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Viajando a todo tren

 Al maldito Peter Lorre  se le desprenderían la retinas de sus enormes ojos, no podría creer en qué transformaron a su romántico y traqueteador Expreso de Oriente. Lo único malo es que tampoco está Ingrid Bergman.

¿Habrá alguien que nos pueda explicar porqué Uruguay es uno de los poquísimos países del mundo donde el ferrocarril es únicamente un romántico recuerdo? A las velocidades que viajan nuestros ferrocarriles, te puede venir un ataque de histeria; pero a 300 kilómetros por hora, mimado por azafatas y alternando con personas de todas las culturas, la experiencia es inolvidable.
Alquilar un auto no está mal en esta era del GPS, pero mirá que igual  te perderás un montón de veces y no podrás estacionar en los centros urbanos. El avión es caro y te deja a deceenas de kilómetros de donde querés ir. El ferrocarril te planta en el medio de la ciudad, casi siempre podés llegar caminando hasta tu hotel y el viejo y querido Eurailpass te lleva donde quieras, hasta por mar, te ahorra noches de hotel y te proporciona una experiencia extra.
Mirá el relato pormenorizado de Julio Céliz para La Nación, nuestro socio GDA.
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Ciudades de España y Francia unidas por trenes de hasta 300 kilómetros por hora, en un viaje sin ruidos ni demoras para disfrutar de las campiñas a través de grandes ventanales, alcanzar pueblos inigualables y hasta ducharse en los camarotes durante los tramos más largos.
MADRID.- Sin demoras, a las 9.31, el tren se pone en marcha. Las ventanas son generosas, amplias. No es cuestión de perderse detalle del paisaje. Pero antes de que uno termine de acomodarse, una azafata ofrece pañuelos tibios y húmedos para higienizar las manos, y poco después, diarios y revistas para todos los gustos. Son algunos de los mimos de la primera clase, que incluye almuerzo, cena y merienda. También puede ser un desayuno, cerca de las 10, con café, gaseosas, facturas, tortilla, verduras frescas, yogur o una copa de vino. Todo un lujo.
Recién acabamos de dejar la estación de Atocha, que sorprende desde el vamos con un patio cubierto de plantas y palmeras enormes, en una bienvenida a puro verde. Desde allí, el tren AVE (Alta Velocidad Española) nos dejará en Tarragona, a 424 kilómetros. Una pintoresca ciudad al pie del Mediterráneo, que fue capital provincial del Imperio Romano.Y lo de alta velocidad va en serio: por momentos circulamos a 300 kilómetros por hora. Eso sí, sin la más mínima vibración: tazas y copas, bien gracias, ni siquiera hay que preocuparse por ellas. ¿Los pasajeros? Un mix de turistas y ejecutivos que apenas dejan Madrid conectan sus computadoras portátiles a la conexión Wi-Fi, gratuita, veloz y sin pausas, como en casi todos los trenes europeos. Estamos cerca de Zaragoza y una sorpresa: a poco de dejar el tren, dos ejecutivos acercan los zapatos negros a unos rodillos que giran sin parar para sacarle más brillo aún a uno que reluce por donde se lo mire calzado.
La estación Camps de Tarragona nos recibe al mediodía y en el tramo de 11 kilómetros que la separan de esta ciudad veraniega, que ahora busca posicionar el enorme patrimonio cultural e histórico dejado por los romanos, el locuaz chofer del taxi aporta otro dato. «Si por algún motivo la demora del tren llega a los 15 minutos, devuelven la mitad del pasaje y si es de 30, el reintegro es total. Pero rara vez ocurre, el AVE es realmente perfecto», dice con legítimo orgullo.
Cenando en el Tren HotelVelocidad pura

Claro que la alta velocidad no es exclusividad española. Este servicio crece sin pausa en toda Europa. En los últimos años se fueron sumando varios tramos: Madrid-Barcelona (2008), Bologna-Florencia (2009), Roma-Nápoles (2009) y Madrid-Valencia (2010). Sin embargo, uno de los proyectos más ambiciosos es el que unirá París con Barcelona con un TGV (Train à Grande Vitesse). El servicio comenzará a funcionar a fines de 2012, tendrá nueve frecuencias diarias y reducirá en dos horas el tiempo de viaje, que hoy es de 7 horas y 40 minutos.

Antes de subirse al tren, lo mejor es programar el viaje y tener en cuenta que los tickets punto a punto, sacados en boletería, tienen un costo mayor que el Eurail Passes (el producto más vendido de Rail Europe), que ofrece incontables alternativas, entre pasajes, trayectos, combinaciones, clases y número de pasajeros. Además, cuanta más anticipación en la compra, mejores precios.

En Rail Europa 4A, con sede en Francia y campo de operaciones en Australia, Africa, Asia y América del Sur, sostienen que la Argentina ocupa, en ese marco, el puesto 6, detrás de Australia, Japón, Corea del Sur, Brasil y la India. Pero considerando sólo América del Sur, que aporta 140.000 pasajeros anuales a este sistema, el ranking lo encabeza Brasil, con el 35% del mercado, seguido por nuestro país.

«En comparación con el período enero-octubre de este año con el de 2010, tenemos un incremento de las ventas en la Argentina del 50 por ciento. Es una suba más que importante», explica María Corinaldesi, gerente regional para América del Sur de Rail Europe.

Pero volvamos a Tarragona. La caminata de 10 minutos desde el hotel por la costanera, con inmejorable vista al mar, hasta la estación Tarragona-Centro (para trenes regulares) hace que dejar esta ciudad cueste un poco más de lo previsto. Pero hay un plan trazado: la idea es llegar a Carcassonne, Francia, que cautiva con su sello de ciudad medieval. Antes, una breve escala en Barcelona, a 83 kilómetros, a la que se llega en una hora.

Allí, con trenes de cercanía al aeropuerto cada 30 minutos, el movimiento es incesante en sus 14 andenes, de los cuales ocho están destinados a la alta velocidad. Control de equipaje hasta dos minutos antes de la hora de partida del tren , dice un cartel que sorprende a los pasajeros, como los argentinos, habituados a otro tipo trato. Sin embargo, si la espera es prolongada, la Sala Club para pasajeros Preferente (primera) o Club es un buen lugar: abre de lunes a sábado, de 5.30 a 22, y domingo, de 6.15 a 22, y ofrece un salón para 100 personas, bar, diarios y televisores.

A las 13, el tren se mueve hacia Girona, adonde llegamos en una hora y cuarto. Plantaciones de frutales y los Pirineos, a lo lejos, son buena compañía. En Figueras es el momento de subir al TGV, que una hora después nos dejará en Narbonne, Francia, donde un grupo de flamencos y tres windsurfistas juegan en una de las rías del Mediterráneo para ofrecer un menú perfecto desde el coche-bar.

Finalmente, en media hora, el tren regular Corail nos dejará en Carcassonne, que amerita varios días de estada para visitar la ciudad amurallada y navegar por el pintoresco canal du Midi.

Sí, sin duda, esta modalidad de viaje tienta a cualquiera. Es que dan ganas de bajarse en todas las estaciones para recorrer cada una de estas ciudades. Pero en Carcassonne se disipan las dudas: nada mejor que subirse a un TER, que en tres horas recorrerá los 241 kilómetros que la separan de Avignon y de su inmortal puente.

La estación Avignon TGV es moderna: dos pisos, forma de casco de barco invertido, paredes vidriadas y andenes de madera, donde se anuncia por altoparlantes que una de las puertas del tren no abrirá por un desperfecto y que habrá una demora por un pasajero descompuesto de ¡5 minutos!

El próximo destino será la estación Gare de Lyon, en París. Serán casi 600 kilómetros que el TGV recorrerá en sólo 2 horas y 48 minutos. Desde las generosas ventanas se disfruta de la campiña, aparecen las suaves colinas, los campos sembrados y las casonas de tejas rojas y techos a dos aguas. No queda más que dejarse caer en las comodísimas butacas negras y grises, y si no fuera porque París espera, desear que esas tres horas no pasen nunca.

 

 

Redes que se expanden

El AVE comenzó a circular en 1992, entre Madrid y Sevilla, en pleno furor por la Expo Internacional de Sevilla. En 2008 se inauguró el tramo Madrid-Barcelona, que recorre 659 kilómetros en 2 horas y 38 minutos. La última línea de alta velocidad abrió en diciembre de 2010: Madrid-Valencia, en 1 hora y 35 minutos.

El primer TGV se lanzó en 1981, en la línea París-Lyon. Más tarde le siguieron los corredores Atlántico (hacia Tours), Norte (Lille), Ródano-Alpes (Valence), Mediterráneo (Montpellier-Marsella) y Este (Estrasburgo). En Francia, donde está en marcha un plan nacional de renovación de vías que finalizará en 2016 y contempla 5000 kilómetros, el TGV alcanzó años atrás, en un viaje experimental, el récord de velocidad sobre rieles: 574,8 kilómetros por hora.

La clave de los pases

Para viajar por diferentes países, lo más recomendable suele ser comprar pases. Sus precios varían en función de la cantidad de días de viaje y de los destinos incluidos.

El más barato: por Eslovenia, para dos personas que viajan juntas en segunda clase, que permite trasladarse tres días en el plazo de un mes; 44 euros por persona.

El más caro es el Eurail Global Pass: incluye viajes ilimitados por 22 países, durante tres meses consecutivos, para un adulto en primera; 1464 euros.

Una opción intermedia es el: en primera, por tres países a elección (entre 23), siempre que sean limítrofes. Para dos adultos que viajan juntos permite viajar cinco días en el plazo de dos meses, por 284 euros por persona.

Un pase por Francia e Italia para cuatro días de viaje, con dos meses de vigencia, 275 euros en primera, la tarifa para adultos. También hay promociones para menores de 26 años.

Más, en www.raileurope.com.ar

Dormir en el tren

Recorrer los 1076 kilómetros que separan París de Barcelona en un tren nocturno no deja de ser una experiencia distinta. Los confortables camarotes del Elipsos hacen que las once horas (hay una opción diurna, con escala en Figueras, que demora 7 horas y 40 minutos) sean puro disfrute.

Apenas se deja la estación Gare d’Austerlitz, a las 20.45, una azafata pide el boleto y el pasaporte (por posibles controles migratorios), que serán devueltos al día siguiente para no interrumpir su sueño. Cerca de las 21 abre el comedor, con capacidad para 30 comensales, distribuidos en mesas de dos y cuatro.

Con luces tenues, la cena está a tono con el servicio: una copa de champagne de bienvenida y un completo menú de tres pasos. Casi no dan ganas de dejar el lugar y la sobremesa bien puede extenderse hasta cerca de la medianoche. Después, claro, en las camas, es cuestión de entregarse al sueño. Con las primeras horas del día, mientras asoman los suburbios por los ventanales, es el momento del desayuno. Pero antes de que el tren se detenga en la estación Barcelona França, puntualmente a las 8, bien vale una buena ducha para entonces sí, sin reparos, entregarse a las calles de Gaudí.

PARA TENER EN CUENTA

El tren , en general, es conveniente en los viajes de media distancia, de no más de cuatro horas.

Cercanía: a diferencia de los aeropuertos, las estaciones suelen estar en el centro de las ciudades, a una distancia óptima de zonas con hoteles, para llegar a pie.

Antelación: es suficiente estar 15 minutos antes del horario de partida del tren.

Libertad: no se usan cinturones de seguridad; el coche-bar es una buena opción para distenderse.

Controles: no se revisa el equipaje, salvo en algunas estaciones importantes, como en Barcelona, donde escanean las valijas.

Equipaje: hay lugar para las valijas en los extremos de los vagones y en estantes colgantes junto a los asientos. Todo a la vista, lo que minimiza la posibilidad de extravíos.

Reservas: es obligatoria en los tickets para trenes de alta velocidad, nocturnos y panorámicos.

Desventajas: la falta de maleteros, que puede ser condicionante en personas mayores. Lo mejor, viajar liviano de equipaje.

Competencia: las aerolíneas de bajo costo consiguieron en muchos casos, con ofertas muy convenientes, que volar sea más barato que moverse sobre rieles.

DATOS UTILES

Cómo llegar

Por Iberia, ida y vuelta a Madrid, se pueden adquirir pasajes con tarifas desde US$ 1323, con tasas e impuestos incluidos, en clase económica. La aerolínea opera actualmente dos vuelos diarios con salidas de Ezeiza, a las 14.20 y 22.40, y arribos a las 6.10 y 14.30, respectivamente. Reservas, por el 4131-1001 o en www.iberia.com.