Guerras, terremotos, culturas superpuestas a lo largo de milenios y larga postergación económica, produjeron un lugar absolutamente único e irrepetible.

En el Palacio Taranco, Museo de Artes Decorativas, se lleva a cabo una muestra fotográfica sobre las tradiciones y herencia religiosa en Macedonia y en su capital Skpoje. El fotógrafo es Pance Velkov quien además de fotógrafo, es un importante miembro de la salvaguarda del patrimonio histórico cultural, en particular medieval de su país. Esta muestra es un esfuerzo de la Dirección de Cultura del MEC y se lleva a cabo gracias al impulso privado de Ana Valdés, Alejandro Turell y Enrique Badaró Nadal. Sobre esa muestra y el contexto urbano, escribe Ana Luisa Valdés, colaboradora de la Revista Arte del MUVA.

 Alicia Haber, dilecta amiga y directora de la revista, dedicó el nuevo número a Macedonia, un país que formara parte de Yugoeslavia a pesar de las características de nacionalidad propia que hoy se le reconocen. De esa región montañosa y sin costas, salió Alejandro Magno a conquistar al mundo, cosa que realmente consiguió, hasta el punto que a él le debemos la civilización que tenemos todos los occidentales. Pero luego se fueron superponiendo nuevas y riquísimas culturas, hasta transformar esa zona del mundo en un lugar absolutamente apasionante. Alicia incorporó a la revista notas de cuatro notas, a las cuales se puede acceder desde los vínculos al final de este artículo Ana Luisa Valdéz, antropóloga doctorada en Suecia, una de Enrique Badaró Nadal importante artista y curador uruguayo, una más de Alejandro Turell importante artista uruguayo y finalmente una que lleva su firma y calza su estilo culto, estético y de fluida lectura, sobre Macedonia y sobre el fotógrafo Pance Velkov. Hay vínculos a esas notas al final de este artículo.

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Mi primera imagen de Skopje, la capital de Macedonia, es la de un reloj que se ha detenido en el tiempo. En la estación de trenes, un reloj gigante se detuvo marcando la hora del nefasto terromoto del 26 de julio de 1963. Un terremoto que causó 1000 muertos y que destruyó casi el ochenta por ciento de la ciudad.
El año 1963 marcó varios hitos: el presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy, fue asesinado, y la llamada “crisis de los misiles” en Cuba, en el transcurso de la Guerra Fría, llevó al planeta al borde de una Tercera Guerra Mundial.
Pero la solidaridad del mundo con Skopje no tuvo parangón. En efecto, 77 países la reconstruyeron: México, Inglaterra, la Unión Soviética, Italia, el resto de Yugoslavia –croatas, serbios y montenegrinos que trabajaron codo con codo–, Turquía, los viejos amos otomanos de Skopje, los Estados Unidos de América, Suecia, Francia, Finlandia. La humanidad recordó la historia de Skopje, una ciudad antigua, unida a Grecia por ríos y por una historia común.

Sin embargo, Macedonia no ha podido ser miembro de la Unión Europea, porque Grecia ha vetado su ingreso como país que reivindica su nombre histórico por ser la cuna de Alejandro, que era macedonio y griego al mismo tiempo.
En Skopje nació santa Teresa de Calcuta; la ciudad se llamaba Uskub entonces y era parte del Imperio Otomano. La monja pertenecía a la minoría albanesa de Kosovo, que se había instalado en la capital.
En mi visita a Skopje recorrimos el viejo souk, donde albaneses, gitanos y macedonios conviven y venden sus productos: desde tomates a relojes viejos, todo al mejor postor; se generan subastas espontáneas cuando llega la hora de cerrar.
Con la guía cariñosa y sabia de Pance y de su esposa Gordana, recorrí el pasado de Skopje: mezquitas y baños termales de la época otomana que han sobrevivido milagrosamente al terremoto, monasterios con mosaicos bizantinos que muestran Cristos hieráticos, así como apóstoles magros y taciturnos que se parecen a los cuadros del Greco que vi en Toledo.
La Macedonia multicultural que conocí en mi visita a Skopje es como una cebolla o como las muñecas rusas conocidas como matrioskas; siempre hay algo nuevo en un paisaje callejero que cambia de continuo.

Por todas partes se ven autos oficiales de Naciones Unidas, que recuerdan la cercanía con Kosovo.
Algunos visitantes nos contaron que cuando se cansaban del pesado trabajo de mantener la volátil paz en Kosovo, disputada por serbios y albaneses como su cuna, venían a Skopje a descansar y a tomar café expreso en las múltiples cafeterías de una metrópoli que pelea por entrar en la modernidad y por recuperar su identidad y su rol como nodo cultural de la región.

A pesar de la presencia de edificios hechos en el sesenta, construidos en un estilo de hormigón modernista, la ciudad mantiene una unidad estética y urbanista que asombra al viajero no preparado. El llamado “hormigón crudo”, un término popularizado por Le Corbusier y usado para definir la “arquitectura brutalista”, ha sido el material predilecto de los arquitectos modernistas que tuvieron a su cargo la reconstrucción de Skopje luego del terremoto.
Pero esos edificios han sido suavizados por el tiempo y han adquirido casi la misma pátina de las mezquitas otomanas.
En Skopje el tiempo se ha detenido, y los relojes inmóviles y eternos son el templo de la espera y también de la esperanza.

Sobre Ana Luisa Valdés:

Ana Luisa Valdés es escritora y antropóloga, especializada en museos y en cultura digital. En Suecia en donde vivió muchos años formo parte del Consejo Cultural del Estado, con responsabilidad sobre los museos y el arte contemporáneo. Integro la directiva del primer portal europeo de museos y patrimonio, que se inició como prototipo en los países nórdicos (Suecia, Dinamarca y Noruega). Trabajó para la Comisión Europea en Bruselas como responsable de la democratización de la Internet, el multilingüismo y el uso del patrimonio europeo en portales y productos de multimedia. Creo varias redes digitales en Suecia, Kulturnät Sverige y Kulturnät Gävleborg. En estos últimos años trabajó para la Dirección Nacional de Exposiciones Itinerantes en Suecia. Ha curado varias exposiciones en colaboración con Catherine David, Jan Erik Lundström, Cecilia Parsberg y Susan Meiselas. Es responsable de varias selecciones virtuales, http://www.scoop.it/t/museums-and-ethics/ y ha escrito varios libros relacionados con el tema, Internet y Género, Internet para Humanistas, Me gustan los videojuegos, etc. Fue responsable de la crítica de videojuegos del diario más grande de Suecia, Dagens Nyheter. Escribió sobre cultura digital para Posdata en Uruguay y para la Jornada de México. Hizo un videojuego, Backpacker Junior, usando el patrimonio cultural e histórico sueco para adaptarlo a niños y jóvenes. En estos links se puede seguir su multifacética actividad.

Ana Luisa Valdés en Twitter 

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