Punta del Este según el NYT
¿Qué le ven a Punta del Este los estadounidenses? Matt Gross viajó por encargo del New York Times y trató de gastar poco, parece que lo consiguió.
La nota se publicó en enero de 2007 en http://travel.nytimes.com/2007/01/07/travel/07frugal.html, pero Matt viajó en noviembre del 2006, pues su intento era poder categorizar como «frugal» a este destino afamado por los lujos del jet set. El avispado corresponsal viajó en noviembre para zafar de la alta temporada, pero no se privó de nada pese a lo cual consiguió su objetivo y calificó de manera excelente a nuestro balneario. Pero no se me embalen con los precios del periodista, pues ya tienen sus añitos.
Bebió Negronis a 7 dólares, se alojó en uno de los mejores hoteles, comió en buenos restaurantes, pero también unos chivitos de Marco’s y unos croissants en La Barra, evitó compras costosas prendas en la Calle 10; en fin se sacó todos los gustos normales de un periodista dispuesto a economizar la partida de gastos que le asignaron.
Veamos alguna de las impresiones que destacó para tratar de comprender por qué cada año más viajeros de fuera de la región escogen nuestro balneario. En primer lugar, lo impresionó la elegancia, belleza y opulencia de la gente que vio en todos lados. Tanto que a su artículo lo tituló «Sentirse a gusto entre la élite de Uruguay en Punta del Este».
En el casino del Conrad «oía al dinero corriendo alegremente por el desagüe, en sentido contrario por supuesto, pues estamos en el hemisferio sur». Por si alguno no lo sabe (aunque quisiera saber si alguien lo comprobó), cuando uno atraviesa el ecuador, el agua del lavatorio se escurre en sentido contrario.
El presupuesto de Matt era de 500 dólares para un fin de semana, así que calculó que esa cantidad le daba únicamente para cinco rondas de Baccarat VIP y salió en estampida, no sin antes tomar una foto en la escalinata de acceso, con la cual ilustramos este articulo. Todas las fotos que publicamos pertenecen al mismo artículo, pues lo que los extranjeros fotografían también resulta elocuente acerca de lo que les interesa.
Increíblemente, el periodista estadounidense salió del balneario con 200 dólares intocados. ¿Se privó de tantas cosas? Aparentemente no y una de las razones que él esgrime es que viajó en noviembre.
Explica que Punta del Este está en la esquina sureste de Uruguay y convoca a argentinos, brasileños, chilenos y más lejanos países, todos empeñados en alternar con veraneantes como Naomí Campbell o Giselle Bundchen y para abastecerse de vestimenta de marcas como Gucci y Valentino.
No vayan a creer, Matt también fue a la playa, no sin antes admirar residencias de veraneo (impresionantes, dice). Punta tiene gente sorprendentemente agradable, dice, que te sonríe por la calle sin motivo aparente.
Se alojó en La Posta del Cangrejo, «un hotel de cal en el mismo mar, no es el tipo de alojamiento para un viajero frugal», pero había encontrado una oferta de pre temporada y se dio el gusto de la misma suite en que se había alojado George Bush. Le salió 80 dólares la noche; Matt no lo podía creer.
Anduvo por el puerto admirando los megayates, comió chivitos (los describe detalladamente y con fruición). Marcos es un ingeniero, opina. «Lo que ahorré esta noche me permitirá derrochar mañana», reflexiona.
Noviembre tiene esos beneficios, pero también tiene inconvenientes. Su guía uruguayo le advirtió que los grandes clubes todavía no habían abierto, no habría invitaciones a las fiestas en la casa de Martín Amis, pero encontraron muy agradable Punta 33, un restaurante enjardinado, con pista de baile modesta y unos 200 jóvenes brasileños, custodiados por guardias joviales.
Se tiró el la playa frente a la Posta del Cangrejo para leer la novela de Èmile Zola que se había traído, vio sencillas iglesias con gente muy trajeada y cuando le dio hambre, en lugar de ir a un restaurante de lujo, se comió cuatro porciones de muzzarella por 110 pesos. Por último fue al Museo del Mar, donde lo que más le sorprendió fue una manta raya como la «que causó la muerte de Steve Irwin, el Cazador de Cocodrilos». «Este es el lugar que amo, podía haber pasado todo el día examinando la colección, pero el sol estaba comenzando a ponerse».
La puesta de sol la presenció en la península, donde había una docena de automóviles con gente dedicada a lo mismo. Caída la noche, fue a Lo de Charlie, dado que apenas había llegado a la mitad de su presupuesto y se acababa el viaje. Matt dio cuenta de un montón de chipirones con «una orgía de acompañamientos» además de una botella de vino uruguayo («con sabur a fruta y queso helado») todo lo cual le costó 1.030 pesos, pues al pagar contado -explica- se ahorra un 10%. «Dormí muy bien esa noche», comenta satisfecho.
El check-out se acercaba, de manera que puso en marcha su Chevy de alquiler y se alejó para una última mirada a Punta del Este, sus ramblas, sus paisajes, sus residencias y naturalmente Casapueblo, a la cual elogia calurosamente. «Tomé fotos hasta del ladrido de los perros», comentó antes de revisar sus bolsillos y descubrir que todavía tenía 200 dólares. «Espera un momento, pensé, ¿estarán abiertas las mesas de Baccarat?