Una isla caribeña, sí, pero ¿cuál?
En el Caribe Oriental, Antigua & Barbuda son en realidad tres islas: Antigua, la mayor y más desarrollada; Barbuda, salvaje y con playas casi vírgenes, y Redonda, un peñasco rocoso y deshabitado.
Antigua siempre acaparó el mayor porcentaje de turismo, y son varios los famosos que tienen casa allí, como Eric Clapton o Giorgio Armani. Su paisaje es más bien seco y llano, pero sus playas han ocupado varios primeros puestos en los rankings de las mejores playas del mundo. English Harbour es un hervidero de actividad durante la semana de vela, Race Week, a fines de abril.
Cuarenta kilómetros al norte de Antigua (se llega en barco o avioneta), Barbuda es más tranquila y agreste. Está formada por caliza coralina; de ahí el color rosado de su arena (Pink Beach es célebre por sus 8 kilómetros de arenas rosadas casi desiertas) y su única población es Codrington, bautizada por la familia que fue propietaria de la isla y que la usó como rancho privado. Cuenta con muy pocos y superexclusivos hoteles: para darse una idea, aquí solía refugiarse la princesa Diana cuando buscaba verdadero descanso.
ISLAS VIRGENES AMERICANAS
Son cerca de cincuenta islas, pero las más conocidas son tres: St. John, St. Thomas y St. Croix. A lo largo de su historia, pasaron por manos españolas, francesas y danesas, hasta que en 1917 Estados Unidos las compró a Dinamarca por US$ 17 millones de dólares.
St. Thomas, además de ser una de las capitales mundiales del free-shop (la llaman el centro comercial del Caribe), es la preferida de los norteamericanos, y en su puerto atracan miles de cruceros por año. Más allá de las compras, de sus callecitas empedradas y tiendas coloridas, tiene playas como Dios manda, con aguas cálidas y arena fina (Magen’s Bay tal vez sea la más famosa, con su bahía en forma de corazón).
St. John, con apenas 14 km de largo, es la isla más pequeña, además de un paraíso para amantes de la naturaleza: dos terceras partes de la isla son parque nacional. En 1952, Laurence Rockefeller llegó navegando hasta sus costas, se enamoró de la isla, la compró y donó el 60% del territorio para convertirlo en parque. Gracias a este gesto, las playas están resguardadas por una espesa vegetación, y algunas de ellas, como Trunk Bay, han sido nombradas en más de una ocasión en el clásico listado de las diez mejores playas del mundo .
St. Croix es la isla más grande y la que más construcciones danesas ostenta, y vendría a ser un intermedio entre las otras dos: no es tan animada como St. Thomas, ni tan tranquila como St. John. Gran parte de St. Croix es Monumento Histórico Nacional, ya que allí se encuentran fuertes del siglo XVIII, molinos de viento y ruinas de plantaciones azucareras (imperdible el Whim Plantation Museum). Por otro lado, a pocos kilómetros de sus costas, los arrecifes de coral de Buck Island son ideales para practicar buceo.
ISLAS CAIMAN
La célebre condición de paraíso fiscal de esta colonia británica no opaca las características casi bíblicas de sus playas de arena blanca y aguas traslúcidas.
Gran Caimán es la mayor de las tres islas y la más desarrollada, aunque, según lo exige la ley, los edificios no pueden tener más de tres pisos. Pese a que la tierra es seca y está cubierta de maleza, los paisajes submarinos -barcos hundidos incluidos- son algunos de los más espectaculares del Caribe. De hecho, debido a la gran cantidad de naufragios y tesoros antiguos que se encontraron en sus aguas, se dice que las Caimán inspiraron a Robert Stevenson para escribir La isla del tesoro .
Se dice también que Colón divisó las islas en 1503 y las llamó Las Tortugas después de ver tantos de estos animales en el mar, aunque el nombre cambió más tarde a Caimán, en referencia a los reptiles que un día deambularon por las islas. De todos modos, las tortugas todavía están: en Gran Caimán se puede visitar la Granja de Tortugas, considerado el mayor criadero de tortugas marinas del mundo.
ISLAS VIRGENES BRITANICAS
A pesar de estar a pocos kilómetros de sus hermanas, las Vírgenes Americanas, este conjunto de cincuenta islas, islotes y cayos se diferencia claramente de sus vecinas.
Aquí se ha preservado la naturaleza en su máximo esplendor, y el escaso desarrollo urbano es un sello distintivo de este territorio británico de ultramar (de hecho, ninguna construcción puede superar la altura de una palmera).
Por otro lado, la división especial del Financial Times les otorgó a las BVI el primer lugar en la categoría de mejor calidad de vida. Aquí no hay pobreza, desempleo… ni cadenas all inclusive, para el caso.
De todo esto se desprende que las islas son un destino para bolsillos pudientes. También para románticos, aficionados al buceo (cuentan con una biodiversidad de vida marina comparable sólo con el Amazonas) y a los deportes de vela: se las conoce como la capital del deporte de vela del mundo, ya que gozan de vientos constantes (pero combinados con un clima excelente) a lo largo de todo el año.
Aunque de las 60 islas y cayos del grupo, sólo 16 están habitadas; las más importantes son Tórtola, Virgen Gorda, Jost Van Dyke, Anegada, Peter Island y Salt Island. Salvo Anegada (de origen coralino; está rodeada del tercer arrecife de coral más grande del Caribe), las demás son de terreno montañoso y origen volcánico.
Tortola es la más grande del conjunto y donde se concentran los servicios turísticos. Con su relieve accidentado y cubierto de selva tropical, ofrece protegidas bahías de playas blancas y aguas calmas.
Virgin Gorda (llamada así porque a Cristóbal Colón su figura le recordó a la de una mujer recostada y generosa en proporciones) se destaca por sus clubes de yatching privados y los resorts de lujo. Además de sus playas desiertas y un patrimonio natural protegido invaluable, la mayor atracción de la isla es The Baths, una zona de grandes rocas graníticas poblada de cuevas y piscinas naturales de agua salada.
SANTA LUCIA
Aunque el punto más alto de esta isla de paisajes escarpados es el Monte Gimie, de 950 metros, los picos más famosos son los Pitons, cuyas siluetas sirvieron de inspiración para el diseño de la bandera, además de ser Patrimonio de la Humanidad (una curiosidad: en Superman II , el superhéroe vuela entre los Pitons en busca de una rara flor para Luisa Lane).
De 1674 a 1814, franceses e ingleses se disputaron la soberanía de este pequeño, pero estratégico territorio, a tal punto que la isla cambió de manos no menos de 14 veces. Fueron los británicos los que finalmente obtuvieron el trofeo, y por eso el idioma oficial es el inglés, se maneja por la derecha y el cricket despierta pasiones comparables al fútbol en nuestras latitudes.
El origen volcánico de la isla ofrece la oportunidad de visitar un volcán por dentro y sumergirse en los chorros de sulfuro, de famosas aplicaciones terapéuticas. También hay excursiones en el Central Forest Reserve, una zona protegida de selva tropical y hogar del papagayo de Santa Lucía, hoy en peligro de extinción
Pero, claro, el punto fuerte de la isla son sus playas tranquilas, con aguas cristalinas y buenos resorts sobre sus costas. En Marigot Bay, la bahía tropical que durante siglos fue refugio de piratas, hoy fondean algunos de los yates más suntuosos del Caribe.
CURAÇAO
A sólo 50 kilómetros de las costas venezolanas, Curaçao es la isla más grande y poblada de las Antillas Holandesas. El casco histórico de Willemstad, con sus casitas color pastel, es Patrimonio Mundial, y quienes conocen la capital holandesa dicen que parece una mini-Amsterdam.
En Curaçao se pueden explorar las Cuevas Hato, una elaborada red de estalactitas y estalagmitas, bucear entre el Bosque de Hongos, una selva submarina poblada de corales, retozar en playas como Cas Abao, al Noroeste, o visitar la antigua refinería de petróleo, que llegó a ser la más grande del mundo. De todos modos, la atracción más popular es el blue room, una cueva bajo el mar donde la luz hace que el agua adopte diferentes y extraños colores.
Una buena noticia para argentinos: a partir del 10 de junio, Copa Airlines viajará desde Buenos Aires a Curaçao, con escala en Panamá, cuatro veces por semana (domingos, martes, jueves y viernes). De esta manera, no hará falta sacar visa a los Estados Unidos (ya que antes se volaba vía Miami).
ST. BARTH
Viajar a St. Barth (o St. Barts para anglohablantes) es como ser miembro de un club de elegidos. Hay que pagar por ello. En esta versión tropical de la Costa Azul, de hecho, se puede esperar de todo menos economía de bolsillo.
Saint Barthélemy, si usamos su nombre completo, es una de las islas más chic del Caribe francés, sede de tiendas superexclusivas (no falta ninguna, desde Armani hasta Zegna, con el plus de que acá son libres de impuestos), clientes millonarios y playas de arena brillante.
El paisaje está definido por pequeñas villas desperdigadas por las colinas, hoteles de lujo (aunque muy pocos tienen más de 50 habitaciones) escondidos bajo las palmeras, playitas recoletas y el puerto de Gustavia, con sus veleros amarrados en las aguas verde esmeralda.
BAHAMAS
A los bahameños les encanta contar que los astronautas reconocen sólo dos vistas desde el espacio: la Gran Muralla China y las aguas de las Bahamas.
No debería ser una sorpresa: el turquesa indescriptible del mar es la característica predominante de este archipiélago de más de 700 islas y algo así como 2500 islotes o cayos esparcidos por 260.000 km2 de océano.
A apenas 120 km de la costa de Florida, Bahamas es uno de los destinos turísticos más cercanos y codiciados por estadounidenses (entre ellos aluviones de spring-breakers) en busca de la clásica postal de playas de arenas finas, palmeras y aguas claras (las más claras del mundo, según entendidos), además de suntuosos alojamientos. El Atlantis Paradise Island, por ejemplo, tiene capacidad para 6 mil personas, piscina de tiburones, cascadas, túnel de cristal bajo el acuario, río artificial y demás amenities.
Pero más allá de las ruidosas Nassau y Freeport, con sus parques temáticos, casinos y megacomplejos, en Bahamas hay más de mil islas desiertas y otras más o menos habitadas. Como Harbour Island, con sus playas de arena rosada, su puñado de mansiones, sus carritos de golf como medio de transporte y sus ocho hoteles boutique, sin all inclusive.
BERMUDAS
Atención: las Bermudas se asocian generalemente con el Caribe (y por eso las incluimos aquí), olvidando que este archipiélago se encuentra en pleno océano Atlántico, relativamente aislado del resto del mundo.
Es un grupo de 150 islas e islotes de coral en su mayoría deshabitadas, aunque todas están conectadas por puentes o pasarelas.
Pese a que fueron descubiertas por el navegante español Juan de Bermúdez, los británicos plantaron bandera en 1609 y de allí no se movieron. De hecho es la colonia más antigua de Gran Bretaña (en 1995, el 75% de los bermudeños votaron no a la independencia).
Sus playas son célebres por dos razones: porque son inmensas y por el color rosado de la arena, que se hace más intenso al caer la tarde.
Este tranquilo paraíso a mitad del mundo es hogar de actores como Michael Douglas y Catherine Z. Jones, así como del escritor John Grishman.
Atrás han quedado el mito y las leyendas sobre el misterioso triángulo (se dice que, desde 1945, se han esfumado más de mil personas en aire o mar por esa zona). Hoy, el archipiélago es una de las zonas geográficas con mayor actividad aérea y marítima del mundo.
BONAIRE
La B de las ABC (Aruba, Bonaire y Curaçao) es conocida como la capital mundial del buceo: tiene uno de los arrecifes de coral más intactos del mundo, y su vida submarina ha sido declarada santuario protegido. Además de ser una meca para submarinistas, es una isla casi desierta y austera, perfecta para escapar del estilo de vida más comercial de otras islas. Su capital, Kralendijk, todavía tiene sólo una calle principal, la mayoría de la costa está formada por caliza coralina y la comunidad más numerosa está compuesta por dos colonias de flamencos.
BARBADOS
Barbados es la isla más oriental del Caribe. Está bajo directa influencia británica, y se nota: los autos manejan por la izquierda, se juega al cricket y su capital, Bridgetown, parece una mini Londres con sus puentes, su Parlamento y otros edificios oficiales emulando la arquitectura londinense.
En 1536, el explorador portugués Pedro Campos llamó a esta isla Os Barbados (los barbados) debido a la abundancia de higueras con raíces aéreas colgando a modo de barbas, y que aún existen en la zona.
Entre las variadas excursiones que se ofrecen en Barbados hay visitas a cuevas naturales formadas por el movimiento de las placas tectónicas, otras a las fábricas de ron más antiguas del mundo y algunas, incluso, a un hangar donde se aloja un Concorde.
En general, las costas oeste y sur de Barbados son más populares que las del este, que soporta fuertes vientos.
ARUBA
Está en el Caribe cercano, a unos 20 km de la costa venezolana. Con sus vecinas Bonnaire y Curaçao formó parte de las Antillas Holandesas hasta 1986 (Aruba es la más pequeña, pero la de mayor importancia turística). Y aunque tiene su propio gobierno, es parte del Reino de los Países Bajos, el aeropuerto se llama Reina Beatrix y los habitantes usan pasaporte europeo. Eso sí: se habla papiamento, una mezcla basada en el español y el portugués, muy influido por el holandés.
En el puerto de Oranjestad, la capital, casi siempre hay algún crucero anclado y miles de sus pasajeros en plan de compras por el puerto libre y los malls estilo holandés.
Aruba es seca y calurosa, pero los vientos alisios aseguran una temperatura ideal y peinan los dividivi, árboles emblemáticos de la isla, hacia el costado.
Casi todos los complejos y hoteles de superlujo (la mayoría con casinos incluidos) se concentran en la costa de sotavento, la del sur de la isla. Allí las aguas son suaves y turquesas, en contraste con la áspera costa norte, done el mar es tan bravo que en muchas partes es difícil acercarse a los acantilados.
MARTINICA
Este territorio de ultramar de Francia es considerado la petite París del Caribe. No faltan las patisseries, las últimas tendencias de moda y el refinamiento de la Ciudad Luz, aunque bajo un sol brillante.
Cada una de sus playas es famosa por su variedad: hay playas encerradas entre grandes acantilados, otras largas y angostas, algunas de olas encrespadas y muchas con aguas inmóviles, además de aquellas con cientos de cuevas.
La isla es suficientemente grande para tener montañas, ríos, bosques y jardines de flores, además de espectaculares arrecifes de coral.
Además de hogar temporario de Paul Gaugin (la casa donde vivió el artista es museo), Martinica fue la cuna de Josefina de Napoléon, y de hecho el Museo de la Pagerie exhibe objetos que pertenecieron a la emperatriz, incluidas apasionadas cartas de amor.
En mayo de cada año, en las ruinas de San Pedro (que solía ser la capital de la isla) se celebra un festival de jazz para conmemorar la devastadora erupción del monte Pelée, en 1902.
ANGUILA
En las Antillas Menores, Anguila es un diminuto territorio británico de ultramar de apenas 16 km (y con forma de anguila), famoso por sus 33 playas de postal. La mejor de todas, o al menos la más grande y adaptada al turismo, es Shoal Bay, que además de unos cuantos restaurantes, bares donde suena el reggae y hoteles, cuenta con casi tres kilómetros de arenas blancas y resplandecientes. También hay coloridos arrecifes perfectos para practicar snorkel, o para verlos con un cóctel en la mano desde una de las tantas embarcaciones con fondo de cristal que navegan por el sector.
En el resto de la isla, el toque pintoresco lo ponen las cabras sueltas por las callecitas con que el viajero suele toparse.
SAN VICENTE Y LAS GRANADINAS
Este minúsculo país situado al norte de Venezuela, en las Antillas Menores, saltó a la fama con el Tobago Cays National Marine Park, al menos en la pantalla: en sus playas se filmó Piratas del Caribe .
Aunque suene a cliché, la isla de San Vicente y sus hermanas las islas Granadinas es uno de los últimos refugios que todavía existen, con playas intactas y la mayoría de sus 32 islas deshabitadas. Es una de las regiones más tropicales del Caribe, con santuarios de aves, montañas majestuosas, cascadas y bosques exuberantes.
Las ensenadas volcánicas, cayos e islas son un laberinto de cuevas y arrecifes (dotados éstos de una extraordinaria fauna submarina). También se encuentran extensas playas de arena volcánica, bien negra.
TURCOS & CAICOS
Hasta mediados de los años 80, en el archipiélago de Turcos & Caicos no existía ni un solo hotel. Pero bastó a que abriera un Club Med para que el boom hotelero explotara. Y entonces el mundo descubrió las playas de arenas blancas y aguas transparentes del rincón caribeño. Como la de Grace Bay, que se extiende a lo largo 20 km de arena, mar y arrecifes de coral, convirtiéndola en la playa más tranquila del país (además de un lugar como pocos para practicar buceo).
De todos modos, todavía se puede caminar despreocupadamente por las playas sin toparse con multitudes de turistas. Aquí la vida fluye a otro ritmo. Para darse una idea, Providenciales, una de las dos ciudades más importantes de Turcos & Caicos, tiene un centro de apenas dos cuadras.
Para quienes buscan más que playa, también hay golf (existe un campo profesional de 18 hoyos), cuevas junto al mar, atardeceres de película en Juba Point, una laguna artificial llena de agua de mar. O puede visitar la pequeña isla de las Iguanas, reserva natural para proteger a estos tímidos reptiles.
SAINT KITTS & NEVIS
Los buceadores amarán explorar cientos de restos de naufragios que rodean Saint Kitts, algunos de 1700. Esta isla, hasta cierto punto poco explotada, llama la atención por sus playas de arena negra de origen volcánico en la mitad norte, y arena blanca en la mitad sur.
También es conocida por sus coloridos festivales musicales (a lo largo de todo el año), la mayoría con desfiles, bailes en la calle y mucha salsa, jazz, soca, calipso y la llamada música steel pan.
En el interior de la isla se puede hacer trekking por la selva tropical de Nevis, andar en bicicleta o escalar los 1155 metros de Mt. Liamuiga (un volcán extinto, con monos correteando por los alrededores). O montarse al Scenic Railway, un tren que recorre la costa, los sitios históricos y los pueblos de St. Kitts, aprovechando las vías que se usaban para transportar la caña de azúcar de las plantaciones.
TRINIDAD & TOBAGO
Cerca de la costa de Venezuela, este país es un conjunto de varias islas, aunque las principales son Trinidad, la más grande con casi 5 mil km2, y Tobago, de unos 300 m2.
También es un conjunto peculiar de razas, una tolerante y fascinante mezcla de africanos, indios, chinos, ingleses, portugueses, sirios, españoles y franceses.
Si lo que se busca es playas, lo más sensato es irse a Tobago, a 6 horas en ferry o 18 minutos en avioneta. La isla tiene una zona eminentemente turística, con grandes hoteles y restaurantes de franquicia. En el otro extremo, el nordeste, se encuentra la parte menos desarrollada, con playas solitarias, arrecifes para bucear y santuarios de aves. O Speyside, un pueblito de pescadores que cumple con todo el cliché de paraíso caribeño aún no descubierto.
GRANADA
Para muchos, Granada apareció en el mapa en 2004 por una mala noticia: el huracán Iván la dejó prácticamente en ruinas. Por suerte lograron mantenerse en pie varias construcciones históricas, y la antigua colonia británica recuperó el esplendor en poco tiempo.
Al sur de San Vicente y las Granadinas, la isla llamada propiamente Granada es la más grande del país, porque después están las pequeñas Granadinas, que son ocho.
La llamada isla de las especias (en su tierra se produce canela, jengibre, pimienta, café, nuez moscada…) se asienta sobre un paisaje accidentado de montañas, valles fértiles, lagos, fuentes termales y parques como el Grand Etang National, justo en el cráter de un volcán extinto.
El ecoturismo ha crecido mucho en la isla, con alojamientos, de lujo o sencillos, comprometidos con el cuidado del medio ambiente. Ultimamente, la construcción de un gran muelle facilitó la llegada de cruceros al país, con miles de turistas ansiosos por conocer las renombradas playas de la isla, además de sus edificios centenarios.
SAINT MARTEEN
Es la isla más pequeña del mundo dividida entre dos estados soberanos: Holanda y Francia. Saint Martin-Sint Maarten (según se pronuncie en francés u holandés) ha sabido explotar bien aquello de dos países, dos vacaciones . Y aunque flamean las dos banderas, es difícil enterarse cuándo se pasa de un territorio a otro.
Si se buscan diferencias, se encuentran. Por ejemplo, la parte francesa es más tranquila y menos abarrotada de construcciones que su contraparte holandesa (a los locales también les gusta decir que es más refinada). El lado holandés es famoso por su ambiente despreocupado y trasnochador. Tiene bares, discotecas, un complejo de cines, casinos (del lado francés están prohibidos) y el Aeropuerto Internacional Princesa Juliana, el tercero con mayor carga en el Caribe (detrás del de San Juan y Punta Cana).
Con altas laderas cóncavas, lagunas, salinas y magníficas playas de arena blanca, la isla es el lugar ideal para practicar deportes acuáticos: buceo, windsurf, kitesurf y, sobre todo, vela (las regatas, como la Heineken Regatta, son un clásico de las Antillas). No es sin embargo uno de las mejores destinos si se pretende huir de las multitudes