyn, pero así dejan el panorama a las espaldas, y se desvanece el efecto wow. Créanme que nada lo deja a uno sin respiración como hacerlo de Brooklyn a Manhattan, y ver la puesta de sol que nos entra por los ojos, con las luces de los rascacielos que se encienden, y el perfil de la ciudad que emerge como en una pintura. Entonces yo aconsejo tomar el metro A o C y bajarse en High Street ($2,75 viaje simple), de ahí, inicien el paseo. Vean el mapa. El recorrido dura cerca de 25 minutos. Pero caminando lentamente se necesitan 40 minutos. Y conviene hacerlo despacio.
2) Ya lo dijimos, la puesta de sol es el mejor momento para visitarlo. Si vienen en verano, esto sería entre las 8 y 9 de la noche. En diciembre sería entre las 4 y las 5. Pero les recomiendo que verifiquen antes cuál es la hora precisa de la caída del sol (escriban “sunset New York” en Google, y ahí encontrarán la información). Si se lo pierden, podrían perderse un espectáculo infinito.
3) Deben caminar por dos kilómetros, por lo tanto, nada de zapatos altos, deben llevar zapatos cómodos, y recuerden: en el puente no hay baños públicos. Estos están en los ingresos.
4) Dos fotos no pueden faltar: una con el horizonte del downtown a las espaldas, la otra con los arcos del puente, después de haber atravesado la mitad.
No es mala idea contratar un tour a pie que cuesta u$s 2,50. Vas a ver lo mismo… pero un simpático guía te dirá todo lo que es interesante saber.
5) Pongan atención de no caminar por la ciclovía, de lo contrario las bicicletas pueden atropellarlos.
6) Háganlo durante un día en el que no haya mucho viento, de lo contrario será un verdadero viacrucis. El viento se multiplica por mil en el puente.
7) Recuerden que atravesando el puente podrán ver la Estatua de la Libertad desde lejos, Wall Street, el Manhattan Bridge, y de lejos también Williamsburg Bridge y Verrazzano,un poco de Brooklyn, Governors Island, Ellis Island, Liberty Island, y la Freedom Tower.
8) Lleguen un poco antes de la puesta del sol, y dejen una hora para visitar la zona de Dumbo, el fantástico corazón bohemio de Brooklyn. Dense un paseo también en el Brooklyn Bridge Park. En este caso, también pueden tomar la línea F y descender en la estación de York Street (en lugar de bajarse en High St. como está sugerido en el punto 1).
9) No atraviesen todo el puente si no se sienten cómodos caminando tanto, porque si se paran a la mitad, no hay manera de tomar un autobús para atravesarlo, entonces hay que hacerlo todo! Entonces, si sólo quieren caminarlo en una parte, empiecen desde Manhattan, caminen lo que les quede mejor, y luego regresen.
10) Pero no se preocupen mucho, a lo largo del recorrido hay bancas para sentarse.
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https://es.wikipedia.org/wiki/Puente_de_Brooklyn
https://www.losapuntesdelviajero.com/puente-de-brooklyn-nueva-york/
https://freetoursbyfoot.com/visitando-puente-de-brooklyn/#tour
http://womenatthecenter.nyhistory.org/emily-warren-roebling-beyond-the-bridge/