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Bután, postgrado turístico

Allí no aterriza ninguna aerolínea interenacional y no entra un turista que no tenga contratado un all inclusive y vaya donde lo lleven en lugar de donde se le antoje. Al menos esa es la letra escrita, la desobediencia tiene sus placeres… y sus riesgos.

Hasta no hace mucho era un país prohibido para los turistas, aunque se hacían excepciones a budistas muy convencidos. Es que en realidad no les interesan ni los viajeros ni los adelantos de las tecnologías. Capaz que les asiste buena parte de razón. El hecho es que viajar a Bután no es para principiantes y que si lo lográs, te merecés un postgrado en turismo. Sin embargo las cosas están cambiando, lo que puede transformar este momento en el último posible para conocer Bután tal como es hace siglos y siglos.

El artículo que insertamos fue publicado en La Nación (nuestro socio GDA) por lo cual la información está orientada al lector argentino, pero eso hace poca diferencia a un uruguayo que no anda a las vueltas ni con canales ni con puentes ni con restricciones. Por si los gobiernos no lo descubrieron, lo nuestro es la hermandad.


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Si a Nepal se lo considera un destino exótico, ¿cómo se podría calificar entonces a Bután? En este pequeño reino de Asia, en el tramo oriental de los Himalaya y sin salida al mar, el turismo es apenas emergente. Sus pocos visitantes, de hecho, suelen llegar luego de pasar por la India o Nepal, vecinos muchísimo más transitados por extranjeros de todo el mundo.

El año último, apenas unos ochenta argentinos visitaron Bután, uno de los países más aislados del planeta, tanto que sólo a mediados de los setenta abrió efectivamente sus fronteras al turismo (aunque sólo para algunas regiones), un año después de que llegara allí la radio y quince antes de que se encendiera la televisión.

Estos datos pueden dar cierta idea de lo intacta que se ha preservado la cultura de sus 700 mil habitantes. «En ese sentido, es un destino verdaderamente único», observa el español Alvaro Moreno, voluntario de la Organización Mundial del Turismo (OMT), que por estos días reside en Bután y colabora con el Consejo de Turismo del país.

La oferta, por otro lado, es tentadora, especialmente para los buscadores de destinos inexplorados o por lo menos muy lejos de saturarse turísticamente: una cultura en estado puro, un paisaje virgen y una población que aún luce orgullosa sus trajes típicos, templos como colgados de los Himalaya, coloridos festivales de antiquísima tradición…

Claro que quien quiera llegar a Bután debe tener cierta determinación. Según explica Moreno, de paso por Buenos Aires, la política turística de Bután es de las más singulares que ha conocido. «Sólo se puede entrar al país con un paquete todo incluido, con hotel, comidas y guía, contratado con un operador local», detalla. Para esos paquetes, el gobierno exige una tarifa mínima diaria de 250 dólares por persona en temporada alta (marzo, abril, mayo, septiembre, octubre y noviembre) y de 200 para la baja (enero, febrero, junio, julio, agosto y diciembre).

Hay que aclarar que ninguna aerolínea internacional aterriza en este país profundamente budista. Sólo la compañía local (con su flota de un total de tres aviones) opera en el aeropuerto de Timbu, la capital.

Algo que se ha simplificado en los últimos tiempos, sin embargo, es el trámite de la visa para extranjeros, que se expide por un costo de 20 dólares y es válida por quince días, con posibilidad de extensión. Los operadores turísticos las gestionan directamente, en pocos días, para sus clientes.

Bután es el último bastión del budismo vajrayana, una singular escuela de esta religión. Una de las mayores preocupaciones del pueblo de Bután es alcanzar la felicidad. Tanto es así que el estado actualmente ha implementado la medición de la Felicidad Nacional Bruta, en lo que representa una particular política estudiada con curiosidad internacionalmente. «El tema de la felicidad de la gente está por sobre cualquier otra cosa para el gobierno de Bután, incluido, por supuesto, el turismo. Así que todo lo que se hace en este sentido tiene un claro límite en que no afecte de ningún modo el bienestar del pueblo; de allí que se limite un ingreso masivo de turistas», explica Moreno.

www.tourism.gov.bt.