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Las casas torcidas de Amsterdam

No debe haber nada más temerario que decirle “nabo” a un holandés, a un inca del Tahuantinsuyo o al imponente periodista Neber Araújo.

No solo se alzará un coro de gente enojada contigo, sino que, además, quedarás pegado para toda la eternidad, porque en los tres casos los protagonistas tienen sobrada historia de ser todo lo contrario al vegetal,  gracias a su  capacidad de pensar y hacer bien las cosas. Además, ¿qué pruebas tenemos de que el tubérculo tiene menos inteligencia que una papa papusa?

Comencemos por los holandeses de Amsterdam, que tuercen sus casas hacia adelante porque así es como les conviene hacerlas y ya verás por qué. En el caso de los incas, no te hacían una pared vertical ni que se los ordenara la Pacha Mama, porque si las levantaban con plomada como acostumbraban los europeos, los terremotos tan frecuentes allí, se las desmoronaban todos los años. En cambio, miralas todavía a esas paredes orgullosamente erguidas, muchísimos siglos después.

Si te fijás bien cuando vayas a Cusco o recorras todo el Valle Sagrado, verás que la inclinación de las paredes es siempre la misma, en tanto que la inclinación de los huecos para las ventanas y las paredes tiene un ángulo idéntico, pero invertido. En este último caso, es para aumentar su resistencia, en el otro es para que, luego de cada sacudón, las piedras se acomoden solas como los zapallos en un carro. ¡Grandes los incas que heredaron esa tecnología de otras civilizaciones anteriores a la de ellos! Y chiquitos, muy chiquititos, los arquitectos que no analizan ese ángulo para ver cómo con él podrían  mejorar la resistencia de las casas modernas y la arquitectura urbana.

Pero no es ese  el tema de esta nota; lo que queríamos mostrarles son las casas inclinadas para adelante que se ven en Amsterdam. De hecho, centímetros más, centímetros menos, casi todas las casas de esa hermosísima ciudad, parece como si se asomaran a mirarse los zapatos. Y no me vas a suponer que los holandeses no conocían la plomada. ¡Se la sabían de memoria!

Igual que sabían con absoluta convicción, que sería imposible subir un sofá por las endemoniadas escaleras a lo largo de cuatro o cinco pisos… más el equivalente a un altillo, que es donde guardan la ginebra casera para que los turistas no se la beban.

No se había inventado el ordenamiento territorial cuando Amsterdam comenzó a crecer de manera vertiginosa, al amparo del comercio internacional, del negocio bancario, de su cerámica, de los diamantes y, fundamentalmente, debido a que la laboriosidad e inteligencia de los holandeses no podía desembocar en otra cosa que en la prosperidad.

Así que pese a su enriquecimiento, debieron conformarse con lotes extremadamente pequeños que en algunos casos apenas llegan a los tres metros de frente. Con ese tamaño, las escaleras tienen un ancho menor a un metro, cosa que sabe cualquiera que economizó alojamiento y tuvo que subir las valijas por las escaleras de alguna posada, que en todo lo demás es maravillosa.

Cuesta subir las valijas, pero subir un sofá y hasta un colchón, es absolutamente imposible. La única solución es subirlo por afuera y entrarlo por las ventanas. Y es por eso que la pared del frente está inclinada y que en la punta de la cumbrera asoma el gancho y a veces hasta la roldana, que permitirán subir hasta un piano. Si la pared no estuviera inclinada, el gancho debía estar más separado de la pared y eso no es posible en muchos casos.

El misterio de las tres equis (XXX). Cuando veas esas tres equis en internet, ponele la firma que estás por ingresar a un sitio con material pornográfico, pero cuando en Amsterdam te encontrás con ese símbolo sobre fondo rojo y azul, en una figura que se asemeja a un escudo o un emblema, entonces te das cuenta que no es propaganda del Barrio Rojo de la ciudad, sino algo que tiene de cabeza a todos, incluidos a ellos.

Se lo considera el símbolo de Amsterdam sin saberse muy bien por qué, pero hay una teoría que puede emparentar esto con las casas inclinadas. Superpoblada como estaba, Amsterdam fue una de las ciudades más afectadas por la peste bubónica, una tragedia europea probablemente mayor que las dos guerras mundiales. El hacinamiento y la madera como material de construcción, hicieron a Amsterdam una de las ciudades más combustibles y ese fue otro de los más grandes temores citadinos. Finalmente, en una ciudad que quedó bajo el nivel del mar a tal punto que cuando uno aterriza en Schipol ve pasar los barcos al lado por encima del nivel de la pista, tiene temor a las inundaciones. Y ahí tenés a las tres equis, señaladas como los grandes temores.

Nadie dice que esta sea la explicación más razonable, pero es menos traída de los pelos que la escogida por la Reina Guillermina, al asegurar que representan el valor, la determinación y la misericordia de los habitantes de la ciudad. Los méritos se les reconocen entre tantos otros a estos holandeses y resulta muy noble la propuesta de la Reina, pero…

Las Casas Cubo. Ninguna otra ciudad holandesa tiene –al menos para mí- el encanto de Amsterdam, pero todas ellas tienen particularidades para el asombro. En el ámbito de la arquitectura, Rotterdam te reserva una sorpresa en la calle Ovedrblaak, donde al arquitecto Piet Blom se le ocurrió girar 45º sus casas y montarlas sobre un ángulo.

La cuestión es que allí había un puente peatonal que era feo y, peor que eso para un holandés, era ocioso, no servía para gran cosa. Así que le pidieron a Blom algo original, ¡a quién se lo pidieron!

Fue en 1984 y el proyecto abarcó 32 casas cubo, de las cuales 31 están habitadas. En un comienzo, en todas ellas vivían familias, pero era tanta la gente que pedía para entrar, que los vecinos se organizaron para que una de ellas pudiera visitarse, pagando unos pesitos, claro está.

Todas las casas son idénticas; tienen tres plantas totalizando unos 100 metros cuadrados de los cuales sólo 75% es utilizable y disponen de un único dormitorio, lo cual las hace un proyecto extraordinariamente original pero económicamente inconveniente.  En el último piso los dueños suelen cultivar un pequeño jardín. ¡No te digo que los holandeses son adorables!

Bueno, basta de divagar pues aparte de estas disquisiciones urbanísticas, debés dejar tiempo para visitar el Rijksmuseum, el de Vam Gogh, el Histórico, el de Ana Frank, el Nemo, el Stedelijk de Arte Moderno, el flamante Scheepvaartmuseum. No me vengas después con que los únicos museos que viste en Amsterdam fueron el del Sexo y el del Cannabis.

Guillermo Pérez Rossel

Información e ilustraciones basadas en http://www.disfrutaamsterdam.com/curiosidades y en aportes gráficos en Google Earth por los usuarios de Panoramio.