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El Castillo de Montezuma


 

A pesar de que vivimos en un mundo lleno de conocimiento y descubrimientos, hay aun muchas cosas por conocer. Ese vacío de conocimiento que aún existe es un aliciente para aquellos de nosotros que todavía poseemos ese espíritu de aventura y exploración. Lamentablemente, a pesar de toda la literatura que abunda en esta tierra, todavía hay cosas que porque no se conocen se las generaliza. Dentro de estas cosas generalizadas se encuentra Arizona. Generalmente no se escucha mucho (o casi nada) de Arizona, a no ser de algunas pocas cosas: el Gran Cañón, el desierto y el gran calor. Todo cierto sin lugar a dudas, pero Arizona encierra tesoros de la naturaleza y la historia humana que van mucho más allá de un territorio harto caliente con un semejante agujero en el medio.

 

Me gustaría, con el permiso del lector, introducir cosas de esas tierras que tal vez lo deslumbren, que tal vez lo apasionen, o tal vez no. Puedo prometer, eso sí, que serán cosas fuera de las generalizaciones cotidianas. Llevaría varios escritos hacerlo, pero la más larga de las caminatas empiezan con el primer paso y el mío es El Castillo de Montezuma.

 

El Castillo de Montezuma tiene una peculiaridad importante, es un castillo “flotante.” Me atrevo a llamarlo castillo flotante porque la verdad es que no tiene cimientos. Este castillo está construido, o mejor dicho excavado roca adentro, en uno de los costados de la montaña. Así como lo escucha, es un castillo que ha sido excavado a base de primitivas piedras afiladas, incrustándolo perennemente en la roca. No tengo conocimiento fehaciente de si es el castillo más viejo del mundo, pero si no lo es, de seguro es un serio contendiente al título. Los arqueólogos estiman que este castillo tiene como mínimo 700 años, pero hay quienes disputan esa cifra, ya que quienes se supone lo construyeron ya “andaban en la vuelta” por el año A.D. 500. Esta disputa es una de las tantas que existen en varios aspectos de estas culturas y su historia, y que asimismo le da a la historia un enigma y un drama sabroso. También da ciertas libertades al visitante, como la de usted crea lo que le parezca mejor. Enfin, ni la Globo puede hacer novelas más complicadas y dramáticas que la Historia.

 

El nombre del castillo viene de un mito, o capaz no, o quizás a medias. Se dice que durante el reinado de Montezuma II, este acumulo muchas riquezas, principalmente a través de invasión, asalto, violación, robo y esclavización de varias culturas indígenas. Si, así como lo lee estimado lector. Estos talentos no eran, ni son, exclusividad de los europeos…o de nuestros políticos ya que estamos. Y me quedé corto, Montezuma también salía a otros países (tribus-naciones) a secuestrar gente para los sacrificios de su modificada religión. Enfin, Montezuma es un capítulo aparte, pero volviendo al tema, digamos que Montezuma era el Bill Gates o el Carlos Slim de su época.

 

Basado en esto a Cortés le entro una picazón grandota para descubrir los lugares donde los aztecas escondían la mayoría de su oro. Estos serian, según los españoles de la época la famosa Cíbola (El Dorado de Norteamérica), conocida así en los libros de historia. En la práctica, los españoles nunca encontraron Cíbola, también conocida como “Las Siete Ciudades de Oro,” pero que las buscaron…las buscaron. Es que los españoles creían, o los Aztecas les hicieron creer, que Montezuma tenía los tesoros Aztecas escondidos en varios lugares secretos, entre estos el Castillo de Montezuma.

 

 

Acá es donde el melodrama se desata. Porque muchos dan responsabilidad por la etimología del castillo a un grupo de mineros que deambulando por el desierto se encontraron con este. Es posible que así sea, porque nadie estaba allí en esa época como para decir que “no.” Así todo es bastante improbable que los mineros de la época tuvieran muchos conocimientos acerca de los aztecas, Montezuma, los indígenas, etc. Digamos que los mineros por algo eran mineros y no maestros de la arqueología o la historia universal. Lo que ahonda mas esta improbabilidad es que quien responsabiliza a los mineros por el bautismo de la estructura fue un arqueólogo llamado Harold Colton.

 

¿Cuál es mi problema con Harold?

Harold es una persona prominente en la historia del Lejano Oeste norteamericano, y también un pionero en lo que se refiere a la arqueología por estos lados. Por sus contribuciones tiene mis respetos. Aun así también tengo mis dudas, y como verán, son bien fundadas. Es que Harold dijo que allí nunca pudo haber estado Montezuma, ni que había tesoros, ni castillos, ni ningún tipo de relacionamiento con la nación indígena de México. Continuó su explicación diciendo que el nombre de Castillo de Montezuma no era más que una invención de unos mineros que llegaron a establecerse en el área. La macana de Harold es que continuó eruditísimo en decir que quienes vivían en esa área eran en realidad la tribu Sinagua. Obviamente, para aquellos con el espectro lingüístico limitado al inglés, esto era toda una revelación. Lamentablemente para Harold, habemos quienes hablamos español, y sabemos que la tribu Sinagua no es más que “sin agua.”

 

A partir de “sin agua” muchos ‘eruditos’ sacan muchas conclusiones, entre ellas que esta gente vivía sin el preciado elemento (ver ‘ironías’ en próximo escrito) En realidad el nombre ‘Sinagua’ no se lo dio Harold a los indios, sino que fue un montón de curas franciscanos que llegando al área la llamaron “La Sierra de San Francisco sin agua.” Es que para los curas era extremadamente raro que tamaña sierra no tuviese una gota de agua, tal como la tienen en España. Harold, me imagino yo, lerdo para el español y la historia, les encajó de una el nombre de Sinagua a los indios. Hoy las montañas se llaman “San Francisco Peaks” y están a la salida de la ciudad de Flagstaff.

 

Harold muy bien le pudo haber errado al bizcochazo pero… ¿hay algo mas para la polémica?

Claro que sí. Primero que nada,  los ‘Sinaguas’ eran en realidad Anasazis, una nación prehistórica. Segundo, estos que vivían en el castillo tenían agua en pila, no solo eso sino que hasta el día hoy se mantiene un sistema de aguas creado por ellos donde el agua entra barrosa y sale cristalina del otro lado (tema para otro escrito). Tercero, se fueron por guerras con otra nación autóctona, llamada Yavapai. Por último, la historia, la verdadera historia, cuenta que los españoles si anduvieron por acá buscando los tesoros de Montezuma, esos que Cuauhtémoc se rehusó a revelar años antes.

 

Quien anduvo de paso por el área no fue ni más ni menos que Francisco Vázquez de Coronado y Luján. Persona esta de casta noble, nacido en Salamanca en 1510, más conocido como el conquistador que salió a la búsqueda de Cíbola, las siete ciudades de oro. Pasaron 19 años después de la muerte de Montezuma, y don Francisco de Coronado mandó al fraile Marcos de Niza, a su ayudante Esteban el Moro y dos más, a explorar el suroeste de lo que hoy es Estados Unidos.

 

Es sabido de los anales históricos que tanto el fraile Niza como Francisco de Coronado usaron Arizona como entrada hacia el norte en su camino a lo incierto. De hecho el fraile y su ayudante, un moro bastante ‘jetón’ partieron en marzo de 1539. Ese mismo año el propio cura es quien ve las ciudades de oro, la famosa Cíbola. Aunque usted no lo crea lector, la leyenda de “Cíbola” están basada en la historia misma, pero con algunos “arreglos” en la partitura. Quienes vivían ahí era la nación Zuñi, los cuales continúan viviendo allí. Al llegar son bien recibidos, pero Esteban (alias Estevanico) se empeña en desdeñar e insultar a los Zuñi. Es así entonces que los ‘cibolenses’ se enojan con Esteban y ‘lo pasan para la cueva’, convirtiéndose así en la primera persona documentada en la historia americana al que lo matan por “jetón.”

 

En Septiembre de ese mismo año, el fraile Marcos de Niza vuelve solo a Nueva Galicia donde le cuenta a Francisco de Coronado acerca de las ciudades de oro. Es entonces que don Francisco, pone todo el dinero que tiene y hasta casi vende los calzones de la mujer (no es broma) para financiar una expedición al oro. En Noviembre de 1539 parte la expedición desde Compostela, Nueva Galicia (todavía existe la ciudad) hacia Cíbola. Todo lo que pasa después es otra cosa aparte, pero lo que sí es histórico de relevancia en esta historia es que Cíbola es el pueblo Zuñi. Hoy está localizado a 60 kilómetros de Gallup, capital indígena de Norteamérica, y a 340 kilómetros del Castillo de Montezuma. Esta nación aun existe y es parte del estado de New Mexico, en la frontera con Arizona, formando parte de un condado llamado oficialmente… Cíbola.

 

Sabiendo que don Francisco de Coronado subyugó todo a su paso, desde el sur de Arizona hasta que llegó a la frontera con New Mexico al norte de ambos estados, no sería tan descabellado pensar que en su camino no haya pasado por el castillo. En términos de perspectivas, Francisco de Coronado salió, digamos, desde nuestro San José y llego hasta Rivera. En comparación no rígida, el Castillo de Montezuma estaría por Salto o Paysandú. Quizás así le haya llegado su fama al castillo. No contare la perspectiva Yavapai, porque ya me quede sin espacio hace rato.

 

Para rematarla, en 1905 llega a oídos del presidente Theodore Roosevelt reportes del Castillo de Montezuma. Acto seguido, en Diciembre de 1906 el castillo y toda el área circunvalente se transforman en área protegida por el gobierno de Estados Unidos. Es así que el Castillo de Montezuma pasa a ser uno de los primeros 4 parques nacionales, inaugurados ese mismo día. Teodoro dijo ese dia “…[el castillo de Montezuma] of the greatest ethnological value and scientific interest.” (El Castillo de Montezuma es del más grande valor etnológico e interés científico.)

 

Como les decía al comienzo, los dramas de la Historia son más interesantes que los de las novelas mismas. Este castillo es sin dudas prehistórico, excavado a base de piedras afiladas en el costado de la montaña. Tiene 50 cuartos y es el centro de las especulaciones históricas (y prehistóricas) más notables. Considerado por algunos eruditos sin mucha relevancia histórica, pero protegido y preservado por el gobierno más poderoso del planeta. Fue casa de una civilización prehistórica esquiva y continuó siéndolo de otra cultura milenaria. Tal vez Harold sabía los antecedentes hispánicos, tal vez no. Quizás la simpleza rudimentaria de los mineros escondía la repetición de mitos y leyendas aprendidas en la región misma. Tiene secretos aun, ya que se ve una de las estructuras, pero hay que ser muy uruguayo e intrépido para salir a buscar la otra, la más grande, la escondida. Todo esto en 3 hectáreas en el camino de Phoenix a las Siete Ciudades de Oro y también hacia aquel otro semejante agujero en el medio del estado, el Gran Cañón.