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Las mil grullas de papel

A veces los japoneses son un poco desconcertantes. Un día te dan una formidable lección de sensibilidad y solidaridad, y otro día te aparecen con que quieren volver a matar ballenas en las proximidades de la Antártida.

¡Justo ahora que las ballenas francas volvieron a poblar nuestras playas! Quizá solo sea una bravata imposible de cumplir, pues felizmente hay muchos tratados y muchos luchadores dispuestos a torcerles el brazo. Además, me atrevo a suponer que los japoneses que se proponían eso eran una minúscula minoría de avaros insensibles que en todas las comunidades existen y no una corriente que pueda dispersarse dentro de una cultura admirable en muchos aspectos. Bien eso ya pasó y no tuvieron éxito… pero no está mal impedir que se nos borre de la memoria.

Por ahí anda también la horripilante matanza de delfines arrinconados y exterminados sin piedad, pero antes de que te pongas muy crítico, preguntate qué se hicieron las toninas que en nuestros años setenta recorrían alegremente nuestras playas en grupos familiares. Sería tranquilizador pensar que su desaparición estuvo relacionada con el cambio climático o la contaminación del alto Paraná… si no fuera porque yo mismo ví cargar rifles en las chalanas con que se practicaba y practica la pesca de orilla. “Hay que matarlas, las toninas se morfan los pescados”, los oí explicar.

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En lo personal, me preocuparé el día que dejen de aparecer grullas de papel en el monumento a Sadako Sasaki, en el Parque de la Paz, en Hiroshima, ciudad que tuve el privilegio de visitar. Sadako estuvo expuesta a la radiación de la bomba atómica y cuando tenía doce años murió de leucemia.  En su lecho de agonía, la niña escribió un “haiku” (poema breve, un clásico japonés) que se traduce más o menos así:  “escribiré paz en sus alas y la grulla volará alrededor del mundo para que los niños ya no tengan que morir de esta manera”.

No abundaré demasiado con la historia de Sadako, pues hay libros enteros sobre este tema tan conmovedor. Me remitiré al relato que hace Miryam Bonibardo en el blog que cito al final y agregaré que hay monumentos a la niña y a su mensaje en otras ciudades de Japón y aún en otras ciudades del mundo. Bien lo merece Sadako y la idea.

“Cada año, para el 6 de agosto, Día de la Paz, llegan miles de grullas de papel a Hiroshima, desde los puntos más alejados del planeta. ¿Por qué? te prguntarás.
Sadako Sasaki(07-01-43 / 25-10-55) fue una joven que vivió cerca del puente Misasa en Hiroshima, Japón. El 6 de agosto de 1945 sólo tenía dos años cuando Estados Unidos hizo estallar dos bombas atómicas sobre la población civil. En el momento de la explosión estaba en su casa, que se encontraba a 1,5 km de la zona cero de la deflagración. Nueve años después, Sadako era una niña fuerte, atlética y con mucha energía. Mientras corría una carrera, empezó a sentirse mal y cayó al suelo. Le fue diagnosticada leucemia, conocida como «enfermedad de la bomba A».
Su mejor amiga, Chizuko Hamamoto, le recordó una vieja tradición sobre alguien que realizó 1000 grullas de papel y gracias a ello los dioses le concedieron un deseo. Con sus propias manos, Chizuko le regaló la primera grulla que realizó en papel dorado y le dijo: «Aquí tienes tu primera grulla».


Sadako tenía la esperanza de que los dioses le concedieran el deseo de volver a correr de nuevo. Al poco tiempo de empezar su tarea conoció a un niño que le quedaba muy poco tiempo de vida por la misma causa, la leucemia, le animó a que hiciera lo mismo que ella con las grullas pero el niño respondió: «Sé que moriré esta noche».
Sadako pensó que no sería justo pedir la curación sólo para ella, y pidió que el esfuerzo que iba a hacer sirviera para traer la paz y la curación a todas las víctimas del mundo.
Con el papel de los botes medicinales y otros que iba encontrando llegó a completar 644 grullas de papel. El avance de la enfermedad impidió que acabase de realizar la tarea, muriendo el 25 de octubre de 1955 (a los 12 años de edad) tras 14 meses de ingreso en el hospital. Sus compañeros de escuela, después de su fallecimiento, llegaron a completar el número, aportando las grullas que faltaron por hacer hasta 1.000.
Los compañeros de escuela y amistades pensaron dedicarle un monumento donde se representaría a Sadako sosteniendo una grulla dorada en su mano, también dedicada a todos los niños que murieron a causa de las dos bombas atómicas. Y por fin, en el Parque de la Paz de Hiroshima fue construído en 1958, en la base está escrito «Este es nuestro grito, esta es nuestra plegaria: paz en el mundo».
La historia fue tan impactante que trascendió los límites de Japón, convirtiéndose en un referente mundial de los movimientos pacifistas. Es tradición en Japón el regalar un origami de grulla a las personas enfermas para desearles una pronta recuperación.

Claro que hay algunos grises en esta historia tan primorosa. Una de las primeras cosas que vi al ingresar al Museo de Hiroshima, fue un balance de las muertes provocadas por “la primera bomba atómica arrojada sobre objetivos civiles”. Pues bien, el balance no comenzaba con las víctimas infantiles que fueron innumerables, ni con las mujeres, las familias, los ancianos, los vecinos, los minusválidos, etc. No señor, la lista ¡comenzaba con las víctimas militares! Y escribo en tiempo pasado porque ese recuerdo tiene muchos años, los suficientes para arreglar ese despropósito.

Espero con el alma que los militares japoneses de hoy nos restituyan aquella noble imagen del samurái que nos transmitió Toshiro Mifune y hayan corregido esa barbaridad que a mi guía no le había llamado la atención hasta que yo se lo hice notar. Porque Hiroshima era una muy importante base militar, de manera que las bombas arrojadas serán una atrocidad, pero prohijar una ida de que el militarismo japonés era poco menos que bondadoso, es una mentira deleznable. El Japón de hoy es adorable; pero aquél Japón aliado de la Alemania nazi, había invadido y sojuzgado buena parte del territorio asiático. Con todas las crueldades que una guerra supone y con algunos agregados vandálicos vergonzantes.

Naturalmente, esto no justifica el uso de la energía atómica; solo rescata el horrible sufrimiento de la población civil y le agregaría a todos los militares sin rango que son los que mueren en los campos de batalla. En cambio,  levanto un dedo acusador hacia esa clase de generales que deciden la muerte desde un confortable escritorio.

Volvamos a lo reconfortante. Una llama eterna reza por la paz en el Parque de la Paz. Con mucho orgullo tengo enmarcado en mi casa un tapiz que nos regaló el Intendente de Hiroshima a los periodistas que acompañábamos al Presidente Sanguinetti en el viaje que realizó a aquél país en 1998. Antes de eso, gentilmente invitado por la Embajada de Japón en Uruguay, había visitado la ciudad guiado por una impecable intérprete de aquél admirable país. La ciudad es hermosa, con un rio que la recorre sinuosamente y con un horizonte de montañas, las mismas montañas que determinaron su elección, pues según dicen los japoneses, los estadounidenses buscaron la concentración del poder destructivo en el marco de esas elevaciones. Naturalmente, todo muy opinable; tantos años después nadie puede asomarse a este terrible episodio desde la objetividad. Quizás tampoco debería analizarse fríamente.

Pero cuando uno pasea por el parque, los origamis de grullas despiertan la atención: el mensaje de Sadako continúa vigente, felizmente. Y  no se refiere solo a su padecimiento y a la paz  mundial, es mucho más profundo que eso. Ampara todas las ilusiones de todas las personas que de alguna manera sufren por algún padecimiento sin causante, o por alguna situación de injusticia. Es decir, por todos nosotros.

Supongamos que en este momento te ponés a doblar origamis de grullas hasta completar los 356 que Sadako no pudo completar porque la atrapó la muerte. Reconozco que mientras doblás cuartillas, preferentemente con las hojas de los diarios donde se informa de tantas horribles cosas que continúan ocurriendo, no podrás contemplar el programa porteño que esté de moda. Pero quizás se trata justamente de eso, de darle un poco de rating a la solidaridad.

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Acá tenés un tutorial para intentarlo.

 

También podría ser un buen día para que inicies una cadena por internet para que la gente haga ballenas o delfines de papel y termine con esa descabellada matanza. O para que termine la guerra en medio oriente, o para que dejen de asaltar gente por la calle en los barrios de Montevideo. No me atrevo a sugerirte que lo hagas para terminar con la injusticia en el mundo, porque no alcanzaría la labor de todos los niños del mundo. ¿Cuántas grullas de papel habría que construir para semejante cosa?

Se me ocurre que tampoco estaría nada mal una tarea escolar

Guillermo Pérez Rossel

http://es.wikipedia.org/wiki/Sadako_Sasaki

http://emocionesmyrian-bonibardo.blogspot.com/2011/09/sadako-sasaki-y-las-mil-grullas.html

http://lales-cosasmias.blogspot.com/2011/03/la-grulla-en-japon-sadako-sasaki_27.html