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Salvador de Bahía

 

Bahía es el Estado, la ciudad que apasiona a tantos, es Salvador de Bahía como dice la canción. Aquí europeos se martirizaron entre ellos y martirizaron africanos, pero de toda esta crueldad salió la más bella música del mundo para sambar ante el mar más bello.

Cuando vayas al Pelourinho, el centro histórico, te llamarán la atención las calles empedradas. Son todas importadas, era el lastre de las naves que llegaban vacías para volver cargadas hasta el tope de las riquezas que iban juntando por la costa.

Sambar es fácil en Salvador; el ritmo te lo da el zarandeo para equilibrar el cuerpo entre esas piedras. Quizás por eso de Salvador da Bahía salieron músicos como Dorival Caymmi, precursor de la Bossa Nova, númen inspirador de Joao Gilberto, Tom Jobim, Caetano Veloso y Gilberto Gil. Nada menos. Su canción «Vamos a llamar al viento» es suficiente para justificar que Bahía exista en el universo. Seamos justos, Vinicius de Moraes el otro grande entre los grandes, es quien justifica la existencia de Río de Janeiro. Todo lo demás, es ornamento. Pero Salvador se da el lujo de ser cuna o residencia además de Gal Costa, María Bethania, Daniela Mercury, Simone entre los músicos…  y le sobra genética para un Jorge Amado o para Bebeto, aquella gloria del fútbol brasileño.

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Trio Eletrico. Aunque no hayas ido en Carnaval -cosa recomendable- si sentís una música atronadora, no hagas como Odiseo que se tapó los oídos con cera por miedo a las sirenas; salí corriendo en su busca. Seguro que es un «Trio Eletrico», un vehículo con enormes parlantes en los costados y un escenario arriba, donde un conjunto está tocando la música. Ponete en la fila, cuidá la billetera y dejate llevar por el mejor aporte africano a la cultura iberoamericana. Si estás en Carnaval, te conviene hacerte socio de un «bloco», que desfila precedido por uno de estos carromatos y gozar del privilegio de estar más cerca de donde funciona esta cosa visceral de la música brasileña.

Las playas. Haceme caso, en este destino no viajes por las tuyas sino en una excursión organizada, con un guía y un grupo de gente. Salvador tiene una belleza tal que justifica cualquier riesgo, pero no hay necesidad de correrlo.

Dicen que las playas de la ciudad están contaminadas, pero no lo parecen. De cualquier manera, tu excursión te llevará a playas maravillosas con paradores donde podrás comer la exquisita comida bahiaza, frutos del mar y frutos de los árboles.Allí te llevarás otra sorpresa ¡en Brasil también hay payadores!. Improvisan entre las mesas y todos muertos de risa, pues no hablan ni de política ni de cosas tristes, le toman el pelo a todos sin llegar a irritarlos para no quedarse sin propina.

No busques glamour en Salvador, aunque algo de eso podrías encontrar en la Isla de Itaparica seguramente incluida en tu excursión, una maravilla de crucerito y un lugar de ensueño. Lo que hay en Salvador es folklore y no tenés que buscarlo, te atropella en todos lados.

Candomblé, artesanía y esmeraldas. Esta es la patria americana del Candomblé, el culto de los Orixás, de origen totémico y familiar, que según los expertos no debe confundirse con umbanda y macumba, que son otra cosa. Aunque todo es muy confuso y tampoco logran aclararlo muchos improvisados sacerdotes de estas religiones, respetables como todas ellas. Perseguido y estigmatizado, el Candomblé continúa vivo 400 años después, así que algo tendrá. Lo que claramente tiene dada su esencia totémica, es un enorme valor artesanal. Las tallas en madera, los objetos de plata y toda la parafernalia vinculante es hermosísima en manos de hábiles artesanos. Y en todo brasileño hay un artesano, además de un músico y un jugador de fútbol. Sacate cualquier prejuicio de encima y comprate algo.

El mejor lugar es el Mercado Modelo al que se accede desde el Elevador Lacerda, un transporte que no debés perderte luego de sacar una foto imponente desde el acantilado. Te llevarán también allí, así como a varios museos, no te preocupes. Por eso te digo, si vas por las tuyas, estás frito.

Si el ¿arte sacro? del Candomblé no te inspira, a tu esposa seguramente la inspiran los talleres de joyería que encontrarás en el barrio histórico. ¡Qué alhajas y qué buenos precios! Será una de las pocas ocasiones en que podrás conseguir una esmeralda brasileña, de esas que encuentran entre el barro del nordeste, próximo a Colombia. Ese barro no es solo sucio como el nuestro.

El Pelourinho. Lo dejamos para el final porque es lo mejor de Salvador. Como tantas cosas admirables esta también tiene su origen atroz; Pelourinho era un pilar de piedra utilizado como picota para azotar a los culpables, que como sabe cualquier racista, son los negros. Y si son esclavos, son doblemente culpables, de cualquier cosa.

El Salvador fue capital de la colonia durante 250 años; hoy es Patrimonio de la Humanidad en la lista oficial de la UNESCO. En cuanto al pelourinho original (hay muchos) fue trasladado a la Plaza de la Piedad, tardío pero merecido arrepentimiento, pero a medias.

Con el auge del turismo, la zona cobró fuerte vida económica y los hábiles comerciantes cuidaron las fachadas, las pintaron y refaccionaron para alojar sus negocios. ¿Qué pasó con los negros que allí vivían? Fueron desalojados. Pero que no te pase por la cabeza que en Bahía o Brasil persevera el maldito racismo; todo lo contrario.

Fue en la época de gloriosa capital, que el Pelourinho se llenó de palacios, iglesias y conventos, la mayoría de los siglos XVII y XVII. Estos incluyen la Catedral de Salvador, la Iglesia y Convento de San Francisco y la afamada Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim. El Mercado Modelo y el Elevador Lacerda también forman parte de este centro histórico.

Guillermo Pérez Rossel

http://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_de_Bah%C3%ADa

http://www.saltur.salvador.ba.gov.br/template.asp

http://www.brasilcontact.com/destinies/bahia/es_salvador.html