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Herejía y elegía sobre la Semana Santa en España


El Editor tiene un amigo en España; su visión de Semana Santa pre y post Franco ilustra tanto como roza la herejía; así es Juan Manuel Beltrán.

 Por menos que esto Juan Manuel hubiera ardido en la hoguera en otros tiempos o hubiera tenido que huir a Uruguay, como tantos catalanes republicanos o simplemente agnósticos. Si su descripción excita la polémica, bienvenida sea. Que como acá, también en España hay tantas opiniones como habitantes. El amigo descarga sus vivencias en http://letrasdenada.blogspot.com, donde aguardan turno para formar parte de un libro. Lo que sigue es su descripción prometida y escrita al vuelo, como todo lo de él.

   Me escribe un amigo uruguayo, periodista de raza antigua, bebedor de tinta de rotativa y fumador compulsivo por la necesidad de tocar papel, para solicitar un comentario sobre la Semana Santa en España. Como me ha pillado relajado y es un tema al que, a veces, le he dedicado la atención de mi media neurona, me parece que van a ser algo más de dos letras.

Lo primero que me viene a la cabeza es aquella Semana Santa de mi infancia; la Semana Santa en blanco y negro en la que se había muerto Dios y España, literalmente, estaba de luto. Recuerdo aquel tedio espantoso de radios con música sacra; visitas a Iglesias en las que reinaba la negrura de oficios interminables y recuerdo, también, la alegría de recibir el regalo del padrino en forma de Mona de Pascua. Esta costumbre catalana me otorgaba una ventaja especial sobre mis amigos madrileños, que no tenían posibilidad de empatar ese lance de la fortuna, pues no es costumbre de la villa y corte.

 
Recuerdo un Madrid de cines cerrados en el que no se podía hacer nada, ni jugar en la calle o hacer ruido en las casas. También me acuerdo de la indignación de un señor -pobre imbécil – y sus amonestaciones por reír en la calle «cuando se había muerto Jesús».

Recuerdo todo eso y recuerdo que, como si hubiera transcurrido un solo instante en mi memoria, muerto Franco, entró la luz y la Semana Santa se llenó de color, de ansias de playa, de salidas masivas en interminables caravanas de coches atascando carreteras y autopistas. A España le habían quitado el luto y desde entonces, nos dedicamos a vacacionar con hambre atrasada y como si lo fueran a prohibir.

Pero la Semana Santa, además, conserva y cuida tradiciones religiosas que han trascendido el ámbito de lo puramente litúrgico y colonizado la inclinación a la fiesta propia del españolito de pro. La Semana Santa de Sevilla es una excusa para estrenar vestidos, seducir posibles novios o «ligues» y lucirse a sí mismo tanto como se luce el paso en el que desfila la imagen objeto de devoción.

Eso en el sur, que en otras partes también hay tradiciones siniestras que ahora son muy atendidas como los ensogaos, especie de martirio ofrecido para purgar culpas; los famosos tambores de Calanda, que son golpeados hasta que la sangre de las manos del entregado tamborilero empapa el parche y otros cientos de rituales que perviven entre copas, risas, playas, arroces y cucuruchos de camarones.

Y acabemos con mi percepción personal de esas celebraciones de Sevilla, para mí  las más completas en cuanto a posibilidades. Lo primero que tengo que hacer es reconocer ciertos momentos de una estética impactante: la catedral a oscuras mientras desfila un paso; un rincón del barrio de  Santa Cruz, con los faroles apagados para que las velas del paso dibujen sombras mientras los costaleros hacen bailes con los quintales cargados en la espalda…

Todo eso lo reconozco, pero también me reconozco observándolo todo con la distancia emocional que puede mantener un sueco, pues las gentes que a eso se dedican me resultan ajenas, lejanas e incomprensibles. Para mí es como seguir un ritual pisidio con un matiz importante: me produce pudor y vergüenza ajena. La exhibición púbica de la religiosidad, me resulta mucho más pornográfica y ofensiva que la película más X que se pueda comprar en un sex shop.

Como despedida propia de la época, tengo que hacer una confesión pública de mi absoluta perversidad, mala inquina y peor calaña: todos los años pongo mis mejores deseos en que llueva a mares y se tengan que suspender las procesiones. Dios me castigará, seguro, pero juro que disfruto, con lo que otros llamarían sadismo, viendo en la televisión los reportajes llenos de gente llorando desconsoladamente por no poder sacar el paso bajo la lluvia. No puedo evitarlo: me río como un poseso y me lo paso fenomenal. ! Qué le vamos a hacer!

Espero que este personal punto de vista sobre la Semana Santa en España no disuada a nadie de darse un baño de multitudes y viajar hasta Sevilla, Córdoba, Valladolid etc mientras que yo, perro viejo, me quedo en casita disfrutando de ver, a los demás, llorar bajo las lluvias y los fríos propios del mes de Abril.

Elegía sobre la Semana Santa en España

Como se dijo, Juan Manuel no se limitó a enviarnos la colaboración que pedíamos sino que la publicó en su blog, donde pronto tuvo un comentario que es la contratara del suyo. Viene bien para contrastar y para enterarnos de las intimidades de esas impresionantes procesiones.

Querido Juan Manuel,

Aunque en casi todo el texto veo respeto por unas tradiciones que no compartes tengo que trasladarte alguna reflexiones de una persona del sur que ha vivido desde pequeño la Semana Santa Sevillana y Sanluqueña, con y sin Franco, y que, a pesar de no considerarme capillita (es como llamamos a los enamorados de la Semana Santa que siguen todas las hermandades y todos los pasos) me gusta mucho nuestra forma de entenderla.

Lo primero es que los pasos no bailan y los costaleros (que actualmente son miembros de las cofradías) tampoco los hacen bailar, en todo caso los pasos se mecen.

 

 Lo segundo es que tras un recorrido que puede durar 10-12 horas en Sevilla y 4-5 en Sanlúcar de una hermandad hay mucho esfuerzo, muchas horas de dedicación a lo largo del año, muchas horas restadas del sueño, de las familias y de las aficiones personales para hacer posible que la cofradía salga a la calle (no incluyo la devoción de las personas que participan en cada cofradía, que también influye). Para que una Hermandad pueda sacar dos pasos a la calle hay que preparar muchas cosas a lo largo de casi un año entero.

Para empezar, las cuadrillas de costaleros (40-50 personas) deben ensayar durante muchos días para poder aguantar el peso durante el tiempo que el paso está en la calle, no solamente desde el punto de vista físico, sino que se deben ensayar los pasos que utilizar en el recorrido. Estos ensayos se realizan en horas a veces poco apetecibles, por la noche para evitar el tráfico.

Existen otros equipos de personas que son los encargados de preparar los pasos, arreglarlos, decorarlos, montarlos, colocar las figuras, etc. Tenemos personas que se dedican a preparar toda la logística necesaria para una procesión, materiales (cirios por ejemplo), utensilios (varales, estandartes, etc), fungibles (velas, hincienso, etc). Equipo necesario para acondicionar los objetos de valor que se utilizan en los pasos (túnicas de terciopelo, palios bordados, varales, etc).

Como puedes intuir es un equipo grande de personas las que trabajan en esto y como me imagino que deduces una inversión importante para las arcas de cada hermandad y para los bolsillos de los miembros de las cofradías. Pero lo más importante es la ilusión (y devoción también) de muchas personas que si no se cumple por una lluvia, se queda frustrada. Quizá comparable a que después de muchos preparativos no se pudiera representar una obra de teatro o que tras un año de preparativos se anulara la misma mañana el certamen donde tu perrita pudiera ganar un título importante. Por lo que aunque no compartamos las costumbres, no nos alegremos.

Por otro lado y para terminar, te aseguro que la vida de los niños que hemos crecido en ese ambiente, cuando llegaba esa parte del año se tornaba hacia la SS, fabricábamos paso con cajas de zapatos, o con las mesas de nuestras casas donde se subían los más pequeños o colocábamos un paragüero a modo de figura (a escondidas en algunos casos), con la consiguiente bronca de la madre que cuando se daba cuenta la mesa del comedor transitaba por el patio o lo que es peor por la calle correspondiente.

En fin, cada uno es heredero de unas tradiciones que cuando se conocen es cuando se comprenden, incluso aunque no se compartan.

Ahora mismo me pongo a buscar sitio para comer.

Un abrazo a todos.
 

(fotos de Panoramio.com y wikimedia commons)