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Nueva York en diez pasos

Espacios no tradicionales de una ciudad que siempre se renueva, en un recorrido para admirar, distenderse y jugar de local.
Por Teresa Bausili  | LA NACION (GDA)
En la foto de portada, el revolucionario proyecto de parque subterréneo Low Line.

NUEVA YORK.- Se puede viajar a esta ciudad y admirarla desde lo alto del Empire State Building, patinar sobre hielo en la pista del Rockefeller Center (si es invierno), enceguecerse con las luces de Broadway, pasear por el Central Park o contener el aliento ante las vidrieras de la Quinta Avenida. Y seguramente será un viaje memorable.

Pero también se puede tomar un trago en uno de los tantos bares escondidos de la isla -Please Don’t Tell, La Esquina, Bathtub Gin o Milk & Honey-, caminar en un parque donde antes había vías abandonadas, ver una exposición de grafiti en el museo de Brooklyn o comprar un libro de grabados antiguos por 5 dólares. Y también será un viaje memorable.

Porque Nueva York es esa mezcla constante entre lo clásico, lo vanguardista, lo impredecible. Ya prácticamente no queda un barrio en toda la isla que no haya sido descubierto, reciclado y revalorizado, y las categorías que antes definían a uno u otro quedaron en el pasado.

Hoy, las tiendas de grandes firmas de Fith Avenue compiten de igual a igual con las del SoHo, las galerías de arte se mudan a Chelsea, el precio del metro cuadrado en Tribeca está casi tan caro como en el Upper East, Bill Clinton instaló sus oficinas en Harlem, Williamsburg (en Brooklyn) se convirtió en sinónimo de tendencias, barrios como el Lower East Side y Alphabet City pasaron de marginales a cool, los museos de primer nivel no están sólo en la milla del East Side, el Meatpacking District le dijo adiós a unas 300 carnicerías para poblarse de bistrós de moda, lofts y modelos (aunque entre tanto glamour quedan unas 30 carnicerías en funcionamiento), y el último barrio border de la urbe, Hell’s Kitchen, ahora se rebautizó como MIMA (Midtown Manhattan), en línea con el boom inmobiliario que está cambiando su perfil.

Es tanto lo que ocurre a diario en una ciudad de la magnitud de Nueva York, que sería imposible nombrar los cambios y novedades de los últimos años (dos, tres, cuatro…, no importa). Por eso, lo que sigue es un breve punteo de algunos lugares que, sin ser desconocidos, se alejan de una Nueva York más convencional. La Nueva York de las grandes cadenas (departamentales, de hoteles, cafeterías, librerías…) se abre paso para convivir con ésta, la Nueva York más íntima e independiente.

1. Un parque

HIGH LINE

Un caso de éxito: el High Line rompió con el concepto tradicional de lo que es un parque. Foto: Corbis

Desde la apertura de su primer tramo, en 2009, el High Line se ha convertido en uno de los parques más visitados, pero también comentados de Nueva York. Primero, por la intensidad de la campaña que durante 10 años sostuvo la asociación Friends of the High Line (entre cuyos miembros se encuentran el actor Edward Norton y la diseñadora Diane von Furstenberg), que luchó a grito pelado contra el proyecto de demolición de la estructura que hoy sostiene al paseo.

Segundo, porque este insólito jardín rompe con el concepto tradicional de lo que es un parque. Construido sobre antiguas vías de tren abandonadas que recorren el lado oeste de la ciudad, a nueve metros de altura, el High Line fue inaugurado en etapas: de la calle 11 a la 20 en 2009, de la 20 a la 30 en 2011, y hasta la 34 en su última ampliación.

Entre las plantas cuidadamente salvajes que crecen en las vías hay vistas formidables de la ciudad y de los tres barrios que atraviesan el parque: Meatpacking, Chelsea y Midtown. No faltan muestras de arte, conciertos, instalaciones sonoras, exposiciones de fotografía o espectáculos de danza, todo gratis y al aire libre.

2. UN DELI

KATZ’S DELICATESSEN

 

Comer en un deli es parte esencial de la experiencia neoyorquina. Son rápidos, económicos, se come rico y están abiertos hasta tarde. Algunos son tan famosos que incluso están decorados con fotos y dedicatorias de las celebridades que se sentaron a sus mesas. Como Katz’s Deli, que ha visto pasar a figuras de la talla de Ronald Reagan, Mijaíl Gorbachov, Al Pacino, Ben Stiller o Barbra Streissand.

Algo así como un nacpop (nacional y popular) versión neoyorquina, jamás pasa de moda. En su página Web se jacta de haber sobrevivido tres depresiones, numerosas recesiones y dos guerras mundiales…, simplemente por ser el mejor deli de Nueva York. Lo cierto es que el local fundado en 1888 por una familia judía en el Lower East Side era conocido en la Segunda Guerra Mundial, cuando lanzó una campaña para enviar sus inconfundibles sándwiches de pastrami (o pastrón) a los soldados en el frente.

Claro que su fama se agigantó a partir de 1989, cuando Meg Ryan tuvo un orgasmo de película en ese mismo local, en una inolvidable escena de Cuando Harry conoció a Sally (la mesa está señalada con un cartel que reza: Hope you have what she had , u Ojalá tengas lo mimso que ella) . Completan el local los letreros de neón, cientos de salchichones que cuelgan del techo, mesas de fórmica con lo imprescindible (servilletero, mostaza y azucarera) y la sensación de estar en los años 50.

 

  • 205 East Houston Street.

3. un hotel

LIBRARY HOTEL

Cualquier desprevenido podría confundirlo con una biblioteca, y no es para menos: el Library Hotel ostenta una colección de cerca de 6000 libros, todos a disposición de sus huéspedes. Es más: cada uno de los diez pisos de este elegante edificio de fines del siglo XIX corresponde a una categoría: religión, filosofía, matemática y ciencias, historia, y así sucesivamente. Las sesenta habitaciones, a su vez, pertenecen a un subgénero determinado, desde literatura moderna hasta psicología paranormal, pasando por botánica o astronomía.

De todos modos, ser amante de la lectura no es condición sine qua non para alojarse en este pequeño gran hotel de Midtown, que se jacta de estar diseñado de tal manera que se asemeja más a un club privado que a un hotel. Está en la estratégica Ruta de las Bibliotecas, a pocos pasos de la Biblioteca Pública de Nueva York y la Pierpont Morgan, pero también a tiro del Parque Bryant y de la renovada Grand Central Station. Hay una selección de quesos y vinos gratuitos todas las tardes, y una vista privilegiada al Empire State desde la terraza del hotel.

Con 4 estrellas (y media, según algunos sitios), sus precios oscilan entre los 200 y 600 dólares la noche, aunque conviene estar atentos a las ofertas en la Web.

 

  • 299 Madison Avenue y la calle 41

4. UNA TIENDA DE ROPA

BEACON’S CLOSET

No es un outlet, no es The Salvation Army ni un mercado de pulgas. Es un paraíso de ropa vintage o de segunda mano, la mayoría de marca y a precios bajísimos. Betsey Johnson, Steven Madden, Armani, Marc Jacobs, Manolo Blahnik, Salvatore Ferragamo, Dolce&Gabanna, Prada, son firmas que se pueden ver en este enorme local (510 m2) de Williamsburg, el barrio de Brooklyn más trendy y bohemio del momento.

Las bolsas de plástico rosa de Beacon’s Closet pueden verse por toda la ciudad, incluso en manos de celebridades. De hecho, el culto a lo viejo floreció gracias a actrices, modelos o cantantes -de Madonna a Julia Roberts, pasando por Kate Moss o Renée Zellweger- que empezaron a usar la ropa vintage y a confesarlo sin remordimientos, sobre todo a partir de los años 90.

 

  • Beacon’s Closet está abierto toda la semana en 88, N 11th Street (entre Bedford y East River).

5. UNA LIBRERIA

STRAND

Ni el avance digital ni la multiplicación de cadenas de librerías/cafés pudieron desplazar este negocio familiar, atendido desde siempre por la familia Bass. Strand, con más de 80 años de trayectoria y sus famosas 18 millas de libros (unos 29 km), es toda una institución en Nueva York.

Imposible no detenerse ante los carritos que siempre se colocan frente a su puerta, con libros de entre uno y tres dólares. Adentro hay tres pisos y un subsuelo, pasillos con olor a polvo y estantes donde se apilan colecciones completas, rarezas escondidas, auténticas piezas de museo o best sellers, en muchos casos a precios de risa. Aunque hay excepciones: Our Polar Flight , libro sobre las aventuras de dos hombres por alcanzar el Polo Sur, ha sido tasado en 1500 dólares. Un ejemplar de la primera edición de Taps at Reveille , publicado en 1935 por Scott Fitzgerald, vale 2750 dólares.

También hay cartelitos con los libros recomendados por el personal, más de 200 empleados que deben pasar exámenes rigurosos de conocimiento literario.

No sólo se viene aquí a comprar: los neoyorquinos pueden acercarse a un gran mostrador para vender aquellos libros que ya no quieren. Otro servicio que presta Strand se mide en metros cuadrados de libros. Por ejemplo ha llegado a vender miles de libros para llenar 35 habitaciones en una mansión neoyorquina.

El mejor programa: encontrar un ejemplar usado a un precio inmejorable, comprar un café en el puesto de la esquina y cruzar a Union Square a disfrutar de ambos.

 

  • Strand está en la esquina de la calle 12 Broadway.

6. Una vista de la ciudad

BAR DEL STANDARD HOTEL

Se llama Top of the Standard, aunque para muchos todavía es el Boom Boom Room, nombre con el que inauguró en 2010, cuando era un bar para pocos. Ahora abrió sus puertas para todo público, aunque conviene llegar temprano: nadie se quiere perder la oportunidad de tomar un trago en el piso 18 de este hotel que asoma a High Line y que es de todo menos estándar.

Con ventanales del piso al techo, una decoración ambientada en los años 70 (muy del estilo James Bond) y mozos que parecen salidos de un set de Casablanca , las panorámicas que se obtienen desde el Top of the Standard (360° inigualables de toda la ciudad) dejan sin aliento hasta al neoyorquino más indiferente a su hábitat. Las vistas también incluyen a celebridades como Madonna o Justin Timberlake, ventanas adentro.

Hablando de ventanas, dicen que los voyeurs de Nueva York también suelen venir de noche a este hotel de diseño, pero se quedan en la calle, justo frente a los venatnales de las habitaciones. Es que si uno levanta la vista hacia lo alto, de hecho descubrirá a huéspedes que se pasean desnudos por sus cuartos, entre otras actividades. Y no se trata de un descuido: aquí la norma es dejarse ver.

 

  • 848 Washington Street, entre las calles 12 y 13.

7. UN MUSEO

MUSEO DE BROOKLYN

Cuando se construyó, hace más de un siglo, el objetivo del Museo de Arte de Brooklyn era claro y ambicioso: ser el museo más grande del mundo. Aunque finalmente tuvo que conformarse con ser el segundo más grande de la ciudad (después del Met) hay algo seguro: en materia de manifestaciones culturales cuenta con una de las colecciones más completas y eclécticas que pueda existir.

De Rodin a Edward Hopper, pasando por un extraordinario acervo de arte asiático, egipcio y sudamericano, la institución es reconocida además por sus exposiciones temporales, algunas tan polémicas que hasta Rudolph Giuliani lideró una cruzada contra una de ellas. El ex alcalde puso el grito en el cielo cuando vio un retrato de la Virgen María hecho con excremento de elefante, obra del artista Chris Ofili, y amenazó con cortrale los fondos al museo (cosa que por suerte no sucedió).

También en 2011, la muestra Hide Seek, una megaexhibición de arte gay, montó un revuelo de proporciones desmedidas.

Menos controvertida y aclamada por todos, hasta el próximo 8 de julio puede visitarse la primera exposición a gran escala sobre los comienzos de carrera de Keith Haring, el genial grafitero que solía pintar murales en tiza en las estaciones de subte de Nueva York. Se exhiben videos experimentales, bocetos inéditos, pósters, blocs de dibujos, fotos y grafitis.

 

  • 200 Eastern Parkway, Brooklyn

UN DATO: la casi totalidad de la colección del museo es accesible online , y hasta se pueden incluir impresiones y comentarios sobre las obras.

8. Un proyecto

LOWLINE

Después del furor del High Line se viene la versión under del Low Line. El revolucionario proyecto pretende construir el primer parque subterráneo de Nueva York, básicamente rescatando un espacio abandonado bajo Delancey Street, en el Lower East Side. Se trata de una ex terminal de trolleys de más de 6000 m2 (casi el mismo tamaño de Gramercy Park) y 7 metros de altura, que dejó de funcionar en 1948.

Los arquitectos James Ramsey y Dan Barasch desarrollaron una claraboya con fibra óptica que llevaría luz y vida a este olvidado espacio de las entrañas de Nueva York. Claro que primero hay que recaudar los fondos para financiar la primera etapa de construcción, que sería de US$ 25 millones.

9. Un disquería

OTHER MUSIC

Lugar de peregrinación para amantes de géneros independientes, se especializa en música underground, indie, funk, soul, hip-hop, psicodélica, experimental y cualquier otra variedad que no encuadre dentro de la llamada música comercial. Pero también tiene una inteligente selección de CD usados, buenos discos de Músicas del m undo (sobre todo africanos) y verdaderas rarezas (o hallazgos, según la óptica) como electrónica polinesia. Originalmente, Other Music estaba frente a la megatienda de Tower Records (de ahí su nombre, que significa Otra Música). Esta última cerró y Other Music se convirtió en sobreviviente y disquería de culto a la vez.

 

  • 15 E 4th St, entre Broadway y Lafayette.

10. Un barrio

DUMBO

No tiene nada que ver con el elefantito de Disney, sino que es un acrónimo -uno más en una larga lista- de Down Under the Manhattan Bridge Overpass -algo así como Bajo el paso a desnivel del puente de Manhattan -, ya que el distrito está justo del otro lado, sí, del Puente de Manhattan (pertenece a Brooklyn). El comediante Jerry Seinfeld una vez bromeó acerca del nombre, diciendo que los neoyorquinos impusieron la o al final porque no querían tener un barrio llamado Dumb, o tonto.

Lo cierto es que Dumbo pasó por la típica transformación de barrio semiabandonado descubierto por artistas, primero, y agentes de Real Estate, después, que reciclaron los galpones y las fábricas de ladrillos en espaciosos lofts con estupendas vistas del East River.

Algunos lo llaman el Nuevo SoHo porque se ha poblado de galerías de arte, pastelerías gourmet o tiendas de diseño.

Lo mejor, el recientemente inaugurado Brooklyn Bridge Park, 35 hectáreas de verde a orillas del río, con vistas espectaculares del skyline de Manhattan