Comiendo sin que nos vea García Robles
En la portada, el ingreso al restaurante de L’Hermitage, quelle finesse! El gran gordo García Robles se nos murió, es irremplazable. Pero a menudo se sienta a la mesa de nuestra imaginación con Damián y conmigo, sin hacer el más mínimo comentario mordaz sobre nuestras apetencias de gourmand en el caso del autor de esta nota y de angurriento sin remisión en el caso del Editor, yo. No señor, Sebastián Elcano no solo era un erudito en casi cualquier cosa… también era un tipo que te argumentaba en francés o hasta provenzal, y te aplastaba. Curiosamente, el agradecido era él; al menos eso te hacía creer.
Por Damián Argul
Disfruté siempre mucho mis charlas con el gran Hugo García Robles (Sebastián Elcano) escritor, periodista, con enormes conocimientos de las artes plásticas y la restauración, poseedor además de muy afinados sentidos del olfato y del sabor.
Fue él quien me dio pautas para saber elegir a que restaurante entrar cuando carecemos de referencias previas. También convinimos, entre otras cosas, que generalmente los lugares con gran vista, shows o “temáticos”, no suelen preocuparse mucho por la excelencia de su comida.
Recuerdo esas charlas cada vez que enumero algunas de mis experiencias astronómicas adquiridas por aquí y por allá. Seguro que él, gran gourmet, no aprobaría esta lista confeccionada por un gourmand.
Mac Donalds en Wall Street.
Nada puede sorprender en Nueva York, por ejemplo este típico Mac Donalds con detalles de un restaurant Michelin: Portero (que barre el salón) mesas con flores (de plástico) un pianista (posiblemente contemporáneo de Arturo Rubinstein) y paredes con horribles cuadros . También te llevan la comida la mesa. Un tablero que pasa valores de la bolsa completa el tinglado. El resto es igual a todos y a veces dudo si se están riendo de los clientes o de ellos mismos, pero lo cierto es que funciona. Saben hacer las cosas.
Huevos en el Madrid de los Austrias
Casa Lucio está ubicada en la Cava Baja (La Latina) rodeada de otros bares y restaurantes. Lugar de encuentro de políticos y famosos varios, incluso integrantes de la Casa Real.
Su cocina fresca y sencilla de corte madrileño y castellano hace difícil la elección aunque los huevos estrellados me terminan siempre tentando.
Se entra por el bar muy concurrido, como todos los de Madrid y con la mayoría de las mesas en la planta alta llamada “el purgatorio”. A la hora del postre el mozo, antes de que yo ordenara, me trajo un arroz con leche. “Si no le gusta no lo pague”, me dijo. Y me encantó. Era el primer arroz con leche de mi vida.
Almuerzo contemplado por Cuarenta siglos de Historia.
Sea cual sea el motivo de una visita a el Cairo difícil es sustraerse del deseo de visitar las Pirámides y la esfinge ubicadas a 25 kilómetros del centro en la meseta de Guiza. En mi caso era una ilusión que arrastraba desde la niñez y por cierto lo primero que hice al llegar, fue ir a ver las tres pirámides y la esfinge, de sonrisa tan enigmática como la de la Gioconda. Una vez sorteado el asedio de los camelleros se logra la paz necesaria para apreciar las únicas maravillas de la antigüedad que se mantienen en pie. Superado el impacto de su imponente presencia al contemplarlas recibimos mensajes de misterio, grandiosidad, paz y todo lo que nuestra imaginación pueda agregar. Es un diálogo que solo requiere tiempo, aunque algunos se atreven a visitar su interior y otros sobreviven a una vuelta en camello.
Un broche de oro de esto es almorzar en el suntuoso hotel y antiguo palacio, Mena House ( hoy Marriott) frecuentado por grandes personalidades signos de sus épocas como Winston Churchill y Lionel Messi .
Sentados en su terraza el buffet de especialidades locales e internacionales pasa a un total segundo plano, aun para mí, cuando disfrutamos de su jardín, campo de golf e inmediatamente las pirámides en pleno desierto. Dejar pasar el tiempo es posiblemente lo mejor que se puede en este espléndido oasis.
Samba, chopp y feijoada en Sao Joao e Ipiranga.
En el Centro Histórico de San Pablo el Bar Brahma combina todos los elementos para disfrutar de una noche redonda, en especial para quienes ya somos creciditos.
Un amplio salón ambientado impecablemente en los años ’50, con show vivo, en el que suelen actuar grupos y artistas de renombre, interpretando todos los ritmos brasileños, comida también brasileña abundante y variada (se puede pedir en platos o una picada) y unos chpps bien helados que parecen una mousse de cerveza.
El lugar tiene mucha seguridad pero es recomendable llegar y salir en taxi.
Retsina, Sirtaki y ensalada griega al pié de la Acrópolis.
El pequeño y acogedor restaurant Akordeón de Atenas parece haber conseguido el milagro de satisfacer tanto a locales como visitantes manteniendo su personalidad profundamente griega. No es fácil en una ciudad que recibe tantos turistas.
Su comida es sabrosa desde la variedad de ensaladas (salatas) a todos los platos de su menú y los mozos muy bien dispuestos a explicarte, en inglés, las bondades de la cocina griega. La música es constante en base a acordeón y tambores interpretada por sus chefs. Un repertorio que incluye, por supuesto, el sirtaki de Zorba y todo el repertorio de música tradicional y contemporánea. Una comida que pide abandonar el tradicional ouzo y acompañarla con Retsina, un vino que te invade el paladar con un toque resinoso y al beber se sientes sus tres mil años de historia.
L’Hermitage. Montecarlo.
El lujo dentro del lujo. Ya antes de entrar a este cinco estrellas los autos estacionados (Bentleys, Rolls y Ferraris) ya te indican su nivel, confirmado con uno de los platos más memorables y breves de mi vida: filetes de foie gras.
Al terminar los que tenían pasaporte pudieron entrar al Casino y los que nos los habíamos olvidado en el hotel de Cannes nos debimos conformar en la terraza del Hotel de Paris con un café, unos con cognac y yo fiel a mi “eau de vie” de pera.
La Habana. La Bodeguita del Medio.
Aunque esté llena de turistas no debe haber nada más cubano. En el corazón de la Habana Vieja es una antigua casa con muchos ambientes pequeños lo que permite confraternizar con e otros parroquianos aunque en una época la mayoría provinieran de Europa del Este y hablaran lenguas inentendibles.
El menú bien criollo caribeño con yuca, plátanos, arroz con frijoles, distintas tipos de carne incluyendo “charque uruguayo” (sic). Una comida pesada pero que con el “mojito” se lleva bien. Un espectáculo aparte son las paredes llenas de firmas, pensamientos y recuerdos de cuantos personajes han pasado por La Habana.
Papas soufflé en la calle Lavalle
En una ciudad en la que se come bien en populares pizzerías y refinados restaurantes, El Palacio de Las Papas Fritas sigue siendo un clásico muy tentador. Sus famosas papas soufflés son el complemento ideal del bife de chorizo o la milanesa en una comida que se puede culminar con un memorable flan con dulce de leche.
Un restaurant grande con mozos de oficio vestidos de negro con largos delantales blancos mantienen la viva imagen de los tradicionales restaurantes porteños, una tradición que saben cobrar bien. Algunos recientes amagues de cierre pueden influir en el servicio, por lo que conviene asegurar su vigencia. Si todo se mantiene como siempre, no deje de pedir el salpicón de Blanco de ave, una entrada perfectamente compartible.
Como un Duque en Brujas.
El restaurant Duc de Bourgogne es el lugar perfecto para comer en esta encantadora ciudad. Ubicado en el casco antiguo ocupa un edificio del siglo XVII que funcionó como restaurante en el siglo XVI II y está finamente decorado en estilo de época.
Su comida es tradicional franco belga por lo que ya saboree unos mejillones con salsa de cerveza e impecables papa fritas, culminando con una mousse de dos chocolates, belgas por supuesto. Para el lugar y el servicio el precio es razonable aunque sus vinos son muy caros. Para disfrutar de una cena más inolvidable reservar una mesa mesa con vista a los canales.
Viñedos cerca de Ciudad del Cabo.
En Ciudad del Cabo hay dos paseos imperdibles: el Cabo de Buena Esperanza y la zona de viñedos. Para visitar esta última hay muchas opciones para elegir.
A 50 kilómetros de Ciudad del Cabo se encuentra Stellenboch. Fundada en el siglo XVII, plantada de robles desde sus orígenes, hoy es una ciudad universitaria lo que le inyecta juventud y dinamismo. Se la puede considerar la capital de la viticultura ya que aquí se establecieron los franceses hugonotes, que venían huyendo de las persecuciones religiosas . Se pueden visitar y hacer degustaciones en grandes bodegas para luego ir a almorzar, previa degustación a la Granja y Bodega Spier una antigua construcción característica del estilo colonial holandés.
El comedor es muy acogedor y su comida – de la granja al plato- se precia de ser cultivada con elementos naturales. El plato principal es siempre muy abundante en carnes y los vegetales que la acompañan. Para completar este recorrido viñatero, seguir 30 kilómetros al Este a, Frenchoek, pequeño y encantador enclave francés, rodeado de montañas.
Sushi y Volcán de dulce de leche. José Ignacio.
La Huella es uno de esos restaurantes que traen anotados los viajeros más exigentes que llegan al Uruguay. Los que están familiarizados con la “farándula porteña” encontrarán muchos rostros conocidos. En un ambiente informal construido sobre la Playa Brava frente al océano es un lugar donde se come muy bien. Con la vista del océano al frente y excelente música es un restaurant caro, pero con un muy personal muy bien entrenado que te puede ayudar a lograr un precio razonable compartiendo, por ejemplo, la tarta de cebollas, unas ctoquetas de camarones y los volcanes de dulce de leche, incompartibles.
Tiene un bar de Sushi muy afamado.
Sushi y sake en Miami Beach.
Benihana es un restaurante japonés de franquicia por lo que posiblemente no gustase al inolvidable García Robles, pero como contrapartida cobra precios razonables. Te sientan en una mesa compartida que en realidad es una tabla ancha que rodea una gran plancha donde se prepara la comida. Lo hace un “chef” que prepara todo a la vista haciendo a la vez distintos malabarismos con todo lo que tiene a mano. Se sirven entradas variadas para luego de acuerdo a cada pedido pollo, carne o camarones. Se pasa un rato agradable, diferente y se come aceptablemente con cubiertos o palillos a gusto del consumidor. La decoración estilo japonés es correcta y muy pulcra y sorprende mirar por unas pequeñas ventanas la Bahía Biscayne y un gran bosque que en realidad está formado por pequeños árboles bonsái.
También tiene Bar de Sushi.
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Nota del Autor: La presente serie de artículos representa una recopilación
de experiencias adquiridas en más de sesenta años de viajes por los cincos
continentes. La información contenida en ellos ha sido en lo posible,
confirmada por distintas vías, pero no debe ser tomada como una guía turística actualizada.
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