De Las Vegas al Gran Cañón
No te resistas porque odiás la timba. Ni te imaginás lo que puede hacer el hombre y luego, lo que ni te imaginás que puede hacer la naturaleza.
Por Lucila Marti Garro | Para LA NACION (GDA)
Son dos de esos lugares que suelen figurar en las listas de sitios para ver antes de morir y los separan apenas cuatro horas de auto. El primero, creado en medio del desierto, sobre terreno rocoso y polvoriento. Es la famosa Las Vegas, en el estado de Nevada. Al contemplar la Strip, su arteria principal, es imposible no sentir cierto orgullo por la maravilla creada por el hombre, por el avance de la ingeniería que permitió montar allí semejante ciudad. Hay ruido, lujuria y moda.
Hoteles y casinos
La propuesta arranca en Las Vegas, adonde se puede llegar por avión a su aeropuerto internacional McCarran o en auto, desde Los Angeles. En ese caso el trayecto es de cuatro horas.
La Strip es la mayor parte del destino: aquí se congregan los hoteles, uno tras otro compitiendo en tamaño y esplendor. También está allí el famoso cartel con forma de rombo que acredita Welcome to Las Vegas, y cientos de tiendas, shoppings y galerías.
De algún modo, los hoteles son espacios públicos y vale la pena ingresar en cada uno. Se puede dejar el auto gratis en sus gigantescos estacionamientos, y emprender un paseo por el mundo desde Luxor hasta Venecia. O viajar en el tiempo desde el Excalibur Hotel, que recrea un castillo medieval, hasta el estilo moderno del Wynn o el Bellagio.
Los hoteles son más baratos de domingo a jueves. Los hay desde 50 dólares la noche. Cada uno ofrece su atractivo, a veces de lo más insólito. En Nueva York se puede volar en montaña rusa entre los rascacielos, la Estatua de la Libertad y el puente de Brooklyn. Desde la calle alcanza con levantar la mirada para ver pasar por el cielo los carritos, que simulan ser taxis de la Gran Manzana, y escuchar los gritos desesperados de sus pasajeros. Mientras tanto, en Venecia el día transcurre de manera apacible: los gondoleros invitan a subirse a sus barquitos y por unos US$ 10 mirar la ciudad desde el agua a lo largo de 800 metros. De golpe una música estalla y obliga a girar la mirada. Es el Bellagio con su espectáculo de agua y música increíblemente sincronizado sobre la Strip, que atrae a los transeúntes como un imán. París está presente con sus dos íconos, el Arco del Triunfo y la Torre Eiffel, a la cual se puede llegar hasta su mirador, 180 metros en altura. En el Circus Circus, las funciones se prolongan desde las 11 y hasta las 22, cada media hora. Son todas distintas y gratuitas, y van desde payasos hasta acróbatas e ilusionistas internacionales de muy alto nivel.
No digas que no te interesa Las Vegas porque no estás para la timba; al menos esperá a ver la calle Freemont (video) y al menos dos de los espectáculos que los hoteles ofrecen gratuitamente.
Todo esto sin contar el abanico de espectáculos que toman lugar dentro de los hoteles, desde David Copperfield hasta el Cirque du Soleil, y musicales traídos de Broadway como El f antasma de la Opera.
Una vez recorrida la Strip y sus hoteles, conviene visitar la calle Fremont. Es el viejo Downtown de Las Vegas. La calle está cubierta por un techo bombé de luces que, cuando oscurece, se encienden en un espectacular show.
Desde el South Rim
Desde Las Vegas, el Gran Cañón es una excursión habitual. Hay salidas en helicóptero y aeroplano para verlo desde el aire y también tours en micro ( www.papillon.com ).
En auto, lo más recomendable es ir al menos por una noche. El Gran Cañón -dentro del parque natural homónimo- está a 150 kilómetros en línea recta, pero por la ruta la distancia es de 390 kilómetros y lleva cuatro horas. Se toma la autopista 93, que se fusiona con la Interestatal 40, y con dos manos de ida y dos de vuelta llega hasta la ruta 64 norte que conduce al Gran Cañón.
Allí está el South Rim o borde sur, el sitio más concurrido de donde se obtienen las vistas más famosas. Permite percibir la majestuosidad de esos 446 kilómetros, y quebradas con 1600 metros de profundidad desde doce puntos panoránicos. Las visitas aumentan entre junio y agosto, mientras que la temporada baja es de noviembre a febrero (incluso puede nevar).
El South Rim es el punto más elegido por los primerizos no sólo por sus escenas de postal, sino por su abundancia de servicios para el turismo, que componen la Villa del Gran Cañón: hay siete hoteles, restaurantes, museos y negocios. Es la opción más cara y cercana donde alojarse. Para reservar se pude ingresar en www.grandcanyonlodges.com . El South Rim además está abierto todo el año, mientras que el borde norte se cierra en invierno.
A poca distancia, en las puertas del parque está el pueblo de Tusayan. El hospedaje aquí es más económico, con gran cantidad de moteles, comida rápida y un cine IMAX, donde se exhibe una espectacular película sobre el Gran Cañón.
El pueblo de Williams, a menos de una hora, es la opción más barata donde parar. Desde allí parte el Grand Canyon Railway, un tren de estilo vintage inaugurado en 1901 que llega hasta el cañón. El recorrido, de dos horas y quince minutos, exalta la historia local y su folklore, con músicos que irrumpen en escena. Atención: también unos cowboys abordan el tren fingiendo un asalto ( www.thetrain.com ).
En bus o en bote
Hay muchas formas de conocer el Cañón. La más común es estacionar el auto y dirigirse a la parada de autobús más cercana. Son gratuitos y circulan cada 10 o 20 minutos. Se puede viajar hasta una parada, disfrutar la vista, comprar un suvenir, caminar a lo largo del borde del Cañón y luego seguir viaje. Hay cuatro líneas y cada una con sus paradas y su propio paisaje: no hay dos lugares ni dos vistas iguales.
El Skywalk es una pasarela de vidrio con forma de U inaugurada en 2007 que se suspende 1200 metros sobre el río Colorado. Se ingresa por el lado oeste del parque, que requiere una entrada de unos 55 dólares, a lo que se suman 30 más por el acceso al Skywalk. El elevado precio es algo que decepciona a muchos, sobre todo porque ni siquiera dejan tomar fotos con la propia cámara. El atardecer es uno de los momentos más lindos para contemplar.
Los más aventureros pueden recorrer el Cañón por dentro. Una forma de admirarlo desde abajo es hacer rafting por el río. Hay 16 compañías con permiso oficial que ofrecen excursiones de uno a 16 días (desde $ 199) durante todo el año. Para dormir hay campamentos, cabañas y dormis incluidos en el paquete.
También se lo puede recorrer en mula. El paseo puede ser por el día, que incluye bajada, descanso con snack, y subida, de tres horas y un costo de 122 dólares. Pero también se puede trasnochar, para penetrar más en los secretos del Cañón. Una noche cuesta 506 dólares e incluye el hospedaje y todas las comidas. La opción de dos noches cuesta 714..