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Moscú está cambiando ¡y cómo!

El paisaje urbano no es inmune a la política. Hasta 1987 en Moscú solo había 18 monasterios y 6.800 templos. Actualmente hay 710 y 27.000 respectivamente.


Manuel Castrillón fue a Moscú como enviado de La Nación y nos brinda una visión de cuño rioplatense, lo que equivale a decir que explora mas allá y mas adentro de lo usual en otras latitudes. Así vio Castrillón a un Moscú que continúa cambiando luego de su viaje anterior, hace 15 años.

MOSCU.- Una parejita muy joven, los dos muy rubios, posiblemente hermanos, se acerca con un ramo de flores amarillas a la estatua del asesinado zar Alejandro II, a la vista de la monumental catedral reconstruida de Cristo el Salvador. Lo colocan a los pies del monarca. ¿Ponerle flores a un emperador muerto desangrado y con las piernas destruidas en 1881? Llama la atención. Cuando se les pregunta por qué, los jóvenes moscovitas miran con cierto recelo y esbozan una sonrisa. «Es el zar libertador», es la respuesta de manual y se alejan con rapidez.

Muchas cosas han cambiado en estos últimos quince años, que fue cuando este cronista estuvo por primera vez en la capital rusa. Ahora hay miles de avisos publicitarios por las calles y en los medios de transporte, descomunales embotellamientos de tránsito -conocidos acá como probka o corcho, en ruso-, y parejas que se animan a darse besos fogosos a la vista de cualquiera. Las mujeres rusas se han occidentalizado en el vestir más rápidamente que los hombres, que todavía persisten en utilizar sus camperas negras de cuero. El jeans es un uniforme entre los jóvenes. Los proletarios automóviles Zil fueron reemplazados por BMW, Jaguar y Mercedes.

Hace quince años enseguida nos reconocían como extranjeros. Hoy se acercaban a preguntar una dirección como si fuéramos nativos.
¿Son sólo cambios cosméticos? No hace falta ser un experto para descubrir que se ha vuelto a muchos valores y creencias sepultados durante más de siete décadas de comunismo, con agregados del mundo capitalista y de las sociedades de consumo. ¿Sólo una moda o algo permanente? Veremos.
Moscú conserva sus propios laberintos inextricables para el turismo, como puede resultar el moverse solo por las calles o la extendida línea de subterráneo, sin guías, y sin conocer el alfabeto cirílico. Las estaciones y los nombres de las calles todavía están únicamente en cirílico. ¿Una barrera imposible de franquear? No. En casi todos los hoteles se regalan mapas de la ciudad y del subte con los nombres en cirílico y en nuestro alfabeto.
Por otra parte, animarse a tratar de reconocer los caracteres rusos y aprenderlos de memoria no lleva más de dos horas de estudio intenso.
No todas las esquinas tienen semáforos y algunas avenidas pueden ser peligrosas por el flujo de vehículos. Conviene buscar los pasos bajo nivel para peatones, fáciles de encontrar en toda la ciudad.

Kremlin y Plaza Roja
Si Moscú es la capital de Rusia, el Kremlin y las zonas aledañas son el corazón de la ciudad. Allí se encuentran suficientes atractivos para conocer que, por sí solos, justifican una visita a la urbe.

A uno de los lados de la fortaleza se extiende la Plaza Roja, cuyo nombre no tiene nada que ver con el período de los soviets. En la antigüedad, la palabra que hoy se usa para denominar el color significaba también bello. Por eso era la Plaza Bella. Y no le falta razón.
En sentido longitudinal se alzan a un lado los muros del Kremlin y, enfrente, el edificio de las grandes tiendas GUM -sitio oficial, www.gum.ru -, inagurado en 1893 y donde veremos lo más selecto de las marcas de indumentaria y perfumería. Sólo basta ver las marcas que allí encontramos: Kenzo, Hugo Boss, Louis Vuitton, Guess, Zara y Lacoste, entre otros.

Los dos extremos de la Plaza Roja están marcados por la catedral de San Basilio (también llamada la catedral de la Intercesión o de la Protección de la Virgen) y el Museo Histórico Ruso. La catedral de San Basilio es uno de los hitos de la capital, un sello que la identifica mundialmente, con sus cúpulas de distintas formas y colores, asimétricas y etéreas. Mandada a construir por Iván IV (el famoso zar Iván el Terrible), cobija en su interior no una, sino varias iglesias. El ingreso cuesta 100 rublos -cotización a principio de diciembre, un dólar igual a 28 rublos- y si se es afortunado, la visita puede coincidir con algún concierto de un coro de música religiosa.

El Museo Histórico (sitio oficial sólo en ruso, www.shm.ru , entrada 200 rublos) alberga en sus tres plantas una colección considerable de objetos, armas y vestimenta de la prehistoria de Rusia. Las explicaciones en las vitrinas están en ruso únicamente.
El mausoleo que guarda los restos de Vladimir Ilich Ulianov, conocido como Lenin, en el período soviético era un sitio de peregrinación casi obligado, con espera de horas. Hoy permanece abierto de 10 a 13 los martes, miércoles, jueves, sábado y domingo. No se permite entrar con cámaras de ninguna especie ni detenerse durante el recorrido frente al catafalco de Lenin.

Para ingresar al Kremlin, que es a su vez museo y sede del gobierno ruso (sitio, www.kreml.ru/en/main/info/ ), puede contratarse una agencia turística, que cobrará entre 1000 y 1400 rublos el recorrido por la plaza de las catedrales, u optar por hacer uno mismo la fila y pagar 300 rublos para una visita sin guía. Los empleados que atienden la caja hablan inglés. Los museos del Kremlin hoy están dirigidos por Elena Gagarina, hija de Yuri Gagarin, el primer astronauta.

La plaza de las catedrales comprende las de la Asunción -donde eran coronados los zares-, la de la Anunciación y la del Arcángel, donde se conservan los restos de 47 grandes príncipes y zares, entre los cuales está Iván Kalita, Dimitri Donskoi e Iván el Terrible, junto con sus dos hijos.
A la vuelta de la plaza de las Catedrales se exhiben al aire libre dos objetos de interés: un gigantesco cañón y una campana, que nunca pudo ser usada por un error de construcción.

Otros de los lugares de interés para visitar dentro del Kremlin son la Armería, que cobija una impresionante colección de ropas, carruajes, huevos de Fabergé, coronas y armas, y el Fondo de Diamantes, que atesora joyas como el diamante Orlov, regalado por Catalina la Grande a uno de sus favoritos. En ambos casos se pagan entradas adicionales para el ingreso.

Datos útiles
Cómo llegar
Las principales aerolíneas europeas tienen vuelos a Moscú con escala en el Viejo Continente. El viaje dura alrededor de 19 horas.
El metro
•    Por 19 rublos se puede comprar el boleto del metro, que lleva a casi todos los lugares de interés turístico de la capital. Aunque algunas estaciones tienen un interés por sí mismas, como Kievskaya, Novoslobodskaya, Arbatskaya y Ploshchad Revoliutsi. No olvidar que las indicaciones están sólo escritas en ruso, por lo que habrá que armarse de paciencia y no preocuparse si uno se pierde. Hay mucha gente samaritana que cuando lo ve con cara de extranjero perdido se acercará a ayudar.
Dónde comer
•    Moscú es una de las ciudades más caras del mundo, lo que se refleja, entre otras cosas, en la gastronomía. Hay restaurantes que pueden quitar el hambre del susto ante la lista de precios en el menú. Pero, de última, se puede comer un pirog y tomar una gaseosa en un puesto callejero, por 22 y 40 rublos, respectivamente.
•    Un lugar tradicional es el Café Pushkin – www.cafe-pushkin.ru -, en el bulevar Tverskoy 26a, donde puede tomarse un plato de borsh por 525 rublos. El lugar es agradable, ambientado en los comienzos de 1800, con los mozos vestidos como podríamos haber encontrado al poeta Alexander Pushkin.
•    Otro restaurante interesante, y donde se encuentra gente muy particular, es el Bon 2 -en Yakimanskaya Naberejnaya 4, www.bonmoscow.ru -, diseñado por Philippe Starck. El lugar, muy oscuro por cierto, tiene en cada mesa una réplica de un fusil ametralladora AK47 como lámpara. Al mediodía hay menú económico por 600 rublos.
Visitas
•    ¿Quiere llevarse de recuerdo una postal increíble e inolvidable? Visite la Plaza Roja de noche. Las cúpulas del Kremlin iluminadas, las luces de las tiendas GUM, la vista de San Basilio. Incluso si hay nieve, mejor. El frío de Moscú no es lo que era antes. Los tiempos cambian.

Los templos se multiplican más que panes y peces
El recientemente fallecido patriarca de Moscú y Rusia, Alexis II, había expresado en una entrevista reciente que hoy en Rusia existen más de 710 monasterios, mientras que en 1987 sólo había 18. Templos había 6800 y ahora, más de 27.000. Este renacimiento religioso se palpita en Moscú. Cientos y cientos de iglesias cerradas, y que quedaban en el mejor de los casos como museos, se reabrieron al culto. Cuando no, los edificios demolidos se reconstruyen.

Muchos casos paradigmáticos encontramos a cada paso, como la pequeña catedral de Kazán, en la Plaza Roja, réplica exacta de un templo demolido en 1936. Fue construida nuevamente en la década de 1990 y consagrada con la presencia del por aquel entonces presidente ruso Boris Yeltsin.
Pero tal vez el edificio religioso reconstruido de la nada más famoso es la altísima catedral de Cristo el Salvador, en la calle Voljonka, a la salida de la estación del subterráneo Kropotinskaya. El templo original había sido inaugurado en 1883 con la presencia del zar Alejandro III. En 1931 fue demolido por orden de Stalin. Allí se habría de elevar supuestamente un gigantesco Palacio de los Soviets. La Segunda Guerra Mundial llegó y en lugar de lo previsto se hicieron unas piletas populares. Pero quedaban los planos originales. Gracias a ellos pudo comenzarse su reconstrucción en 1994 tal cual era el original. En 1999, Alexis II consagró el nuevo edificio.

Una visita a Moscú debería incluir una iglesia o catedral cuando se está en misa. Uno de los mejores coros, nos parece, es el del monasterio de la Epifania, frente a la estación Ploshchad Revoliutsi.

Increíbles colecciones de Arte
A pocos metros de la catedral de Cristo el Salvador está el Museo Pushkin de Bellas Artes. Por una entrada de 300 rublos puede accederse a una de las pinacotecas más importantes de Rusia, sobre todo en lo que concierne a piezas de arte europeo de los siglos XIX y XX. Los Ingres, Delacroix, Corot, Courbet, Manet, Degas, Van Gogh, Gauguin y Picasso pueden llevarnos toda una tarde de disfrute visual.
Al salir del edificio se puede caminar unos metros hasta otra planta del mismo museo y, previo pago nuevamente de otros 300 rublos, acceder a la sección de objetos históricos. Imperdible el recorrido por la sala que guarda el tesoro de oro descubierto en Troya por Heinrich Schliemann a finales del siglo XIX.

Desde esta zona podemos ir caminando por la calle -en ruso, ulitsa – Ostozhenka y luego por la avenida – prospekt – Komsomolski, o tomar el subte por una estación hasta Park Kultury, pasar por la hermosa iglesia de San Nicolás y tomar por la calle Lev Tolstoi.
Allí, a unos centenares de metros, se encuentra la casa museo de esta cumbre de la literatura universal. Tolstoi, autor de La guerra y la paz y Anna Karenina , pasó en este lugar los inviernos entre 1882 y 1901. Aquí escribió su última gran novela, Resurrección. La casa está tal cual como en aquella época, con objetos y ropas usadas por el genio.