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Le gustó, hasta con frío

 

Como los uruguayos somo tan pasionalmente autocríticos, es reconfortante vernos con otros ojos.


Alejandro es venezolano y no cayó por Montevideo en noviembre por ignorancia, como ocurre a tantos viajeros de otras latitudes. El es un viajero experiente que ya acumuló 36 relatos de viaje en Viajeros.com, una de las comunidades de amantes del turismo más transitadas en varios idiomas. Pero le tocó un noviembre casi invernal, como lo muestra en un termómetro callejero clavado en 5 grados aterrorizantes para un caribeño. Todas las fotos que ilustran el artículo son del amable viajero.

No explica por qué vino, pero cuenta que se alojó en un hotel desde cuya ventana sacó fotos espectaculares de la ciudad. Y tiene una muy acertada crítica que formula a las autoridades, cuando le resulta incomprensible que el mirador del Palacio Salvo no haya sido rehabilitado aunque sea por el municipio. En lo personal recuerdo haber subido varias veces cuando en un piso superior todavía funcionaba el puesto de «vigía»; la vista era realmente espectacular.

En fin, acá va el enternecedor relato de Alejandro Fresser Greiner, cuya ubicación en http://www.viajeros.com/fotos/uruguay-chiquito-pero-rendidor.

Es uno de los países más pequeños de Sudamérica, y probablemente una de las naciones menos pensadas al momento de hacer turismo en el sur, pero Uruguay se crece al momento de brindarle a los trotamundos buenas opciones. Montevideo, su refinada capital, da fe de ello. En adición el país entero ofrece uno de los niveles de seguridad más altos del mundo que permite a los visitantes disfrutar a plenitud en cualquier lugar, y cualquier hora, de cualquier cosa tranquilamente.

Precisamente sosiego es lo que se respira en Montevideo. Acostumbrados a las alborotadas capitales de este lado del mundo, el viajero encuentra allí un remanso de serenidad que asombra.

La plaza Independencia es buen punto para iniciar una visita. En una de sus esquinas contiguas yergue impetuoso el palacio Salvo, la construcción más representativa de Montevideo y protagonista de la mayoría de las postales de la ciudad. Construido en el año 1928, con sus 26 pisos fue el edificio de hormigón más alto de toda Latinoamérica. En la actualidad está cerrado a los turistas. Aún no logro explicarme cómo el gobierno local no abre su mirador. Desde allí seguramente existen unas vistas alucinantes de la bahía montevideana.

En la plaza Independencia nace la avenida 18 de julio, poblada de tiendas de ropa, librerías, hoteles, restaurantes y bares. Caminarla parsimoniosamente y disfrutar de su atmósfera céntrica es una idea excelente. Si es domingo se tropezará en una de sus transversales con la famosa feria de Tristán Narvaja, mercado de pulgas donde se venden antigüedades y demás objetos impensables. Seguramente saldrá con algo comprado allí así no hubiera sido su intención inicial.

Otra excelente opción es visitar la Ciudad Vieja. Una maravilla. Un encuentro con la añoranza y la belleza arquitectónica del pasado. Es vivir el encanto de la añoranza. La Ciudad Vieja es perfecta para emprender un recorrido por los diversos cafés emblemáticos como el Almacén del Hacha, considerado el comercio más antiguo de Uruguay. También celebérrimo es el bar Fun Fun, con las paredes repletas de recuerdos de visitantes ilustres como Carlos Gardel y Julio Sosa.

Iglesias, museos, plazoletas y palacios obsequian a esta parte de Montevideo un aire cultural único. Al caer la noche, la Ciudad Vieja también es ideal para sentir la vibra rumbera montevideana con sus variados pubs y discotecas. En realidad esta parte de la capital da para todo. Allí mismo, frente a la plaza Independencia y la agradable peatonal Sarandí, se aprecia un vestigio de la antigua muralla que rodeaba buena parte de Montevideo. Lastimosamente no se preservó este acervo cultural y sólo se mantiene en pie la puerta de entrada a la antigua ciudadela.

Cerca de esa puerta colonial está el hotel donde nos hospedamos: Palacio (www.hotelpalacio.com.uy). Hago un punto y aparte aquí para recomendar ampliamente este hospedaje que conseguimos saltando de página en página por internet. Quedándose allí la atmósfera colonial de la urbe lo envolverá a plenitud. Pida la habitación con terraza y quedará encantado. La amabilidad de la gente de la recepción nos dejó boquiabiertos. Y para rematar, los precios son asombrosamente solidarios.

 

Para realizar uno de los paseos más memorables de la metrópolis uruguaya hay que tener ganas de caminar. Visitar la rambla de Montevideo, con sus 30 kilómetros de playas paralelas, constituye una experiencia apoteósica. A lo largo hay pequeños miradores para sentarse a disfrutar del paisaje cuando los pies pidan a gritos un descanso. En el largo malecón se disfruta de excelentes vistas de la capital mientras se saborea la inmensidad del Río de La Plata. Este paseo puede concluir magistralmente en el Mercadeo del Puerto. Y es que no se puede salir de la capital sin probar la parrillada uruguaya, un chivito o bien las especialidades de pescados y mariscos. El paladar se sentirá regocijado hasta más no poder mientras guitarristas recorren itinerantemente los distintos puestos de comida.

También una pasada por el palacio legislativo será jubilosa. Declarado Monumento Histórico Nacional, es considerado el más bello de Latinoamérica. Me gustan los lugares con vista, y por ello la visita a la Fortaleza del Cerro Montevideo me pareció genial. Desde allí se puede admirar a plenitud la belleza de esta ciudad portuaria. Para los amantes de la historia en la zona funciona el museo General J. G. Artigas. Adicionalmente hay un pequeño restaurante y tienda de objetos típicos.

No estaba en nuestros planes iniciales, pero decidimos finalmente visitar el balneario más exclusivo y elegante de la costa uruguaya. Si Montevideo es la tranquilidad hecha ciudad, Punta del Este muestra con desparpajo una personalidad totalmente opuesta. Es alborotada, bulliciosa, loca, salvaje, llena de algarabía. Eso sí, sólo en verano. En esa época la locura es frenética. Esta ciudad que vive prácticamente del turismo playero constituye una península dividida en dos costas: Brava y Mansa. No hay que explicar el motivo de los nombres. Si alguien quiere disfrutar en aguas tranquilas, elige un lado. Si prefiere excitantes olas que aceleren la adrenalina tiene la alternativa.

 

Hoteles, restaurantes, discotecas, automercados, tiendas y centros de comunicaciones encontrará el trotamundo a lo ancho y largo de la avenida Gorlero. El resto es disfrutar del mar y los cuerpos atrevidos que se dejan lucir bajo el calor que tanto buscan los americanos y muchos turistas europeos cuando el invierno aprieta. En la página www.vivapunta.com hay excelente información de este pedazo de tierra uruguayo visitado por viajeros ansiosos de diversión a la orilla del mar.

Cada rincón del mundo tiene su encanto. Hay que saber hallarlo y disfrutarlo porque de eso se trata esta vida. Esta nación sudamericana tiene otras opciones turísticas dignas de recorrer (como Colonia de Sacramento). La facilidad de transporte y la geografía del país juegan a favor. Uruguay es chiquito, pero rendidor. Definitivamente el tamaño no importa… en este caso.

Alejandro Fresser Greiner