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Los terrores de nuestros tatarabuelos

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Comían pan agusanado y si iban al retrete una ola los podía arrancar del barco.

¡Eso sí que era tener ganas o  necesidad de viajar! Toda esa penuria para irse de un continente donde ya no se podía vivir y venir a otro que parecía un paraíso. ¿Cuántas veces debe pudrirse el agua antes de ser potable? Ahora aprenderás cómo se sacan los gusanos de un pan y porqué no embarcaban gallinas para comer a bordo. ¡Y vos quejándote por la bandejita que te dan en clase turista!

Embalado por el interés que despertó el artículo sobre los maragatos,  Alberto Moroy anduvo revolviendo información acerca de cómo se viajaba antes, particularmente de cómo se viajaba a Uruguay ya fuera para emigrar, ya para satisfacer ese impulso viejo como el hombre, de moverse de un lado para el otro. Y como Alberto es marino de alma, no nos ahorra detalle y se aferra a los vívidos relatos de quienes hicieron estos viajes en aquellos momentos. Particularmente de los recuerdos de José Crespo, que tenía 12 años cuando viajó y quiso ser maragato de San José, pero el barco lo llevó mucho más al sur para que fuera maragato de Patagonia.

Por Alberto Moroy

Podemos decir que hoy viajar en avión o barco es placentero, simple y cuando no le agarre alguna huelga, piquete, etc. Por lo demas los accidentes son escasos y solo deberán preocuparse por el jet lag si es que traspasan algunos husos horarios hacia el este y menos hacia el oeste. Antes nuestros ancestros la tenían un poco mas complicada y para saber de que se trata, en nuestro viaje de hoy relevaremos hábitos y costumbres de alla y entonces, cuando vinieron a Montevideo en una fecha cercana a 1778. Asi debió haber sido la partida desde el puerto de la Coruña. ¿Pueden imaginar la experiencia de subir a bordo,  cuando muchos no habia visto el mar y para colmo el cruce del Oceano Atlantico con el Cantabrico no es muy tranquilo.

Torre de Hercules / La coruña  / Fragata La Pincesa

Puerto de la Coruña  (Abril de 1780)

El destino y la guerra declarada contra Jorge lll de Inglaterra en junio de 1779 por parte de Carlos lll de España, hizo que tuviésemos que viajar en una fragata lusitana. Los pilotos repasan sextantes, agujas y escandallos. Marineros y hombres, cirujanos  y capellanes ponen en orden «aparejos y artillería, “hierbas y altares».  En total 570 colonos viajábamos en la  “San José  y  San Buenaventura”  su capitán  se llamaba Juan Da Costa. Cargaron, animales vivos y alimentos para estos, así como todo lo necesario para la travesía También productos que el virreinato demandaba como: clavos, sombreros finos y bastos, armas de fuego, machetes  sables y cortaplumas, papel pintado y en resmas, cutí, tafetanes y diversos tipos de lienzos lisos y estampados, zapatos, medias de seda para hombre y mujer, cintas surtidas, mantillas de  colores, pañuelos, adornos para vestidos y galones bordados en oro y plata, vestimenta para  oficia-les, presillas de oro y plata fina para sombreros, botones de diverso tipo y tamaño (de hilo de oro y plata, de vidrio, de madera, de latón con incrustaciones de piedras, etc.), pendientes, anillos y alfileres para la cabeza con incrustaciones, hebillas de plata, jarras, cántaros, ollas y diversos cacharros de barro y cobre, muebles y objetos de madera trabajada y pintada, etc., etc.

Sextante / escandallo (sonda con sacabocado)

Relato de Jose Crespo 12 años  (Nacido Villa Moriñigo diócesis de Salamanca)

«Cuando llegamos  al puerto de la Coruña  la nave estaba fondeada junto con otras.  A lo lejos se podía ver una torre bastante alta, sobre una colina, le llamaban la torre de Hércules. También se veía una especie de castillo fortificado que no recuerdo su nombre. Llegamos un día antes de lo previsto, nos acomodamos en una posada para pasar la noche. El  viernes 14 de abril   de 1781  por la  mañana, nuestra familia y 126 mas abordamos la fragata portuguesa San Fose y San Buenaventura, al mando del capitán D. Juan Acosta, la nave llevaba a 500  pasajeros (36 tenían menos de dos años) y 168  tripulantes.  Después de varias  horas nos tocó a nosotros.  Cuando llegamos al costado de la embarcación  nos parecía una fortaleza flotante, sus palos no tenían fin; durante el viaje entendimos que en el mar nada era demasiado grande. Los hombres y los niños trepábamos por  la borda, las mujeres eran  izadas por medio de un tonel cortado por un lado, que quedaba convertido en un buen asiento sin molestias y sin peligro. El 15 de abril  del año 1780  zarpamos  llegando a Montevideo el 19 de junio con 569 personas y 36 bebés.

La vida a bordo

A bordo estaba todo estipulado, la duración de las guardias de mar.seguían  la norma de las cuatro horas desde las 8 de la mañana. Las comidas solían ser al mediodía y a las 5.  El horario no era  siempre respetado a causa de las frecuentes maniobras generales, sobre todo con mal tiempo o a la vista de costa. Diariamente en campaña se tocaba generala a las 7.30 de la mañana y a las 3.30 de la tarde, durante una hora, se practicaban ejercicios de adiestramiento de la dotación. Durante las maniobras, el orden y silencio eran fundamentales para obtener un buen rendimiento del navío Así estaban prohibidos las salmas o cánticos colectivos acompasados. El navío es un mundo de oscuridad,. la luz penetra débilmente en las cubiertas inferiores. El estorbo a bordo de estas embarcaciones era imposible de evitar, algunas partes más bajas la altura no llega a 1,65 metros, lo que obliga a los hombres de mayor estatura, (los menos) a encogerse.

Las tormentas (relato de epoca viaje de jesuitas, SIC)

«Con tan violentos vaivenes se destrozaron los más catres nuestros, se desataron los trastes y casas y empezaron a rodar de babor a estribor (como dicen los de marina) rebueltos con tantas sárcinas y con las bestias de la nave que huiendo de la muerte naturalmente buscaban algún asilo. De modo que huvo a quien se le metieron tres puercos en su catre sin poderles repeler y huvo de salirse, y al Padre Provincialse se  le metió uno tan grande y pesado que a no aver passado por allí un oficial de la nave que con trabaxo lo arrancó del catre, huviera sufocado al padre. ¡Tales son los efectos que causa el horror de la próxima e inminente muerte hasta a los mismos brutos!

Las letrinas

 

Las letrinas de la marinería se sitúan en la proa del navío, en unas maderas con agujeros llamados “beques”, eran simples agujeros redondos elaborados en tablones con un asiento encima. Estaban a la intemperie, solo había seis beques: en este lugar barrido por las salpicaduras y expuesto a las inclemencias el tiempo, los hombres corren siempre el riesgo de ser llevados por un golpe de mar. Los oficiales subalternos disponían de privilegios como por ejemplo los retretes alojados en un cubículo redondo llamado “tambor” en el que tenían intimidad y estaban resguardados del viento y la lluvia. Los demás oficiales disponían de mejor sitio situado en los jardines de popa. En estas condiciones, la higiene corporal es inaccesible.

Letrinas o beques / Entierro en alta mar

Hasta finales del siglo XVIII, y contrariamente a los oficiales e infantes de marina, los marineros no estaban sujetos a ningún uniforme. No tenían más costumbre que la de recoger sus cabellos sobre la nuca con coleta. Para evitar ensuciar su camisa, llevaban un fular anudado sobre el pecho. Estas condiciones desastrosas de higiene favorecen la propagación y la transmisión de enfermedades que agravan los riesgos incurridos por los hombres que sirven a bordo de las embarcaciones. A popa del palo cerca  del trinquete, en la cubierta del combés, iban instalados el horno de panificar y la cocina.  Sobre los buques, guisar es una fuente de problemas. Las reservas considerables de leña son necesarias y el fuego debe ser mantenido encendido, lo que hace correr riesgos permanentes de incendio.

Cocina / «bis coctus» (cocido dos veces) / Cuartillo (jarro)

La comida

Cuando había temporal o mar gruesa no había comida caliente. La ración de queso sólo se suministraba en temporal, ya que los fogones estaban apagados por la evidente peligrosidad del movimiento del barco. Durante la Cuaresma se proveía a la dotación de la ración de bacalao el viernes y el sábado de cada semana, así como desde el Domingo de Ramos hasta el de Resurrección. La ración de dieta para enfermos se componía de bizcocho blanco, gallina y carnero. El bizcocho de mar era conocido como galleta, se la cocía varias veces para darle la dureza y sequedad necesarias para su almacenamiento durante largas temporadas, no era raro comerlas dos años después de su cocción.

Compartían sus galletas con ratas, gusanos y gorgojos, bromeaban, llamando “boteros” a los gusanos en el sentido de que la galleta era el bote y las larvas sus tripulantes. Como decía un marinero, “los gusanos de cabeza negra son gordos y fríos al paladar, pero no son amargos como los gorgojos” Para deshacerse de los gusanos ponían un pescado muerto sobre el saco de las galletas y estos acudían a comérselo, cuando el pescado esta cubierto de gusanos se tiraba al mar y se sustituía por otro hasta que desaparecían los gusanos.

Había tres clases de raciones en los buques. La primera se llamaba de carne salada o cecina y tocino; la segunda de bacalao, aceite y vinagre, y la tercera de  queso y aceite. Con cada una de estas raciones se suministraba bizcocho, vino, menestra fina, agua y sal. La ración de agua normal era de cuatro cuartillos (dos litros) diarios. Para los grandes viajes, los animales son embarcados vivos. Esta práctica perjudica a la higiene, pero resuelve en parte el problema de los víveres frescos. Sobre las cubiertas, jaulas de aves de corral con patos, gansos o pavos, que no sufren el mal de mar, y son preferidos a las gallinas que pueden morir de eso. Todo este corral está destinado a mejorar la dieta del estado mayor y a abastecer el “caldo de ave”, que revitaliza los enfermos y los heridos. Pero más larga es una travesía menos duraban los animales. Las  raciones son reglamentadas y suficientes en calorías, incluso superiores a las raciones de otras categorías sociales en tierra.

También comprenden verduras secas, salazones (el bacalao salado se conserva un mes, el buey dos meses, la carne de cerdo, dieciocho meses) y condimentos (vinagre, para digerir la alimentación salada y poco variada y combatir avitaminosis, mostaza, pimienta y guindillas). Los alimentos frescos (carne fresca, frutos y verduras) se agotan rápidamente y son reservados para las escalas.  Un litro de vino al día y por hombre, completado por una porción de aguardiente, para la tripulación o para quien pudiese pagarlo

.Para intentar mantener el nivel cualitativo de las raciones, los oficiales valoran en probar el bizcocho o el pan de los marineros, los alimentos de los enfermos y el caldo de la tripulación. Cada dos semanas, deben prestar asistencia a la visita del cirujano para examinar “la boca y las encías “ a miembros de la tripulación. Las ordenanzas son prudentes, no se refieren a los dientes, por la razón que desaparecieron a menudo desde hace tiempo, y que se cayeron a causa del escorbuto. En aquella época, el marinero con escorbuto es un individuo desdentado, incapaz de comer alimentos sólidos. Puede consumir sólo papilla o el bizcocho mojado en un líquido cualquiera. Cada hombre consume por término medio tres litros de agua al día (uno para la bebida, uno para la sopa y uno para la preparación de las comidas).

Aduana de Montevideo / Barriles de Agua

El agua se altera rápidamente en estas barriles de madera, colocadas en la bodega o sobre el puente. Al cabo de algunos días, un olor repelente sale de ellos debido a la descomposición de los sulfatos contenidos en el agua, que se transforman en sulfuros al contacto con la madera de los toneles. Al aire libre, los sulfuros vuelven a ser unos sulfatos y el ciclo se produce repetidas veces. Según la tradición, el agua debía “pudrirse” tres veces antes de ser potable.  Según contaba la tripulación la capacidad de radio de acción de un navío es de tres meses, viajar al Río de la Plata demandaba más de dos meses y a veces hasta cuatro.

 

Montevideo

 

Era una ciudad tranquila, trazada en forma de damero en una península a orillas de las bahía protegida con su fuerte a espaldas de por el cerro de Montevideo La población de San Felipe y Santiago de Montevideo tenia 10.404 habitantes, siendo 7410 españoles; 247 indios y 2747 negros y mulatos, los últimos llegados como esclavos.

La gente rica acostumbraba levantarse tarde, y cuando lo hacía, se quedaban de brazos cruzados fumando un cigarro o tomando mate. Los hombres, acostumbraban conversar en rueda, y en ese momento tomaban mate, fumaban en pipa, tocaban la guitarra u otro instrumento. También iban a los pequeños bares donde bebían bebidas alcohólicas y jugaban al billar, a la lotería, apostaban a las carreras de caballo y a las corridas de toros. Las mujeres acostumbraban chismear, antes y después de entrar a la iglesia.

El alquiler anual de un cuarto sin ventana ni chimenea era de 48 pesos de 8 reales; de una casa compuesta de dos habitaciones y un patio, 100 pesos. Los esclavos costaban entre 250 y 260 pesos. Las negras esclavas tenían un precio más elevado: $ 280, aproximadamente. El ganado vacuno se podía adquirir a 8 reales cada unidad, las yeguas a 2 reales, los caballos mancarrones a 18 reales y un redomón por 20 reales cada uno.

En San Jose (Uruguay)

En el campo a poca distancia de los muros de la ciudadela  muchos recién llegados disfrutaban del  ocio cazando perdices con caña. Algunos coterráneos me contaron como se hacia “Se ponía  en la punta de una caña larga, un lacito de cerdas de caballo. Cuando se ve la perdiz, se acude allá con el caballo y se hacen algunos círculos rodeando la perdiz hasta que ésta se arrima a algunas yerbecitas donde está sin moverse, y da lugar a que se le ponga el lacito por el cuello. Luego con la misma caña se le da en el lomo, y al tiempo de volar queda ahorcada. Son sin número las que hay, y así en breve rato se cazan muchísimas. Estas perdices son las codornices de España, en el color, sabor, forma y figura, aunque sí son un poquito más grandes”

 

La partida a la Patagonia

 

A mediados de  Diciembre del año 1781,  después de varios  meses de haber pasado trabajando  en San José y en Santa Lucia al NO de  Montevideo, le comunican a mis padres   que en pocos días partiremos  para el Fuerte del Carmen, en la Patagonia.  Una lastima, San José era el paraíso, ríos de aguas cristalinas, como el llamado Santa Lucia, arroyos, cañadas, buena tierra, buen clima y sobre todo pocos problemas con los indios quienes se hallaban bastante mas al norte.

Naufragio del 13 de Junio de 1779 sobre las piedras de la Batería San José (Montevideo)

La urca “Nuestra Señora de la Visitación 4º viaje

Apellidos ( todos se salvaron, quizas encuentren algun pariente)

Mateo Suárez y María Pose Antonio Bordonces- Josefa Longuera. Hijos Fausto de 10 años y José de 6 años Diego Caneda- Inés Penelas. Hijos: Jacobo de 15 años, Antonio de 12 años Ignacio Otero – Bernarda do Canto. Hijos: Cayetano de 15 años, Silvestre de 12 años, José de 7 años y Juan Santiago de 2 años Silvestre de Puente- Isabel Carreira. Hijos: José de 18 años, Micaela de 5 años y Manuel de 1 año Vicente Estevan- Josefa Sermilo. Hijos: Catalina de 12 años, María de la Cruz de 10 años, Vicente de 7 años y Rosa de 1 año Amaro Fernández- Manuela Espinoza Alberto Espinoza – Manuela Martínez Domingo Cañas- Pascua do Campo Antonio García – Antonio Álvarez. Hijo: Cayetano de 13 años Andrés de la Barrera – Victoria Baleiro. Hijos: Pablo de 10 años, Alejo de 3 años.  Madre de Andrés de la Barrera María Jacinta González Bernabé Pita – María de Aneyros. Hijos: José de 15 años, María de 13 años, Benito de 8 años, Teresa de 6 años y Antonia Juana de 3 años Juan Díaz – Luisa Candorcia. Hijos: Vicente de 7 años, Antonio de 5 años y Francisca de 7 meses Cristóbal Martí – María Sermilo. Hijos: Vicente de 16 años, María de 10 años, Ramón de 7 años, Antonia de 4 años y Cristóbal de 1 año y medio Francisco Centeno – Rafaela Guerra. Hijos: José de 8 años  Isidora de 1 (1)  año y medio y María de la Encarnación, recién nacida  Solteros José Patiño Antonio de Veres Barlolomé Vázquez Andrés Martín Vázquez Ventura Castrelo Total: 15 matrimonios 5 solteros, 1 viuda, 12 niñas.19 niños   La futura esposa de José Crespo, ( nuestro relator) Isadora Centeno, de 1 año  sus padre Francisco su madre Rafaela Guerra  y sus hermanos: José de 8 años  y medio y María de la Encarnación, recién nacida fueron de la partida cuando este navío naufragó.