Constelación esteña: Princesa d’Arenberg
Si no fuera princesa, sería destacada como empresaria. Y si nada de eso tuviera, tampoco pasaría desapercibida. Punta del Este sería otra sin Laetitia dArenberg.
Es propietaria de numerosas empresas en Uruguay, pero no de esas que solo concurren a las reuniones de directorio. Entre ellas se destacan el establecimiento agropecuario Las Rosas, Bor S.A. (Mitsbishi Motors, Great Wall Motors) Nimansur S.A. (Jac Motors) y Liderak S.A. (Mondial Motocicletas). Una de sus últimas adquisiciones fue el Tambo El Sosiego-Lapataia, que bajo su conducción escala rápidamente el prestigio internacional por sus festivales de jazz en Punta del Este, pero también y muy especialmente, por su producción premium de lácteos.
Cabalga como una princesa pero también galopa frenética como un jugador de polo; habla francés como Baudelaire pero también tiene un sólido repertorio de malas palabras en el idioma más culto. Porque es dulce y generosa con quienes entiende lo merecen y estalla en indignación ante la injusticia y la ingratitud. Así lo prueban sus obras sociales a favor de niños carenciados y jóvenes adictos a las drogas. Laetitia es vital y generosa.
Su historia de vida es intensa y sorprendente. Dinamiza Punta del Este y cualquier actividad a la que se lance como a una batalla, pues ese es su estilo. El jet set le queda chico y es capaz de mezclarse en una cuerda de tambores, tras colgar sus blasones de «Princesa Gaucha» (así se titula su biografía) junto a las condecoraciones. Es una madrina de Punta del Este y una princesa de película, como la que le fue dedicada.
Entre las condecoraciones que mereció se cuenta la Legión de Honor que le confirió el gobierno de Sarkozy. Le fue otorgada en setiembre del 2009 con la presencia de varios senadores de Francia. En esa ocasión el Embajador de Francia en Uruguay Jean-Claude Moyret, quien trazó un retrato tan pormenorizado y equilibrado de Laetitia como corresponde a la prudencia diplomática. A él nos remitimos no sin antes aclarar que las fotos fueron publicadas por la Embajada de Francia en su web. La foto principal es un admirable retrato publicado por el imperdible anuario Punta del Este Internacional, disponible en Flickr.com. A la web de Presidencia pertenece la foto de primer plano y aquella en la que se la ve cabalgando, ilustra el perfil biográfico publicado en http://codigovida.org/cms/?p=310, el cual también reproducimos al final.
«Estamos reunidos esta noche para celebrar un acontecimiento muy especial: el reconocimiento por parte de su país, Francia, de los méritos excepcionales de Laetitia de Habsbourg-Lorraine, cuyo apellido de soltera es Belzunce d’Arenberg, a través de la entrega de las insignias de Caballero de la Legión de Honor. Haber sido elegido por la Princesa para entregarle esta distinción es, para mí, un gran honor.
Esta es una ceremonia entre amigos, por cierto, pero también por naturaleza eminentemente oficial. Me complace llevarla a cabo con el padrinazgo de una importante delegación del Senado francés, de visita en el Uruguay, en representación del grupo de amistad Francia-Países del Cono Sur.
Presidida por el Senador del Departamento de Tarn, Sr. Jean-Marc Pastor, esta delegación incluye al Senador Gérard Miquel del Departamento de Lot, al Senador Rémy Pointereau del Departamento de Cher, al Senador François Fortassin del Departamento de los Altos Pirineos y a la Senadora Annie Jarraud-Vergnolle del Departamento de los Pirineos Atlánticos. Los acompaña el Sr. Louis Marcel Garriga, Director adjunto del Secretariado General de la Presidencia del Senado.
El azar hace bien las cosas ya que tres de nuestros senadores, entre los cuales el Presidente Pastor, son productores agrícolas y por lo tanto buenos conocedores de los temas agropecuarios, que constituyen una de las grandes actividades de Laetitia d’Arenberg en su estancia Las Rosas y en La Pataia.
Debo confesar que tengo algunas reticencias para evocar el itinerario de Laetitia d’Arenberg, ya que todo el mundo aquí la conoce y conoce su obra. Si lo hago, es porque es una costumbre, y también porque otorgar tal distinción contribuye a estrechar oficialmente los lazos naturales de la homenajeada con su patria de origen, Francia, donde su acción es, por una cuestión de distancia geográfica, menos conocida. Laetitia d’Arenberg es conocida, en Francia, sobre todo por sus títulos y por su familia. Es oportuno trazar ahora toda su trayectoria profesional y personal.
Desde hace varias décadas, Laetitia d’Arenberg es la francesa más conocida del Uruguay y del Cono Sur. Pertenece de hecho, por más que lo niegue, al jet set internacional. Podría haberse quedado exclusivamente dentro de ese círculo, sin ejercer ninguna actividad profesional o filantrópica. Sin embargo no fue así.
Laetitia d’Arenberg es la hija del marqués de Belzunce a quien prácticamente no conoció, ya que murió por Francia como un héroe, el 13 de mayo de 1944, durante la terrible batalla de Monte Cassino. Su madre se volverá a casar con el Príncipe d’Arenberg, quien la adopta, así como a su hermano, y le da su nuevo título. A su vez, Laetitia d’Arenberg se casa, en 1965, con el Gran Duque de Toscana, Leopold de Habsbourg-Lorraine, con quien tiene dos hijos, Sigismond y Gontrand ; muchos de ustedes conocen a este último por haberse instalado en Punta del Este.
Punta del Este y el Uruguay. Usted llega en 1950 siendo aun una niña con sus padres que desean alejarse de Europa, preocupados por la evolución de la situación internacional a causa de la guerra de Corea. Ellos no sospechan que usted va a caer perdidamente enamorada de este país y que siempre se negará a dejarlo para volver al viejo continente, salvo por cortos períodos.
La primera parte de su vida es esplendorosa, llena de fiestas y rodeada de estrellas. Pero ya es una vida útil. Gracias a su personalidad encantadora, usted contribuye de manera decisiva a que ese pequeño pueblo perdido, que hoy evoca con nostalgia, se transforme en el gran balneario del sur del continente americano, motor del turismo uruguayo que es, junto con la agricultura, uno de los pilares de la prosperidad de este país.
Apenas adolescente, participa en la recepción de personalidades del festival de cine. Más tarde, con su hermano, atrae a Punta del Este a las grandes fortunas de Argentina y, después de su casamiento, al jet set internacional. Su tarea de promoción de Punta del Este nunca cesó, a tal punto que fue elegida, por unanimidad, como la madrina del centenario del balneario en 2007.
A menudo recuerda que su familia tiene lazos seculares con la tierra, especialmente en Touraine, cuna de su familia materna. ¿Fue esto lo que la impulsó a dar una nueva dirección a su vida, cuando decidió, hace treinta años y con la ayuda de su padre adoptivo, incursionar en la producción ganadera comprando una pequeña estancia, Los Fresnos?
Usted se expandirá con Saint Thomas y sobre todo a partir 1988 con la compra de la propiedad con la que soñaba desde hace años, Las Rosas. A partir de una estancia relativamente modesta, construye una empresa de gran calidad, especializada en la cría de alto nivel, ya se trate de ovinos, de bovinos o de su pasión, los caballos árabes. Gana entonces numerosos premios nacionales e internacionales en las más importantes exposiciones rurales, como ocurrió semana pasada en el Prado con las razas Holando o Ile de France. Este año también gana el primer premio de embriones en el salón internacional de Calgary, en Canadá.
También produce alimentos de muy alta calidad para animales y, desde hace poco, toma las riendas de una de las principales empresas lecheras y turísticas de Punta del Este, La Pataia. Por último, también es la representante de Mitsubishi en el Uruguay.
Se dice a menudo que la profesión endurece a los hombres y a las mujeres de negocios y que se vuelven poco propensos a asumir compromisos con la sociedad. Usted, querida Laetitia, es el ejemplo vivo de lo contrario. Desde su juventud, sus padres la incitaron a ayudar al prójimo, ya fuese en los hospitales, en las prisiones, en todos lados donde los hombres y las mujeres sufren. A esta educación familiar se agrega un drama personal, ya que usted sufrió durante muchos años al mismo tiempo una grave enfermedad y una dependencia frente al alcohol de la que pudo salir con mucho esfuerzo. Esto la sensibiliza particularmente ante los estragos de la droga y en especial la peor de todas ellas, la pasta base. Por este motivo, en medio de sus innumerables actividades de beneficencia, me gustaría subrayar su acción decidida a favor de la asociación RENACER, dedicada a recibir a jóvenes drogadictos que viven en condiciones prácticamente desesperadas. Asimismo, cómo no mencionar su apoyo especial a las organizaciones destinadas a ayudar a los niños más necesitados, a los más carenciados, algunas veces en situación de calle.
De manera general, toda persona, toda asociación que apunta a mejorar la situación de los más desposeídos encuentra siempre a su alrededor quien la escuche y quien la apoye. Sucede lo mismo para todos aquéllos que tienen un proyecto que busca dar al Uruguay una imagen positiva en cualquier sector de actividad.
Me gustaría concluir destacando dos de sus características personales ; su amor por el Uruguay, en primer lugar. Si bien nunca renegó ni olvidó a Francia, el país que dejó siendo tan joven (y donde usted no nació ya que nació en el Líbano donde su padre era militar), usted quedó enamorada del Uruguay, de su costas oceánicas, como ya lo dije, pero sobre todo de su campo y de los habitantes del interior del país cuyas cualidades humanas tanto aprecia. Todos los que vieron la película que acaba de serle dedicada, «Laetitia, Princesa Gaucha», pudieron verla galopar en esos campos uruguayos donde su alma fijó raíces. A tal punto, que el Gobierno uruguayo, viendo en la película un formidable instrumento de promoción cultural, económica y turística para el país, compró sus derechos.
A continuación, y para terminar, cómo no evocar a la Princesa coraje, enfrentando de pie la más cruel adversidad. Yo la vi, todos la vimos, reaccionar inmediatamente y sin ninguna debilidad al dramático accidente que, en enero de 2008 en Punta del Este, casi mató a su hijo Gontrand. Un milagro tal vez y, seguramente, Laetitia, su increíble voluntad de luchar contra el destino y contra la muerte, permitieron finalmente que su hijo se salvara y que se redujesen, tanto como fue posible, las secuelas de ese terrible accidente.
Usted pudo valorar, en ese momento, el extraordinario movimiento de apoyo y de simpatía que se desarrolló en el Uruguay para sostenerla durante esa difícil prueba. Quisiera saludar al principal de estos apoyos, su fiel compañero durante más de veinte años, John ANSON, presente aquí hoy.
Laetitia d’Arenberg,
Por su actividad incansable en el sector agrícola en el que buscó y logró la excelencia,
Por su contribución a la promoción turística del Uruguay,
Por su dedicación en pro de los más desposeídos,
Por su apoyo sin pausa a las actividades francesas y de la Embajada de Francia en el Uruguay,
Por último, por su protagonismo en el fortalecimiento permanente de los lazos históricos que unen su patria de origen, Francia, a su patria de adopción, el Uruguay, Tengo el honor de entregarle, en nombre del Presidente de la República Francesa, las insignias de Caballero de la Legión de Honor.
Laetitia d’Arenberg,
Pour votre activité inlassable dans le secteur agricole où vous avez recherché et atteint l’excellence,
Pour votre contribution au rayonnement touristique de l’Uruguay,
Pour votre dévouement en faveur des plus démunis,
Pour votre soutien indéfectible aux activités françaises et de l’Ambassade de France en Uruguay,
Enfin, pour votre rôle central dans le renforcement permanent des liens historiques qui lient votre patrie d’origine, la France, et votre patrie d’adoption, l’Uruguay,
J’ai l’honneur de vous remettre, au nom du Président de la République Française, les insignes de Chevalier de la Légion d’Honneur.
Laetitia D` Aremberg LA PRINCESA GAUCHA (en http://codigovida.org/cms/?p=310)
«Aunque me ofrecieran todo el oro del mundo, no me iría de este país. Aquí llegué a ser yo misma y sobre todo, a dar sin pensar en recibir nada. Lo que yo siento cuando recibo una sonrisa de alguien es lo que me inspira a hacer otras cosas por ellos…»
Actualmente enraizada al pueblo uruguayo, la llamada Princesa Gaucha -como lo titula el libro que lleva su biografía- siembra cada día en Uruguay, un ejemplo de solidaridad y esfuerzo. Desde hace años, reveló su corazón hacia los sectores más vulnerables a través de diversas obras de amor y compasión.
Nació en el Líbano, en plena guerra mundial. Su padre quien se encontraba en el campo de batalla durante su nacimiento, logró conocerla por algunas horas en su vida, luego murió durante la guerra en 1944. Años más tarde, su madre Marie Thérèse de la Poëze D` Harambure volvió a casarse con el Príncipe y Duque D`Arenberg, quien adoptó a Laetitia y a su hermano Rodrigue.
Su infancia transcurrió en la cuna de las grandes familias europeas. Visitaban a la Duquesa de Genes o se encontraban en la corte de la Reina de España o el Rey de Italia, quien vivía en Ginebra. Pero en 1950, temiendo verse enfrentados a una nueva guerra mundial, su familia abandonó Europa y arribó en las costas uruguayas. Su padre había oído que Uruguay, era un país sumamente tranquilo, considerado como la Suiza de América del Sur. Laetitia conocía los países vecinos a Austria -Francia, Italia, Alemania-, pero América del Sur era para ella tan enigmática como África.
Poco a poco descubrió Uruguay. Mientras que en Europa se encontraba tan recluida, que la consideraba como una especie de corsé, América del Sur y Uruguay, significaban para ella «la libertad». Temiendo que la joven realizara un mal casamiento, llegada su juventud sus padres la llevaron nuevamente a Europa donde en 1965 contrajo matrimonio con el Archiduque Léopold von Habsbourg. El matrimonio vivió en Uruguay algunos años y tuvieron dos hijos, pero luego naufragó. El príncipe de Austria volvió a Europa y la princesa se quedó en América del Sur. Sus padres le pidieron que únicamente respetara el código familiar, es decir, dejar su casa. Fue entonces cuando Laetitia se hundió en el alcohol, se alejó de todo ese mundo y comenzó a frecuentar un medio completamente superficial.
Entre sus altibajos, conoció a un hombre que la aceptó como era y luchó junto a ella durante muchos años, John Anson. «Supe que lo amaba y abandoné el alcohol». Punta del Este en ese tiempo ya había dejado de ser aquel pueblo de pescadores y se había convertido en una pequeña ciudad de casinos, avenidas, noches largas y copas. Había desaparecido algo que ella apreciaba por encima de todo: la familia, los valores, la compañía de amigos, y esto hizo que abandonara Punta del Este y se instalara en su tan amada estancia «Las Rosas», donde transcurre su vida, hasta el día de hoy.
Inversiones que valen
La experiencia vivida bajo la adicción al alcohol, la usó como oportunidad para acercarse a aquellos que por diversas razones, están encerrados en distintos tipos de adicciones, y brindarles su apoyo. Dentro de los proyectos que ha abordado, se encuentra «Renacer», un centro de rehabilitación para drogadictos, en donde participa activamente. También realiza visitas a las cárceles. Tres veces al mes pasa con ellos durante todo el día, «Cuando voy a la cárcel a hablar con los presos, les transmito siempre una palabra de esperanza para tratar de que superen el trance», «Podemos estar prisioneros incluso en un palacio. Yo sé lo que es estar encerrado en algo que nos domina».
Se conduce entre los distintos barrios de la ciudad incluyendo los más marginados, acercándose siempre con una mano amiga, no con discursos armados o estrategias. Cuenta con un refugio, donde intenta reunir a los perros abandonados que encuentra en la periferia de Montevideo. «Desde muy joven; mis padres me decían: Está muy bien salir, cuidar la vestimenta, pero no hay que olvidar que hay quienes no tienen nada para comer.» «…hay que dedicar horas de la vida a ayudar a los ciegos, ya que tenemos la suerte de ver, a los sordos, ya que tenemos la fortuna de oír, o a las personas mayores de edad».
En diciembre de 2007, su vida dio un vuelco. Recibió la noticia del fallecimiento de su hermano, y un mes más tarde su hijo sufrió un accidente que lo dejó en coma. Fue entonces cuando la princesa dejó los hospitales, la lucha contra el Sida, las cárceles, los jardines de infantes y los animales. Encontró la fortaleza para enfrentar los acontecimientos, en su fe en Dios. Durante los meses que su hijo se recuperaba no se movió de su lado, pero una vez habiendo superado el trance, volvió nuevamente a sus actividades. Para sus más allegados, es una mujer que lucha por la perfección no sólo en la genética de la ganadería; Leatitia d´Arenberg a pesar de diversas circunstancias no agradables se supo sobreponer, sin olvidar la solidaridad con el resto de sus semejantes.
Llevo las tierras en mi sangre
En la tierra y los animales encontró un camino que siempre soñó tener. Tiene un gran amor por los animales, especialmente por los caballos árabes. Aprendió a amarlos desde muy joven a través de la familia del Rey Mohamed V. Hoy cuenta con yeguas montadas por los cinco mejores padrillos del mundo. Uno de sus objetivos es poder situar a Uruguay en un punto, donde se conozca por medio de los caballos árabes. «Cualquiera que se interese por la primera categoría de caballos vendrá a Uruguay y aquí encontrará lo que busca».
Para Laetitia, Uruguay es su vida, «Es una hermosa historia de amor, la que tengo con los uruguayos. Para mí, ellos representan todo, me lo dieron todo y me aceptaron tal como yo era». Para nosotros, su vida es un ejemplo a seguir.