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Tocar el cielo

 A los de la Torre de Babel les fue mal en su intento de tocar el cielo.


Pero en Catamarca es posible sin otro riesgo que el de un apunamiento, problema que debería preverse antes de partir con el consejo de un médico, pues andarás por los seis mil metros de altura donde el aire es una nadita. Pierre Dumas, de La Nación, nuestro socio GDA, te propone ir en auto y bien acompañado por gente que sabe. Y si te parece un poco lejos Catamarca y un poco atrevido el intento de llegar al cielo, tené en cuenta que partirás de Fiambalá donde te darás unos lindos baños termales antes de salir y al regreso del frío de las cumbres. 

Si el paisaje te parece de otro mundo no le eches la culpa al impresionante vino catamarqueño, a la zona la llaman «los seismiles» por los volcanes de esta singular región del mundo. ¡Mirá que es grande la Argentina!

 

SAN FERNANDO DEL VALLE DE CATAMARCA.- Cirilo Arancibia es guía de alta montaña. En Catamarca, este adjetivo hace toda la diferencia, porque en su porción de cordillera se encuentran varios de los seismiles, míticas montañas que superan los seis mil metros. Entre ellos están el Pissis y el Ojos del Salado, los volcanes más altos del mundo.

No hace falta aclarar que las alturas no impresionan a Cirilo y que el camino al paso San Francisco -que culmina a casi 4750 metros, en la frontera con Chile- es para él apenas un paseo. La falta de oxígeno, los dolores de cabeza, los mareos y demás síntomas que suelen dar la bienvenida a los turistas en las zonas extremadamente altas parecen no tener poder alguno sobre él. Habla lentamente de estas montañas, de esta región, de estas llanuras cercadas por montañas. «La vista puede engañar, pero estas pampas brillan bajo el sol porque están por encima de las nubes. Las dimensiones y las alturas parecen tener nuevos significados.» Las palabras salen tranquilamente de la boca de Arancibia, como reproduciendo el ritmo lento y pausado que es preciso adoptar enseguida para hacer frente a la altura y la menor presencia de oxígeno.

A simple vista, todas las montañas parecen iguales, o por lo menos semejantes. Pero él tiene un nombre para cada cono, cada cumbre, cada pico que aparece, uno tras otro, hasta el infinito. Cada volcán parece sobresalir y sobrepasar al precedente, como una especie de competencia entre gigantes, para ver quién será el más alto.

 Y así, casi sin darse cuenta, el auto llega hasta el hito fronterizo. El cartel no deja lugar a dudas, y el dolor de cabeza que azota a muchos, tampoco. El paso San Francisco ya no es una meta, sino un punto concreto del mapa: está aquí, con su puesto de Gendarmería y sus aduanas, un par de banderas y un hito. La altura es de 4748 metros; le faltan apenas 59 metros para alcanzar la cumbre del monte Blanco, el techo de Europa y de los Alpes, en medio de un valle verde, rodeado por montañas que siguen y siguen subiendo hasta los cielos. Es el fin de la Ruta de los Volcanes, los seismiles que hacen soñar a andinistas de todo el mundo, y a quienes Cirilo guía hasta allí arriba. Una aventura extrema al alcance de todos, una experiencia de altísima montaña que se puede hacer en auto, sin más esfuerzo que el de superar pausadamente los efectos de la altura.

Habitación a 3300 metros
La aventura comienza muchos kilómetros atrás y bastante más abajo, al pie de los Andes, en Fiambalá, pequeña ciudad que goza de cierto renombre gracias a sus termas. Encerradas en una quebradita, las aguas bajan de la montaña a temperaturas de entre 28°C y 51°C. El pueblo tiene también sus edificios históricos, como todos los del Noroeste. La iglesia de San Pedro y la Comandancia de Armas, en las afueras de Fiambalá, fueron construidas en 1745. La historia de la región se puede conocer también en el museo local, que además tiene una sala especialmente dedicada a los seismiles. Hay muchos objetos, testimonios, mapas, fotos y recuerdos de las primeras expediciones a las cumbres de la región. Esta exposición se presenta como una especie de bitácora de una de las aventuras más extremas que se pueda realizar en el mundo. Para quienes se limitaron a alcanzar los 4748 metros del paso San Francisco es como hacer un poco suyas estas hazañas.

Saliendo de Fiambalá, la ruta nacional 60 no deja de sorprender por su excelente estado y su buen equipamiento. Regularmente, al borde del camino hay pequeñas casitas preparadas con sistemas de comunicación por cualquier emergencia. Son siete en total, entre otras, en el paraje de Gallina Muerta -el primero, a 54 kilómetros de Fiambalá- y en el límite fronterizo.

A menos de cien kilómetros se puede hacer una escala en el complejo de Cortaderas, hotel de montaña al borde de una pequeña laguna donde se pueden avistar varias especies de aves. El hotel es como un oasis inesperado en medio del desierto de la Puna, al borde de un tramo de ruta que tiene una altura de 3300 metros. Ya fue concesionado y se espera que abra sus puertas en breve.

Tanto para quienes usen el paso para cruzar los Andes hacia Chile como para los andinistas que podrán aclimatarse y hacer base hacia las cumbres, el hotel forma parte de un plan provincial para promover esta ruta hacia Chile, como una alternativa a otros pasos más cercanos de las grandes ciudades, pero que sufren varios cierres durante el invierno por el clima extremo. Mientras esta ruta tome la importancia que se le augura, se la puede usar como una magnifica excursión, cruzando apenas un par de camiones o autos en todo el recorrido.

Por Pierre Dumas
Para LA NACION

DATOS UTILES
Informe
Informes turísticos en Fiambalá: (03837) 496016 y 496152. [email protected], www.fiambala.gov.ar