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Cuando Italia nos declaró la guerra

Un episodio horriblemente vergonzoso, donde  torturas salvajes se mezclan con bravuconerías insoportables.

 Por Alberto Moroy

En la portada una caricatura de la revista semanal el Mosquito, editada en  Argentina  y relacionada con la tortura de dos italianos, Volpi y Patroni, por parte de las autoridades uruguayas. Continuando con  viajes históricos les traje un historia verídica, pero con giros  insospechables y bastante truculentos, al estilo de Borges. Sucedió en Montevideo en febrero de 1882, cuando por culpa de las torturas y la falta de garantías a los extranjeros, durante el gobierno santista, una corbeta italiana la «Caracciolo» casi bombardea Montevideo, no sin antes declararle la guerra a Uruguay.

 Así comienza la historia…

El 16 de febrero sobre las ocho y media de la noche, cuando el joven empleado se disponía a cerrar el comercio de cambio ubicado en la plaza Independencia, Carbajal, que estaba aguantándolo desde enfrente, aprovechó el momento y seguido de los dos napolitanos, entró primero en el escritorio y echando mano al bolsillo sacó de él un peso y le dijo a su desgraciada víctima: “Che, cámbiame este peso”. En ese momento los dos italianos ingresaron al recinto, se  apoderaron del dinero, rellenando sus bolsillos con cuanto encontraban y luego con Carbajal ultimaron al joven a puñaladas.

Llega el dueño del cambio

El señor Miguel Platero se dirigía la mañana del 17 de febrero  a la casa de cambios que poseía con su hermano en la `plaza Independencia de Montevideo, cuando al enfrentarse con aquella, le llamo la atención no encontrarla abierta como debería de haber hecho su dependiente, Juan Bentancour de 17 años. Su extrañeza se convirtió en inquietud al pasar un buen rato sin que este arribase.

Casa de cambios Plaza Independencia

Juan Bentancour  dependiente fallecido  / Miguel Platero (uno de los Propietarios)

En vista de esto y de que los transeúntes se aglomeraban en la puerta, decidió encomendar al vendedor de diarios llamado «Payaso» que entrado por los fondos tratase de abrir la puerta. Lo primero que se presentó fueron las clavijas de la barra de vidriera en el suelo; la barra estaba sin ellas y podía sacarse desde afuera. Tal descuido no era explicable, murmuró Platero… me temo una desgracia. A metro y medio de las clavijas y a dos de la puerta había una mancha de sangre coagulada y sin reguero a ningún rumbo, pasando el mostrador se hallaba la caja abierta y a su pie un cuerpo caído sobre un gran charco de sangre. Era el cadáver de Bentancour; «tenía la cabeza recostada en el brazo derecho, las manos crispadas; en la manga de la izquierda se veía la huella de un zapato. Su fisonomía reflejaba a la vez espanto y sufrimiento, en la boca tenía un pedazo de género a manera de mordaza y en el cuello un jirón a guisa de corbata».

Un gran desorden reinaba alrededor del cadáver. A los pies  había un billete de $1 peso banco de Buenos Aires, no se habían tocado algunas alhajas. Al llegar las autoridades y remover el cadáver, se le quito la corbata de lienzo puesta en el cuello. Tenia en el hueso de la nuca, que se lo habían roto,  una herida de un arma contundente. Era el golpe que se denominaba en los mataderos «desnucar» provocado por estilete o daga. Fue descubierto y preso el oficial del ejército señor Carbajal al pretender pagar una factura en la casa Broqua con una moneda que el señor Platero había denunciado como sustraída. Sindicó como cómplices a los italianos Raffaele Volpi di Giovanni de cuarenta años y Vicenzo Patroni, un mercachifle de cuarenta y ocho años, ambos oriundos de Padula en Salerno. Carbajal en sus declaraciones daba innumerables detalles que fueron plenamente corroborados, precisaba el traje que cada uno llevaba la noche del crimen y especificaba que Patroni usaba alpargatas.

El 19 de febrero las autoridades policiales publicaron una supuesta confesión de Volpi en la que éste reconocía su participación en el crimen y se mostraba dispuesto a colaborar, para lo cual fue trasladado a su domicilio con intención de entregar el dinero robado. Sin embargo, una vez allí, y según el relato periodístico, “Volpi trató de sacar partido de la situación queriendo armar escándalo, concitando los ánimos de sus vecinos contra la autoridad pidiendo socorro a los gritos de ¡Viva Italia!”

José Carbajal  / Raffaele Volpi / Vicenzo Patroni presos en el cabildo

Más tarde se los sometió a un salvaje interrogatorio de parte de las autoridades. Como Volpi y Patroni se negaron a confesar el delito, que según ellos no habían cometido, se les ataron los brazos, colgándolos del techo y prendiendo fuego debajo de los, pies, aplicándoles el cepo colombiano (cepo de dedos) y para ahogar sus gritos se les puso una mordaza de madera, apretándola de tal modo que a Volpi se le rompieron las muelas y dos dientes

Sesión de tortura Volpi y Patroni (caricatura dominical de El Mosquito)

Como si estas «caricias» fueran pocas se les tuvo dos días sin comer, dándole como único alimento sardinas que les produjeron la fiebre de la sed, aguijoneada por un balde de agua que se les había puesto adelante, pero lejos de su alcance. Compadecido un oficial de aquellos torturadores, les alcanzo un jarro con agua, acción que le valió ser inmediatamente arrestado y destituido del ejercito.

Pero todo fue inútil, Volpi y Patroni seguían negando su participación. En este estado llegaron a oídos del  vice cónsul de Italia, señor  Enrico Perrod los rumores de lo que pasaba en el cabildo. Éste que acompañado de un médico italiano de la corbeta «Caracciolo», se le permitiera ver a los presos. Accediose a su solicitud pero se les mostró a dos que no eran Volpi y Patroni y que por consiguiente no tenían demostración alguna de las torturas.

Teniente Alejandro Vázquez / José Francisco Barreto / Comandante Dupuy

El 26 de marzo el Presidente Máximo Santos emitió un decreto por el cual se  suspendió en sus respectivos cargos al Jefe Político de la Capital, Francisco Barreto, y al Oficial Primero, Bernardo Dupuy, acusado de martirizar a los presos. También fueron apresados los comisarios Rufino Larraya y Juan Charlone.

 El engaño no duró mucho

La numerosa colonia italiana empezó a demostrar su descontento de una manera ruidosa en vista de lo cual declararon a Carbajal único autor del crimen y pusieron en libertad a Volpi y Patroni, los cuales se dirigieron inmediatamente al consulado italiano. Fue en ese momento que el gobierno italiano dio instrucciones al jefe de la escuadrilla del Rio de la Plata, comandante Carlos de Amezaga, que enarbolara su insignia en el cañones del «Caracciolo» , que a la sazón se encontraba en Montevideo por expreso pedido de Perrod quien, luego de una serie de crímenes, ataques a diarios y un asalto a la sede diplomática brasilera en mayo de 1881, protagonizadas por bandas santistas, solicitó, al igual que otras legaciones de la época, contar con una “estación naval permanente” para “custodiar importantes intereses de nuestra colonia. La  gravedad de la situación creada por las revelaciones  de Volpi y Patroni, lo llevo a asumir una actitud resuelta, amenazando con bombardear Montevideo con su buque.

 La intervención de Mariano Cordero

Fue en ese momento que el entonces comandante del puerto de Concepción del Uruguay  Mariano Cordero (68 años), al mando de un barco de guerra argentino (posiblemente había dos mas) estacionado en la bahía se interpuso con su buque entre el italiano y la ciudad. Hizo  tocar zafarrancho de combate y se apresto a repeler la agresión del italiano. En vista de la actitud enérgica de Cordero, que según la propia palabra estaba dispuesto a echar a pique el barco italiano, Amezaga «apago sus fuegos» y permaneció en actitud pasiva.

Así lo relataron los vascos

http://meta.gipuzkoakultura.net/bitstream/10690/74755/1/AM_323787.pdf

Durante su viaje, ocurrió en Montevideo el famoso incidente de que dos italianos fueron presos y torturados por las autoridades de la capital del Uruguay. Protestó la numerosa colonia italiana, pero en balde, y entonces Carlos de Amézaga tomó sobre sí la heroica resolución de desembarcar con una pequeña escolta, retirar el escudo y bandera del consulado general de Italia, declarar la guerra al Uruguay y notificar al presidente de la República que si no se hacía justicia y se pagaba una  fuerte indemnización, bombardearía á Montevideo á las veinticuatro horas.  El gobierno uruguayo cedió.

Interesante biografía de Mariano Cordero

http://www.revisionistas.com.ar/?p=11536

Corbeta italiana «Caracciolo» 6 cañones de 160 mm (alcance 3.500 ms)

 

El argentino que evito el bombardeo a Montevideo / Cañonera Paraná

Entre tanto el cónsul Perrod, con la sangre en el ojo por el engaño que había sido víctima, se dirigió al Poder Ejecutivo pidiendo plena luz (??). Esto dio lugar a un cambio de notas más o menos agrias, hasta que la autoridad italiana dio por terminadas sus relaciones entre su país y la republica del Uruguay, retirando la bandera y el escudo del consulado, que fueron trasladados al cañonero «Caracciolo».

En Buenos Aires

La intervención del ministro italiano Cova en Buenos Aires, a quien su gobierno había dado las instrucciones necesarias, dio en tierra con el conflicto sobre la base del siguiente arreglo:

Arresto de los culpables

Pago de 50 mil francos a Volpi y Patroni

Rectificación pública de las expresiones contenidas en publicaciones oficiales

Visita del Presidente de la Republica al ministro de Italia

Al día siguiente tuvieron lugar las ceremonias de desagravio al cónsul Perrod. Cinco piezas de artillería frente al cuartel del 3º de cazadores hicieron una salva de 21 cañonazos al mismo tiempo que izaba la bandera nacional y la italiana. Media hora antes el presidente de la republica acompañado de su secretario Corralón de la Rúa, del ministro de relaciones exteriores Manuel Herrera y Obes y el sargento mayor Ángel de León se habían presentado al Hotel Oriental, sede de la legación de Italia, a cumplir con una de las bases del arreglo.

Ministro uruguayo de Relaciones Exteriores /  Cuartel del 3º de Cazadores / Juez Julio Sáenz

La pruebas contra Patroni y Volpi eran importantes, el juez con una «indolencia musulmana», no hizo caso de todos los antecedentes. Era necesario poner en libertad a los presos martirizados: no importaba que cómplices de Carbajal quedaran impunes. Carbajal fue condenado a pena de muerte, pero notando el tribunal todas las irregularidades cometidas en el proceso paso una nota reservada al juez y mando instruir un nuevo sumario para ver las responsabilidades de Volpi y Patroni. Pero tarde estos ya se hallaban en Europa, disponiendo de las comodidades que les daban los 50 mil francos (250 kg. de plata, equivalente hoy a U$S 225.000 )

Así lo vieron los periodistas 26 años después

Caras y Caretas sostenía que Carabajal no actuó solo, así que lo fueron a visitar a la penitenciaria de Montevideo, donde cumplía una prolongada condena. En 1908  no es ya un hombre flaco, casi raquítico como cuando perpetro la hazaña sangrienta. Su rostro afeitado tiene una expresión de inteligente. Habla con facilidad, nos cuenta  la pésima experiencia de sus primeros años en la cárcel. Relata que su padre era jefe de la escolta del general Goyo Suárez y el mismo siendo un niño formó parte de las fuerzas en la batalla del Sauce. Allí en un entrevero fue muerto su padre y él saco el cadáver entre los enemigos cuando estaba a punto de ser degollado, recibiendo un lanzazo que lo dejo rengo para el resto de su vida. Le instigamos a que con toda franqueza nos cuente cual fue su actuación en el delito y si tuvo o no cómplices. Nos dijo que los aludidos están fuera del alcance legal ¿Porqué se declaro único culpable? Nos contestó que hallándose en el calabozo recibió departe de algunos jefes, hoy personajes de alta figuración, insinuaciones repetidas aunque veladas en las que le sugerían declararse único autor ya que beneficiaría su causa.  Además las torturas de Volpi y Patroni influyeron en su declaración. Concluyo, «digo la verdad, mi palabra en estas condiciones tienen la autoridad comparable a la de un espíritu del otro mundo»…. En efecto era un muerto civil  el que hablaba.

Carbajal en la Cárcel

Ref.

El caso Volpi-Patroni

http://www.red-redial.net/referencia-bibliografica-59093.html

Caras y caretas  12 de septiembre 1908 Nº 519